Hay tres clases de policías: los que se integraron a las filas del Ministerio del Interior por una vocación digna y loable de combatir al crimen y defender a la gente honesta, los que buscaban un empleo público y no tenían otras opciones y los que buscaban sentir el poder de ejercer su autoridad con licencia para golpear, atropellar o matar.
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Estoy convencido, porque conozco a policías de todo el país, que la inmensa mayoría pertenece a la primera clase. Lamentablemente, el ministro Jorge Larrañaga ha optado por palmear el hombro de los que disfrutan con el abuso, dejando en una incómoda situación a los policías honestos, esos que no aceptan sobornos, esos que prefieren disuadir con palabras antes que con balas, esos que aun estando fuera del horario de trabajo van corriendo a arriesgar su vida cuando la de otra persona peligra, esos que con gran esfuerzo tratan de sacar adelante a sus familias, familias que tiemblan cada vez que golpean la puerta de su hogar, pues temen que sea otro uniformado con la gorra en las manos que les viene a comunicar la noticia de que él o ella ya no regresará porque ha caído cumpliendo con su deber.
El problema es que Larrañaga está desesperado y solo atina a defender a los gorilas. Estos, en su ignorancia, aman a la LUC, porque, aparte de tener en ella la legitimación del gatillo fácil, se imaginan que tiene cosas que ellos querrían, como la prohibición de filmar procedimientos.
Desde que asumió Larrañaga, los abusos, errores y actos de irresponsabilidad han ido en aumento.
Solo por citar algunos de esos casos, recordemos que en octubre, en la ciudad de Florida, la Policía perseguía a unos jóvenes que participaban en una picada de motos en la zona del Prado y, al llegar a Luis Alberto de Herrera y Antonio María Fernández, el vehículo policial terminó chocando a otro en el que viajaba una familia, dejando a varias personas heridas y a una madre con su bebé en el CTI en estado grave. Previamente, una moto policial que perseguía a dos jóvenes que participaron en las picadas chocó contra otro motociclista que nada tenía que ver con el evento. La jornada terminó con 8 personas heridas, dos de ellas graves.
Estoy de acuerdo en reprimir las picadas y a todo el que viole la ley, pero nunca a costa de convertir a los vehículos policiales en una amenaza para la población. Hay que tener criterio y diferenciar una persecución a asaltantes armados de una persecución a un grupo de pelotudos.
Exactamente un mes después, un grupo de vecinos de Punta Rubia elevaron una queja al ministro del Interior por el “Operativo Ballena”, cuestionando el accionar de la Policía. “¿Por qué fuimos sorprendidos a primera hora de la mañana con una multitud de policías rodeando nuestras casas, con helicópteros sobrevolando?”. Amigos rochenses, les explico. Al Guapo le gustan esas cosas. Todo ese espectáculo hollywoodense, ¿sirvió para rescatar a una niña secuestrada por malvados criminales o incautar un arsenal y atrapar a una organización terrorista? No. Lo único que encontraron fueron unas plantas de marihuana en un domicilio. Para ello registraron varias casas de Punta Rubia y Santa Isabel y a 170 personas. La estrategia de Larrañaga es hacer sentir la presencia policial.
Ya hemos escrito antes sobre el allanamiento a una casa equivocada, destrozando la puerta y aterrorizando a una familia de Soriano; la detención violenta de una mujer que había hurtado un chocolate en Montevideo y el abuso de funcionarios del PADO contra dos chicos que regresaban a su casa en Salto, logrando huir el de 17 para llamar al 911 para que rescataran a su hermano de 15. También fue indignante el caso de los policías que balearon al perro de un indigente y lo obligaron a ver cómo agonizaba. Mientras el Guapo se jacta de haber logrado bajar la tasa de homicidios de 173 en 2019 a 171 en 2020 (2 menos) y obviando que el número de homicidios aclarados bajó 13,5% en el mismo período, las cosas se le están yendo de las manos y aumenta el desorden en todo el país. Nuestra sociedad es cada vez más proclive a manifestarse de manera violenta; cuando no son los uniformados, son los civiles. Tenemos que ser muy cautelosos y no prejuzgar. Quien se pone siempre a favor de los policías, comete un grave error; y quien se pone siempre a favor de los civiles, también.
El sábado 20 de febrero, en Pan de Azúcar, cuando los policías fueron a disolver una aglomeración, resultaron agredidos a pedradas. El conflicto terminó con un patrullero y parte del ornamento público dañado y 13 personas detenidas. Al día siguiente, policías que perseguían a un delincuente por Malvín Norte, realizaron varios disparos al azar sobre algunas viviendas del asentamiento Aquiles Lanza, lo que alarmó e indignó a los vecinos que salieron de sus hogares a increparlos, terminando todo en una trifulca. Uno de los policías abrió fuego y tres mujeres de 56, 28 y 20 años resultaron heridas con perdigones y derivadas al Hospital Pasteur. La más joven recibió impactos en abdomen, tórax y cara. Caras y Caretas publicó las fotos de las lesiones y el video. El delincuente no fue capturado y varios vecinos preparan una denuncia ante la Institución Nacional de Derechos Humanos, la misma que el senador Guillermo Domenech (Cabildo Abierto) propone eliminar.
En nuestra nota anterior dimos cuenta de abusos policiales contra mujeres clasificadoras de residuos en el vertedero de Felipe Cardoso, lo cual incluyó empujar a una echándole el caballo encima y proponer sexo a otras a cambio de permitir realizar su trabajo. La violencia se está apoderando de nuestro país y las redes sociales muestran descarnadamente cómo se naturaliza tanto entre civiles como entre uniformados. Resulta asqueante recordar a un colectivero festejar la ejecución de un policía a un anciano que, si bien tenía un machete, se movía en cámara lenta. Los policías eran varios y bien podrían haberlo desarmado mientras otro lo distraía. Por lo menos, antes de dispararle al pecho, podría haberle herido en una pierna o un brazo; pero optó por disparar a matar, a sabiendas de que el Guapo lo respaldaría, tal como sucedió. Tras el incidente ya mencionado en Pan de Azúcar, donde no solo los policías fueron agredidos, sino también inspectores de tránsito de la Intendencia, Alejo Parra, uno de los lectores de la web de Subrayado, escribió: “Estoy en contra de las picadas… pero no puedo criticar a alguien por tirarle una piedra a un chancho asqueroso… ladrón a sueldo de la intendencia y ñoqui… q más se puede decir”.
Esto, lisa y llanamente, es apología del delito e incitación a delinquir. Lo malo es que no se trata de una opinión aislada; son innumerables las personas que se expresan de manera similar, promoviendo la violencia. Lo peor es que no lo afirma un adolescente (que es lo que da a pensar su manera de escribir) sino un veterano. ¿Cómo detenemos esto? Es obvio que los métodos de Larrañaga solo empeoran todo, porque su incapacidad para dirigir el Ministerio del Interior ya no admite discusión alguna.
Entre el ministro que juega a ser Charles Bronson o Bruce Willis, adolescentes que juegan a torear a la Policía y adultos que dan manija de uno y otro lado; estamos en el horno. Hay que frenar esta locura antes que sea tarde.
4 contra 2
Repudio tajantemente la agresión a tres policías en Rocha y aplaudo la actuación de la justicia en cuanto a su celeridad en procesar a los belicosos. Con la misma energía y convicción repudio a la LUC (que no se precisa para defender a la Policía) y la actitud cobarde de uno de los atacados, que se retira mientras están golpeando a sus compañeros. Él se justifica diciendo que la patada voladora que recibió lo dejó atontado; pero cuando alguien recibe un golpe que lo deja “groggy”, lo primero que le fallan son las piernas; sin embargo, estas le responden perfectamente cuando decide retirarse de la contienda, como quejándose de lo brutos que son al jugar. Incluso, camina perfectamente cuando regresa (ya con los delincuentes en fuga) y pasa al lado de su compañero caído sin molestarse en socorrerlo. Mientras él se retiraba, a sus compañeros les daban como en bolsa en el piso.
El 20 de febrero el campeón mundial de los superplumas, Miguel Berchelt, fue sacudido por un potente izquierdazo del retador Omar Valdez y solo la campana lo salvó de perder la pelea en el cuarto round. Sus piernas comenzaron a moverse de manera totalmente desincronizada y patética; pero continuó peleando, hasta que en el décimo round cayó definitivamente. He visto a otros continuar dando batalla con la mandíbula o el tabique nasal rotos; pero en fin, creo que el comisario haría bien en destinarlo a tareas más acordes a él, como la fajina.
La joven policía demostró más agallas que él; se levantó y salió corriendo a los delincuentes. Esta muchacha se recibió hace muy poco, en diciembre, y compró las esposas con dinero de su propio bolsillo; un dato que puede parecer menor, pero debería llenarnos de vergüenza como sociedad. Si yo fuera el presidente, de inmediato la integraría a la guardia presidencial. Coraje y amor por su uniforme le sobran.
Lo malo es que hechos como este, que indignan a la población, les vienen como anillo al dedo a la derecha para defender la LUC, con argumentos que solo puede tragarse quien no conozca la legislación anterior. El video de la agresión a los policías será muy bien utilizado por el oficialismo cuando se haga campaña para mantener esta ley tan abusiva y retrógrada.
Quedarán para el debate de los juristas algunos detalles como la imputación de hurto especialmente agravado para el delincuente que huyó con las esposas, ya que la intención no es robarlas, sino escapar. De todas maneras, el mensaje que publicó en su cuenta de Twitter (“No me agarran ni esposado… Fuck The Police”) da cuenta de la deplorable mentalidad del submundo en que vive. Quedarán también por dilucidarse los momentos previos a lo que muestra el video que todos vimos; pero mientras no vea otra cosa, no tengo más remedio que guiarme por ese.
Por todos estos datos contradictorios afirmo que no podemos juzgar a todos los policías de la misma manera, ni a todos los civiles. Los casos de violencia doméstica continúan; los homicidios protagonizados por parejas o exparejas, también.
Lo concreto es que Uruguay tiene hoy tres problemas graves:
1) La violencia y una mentalidad de violencia se van naturalizando y acrecentando.
2) Larrañaga y la LUC no son parte de la solución; son parte del problema.
3) Cada vez que los civiles agredan a la Policía (con o sin provocación) los defensores de la LUC se alegrarán, porque tendrán más argumentos para sostenerla.
Cuidado con la trampa.