Honor: “Cualidad moral que impulsa a una
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persona a actuar rectamente, cumpliendo
su deber y de acuerdo con la moral.”
Honor militar: Es un valor esencial para el militar porque actúa
como guía de su conducta y como motor que le impulsa a obrar
siempre bien en el cumplimiento del deber. Implica la coherencia
entre lo que se debe hacer y lo que se hace.
Se reconoce, por tanto, en las obras, más que en las palabras.
Parece claro que la palabra “honor” tiene múltiples dimensiones y que la misma, a su vez, adquiere determinados significados según las circunstancias históricas. Por otro lado -y esto no es menor-, el “honor” tiene un alcance en la esfera civil y otro en la castrense. En ambos casos, los límites son difusos. En tiempo de guerra, el “honor” entre militares tiene una definición vinculada con la heroicidad, con el valor y la actitud demostrada en el campo de batalla.
Para los militares uruguayos -más preparados para dirigir batallones de soldados que pintan con cal los árboles y cortan el pasto prolijamente-, el “honor” está vinculado incluso con lo delictual. Parece ubicado por arriba de la Justicia y de la propia Constitución. (Si hay un colectivo que funciona corporativamente, háblame de las Fuerzas Armadas).
La educación militar promueve el culto a la patria -les dejo abierta esta ventana para ver qué es efectivamente “patria”-, la lealtad, el valor, el desinterés, el sacrificio y el honor.
En estos colectivos cerrados y verticales -podría decirse sin rubor que son intrínsecamente autoritarios-, cada una de esas palabras tiene tanta elasticidad como quien desee aplicar esos conceptos. Sin que sea un golpe bajo: ¿cómo se mide el “sacrificio” y el “valor” cuando violás a una detenida o le pegás un tiro en la nuca a un preso? ¿Qué palabras aplicar y cuál es su alcance cuando robás bebés, dinero o propiedades? ¿Dónde calza el “honor”, el “desinterés” y el servicio a la “patria”? Eso ocurrió en dictadura. Ahora bien, en tiempos de paz esas palabras siguen siendo elásticas y hay un conjunto de actitudes que violan -permítanme la expresión- cada uno de esos conceptos.
La divulgación de las actas del Tribunal de Honor al coronel Gilberto Vázquez -más allá del olor a operación política entre el Ejército y el gobierno- deja al descubierto que todos los “valores” que el Ejército dice promover están en franco jaque.
Formalmente, el Tribunal de Honor fue instalado por la fuga de Vázquez y haber faltado a la palabra de que no iba a huir tras ser detenido. (Vázquez dice que no prometió no huir, sino no hablar con la prensa. Su “honor” no estaría en juego según él, pero sí para los generales que lo juzgaron). Vázquez aprovecha el tema para el cual fue convocado, para dejar al descubierto varias cosas: 1) torturó y mató; 2) operó en Argentina; 3) trasladó presos desde Buenos Aires a Uruguay; 4) no robó, pero dice que Gavazzo sí, para poner una agencia de Riogas; 5) involucra a todo el Ejército en las operaciones; 6) menciona las negociaciones con el Poder Ejecutivo. Los generales actuantes solo se limitan a pedirle explicaciones sobre su huida. Todo lo demás -que viola los valores que el Ejército promueve- no es de recibo, ni siquiera los mueve a instalar otros Tribunales de Honor en virtud de la gravedad de lo dicho por Vázquez.
Esta suerte de omisión, no es otra cosa que hacerse el distraído y pasarse por el mismísimo escroto todo el conjunto de barbaridades que este sujeto vomitó.
Para el Ejército eso no es grave. Para el Ejército y su lugarteniente en el Parlamento, Guido Manini, esos hechos no son violatorios de normas y valores.
Haber asesinado a Eduardo Bleier y Julio Castro no viola el “honor”. Haberse quedado en propiedad con el apartamento de Elena Quinteros no calza en el valor “desinterés”.
En épocas democráticas, para el Ejército no fue grave para la defensa de la nación y la democracia que hayan definido -como lo cuenta Vázquez- cometer asesinatos a importantes dirigentes políticos e incluso al presidente Tabaré Vázquez. ¿Cómo va a ser importante eso si ya se habían deglutido al gobierno de Luis Lacalle Herrera, a la Justicia y al Parlamento, con el caso Berrios?
La decencia del lugarteniente
Vuelvo a Manini, que simula ser fiel intérprete del artiguismo. Manini no tuvo honor cuando leía discursos sin haber sido autorizados por el ministro de Defensa; no tuvo ni honor ni decencia cuando mandó que en la Expo Rural la banda militar cantara la ‘Marcha de Tres Árboles’; no tuvo honor, decencia ni desinterés cuando pidió encuestas a costo del Ejército para ver cómo estaba posicionado; no tuvo honor cuando ocultó por un año las actas de Gavazzo; no tuvo honor cuando presionó a la Justicia siendo jefe del Ejército y senador; no tuvo decencia para asumir, una vez por todas, que su Ejército era el responsable de haber ejecutado a Bleier y Castro, entre otros. No pida clemencia.