Mientras el ministro Pablo Mieres, oponiéndose al paro general, afirmaba que la gente no estaba para perder días de trabajo, su único diputado (Iván Posada) manifestaba que el Partido Independiente es un partido de izquierda.
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Mieres llegó a ministro gracias a un acuerdo preelectoral de reparto de cargos con la derecha y la ultraderecha y luego de haber dicho: “Con Manini Ríos nunca vamos a hacer un acuerdo”.
Nada como un cargo para cambiar de principios. Eso se llama prostitución cívica.
Otro que niega su condición derechista es Álvaro Delgado, quien expresó a Subrayado: “No soy ni seré la derecha del Partido Nacional”.
Ah, bueno… Solo falta que Manini Ríos declare: “He sido, soy y seré marxista leninista por el resto de mis días”.
Por otra parte, Alejandro Astesiano (sintiendo que sus socios políticos le han soltado la mano) se mandó la gran Romina, es decir, comenzó a quemar a todo el mundo, tal como figura en los audios publicados por M24.
De lo declarado al fiscal Fernando Romano el 10 de marzo en Punta Rieles, saltan algunas perlas como que:
* Lacalle Pou estaba detrás del espionaje a Mario Layera y los chats que intercambiaban con el presidente así lo demostrarían.
* Que temía por su vida, ya que muchos jerarcas policiales estaban involucrados y él se hallaba preso en una repartición dependiente del Ministerio del Interior.
* Que tras denunciar que Álvaro Delgado sabía perfectamente a qué venían dos ciudadanos rusos a Uruguay, recrudecieron sus condiciones de reclusión.
* Que Delgado negó conocer a los rusos ante la fiscal Fossati debido a su aspiración de ser presidente de la República.
* Que, pese a que el ministro Heber dijo que no lo conocía, trabajó para él como su chofer durante dos años.
* Que rompieron su pasaporte diplomático donde figuraba su cargo como jefe de seguridad presidencial, designación que fue negada por el prosecretario de Presidencia, Rodrigo Ferrés.
Por esto y más, la derecha intenta enlodar a Gustavo Leal para arrastrar a alguien de izquierda en su caída; pero nadie dice qué delito cometió.
El abogado Andrés Ojeda dice que a Leal lo salvó el cambio de fiscal. Otro que babosea para salir en los medios. Tampoco explica Ojeda por qué a Leal lo salvó el cambio de fiscal ni por qué confiaba tanto en la sagacidad de la fiscal Fossati, la que ha demostrado pegar más en la herradura que en el clavo. Solo política barata y rastrera.
La reina entra en escena
La fiscal Gabriela Fossati no para de protagonizar papelones. Con una personalidad infantil por un lado, y dificultades para controlar sus emociones por otro, no ha sabido manejarse adecuadamente bajo las luces del estrellato.
Le encantan las cámaras; pero eso es terreno resbaloso cuando hablamos de jueces o fiscales.
En Twitter bloquea a cuanta persona o medio de comunicación le critique, delatando que aspira a vivir en una burbuja donde solo ingresen blancos elogios.
Ha anunciado que en setiembre dejará la Fiscalía; sin embargo, habrá que esperar para ver si lo concreta, ya que nos tiene acostumbrados a sus idas y venidas, como cuando pidió licencia médica por estrés, se desestresó antes de tiempo, regresó, armó lío y volvió a pedir licencia por la misma causa, dejando pegado al médico firmante.
Cuesta lidiar con ella. Luego de ser cambiada de turno dentro de la Fiscalía de Flagrancia y retirada del caso Astesiano, se enfermó nuevamente. Previo a eso, había denunciado por violencia de género a su colega Fernando Romano, con quien discutió por la manera en que realizó las actuaciones mientras la subrogaba.
La evidencia demuestra que le molestó que quien la subrogó averiguara demasiado y fuera hasta el lugar en donde Astesiano guardaba reclusión para saber por qué se sentía amenazado.
El informe del Departamento de Jurídica de la Fiscalía General de la Nación desestimó la denuncia, concluyendo que no hubo violencia de género, sino una discusión entre dos colegas. “Resulta acreditado que es una discusión puntual de naturaleza estrictamente laboral, que no se corresponde con la condición de mujer de uno de ellos”.
En junio de 2021 Fossati renunció a la Asociación de Fiscales del Uruguay por discrepancias con William Rosa, presidente de la organización.
Tras las diferencias de opiniones, también argumentó que estaba siendo víctima de violencia de género, extremo que no fue respaldado por sus colegas mujeres.
En ambos casos intentó victimizarse; pero perdió.
También perdió con el caso Leal.
La fiscal Sabrina Flores archivó la causa contra Gustavo Leal por no haberse encontrado ningún hecho de carácter o apariencia delictiva.
Mientras tanto, Fossati sigue adelante con sus denuncias contra Caras y Caretas, el periodista Carlos Peláez, el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, y tres tuiteros. Afirma que por las críticas que le han hecho ha tenido que solicitar custodia policial.
La fiscal había llamado a Peláez diciendo cosas como que no estaba dispuesta a inmolarse porque a nadie le interesa la justicia. Ahora se siente traicionada por el destinatario de sus mensajes; pero, a ver…
¿Hizo tales declaraciones a un periodista como si fuera un amigo íntimo y esperando que no las difundiera?
No le busquen lógica. Muchas conductas de la fiscal carecen de ella.
Su costumbre de ventilar conflictos internos de la Fiscalía y exponer ante la opinión pública sus problemas y entredichos con el fiscal de Corte, Juan Gómez, es una falta tremenda de profesionalismo.
Si cuando deje la Fiscalía se cumple lo que señalan algunas fuentes sobre que se uniría a la lista 40 del Partido Nacional, liderada por el ministro Javier García, más que papelón será un escándalo, porque quedarán fuera de duda los motivos por los cuales no quiso averiguar lo que debía.
Para Fossati era más importante criminalizar a Leal por reunirse con el padre de Astesiano que saber si hubo intercambio de mensajes entre este y los ministros Heber y García, quienes habrían negociado con Vertical Skies, o sea, con Astesiano.
Sus teléfonos y los teléfonos del directorio de la UTE podrían tener datos interesantes; pero Fossati ni siquiera llegó a rastrear los otros dos celulares del excustodio presidencial.
Eso sí, pretendió acceder a la historia del teléfono de Gustavo Leal sin decir qué delito investigaba, lo que nos lleva a otro papelón.
La periodista Georgina Mayo dio a conocer este hecho en el portal 25siete y la fiscal pidió a la Fiscalía que desmintiera la publicación, publicando en Twitter que jamás pidió la intervención del celular de Leal.
Mayo respondió por medio de Caras y Caretas: “Habla de intervención, algo que jamás se dijo. También su atropellamiento genera otra equivocación. No tiene nada que ver la palabra intervención.
En toda la crónica no existe la palabra intervención. Nadie dijo que ella quería intervenir como escucha telefónica el teléfono de Gustavo Leal y del policía que había sido citado.
Lo que escribimos fue que ella quería acceder a la historia del teléfono”. “Lo concreto es que Fossati le pidió al juez de 31er turno acceder al historial del teléfono de Leal, pero el juez aseguró que no había fundamentos, no había hechos de apariencia delictiva y que no había ninguna situación que ameritase acceder a las medidas que la fiscal estaba pidiendo.
Además, el juez le dijo que no lo autorizaba porque era invadir la libertad individual de las personas”.
Zanjando la discusión está el propio expediente, ratificando lo expresado por Georgina Mayo y dejando nuevamente a Fossati protagonizando un papelón.
Si esperamos unos días más, habrá otros porque la saga de la fiscal Fossati parece no tener fin.