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Editorial

El referéndum pondrá las cosas en su lugar

Por Leandro Grille.

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Caras y Caretas Diario

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Hay una realidad tangible, categórica e inocultable: en seis meses la oposición logró reunir 800.000 firmas, convirtiendo a esta en la recolección más rápida y contundente de la historia de las campañas para someter leyes a referéndum. Ese montón de rúbricas, que vienen siendo validadas en proporción más que suficiente en la Corte Electoral, representa el 30% del padrón efectivo nacional. Antes, el 1º de mayo, en un contexto de pico pandémico notable, con miles de casos todos los días y en un récord aterrador de muertes, el Pit-Cnt recolectó en una sola jornada 80.000 firmas.

La campaña de recolección superó las expectativas de muchos de los patrocinantes del recurso y sorprendió al gobierno, que nunca vio venir semejante avalancha de firmas. En ese asombro, unos y otros demostraron el mismo defecto en la interpretación de la opinión pública: tanto opositores como gobernantes estaban convencidos de que el presidente y el gobierno contaban con una aprobación muy superior, que la manida “luna de miel” se había extendido y en todo caso, solo cabía discutir si era un efecto “sociológico” de la pandemia en sí o de su gestión.

El éxito de la recolección puso en entredicho la maravillosa valoración gubernamental que vendían las encuestadoras, que acusaron el golpe y se llamaron a silencio por unos días. Pero solo por unos días. Rápidamente retomaron su campaña de ensalzamiento de la línea oficial y comenzaron a difundir sondeos cada vez más insólitos, que brindan a la opción derogatoria no más de treinta y pocos puntos (como si las firmas ya recolectadas fueran, a la vez, el piso y el techo de la impugnación)  y, por el contrario, a la conservación de la LUC, amplia mayoría en el mismo referéndum que, hasta hace pocas semanas, negaban que pudiera producirse. Cabe insistir en estos datos: el referéndum se va a realizar, aunque encuestas y analistas anticipaban que no sucedería, y el poco más de 30% de votos que ahora le miden a la derogación es prácticamente lo que ya se juntó en la campaña de la recolección.

Pero la realidad acumula nuevos acontecimientos que deben ser incorporados al análisis para entender lo que está pasando en la opinión pública, y salir del relato mágico de la aprobación omnipresente y perpetua. Y no me refiero a la realidad en términos de la evolución objetiva de los indicadores sociales o una valoración ecuánime sobre ganadores y perdedores de este año y medio. Como todo el mundo sabe, los estados de opinión tienen una relación no siempre lineal con los datos duros. Me refiero justamente a qué está pasando por la cabeza de la gente, porque todo lo que se manifiesta y aflora es inexplicable desde el mundo de Narnia que nos están vendiendo.

Observemos el paro general de este miércoles. Por lejos, fue el  paro más significativo de los últimos años, con una movilización que repletó más de 10 cuadras de avenida Libertador y tres más de circunvalación del Palacio Legislativo. Cuadras que son muy anchas, muy difíciles de llenar y que, en general, no se llenan nunca, salvo en actos políticos contados en plena campaña electoral. El Pit-Cnt no solo movilizó decenas de miles de personas, sino que logró una participación verdaderamente nacional, con una caballada de cientos de jinetes, una presencial rural real, metiéndose de lleno con la base social que reclaman para sí, como si fuera un feudo privado e inalcanzable, los estancieros que sostienen este gobierno.

El paro tuvo consecuencias inmediatas. La aspiración de los empresarios de contratar con salarios por debajo del laudo fue guardada en un cajón en la tarde. El gobierno salió en masa a acusar de “política” a la medida sindical, apuntando a un sector de la ciudadanía donde la palabra “política” es mal vista y la propia vocación de los gobernantes no se usa como elogio sino como un insulto. Pero es un argumento liviano, irrelevante, de poco vuelo. Acá lo notorio es la movilización en sí, el frenazo al planteo de las cámaras empresariales y la cuerda floja sobre la que pende el proyecto de desmantelar el Instituto Nacional de Colonización. Todo eso sucedió con la medida de ayer que, nuevamente, sorprendió a un gobierno que parece no entender que abajo ha crecido y seguirá creciendo un descontento majestuoso. Por el momento, siguen gobernando como si la gente se parara a aplaudirles cuando los ven desde la vereda. No han escarmentado, y tal parece que no lo harán hasta que el referéndum ponga las cosas en su lugar.

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