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Editorial oficialismo | conspiranoia blanca | embestida baguala

Fossati, García, Bianchi

Oficialismo evanescente: delirios, suspicacias e impunidad

¿Cuál es el propósito que tienen estos personajes del oficialismo saliente? Está claro: anunciar que se viene otra "embestida baguala".

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En las últimas horas, algunas personalidades del oficialismo evanescente han dado rienda suelta a su imaginación y se han despachado con conjeturas propias de House of Cards o Juego de Tronos. Comencemos por la exfiscal Gabriela Fossati, que escribe como una amenazada y dice que si aparece en un cuneta, ya saben dónde buscar al culpable, sugiriendo que el designado prosecretario de la Presidencia de la República, el exfiscal Jorge Díaz, va a ordenar su eliminación por un sicario. Continuemos por Javier García, que en la reunión de fin de año de su sector hizo un discurso altisonante, digno de mejores causas, para advertir que su espacio político impedirá que el Gobierno electo avance sobre la independencia del Poder Judicial y, para completar esta tríada de dislates, citemos a la senadora reelecta Graciela Bianchi, la número tres de la 404, el sector de Lacalle Pou y Álvaro Delgado, que atribuyó motivaciones políticas al robo de su celular y la cartera que sufrió frente a su domicilio en el barrio Prado de Montevideo.

Si bien los tres personajes reseñados ostentan una psicología particular, es importante no subestimar sus elucubraciones.

No se puede soslayar que estamos en una época donde personas como Javier Digamos Milei pueden llegar a la presidencia por el voto popular, donde los discursos desenfrenados de odio tienen eco en las redes sociales y, para colmo, uno de los principales fanáticos y beneficiarios de este tipo de discursos es dueño de la red social más proclive a ambientar posteos delirantes, noticias falsas y operaciones desestabilizadoras de todo tipo. Pero si esto no fuera suficiente para no subestimar a estos referentes del Gobierno derrotado, cabe tener presente que dos de ellos, Bianchi y Javier García, se cuentan entre los senadores más votados de su partido, que ya es decir un montón si consideramos que son el principal partido de oposición al Gobierno del Frente Amplio que asumirá en Marzo.

En principio, conviene preguntarse el por qué de este tipo de declaraciones completamente inmotivadas, sin ningún elemento de prueba, apriorísticas, acusando a un Gobierno que no asumió de querer pasar por arriba de la independencia judicial, a un prosecretario que no asumió de querer asesinar a una persona cuya reputación se asesinó sola al actuar con desviación de funciones notable como protectora del presidente en una causa de corrupción gravísima que involucraba nada menos que al jefe de su seguridad; y el por qué de querer adjudicar un motivo político a un delito en un país donde la seguridad es un desastre y todos los días se cometen delitos o trascienden crímenes a la altura de la Rue Morgue.

Es probable que estos tres dirigentes sean sólo una muestra avanzada de una película que veremos en los próximos años: una avant-prèmiere de la conspiranoia blanca que se proyecta al espacio público para obtener impunidad en caso de que la Justicia encuentre en el legado del Gobierno saliente actos de apariencia delictiva que merezcan ser investigados y sus responsables juzgados.

Porque tiene mucha razón Orsi cuando dice que no va a desatar una caza de brujas, como sí intentaron hacer Lacalle Pou y su troupe sin absolutamente nada; pero ello no obsta de que el Parlamento, las auditorías normales, una Jutep que no esté completamente tomada por el oficialismo y la propia Justicia sí detecten e indaguen sobre todas las cosas escandalosas que pasaron y que permanecen impunes. Por ejemplo, la actuación de la exfiscal Fossati, los acomodos en organismos públicos, la máquina de ganar de la Fundación A Ganar o las gestiones como las de los Caram y otros intendentes y jerarcas.

Por supuesto, el motivo fundamental es proteger al líder, Luis Lacalle Pou, que aunque tenga fueros, que difícilmente pierda, va a tener que declarar en la causa de destrucción del expediente público en el piso 11 de la Torre Ejecutiva, por la que seguramente se las vea muy complicada su asesor Roberto Lafluf, entre otras causas que aparezcan y lo involucren.

¿Qué están haciendo? Lo mismo que hizo el padre, Luis Alberto Lacalle, tratando de instalar de antemano que se viene una “embestida baguala”, una persecución judicial y política amañada para mostrarlos como corruptos, aunque ellos sean los más prístinos bajo la luz del sol.

Ya lo hicieron una vez y es evidente que lo van a intentar hacer de nuevo. Naturalmente, es muy posible que muchos de sus seguidores les crean, de eso se trata, de granjearse impunidad sin perder los votos duros. Ese es el contexto de esta andanada de suspicacias que se presenta como profundidad de la inteligencia.

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