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Economía políticas | economía | crecimiento

Uruguay en el mundo

Perspectivas económicas y políticas

Los temas del momento a nivel económico están centrados en las bajas o nulas tasas de crecimiento, los niveles de inflación persistente y las políticas más adecuadas.

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En los últimos días se han dado a conocer las proyecciones y análisis de los principales organismos internacionales respecto a la economía mundial donde una vez más se ajustan a la baja las proyecciones de crecimiento y se mantienen las preocupaciones sobre la inflación y las políticas necesarias para volver a retomar la senda de crecimiento. Las perspectivas eran muy magras para este año, pero la realidad financiera y los efectos mantenidos por la guerra y los rezagos de la pandemia siguen afectando. Esto sin dejar de considerar los paquetes de medidas que a nivel del mundo se aplicaron y hasta se buscan reafirmar para combatir, casi sin resultados y con fuertes críticas, la inflación.

Un escenario más complicado

Según el último informe del Fondo Monetario Internacional, las perspectivas de crecimiento para 2023 bajan a 2,8% desde 3,4% en 2022 a 2,8% en 2023, pudiendo llegar a estabilizarse en 3,0% en 2024. Según el organismo, las economías avanzadas tendrán una desaceleración del crecimiento importante con niveles ya bajos que van del 2,7% en 2022 a 1,3% en 2023. En caso de que las presiones a nivel financiero se intensifiquen, estos números serían mucho peores, llegando a niveles para las economías más avanzadas menores a 1%.

Estos niveles proyectados para las economías más avanzadas están por debajo de los estimados a nivel del promedio mundial. Al mismo tiempo, si bien se prevé una baja en los niveles de inflación los mismos siguen siendo elevados. El nivel general de inflación disminuye de 8,7% en 2022 a 7,0% en 2023 y esto estaría explicado por los menores precios de las materias primas, aunque es probable que la inflación subyacente disminuya con más lentitud. Pero se destaca que es poco probable que la inflación retorne al nivel fijado como meta antes de 2025.

En este contexto se hace énfasis en la preocupación por las altas tasas de interés como medida que se viene llevando para contener los niveles de inflación y que sus efectos se vienen haciendo sentir ya no solo en los niveles de crecimiento por su afectación de la demanda, sino acentuando el crecimiento de la deuda pública y habiendo generado las problemáticas que acabamos de ver a nivel financiero que no están del todo disipadas.

Al respecto, en el informe del FMI se destaca que “las tenues señales a comienzos de 2023 de que la economía mundial podría lograr un aterrizaje suave -con inflación a la baja y crecimiento firme- se han disipado, en medio de una inflación persistentemente alta y de la reciente turbulencia en el sector financiero. La inflación ha disminuido a medida que los bancos centrales han elevado las tasas de interés y que los precios de la energía y los alimentos han disminuido, pero las presiones subyacentes de los precios están resultando pertinaces, con estrechez en el mercado laboral en varias economías. Al haber pasado a un primer plano, las vulnerabilidades del sector bancario y haber aumentado los temores de contagio, el sistema financiero más en general, incluidas las instituciones financieras no bancarias, los efectos colaterales del rápido aumento de las tasas de política monetaria están haciéndose visibles. Los riesgos para las perspectivas están muy sesgados hacia un empeoramiento de la situación, y las probabilidades de que se produzca un aterrizaje brusco han aumentado fuertemente”.

En la misma línea, el Banco Mundial en su último informe de proyecciones destaca que proyecta que el “crecimiento mundial se desacelerará y experimentará el tercer ritmo más débil en casi tres décadas, solo opacado por las recesiones mundiales de 2009 y 2020. A nivel de los mercados emergentes el organismo espera que el crecimiento de la inversión se mantendrá por debajo de la tasa promedio de las últimas dos décadas. Para el Banco Mundial, el crecimiento mundial se desacelerará al 1,7 % en 2023, el más bajo en 30 años con la excepción de 2009 luego de la crisis financiera y la covid en 2020. Esta desaceleración se debe en parte a la aplicación de políticas restrictivas destinadas a frenar la alta inflación en un contexto mundial de muchas turbulencias y tensiones sumado a la realidad crítica a nivel financiero. Las recomendaciones se centran en “formulación de políticas que aseguren que el apoyo se focalice en los grupos vulnerables, las expectativas inflacionarias se mantengan bien ancladas y los sistemas financieros sigan siendo resilientes”.

El mundo que enfrentamos y nuestra realidad

Uruguay, país pequeño abierto al mundo y tomador de precios, enfrenta esta realidad. Un mundo que crece poco y nada, donde se mantienen altas tensiones en el plano geopolítico, donde se debaten la efectividad de medidas de subas de tasas de interés. A su vez, el escenario de altos precios de materias primas que nos venía beneficiando y hasta compensando las dificultades a nivel de competitividad se agota.

Las perspectivas para Uruguay venían a la baja y con los últimos datos de cuentas nacionales se había confirmado que el país entraba en una recesión técnica con un segundo trimestre de baja en el crecimiento, en el cual se venía manteniendo una política de subas de tasas de interés que venía afectando el tipo de cambio y con magros efectos para llevar la inflación a su rango meta.

En los últimos días y con los anuncios desde el Banco Central del Uruguay a través del comunicado del Comité de Política Monetaria de baja en la tasa de interés se ve un tímido cambio. En los últimos días hemos escuchado a muchos analistas afirmar que esta medida es un reconocimiento de que hubo un fracaso de la política planteada y que es necesario un cambio.

La realidad es que Uruguay tiene hoy una muy baja perspectiva de crecimiento en un mundo con dificultades y donde los sectores que habían liderado el mismo en la pospandemia hoy suman el contexto mundial y una política que los viene afectando. En el mes de marzo la proyección de crecimiento para Uruguay era de 2,3%, la que podría ser revisada a la baja.

Uruguay necesita políticas que atiendan y apuesten a un modelo de desarrollo, lo que implica la atención de una perspectiva de largo plazo que busque atender el crecimiento con equidad. Esto implica sostener políticas monetarias y fiscales que apuntalen los motores de crecimiento y que a la vez atiendan temas que hacen a la distribución, resguardo de las cuentas públicas y de las instituciones en una visión de largo plazo.

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