El ministro del Interior, Luis Alberto Heber, posiblemente el ministro con peor imagen de este gobierno, responsable de la gestión en una de las áreas donde es más notable el fracaso de la actual administración y extitular de la cartera donde se decidió la entrega del puerto a uno de sus operadores de forma completamente arbitraria, irregular y hartamente sospechosa, desenterró un caso al borde de la prescripción para, munido de audios obtenidos de forma ilegal (salvo que sea legal grabar conversaciones privadas), gestar una operación político-mediática y judicial para confundir a la ciudadanía y enlodar el nombre del senador Charles Carrera, que ha sido uno de los más constantes denunciantes del fracaso de su gestión y de lo sospechosa de su actuación pública en los ministerios que ha conducido.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
La trama es completamente absurda y solo por la reiteración indefinida de un deliberado enredo este caso puede seguir existiendo y teniendo algún tipo de impacto.
¿De qué se acusa a Charles Carrera? Al parecer se lo acusa de haber dispuesto la atención en el Hospital Policial y la entrega de tickets de alimentación durante varios años a una persona humilde que quedó inválida a causa de una bala perdida que provenía de una fiesta en la casa de un policía. Según esta sonada denuncia que se orquestó en el Ministerio del Interior, Charles Carrera desvió fondos públicos para asistir a una persona pobre que recibió un tiro de un agente de Policía mientras el caso se investigaba en la Justicia. Pues bien, supongamos que esa acción entrañe una ilegalidad: ¿nos damos cuenta del delirio de transformar un acto humanitario en una causa político-mediática y judicial? Apartándonos un instante de las disposiciones y normas que regulan la actuación de jerarcas, ¿es acaso reprobable que el Ministerio del Interior ayude a una persona que recibió un balazo de un policía por cuya causa quedó parapléjica? Porque ese, y no otro, es el fondo del asunto y es justamente ahí donde Carrera y el difunto exministro Eduardo Bonomi salen mejor parados, ya no como exautoridades de otro gobierno, sino como personas que, en lugar de desentenderse del gravísimo accidente provocado por la irresponsabilidad mayúscula de un policía, se empeñaron en asistir, brindar atención médica y garantizar el sustento de una víctima humilde de la mala conducta de uno de los funcionarios presupuestados, no políticos, de su cartera.
¿De qué otra cosa se acusa a Charles Carrera? Pues bien, de utilizar malas palabras y una actitud hostil en una conversación privada con la víctima asistida, cuando esta se reunió con él y, notablemente, amenazó con llevar el caso a la oposición y a su prensa, en una clara lógica extorsiva, a la que Carrera opuso las palabras y el tono que cualquier persona honesta utilizaría ante un grosero intento de chantaje, sobre todo cuando los protagonistas de semejante actitud son los mismos a los que se ha intentado ayudar en el marco de una actuación humanitaria y comprometida. ¿Se puede, acaso, reprochar a Carrera sus palabras, dichas en el contexto de un diálogo privado que, de ningún modo, debía ser grabado, cuando lo estaban intentando chantajear? No, no y no. De ninguna manera. Porque antes que autoridad, es una persona y nadie debe admitir una amenaza de esa naturaleza y, mucho menos proveniente de alguien al que se está intentando ayudar.
En mi opinión, Charles Carrera actuó perfectamente bien. En primer lugar, actuó bien cuando hizo lo que estaba a su alcance para ayudar a una víctima de un hecho accidental, pero que entraña una gran irresponsabilidad e inconducta de un agente de Policía, pero además, también actuó bien cuando espetó ante una extorsión que no aceptaba esa amenaza y que se fueran “a cagar”. Bien, bien, bien, Charles. Eso es lo que corresponde en una situación así. Ayudar a la víctima y no bancar chantajes de nadie, ni amenazas de carpetazos, ni de operaciones de prensa ni de escándalos políticos. Eso es exactamente lo que cabe esperar y lo que merece reconocimiento y felicitaciones.
La derecha intentará instalar una versión confusa para horadar la imagen de Carrera, pero con el tiempo va a quedar claro que lo que verdaderamente les molesta es que se haya ayudado a una víctima humilde, porque no hay otra cosa. Y la derecha demuestra una vez más que les importa un carajo lo que pase con un muchacho que queda inválido en una situación como esta, porque a la larga están dispuestos a perseguir al que ayude, invocando normas y formalismos vanos, que simplemente no significan nada cuando de lo que se trata es de que una persona que quedó inválida reciba un poco atención, algo de ayuda para seguir viviendo.
Charles estuvo bien y seguramente la Justicia en este tercer intento de investigar el caso no va a poder demostrar nada distinto a que el exfuncionario estuvo bien formalmente; pero incluso si demostraran aplicando un exceso de rigurosidad normativa que este muchacho herido no debía recibir atención en el Policial y una parca ayuda económica, igual Charles Carrera y Eduardo Bonomi estuvieron bien en asistir a esta persona, porque lo primero entre todas las cosas es ayudar a los desvalidos, mucho antes que fijarse en consecuencias políticas, letras frías o repercusiones mediáticas. Que no se nos olvide nunca.
En lugar de dedicarse a estas operaciones burdas, mejor haría el ministro del Interior en explicar por qué la cartera que él dirige autorizó a cancillería a emitir un pasaporte a favor de un supernarcotraficante uruguayo que se encontraba preso en Dubái, y que utilizó ese pasaporte para obtener la libertad y volver a dirigir una estructura narco internacional a la que se le imputa nada menos que el asesinato del fiscal paraguayo que lo investigaba. Porque eso sí que es escandaloso. Escandaloso, escandaloso. Como poco.