Rosselli ya no se detiene a cuestionar esta compra específica, sino que apunta a la destrucción del instituto creado en 1948. Resulta evidente que un instituto de colonización sin tierras sería un organismo mutilado como una universidad sin docentes o una mutualista a la cual se le sustrae su sanatorio principal. Ni qué hablar de la falsa oposición entre los marginados del medio urbano y el medio rural que transpira esa afirmación.
Lamentablemente, nos hemos acostumbrados a este tipo de razonamientos que, dotados de aritmética precisa, esconden sesgos y supuestos que inevitablemente gravitan hacia negar al Estado como palanca de desarrollo.
Rosselli, principal de la empresa consultora EXANTE, no se ha preocupado de calcular cuánto dinero se dispondría para políticas sociales si se vendiera Antel, los puertos, la refinería de La Teja, la planta de Portland, las carreteras, los puentes, el anfiteatro del SODRE, el estadio Centenario, la OSE o el Banco República.
Ya otros lo han hecho y alguno lo ha intentado y hasta logrado en áreas específicas como la telefonía celular.
Rosselli no está llamando la atención sobre el valor del Instituto Nacional de Colonización como un juego de malabaristas en la interrupción del tránsito que marca la luz roja de un semáforo. Por el contrario, utiliza este curioso ejemplo para dar sus opiniones sobre otros aspectos de la economía que, por otra parte, es más su especialidad que las políticas sociales, y mucho menos las distributivas.
Para Rosselli la política económica y monetaria de este Gobierno no parece ser muy diferente de la del Gobierno de Lacalle Pou. Algunos aspectos ya se saben y otro habrá que ver.
La mejor noticia para Rosselli es la designación del economista Guillermo Tolosa para la presidencia del Banco Central.
Se trata, según Rosselli, de “un economista profesional”, independiente y sin filiación política conocida y con una larga trayectoria en el Fondo Monetario Internacional. Esta designación constituye una cierta señal de independencia técnica del Banco Central y un compromiso del presidente de la República de obtener niveles de inflación bajos, más precisamente un 4.5 % con un rango de más o menos 1 %. Tal vez para los votantes del presidente Yamandú Orsi sea, no la más importante, pero sí la más inesperada.
El mérito de ser un economista profesional es bastante obvio y poco relevante. Lo importante es que no se trata de un frenteamplista sino de un antiguo funcionario del Fondo Monetario Internacional que está comprometido con mantener, como lo impone el Fondo Monetario a sus deudores, la meta de inflación como uno de los pilares de la política económica. Si bien Rosselli destaca que Tolosa es una señal de independencia técnica, parecería desprenderse de sus palabras que con eso se refiere a su independencia del Gobierno, aunque no del Fondo Monetario Internacional, cuyas políticas ha procurado implementar Tolosa, al menos en sus últimos siete años de ejercicio de “economista profesional”.
Tolosa, sin embargo, da algunas directivas al Ministerio de Economía, si se entiende con eso que procurará que la política fiscal y salarial se alineen con la monetaria en las rondas salariales y en el presupuesto que el Poder Ejecutivo elevará al Parlamento en 2026.
De ahí en más, las previsiones de Rosselli se alinean con las del FMI del que nos habíamos creído liberados cuando Astori le pagó lo adeudado e imaginábamos que sus cartas de intención habían pasado a la peor historia. Rosselli es bastante escéptico en cuanto a las perspectivas de crecimiento, mucho más en el cumplimiento de los compromisos que el Gobierno ha contraído en materia de salarios, políticas sociales y redistributivas. Estima que el margen de maniobra que el Gobierno tiene para cumplir con estos compromisos es muy acotado y que está en riesgo la sostenibilidad de la deuda externa que, de acuerdo a sus previsiones, seguirá creciendo.
La receta es la misma que la del FMI: achicar el Estado y dejar de asignar cantidad de recursos que el Estado destina a áreas que no son prioritarias.
Ahh, la del estribo…
Nos quedan las innovaciones de la Ley de Presupuesto que tiendan a abatir el déficit fiscal, limitar las políticas expansivas y, sobre todo, acotar las políticas económicas que fortalezcan el rol del Estado como palanca para el crecimiento y pilar estratégico para acompañar las iniciativas del sector privado para el desarrollo.
Este es el menú completo: política monetaria contractiva, baja de la inflación, desindexación salarial, abatimiento del déficit fiscal, reducción del Estado, sostenibilidad de la deuda externa.
Me temo que eso no es lo que votamos los frenteamplistas. Ni que hablar que tenemos confianza en este Gobierno, en el presidente, en el ministro de Economía Gabriel Oddone, sus aspiraciones, su idoneidad y su gestión.
Pero me temo que, si se trataba de dar una señal, la designación de Guillermo Tolosa, para los frenteamplistas, más que una buena señal es una buena advertencia.