Hace un año que cambió el gobierno y tenemos por delante, al menos, cuatro años más de este presidente. De los “cinco años mejores de nuestra vida” quedan, si Dios quiere, cuatro. Las páginas de los diarios analizaron los puntos buenos y los malos de la gestión y también los aciertos y desaciertos de la oposición. En el diario El País, los más representativos dirigentes de las organizaciones rurales coinciden en que la pandemia no le permitió al gobierno aplicar todas las medidas que ellos reclamaban y que la coalición se había comprometido a otorgar, pero que ahora llega el tiempo de cumplir el compromiso de dar más “competitividad”, más rentabilidad y menores costos para el agro.
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La encuestadora Cifra, que como es sabido ha sido y es afín al Partido Nacional, ha informado que sus encuestas dan un amplio apoyo, “nunca visto”, al menos en este siglo, al presidente. Los medios afines al gobierno -casi todos- hacen un balance de los puntos a favor y en contra de la gestión del “campeón del siglo “con evidente parcialidad.
La República sorprendió a algunos publicando un pesado suplemento de apoyo al gobierno, o más precisamente del gobierno de Lacalle Pou.
Quiero pensar que lo que hace este gobierno lo hace porque cree que con sus políticas el Uruguay será más próspero y la gente será más feliz.
Así parecen creerlo los que lo apoyan, ignorando las consecuencias más evidentes como la caída del salario y las jubilaciones, el aumento de la pobreza, la informalidad y la desocupación, el incremento de las ollas populares, el cierre de muchísimas empresas pequeñas. Hoy mismo el BPS informó el cierre de 39.000 pymes en 2020.
Está más que claro que la mayoría no lo votó para que los ricos estén mejor y los pobres peor. Ellos creen que eso no es tan así y que, si lo es, será pasajero. Creen que el país necesita más inversión para crear trabajo y que los inversores, uruguayos o extranjeros, se sentirán más cómodos y menos impacientes cuando sus ganancias sean mayores, los salarios sean más bajos y la rentabilidad más segura.
Muchos de los que los votaron saben que esto no es así. Los más ricos están ganando mucho dinero y quieren ganar más. Muchos de ellos, tal vez los más, no invertirán sus ganancias en el país, sino que las remitirán al exterior y la depositarán en bancos en que no les pagarán intereses muy altos pero dormirán con ambos ojos cerrados sin tener que pensar en el riesgo. Algunos se sintieron durante quince años desplazados de sus prerrogativas y lejos de los lugares de decisión de las grandes políticas y quieren ahora aprovechar los tiempos de la revancha. En verdad, parece que la mayoría de los que votaron a este gobierno lo seguirían votando si las elecciones fueran ahora. El relato de que las cosas no salieron como el gobierno quería, porque se encontraron con una sorpresa, la llegada de la pandemia, en alguna medida se ha impuesto.
Muchos de los que repiten este relato destacan además que ahora viene lo que para ellos es mejor.
El papel de los medios hegemónicos es tan importante que instalar una falsedad, descontextualizar los hechos, tergiversarlos, agrandar los éxitos y ocultar los fracasos resulta, para ellos, bastante fácil.
Algunos jerarcas mantienen un diálogo intenso con los periodistas de los medios hegemónicos, les indican temas para los programas periodísticos e informativos, proponen titulares y sugieren invitados. En la mesa chica del presidente hay jerarcas de gobierno, “periodistas”, publicistas y “moldeadores” de las encuestas de opinión pública. Baterías de trolls operan en las redes con intensidad dirigidos desde la Torre Ejecutiva. En ese contexto, agoniza la telenovela de las vacunas, primero dicen que solo vacunarán con la vacuna Pfizer porque es “la mejor”, luego compran casi 2.000.000 de dosis de vacunas Sinovac a un representante chino al que giraron 20.000.000 de dólares, después el chino desaparece y apelan a la solidaridad del gobierno chino que, según Lacalle, asumirá el compromiso, después anuncian que vendrán casi 200.000 vacunas del mecanismo Covax, que luego serán 179.000 y ahora 149.000. Mientras tanto se dice que las 180.000 dosis que llegaron de la vacuna Sinovac son resultado de una gentileza del gobierno de Chile, ahora parece que de las vacunas de Pfizer solo llegarán 400.000 y el ministro de Salud Pública considera que si no llegan a tiempo nos vacunarán a los viejos con las que haya. Mientras, los viejos de más de 75 años con comorbilidades y los trabajadores de la salud, que son los primeros vacunados en todo el mundo, en Uruguay esperan a que se vacunen los policías y militares. En este curioso paisito los militares son los vacunados VIP aunque nadie sabe por qué.
Yo me hago una pregunta: ¿cuántos militares se han enfermado y cuántos han muerto por el Covid-19 y cuántos mayores de 75 años se han enfermado y muerto por la misma causa? Sería una manera de evaluar el riesgo de cada uno de los grupos. Conste que creo en la buena fe de todo el mundo, pero también es tal el enredo de propaganda, falsedades y secretos de todo lo que está relacionado con las vacunas que nadie sabe fehacientemente con cuántas vacunas se cuenta, cuáles vacunas y cuándo llegarán. La consecuencia es fatal, por ahora se vacunan menos de lo previsto y sobran las vacunas que por otro lado faltan. Como broche de oro de este primer aniversario de nuestro mejor quinquenio, el presidente dio su discurso anual de Rendición de Cuentas, discurso en que los medios oficialistas anunciaban que se referiría a la “herencia maldita “. Pero no fue así, por alguna razón cambió el libreto y fue, en ese sentido, más cauto de lo esperado, evitando cobrar cuentas a la oposición y haciendo un balance exhaustivo y algo tedioso de lo realizado hasta hoy, dando respuestas a los pedidos de sus socios de la coalición y a los reclamos de la oposición y anunciando algunas inversiones, entre las cuales se destacan la del acuerdo con la empresa Katoen Natie, que significará tal vez más de 500 millones de dólares en el Puerto de Montevideo, que se ejecutarán a partir de 2022 una vez que se firmen los documentos, se extienda la concesión de la Terminal de Contenedores por 50 años más, se liciten las obras y se culminen los contratos con las empresas ganadoras de las licitaciones.
Si tengo que decir lo que pienso, diré que me parece bien que el presidente haya sido prudente al no calificar la gestión del gobierno que lo precedió y que recibió el apoyo de la mitad de los ciudadanos de este país; habla bien de Luis Lacalle Pou el haber elegido el ámbito parlamentario para rendir cuenta de su gestión y ha mostrado algo de sensibilidad política al haber dado una respuesta a sus socios de la coalición.
No obstante, el presidente ha sido muy mezquino al anunciar los recursos públicos que se destinarán a paliar la situación de los sectores más perjudicados por las consecuencias económicas de las políticas de ajuste y las ocasionadas por la pandemia.
Es más, se podría afirmar que el discurso no hizo otra cosa que confirmar que se continuará con el ajuste en este próximo año de manera que se podría presagiar que otro año más los pobres, los jubilados, los trabajadores y los pequeños y medianos emprendimientos estarán peor y los ricos estarán mejor.
Por supuesto que son bienvenidos los anuncios de que se otorgarán beneficios en los plazos para el pago de los aportes sociales e impositivos a las pequeñas empresas, que está muy bien que se amplíen los beneficios crediticios y algunas exoneraciones menores, pero es poquísimo lo que se aportará a las canastas, a las ollas populares, a las asignaciones familiares. Si no hago mal las sumas que se aprenden en cualquier escuela del país, el monto es menor que lo que se pagó como seña al empresario trucho que le jopeó a Guyer Regules, Nicolás Herrera y Álvaro Delgado un contrato por un par de millones de vacunas que el laboratorio Sinovac no reconoció porque la tal representación era falsa y de la cual nos salvó la generosidad del gobierno chino y su embajador Wang Gang.
De lo que no se habló en el discurso, o se habló muy poco, es de lo que se nos viene. El discurso de Lacalle no tuvo ni un lugarcito para la esperanza. No se anuncia nada más que un presupuesto magro, una ley de urgencia aún en disputa y la hipótesis más o menos creíble de que alcanzaremos el equilibrio macroeconómico en 2022 a costa de otros 100.000 desocupados, unos 8 puntos del salario real y otras 150 ollas populares.