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Editorial Marset | pasaporte |

Caso Marset

Todo súper normal

Solo un perejil de la DNIC fue separado del cargo, pero todo, absolutamente todo huele a podrido en nuestra Dinamarca.

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En la interpelación sobre el escandaloso caso del pasaporte entregado al narco Sebastián Marset, el canciller y el ministro del Interior sostuvieron que fue un trámite administrativo que escapó a sus conocimientos, realizado al amparo de un decreto de 2014 y en tiempos regulares o, por lo menos, no excepcionales de acuerdo a otros antecedentes.

Veamos.

El narco. Sebastián Marset era investigado por Uruguay, Paraguay, Colombia, la DEA, Interpol, Europol y se encontraba preso en Dubái por ingresar con un pasaporte falso paraguayo, cuya tramitación estuvo a cargo de una persona que fue fusilada en Asunción por haberle hecho un pasaporte vulnerable, y el fiscal que investigaba a Marset por ese homicido fue asesinado por sicarios en su mismísima luna de miel en Cartagena, Colombia. De la caída de Marset en Dubái y de los antecedentes de este hombre habían dado cuenta profusa la prensa paraguaya, la uruguaya y también informes confidenciales de la divisiones de investigación sobre drogas de Uruguay y Paraguay, que hasta habían compartido información. Sin embargo, el ministro y el canciller dicen que no sabían nada, que nada les constaba. Tampoco sabía nada el jefe de la cada vez más poderosa secretaría de inteligencia estratégica de nuestro país.

El pasaporte. El pasaporte fue tramitado en menos de treinta días desde una cárcel en Dubái, incumpliendo con la obligación legal de presentarse personalmente ante la sede consular, al punto que la propia cónsul de Uruguay en Emiratos Árabes Unidos viajó desde Abu Dabi a la cárcel en Dubái para obtener las huellas dactilares y las fotos del pasaporte del narcotraficante. Asimismo, el pasaporte fue confeccionado en nuestro país y entregado en propia mano a un apoderado de Marset que le hizo llegar el pasaporte a través de un familiar, en lugar de ser enviado por valija diplomática como corresponde de acuerdo a las normas de entrega de este tipo de documentos. Pero, por supuesto, ni el canciller ni el ministro del Interior sabían nada y nos quieren convencer de que todo fue un simple trámite administrativo.

El apoderado. El apoderado que logró tramitar el pasaporte salteando todas las alertas y procedimientos regulares en tiempo récord fue el conocido abogado Alejandro Balbi, quien, además, pidió y obtuvo durante la “gestión” una reunión privada con la vicencanciller, Carolina Ache, aparentemente para consultarle por la valija diplomática para Emiratos Árabes Unidos, y quizá algún otro detalle de este caso, reunión facilitada por sus vínculos personales con la familia Ache, por su relación con el Club Nacional de Football. Pero la vicencanciller dice que en eso quedó la consulta, que ella no tuvo nada que ver y que, por supuesto, no sabía nada. Aunque entiende que despierte suspicacias que, va de suyo, le exceden.

El e-mail. Dos días antes de la interpelación trasciende que una comunicación interna de la Dirección Nacional de Identificación Civil pedía que se “apurara” este pasaporte, ya de por sí tramitado de una manera insólita, super VIP, y el ministro dice que se entera ese día y que ordena urgente investigación administrativa y separa del cargo al subdirector de la DNIC, que, nos piden conceder, actuó sin conocimiento de sus jerarcas y por iniciativa propia. Recordemos que las autoridades políticas de marras repiten como un mantra que no sabían nada, absolutamente nada. ¡Válgame Dios! O acaso vamos a creer que existe algún tipo de contaminación de la política, algún contacto entre la lacra delictiva del narco y los prohombres de Estado. ¡Qué barbaridad! ¡Quién podría siquiera pensar algo por el estilo en un país tan plenamente democrático, tan penillanura suavemente ondulada! Aunque, por cierto, ya no pueden decir que fue un simple trámite administrativo, salvo, claro, que tenga algo de simple y de administrativo que el subdirector de la DNIC pida que “apuren” por correo interno el pasaporte de un narcotraficante que está preso en Dubái por haber ingresado con un pasaporte falso.

El video. Luego de conocido el escándalo, el propio Sebastián Marset envía un video aparentemente desde Sudáfrica para desvincular a Horacio Cartes, mencionado en los audios interceptados por la Policía, investigado por la DEA por liderar una banda narco desde el Estado que presidió, jefe político del embajador paraguayo en Catar, que parece que está hasta las manos con Marset, y dueño del avión que manejaba su tío, Papacho Cartes, que le trajo la primera carga de marihuana por la que cayó el propio Marset. Pide desvincular a Mario Abdo Benítez, actual presidente de Paraguay, también mencionado en los audios como “Marito”. Pide desvincular a su esposa. Nada menos que a su esposa, parte de la banda y, presumiblemente, su mano derecha. Pide desvincular a Alejandro Balbi, su abogado, el hombre que le gestionó en persona el súper pasaporte que le permitió convertirse en prófugo. Y pide desvincular a Luis Lacalle Pou que preside el gobierno del Estado que le dio el pasaporte más rápido del oeste. Finalmente, despotrica contra José Mujica, acérrimo opositor de todos los que pide desvincular, parte de la oposición que interpela al gobierno en el Parlamento y, además, el hombre que le quisó robar mercado al narcotráfico legalizando la marihuana.

En suma, nadie sabía nada. Todo fue súper administrativo. Solo un perejil de la DNIC fue separado del cargo, pero todo, absolutamente todo huele a podrido en nuestra Dinamarca.

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