“Es más fácil coger a un mentiroso que a un cojo”
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La gente ya se está dando cuenta. La gente es buena y noble, es crédula y a veces ingenua, pero tarde o temprano abre sus ojos y ve.
La gente no es ciega: el presidente de la República no solo es soberbio, vanidoso, arrogante; para algunos es simpático y para otros, asqueroso.
Además, basta seguirlo en sus discursos, en sus promesas, en sus actitudes y en sus gestos: es tremendo mentiroso.
Las encuestas de opinión ya no tienen mucho margen para manipular los resultados porque cada vez más gente está, un poco, más o menos, o muy harta de tanto embuste.
Ahora no hay cómo arrepentirse ni culparse, habrá que sobrevivir todavía 28 meses más, hasta marzo de 2025.
Hay más homicidios que antes, hay más violencia en las cárceles y en los barrios suburbanos, hay más droga, y más narcotráfico, más pobreza y más desigualdad.
Hay menos seguridad y más intranquilidad. Más gente esperando el invierno en las calles, más presos y más niños y adolescentes en el INAU.
Hay más desocupación y más hambre, hay menos salario, más carestía y más inflación.
La nafta vale más cara y aumenta todos los meses, igual que el gasoil y el supergás.
Las jubilaciones y pensiones también pierden valor.
Todas las promesas se derrumbaron y el primer vocero de la coalición de gobierno, “el líder del mundo”, “el primero de los uruguayos”, Luis Lacalle Pou, ha revelado que su credibilidad no vale un medio.
Las tarifas públicas, la carga impositiva, los aportes a la seguridad social y los costos financieros crecientes vuelven inviables a las pequeñas y medianas empresas que trabajan para el mercado interno, y que se vuelven muy vulnerables por la caída del consumo.
Las grandes superficies anuncian que caen sus ventas, los pequeños almacenes de barrio venden los productos fraccionados, las promesas de la campaña electoral se revelan como mentiras gigantescas y Luis LacallePou como un tremendo mentiroso.
No habrá 50.000 viviendas ni se eliminarán los asentamientos, no se solucionarán los problemas de la seguridad pública y la violencia, ni los de la educación ni los de la seguridad social
El gobierno es un reverendo fracaso y ya lo reconocen hasta algunos dirigentes y legisladores de la coalición.
Sergio Botana pregunta si el Mides está haciendo todo mal y Felipe Schipani teme que al final del período no se haya hecho nada en educación porque el presupuesto no alcanza para chauchas y palitos.
Un Solo Uruguay se siente engañado porque ni siquiera ha podido hablar sobre sus reivindicaciones.
La Cámara de la Construcción está decepcionada porque no hay ni habrá inversión en infraestructura
La familia Ingalls no era tal, la construcción mediática de una familia de otro mundo, ricos, rubios, jóvenes y felices también era un ficción.
El tiempo va despejando mentiras, no habrá tickets de medicamentos gratis ni 100.000 puestos de trabajo nuevos, no se harán los 136 liceos modelos de tiempo completo que prometió Ernesto Talvi, no bajarán los impuestos ni las tarifas públicas, no será duradero el implante de pelo para disimular la incipiente calvicie, ni habrá felicidad torrencial ni familia feliz.
Habrá sí mucha riqueza sacada al exterior por los grandes ganadores, el capital financiero y el sector agroexportador, las grandes empresas forestales, la industria frigorífica y los productores rurales, particularmente los más grandes y los propietarios de grandes extensiones de tierra a los que el presidente dice servir porque son los malla oro.
Tal vez dure mucho este huracán de cola que permite vender a precios fabulosos “nuestra” producción de carne, madera y granos.
Tal vez haya algo de prosperidad para productores arroceros y para la exportación de lácteos. Tal vez podamos seguir exportando energía eléctrica un tiempito más.
Tal vez se sigan radicando en Punta del Este los CEO de las grandes empresas argentinas para pagar menos impuestos en su país.
Tal vez los colegios de Punta del Este sigan aumentando sus matrículas.
Algunos se irán haciendo más ricos y exportarán dólares a paladas para depositarlos en el extranjero.
Pero aquí, en este Uruguay plebeyo que el presidente mira de reojo, todo está mal, los pobres están muy mal. La clase media está mal, los profesionales están complicados, los trabajadores públicos y privados van a perder más salario y hasta los colegios privados están perdiendo matrículas porque la carestía es insostenible.
No creo que prosperen más engaños porque la gente es buena, pero no es boba.
El gobierno dice que hará una inversión de 50 millones de dólares enfocada a aquellos sectores que están pasando muy mal y les espera un invierno de mierda.
Mientras tanto se sabe que el presidente paga en el liceo inglés, al que van sus sus tres hijos, 135.000 pesos por mes, que equivalen a la asignación familiar de 70 niños de los que reciben ayuda del Mides.
¿No te parece una infamia?