El anteproyecto de Reforma de la Seguridad social que el presidente distribuyó entre sus socios de la coalición y, posteriormente, llevó en mano a la sede del Frente Amplio, incluye el aumento de la edad jubilatoria, contradiciendo otra vez una enfática promesa de campaña electoral pronunciada por él mismo como candidato, lo que le ha sido señalado oportunamente por todo el mundo como una muestra más de incumplimiento que se suma, entre otros, a los incumplimientos de sus promesas de no subir impuestos, tarifas y combustibles.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Como en los otros casos, salvo el impositivo, en el que el presidente se obstina en no admitir que los incrementó contra los hechos y la evidencia, Lacalle Pou se justifica en situaciones imponderables o en la mala información que le habían proporcionado sus asesores en tiempos de candidatura. La estrategia del presidente es clara: si cabe, niega; si no puede negar, lo excusa en la pandemia, la guerra o la catástrofe que se preste; y si nada de eso aplica, atribuye su promesa no a un intención deshonesta, sino a un error de datos.
Sin embargo, los antecedentes de los gobiernos de extracción neoliberal en Uruguay y en la región permitían inferir con mucha anterioridad que la verdadera hoja de ruta planificada por Lacalle Pou para su gobierno herrerista era consistente con lo que finalmente viene haciendo y no con sus promesas de campaña. Cualquiera que conozca el pensamiento de la derecha uruguaya y en particular de la derecha liberal podía anticipar que a lo largo de su mandato Lacalle Pou iba a bajar el salario, ajustar el gasto público social, intentar privatizar empresas públicas o parte de ellas, achicar el Estado, intentar elevar la edad jubilatoria y disminuir el gasto previsional. Asimismo, también podía concluirse que un gobierno de esta matriz ideológica iba a producir más desigualdad, más pobreza general y mayor acumulación de los sectores empresariales y agroexportadores.
La intención del herrerismo siempre fue esa en términos económicos, siempre fue favorecer a los “malla oro”, esto es, al capital, al empresariado más poderoso por la vía de aumentar sus oportunidades de negocios y disminuir sus costos, entre ellos el “costo salarial” y el costo impositivo, por lo que reducir el gasto público y social, el gasto previsional y disminuir los ingresos reales de los trabajadores públicos y privados no era más que el combo previsible en su diseño estratégico para cumplir con esa mitad de sus propósitos.
Si sabemos esto, ¿podemos decir que Lacalle Pou mintió en campaña electoral? Por supuesto que sí, porque era plenamente consciente de lo que hacía. Toda la campaña del presidente se basó en ocultar el contenido de su programa, incluyendo el contenido de la Ley de Urgente Consideración que ya tenía bastante claro desde mucho antes de la elección, y distribuir promesas que, o bien no tenía idea si iba a poder cumplir, como la del precio de los combustibles (su objetivo no era tanto bajarlos, como achicar, privatizar o suprimir Ancap), o bien ya sabía que iba a incumplir, como la de los impuestos o las referentes a la edad jubilatoria.
¿Por qué lo hizo? Porque la política económica de la derecha es, por definición, antipopular. Representan los intereses de los poseedores, de los grandes empresarios y en el capitalismo no existe algo así como la cooperación de clases. Hay una contradicción central entre el capital y el trabajo subyacente que se manifiesta por todos lados, y con ese dato se hace política. Como en la democracia el voto de todo el mundo vale lo mismo, una campaña de la derecha en un país como Uruguay, donde la vocación igualitarista es mayoritaria y la población valora el papel del Estado, es muy difícil hacerla con honestidad, porque con un programa neoliberal explícito no se ganan las elecciones.
Buena parte de la tarea de la izquierda es hacer pedagogía sobre estas cosas entre toda la población. Es lograr que las grandes mayorías identifiquen, más allá de promesas de campaña, dónde está representado su interés y dónde se representan los intereses de los contrarios. En términos tradicionales, crear conciencia de sí y para sí, una conciencia equivalente con la que tienen las clases altas, que rara vez se equivocan en su voto. Para hacer esto, hay que enfrentar el obstáculo de la comunicación dominante, que está al servicio de este poder real, y que va a blindar antes, durante y después a sus verdaderos representantes. Lacalle Pou no cumple sus promesas, porque nunca tuvo la intención de cumplirlas. Pero eso podíamos tenerlo claro todos los advertidos, y el problema central subsiste: todavía una parte determinante de la sociedad se come estas gambetas, se embala con ilusiones vanas, no logra discernir un discurso honesto de una vulgar truchada elaborada para engañar incautos.