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Cultura y espectáculos

El sueño del pibe

Una soleada tarde de febrero en el histórico boliche de Palermo, un poco su casa, Rogelio Gracia conversó con Caras y Caretas sobre el Hamlet que está protagonizando en la Sala Campodónico de El Galpón.

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Texto Rosana Cheirasco

Siempre es agradable conversar con un actor tan polifacético como Rogelio Gracia. Pero este particularísimo caso fue un reencuentro con el vecino de mis tíos de la calle Diego Lamas. Ese joven inquieto que siempre charlaba de música, de su amor por el cine, de su militancia, y de sus sueños de ser actor.

 

Has estudiado muchas cosas, arrancaste con economía, después ciencias de la comunicación, después la EMAD.

Sí, la verdad se puede decir que fui un multiestudiante, hice economía y trabajé en el estudio contable de mi viejo, de los 15 a los 23. Hice todo. Fui cadete, el que hacía las fotocopias, después hice balances y liquidación de sueldos. Además, durante mucho tiempo llevé los números del supermercadito del barrio. Aprendí mucho, y eso me ayuda hasta el día de hoy para organizarme. Durante años estaba muy enojado con eso, no me gustaba, salí de ahí y me fui a estudiar teatro, hasta que en un momento me reconcilié con esa experiencia.

También estudié ciencias de la comunicación, y fui cronista parlamentario de radio Carve. Estuvo bien, sobre esa experiencia creo que puedo llegar a escribir un libro.

 

¿Qué te dijeron tus padres cuando te empezó a gustar el teatro seriamente?

Mis viejos fueron mágicos, comprendieron enseguida que por ahí iba la cosa. Mis padres fallecieron seis meses antes de la pandemia. Fue bueno porque se la ahorraron. Pero yo los perdí en 28 días. También zafaron a la decepción de ver que perdía el Frente Amplio, los dos eran frentistas de la primera hora. El otro día pensaba si me hubieran visto estrenar Hamlet, ¡se morían ahí! Ellos tenían un gran orgullo por lo que yo había logrado, no se perdían nada. Cuando hacía Thom Pain, que fue el último monólogo que hice, creo que vinieron unas ocho o nueve veces.  Recuerdo que Lucio Hernández, el director, me dijo: “Che, estoy impresionado por cómo vienen tus viejos”. Y yo le decía “debe de haber algo porque es la obra a la que más vinieron a verme”. Ahora pienso que fue algo más que una obra exitosa con la que estaban felices de ver mis logros. Capaz se daban cuenta de que les quedaba poco y aprovecharon.

 

Es muy común, el padre profesional universitario que quiere que su hijo siga sus pasos.

Llegó un día que encaré a mi viejo y le dije: “Mirá, Papá, no quiero estudiar más economía, no quiero trabajar más acá en tu estudio, quiero ser actor. No quiero ir a un ensayo donde comen bizcochos tres horas y ensayan media. (Yo ya iba a algunos talleres amateur). Quiero ser como los actores que yo voy a ver.” Y mi viejo me dijo, nunca lo olvidé: “Bueno, dale, yo en mucho no te voy a poder apoyar, pero eso sí, deja la vida en tu vocación. Tomalo en serio y metele para adelante”. Ese fue su consejo.

El sábado 8 de enero estrené Hamlet que para cualquier actor es un rol consagratorio, y yo sentía que estaba mi viejo. Y me di cuenta que aquel consejo que me dio en su momentos estaba presente. Y que gran parte de la confianza, que yo fui agarrando arriba del escenario, viene de ahí.

Te confieso que me hubiera gustado que estuvieran ahí, los imaginaba a los dos en la platea, pero sabés qué, estaban ahí conmigo.

Por suerte ellos vieron que me construí una vida, que tuve algunos premios, éxito, laburé y laburo de lo que me gusta. Hamlet es un ícono. Y te repito: ¡lo que yo no daría porque estuvieran los viejos sentados allí los dos!

 

La reacción del público en ese estreno fue buena. Esa noche de comienzo de verano estrenaron a sala llena. Y el público los aplaudió con ganas y de pie.

Si, yo lo vi bien. Recibí muy lindos mensajes, no solo de amigos, sino también de gente anónima que me paró por la calle para felicitarme. Se ve que es por ahí. Como digo yo, “se creyeron el cuentito”. Después inciden los recursos de puesta en escena, las luces, el vestuario. Cuando me meto en un rol tan grande y estoy arriba del escenario, me fijo en cosas esenciales. Es un monstruo de rol. Esta cosas no cambian nada. Yo tengo claro de lo qué me tengo que preocupar.

 

¿Quiénes eran los referentes teatrales que te marcaron?

Los que me detonaron fueron el Flaco Jorge Bolani, Delfi Galviati, Roberto Jones, Julio Calcagno y Gloria Demassi, que me ayudó muchísimo, me dio su apoyo y su confianza. Yo estaba haciendo un taller en el Teatro Circular y me dijo: “Se nota que tenés condiciones y entusiasmo”. Me llevó a la EMAD, me presentó a Levón y a los dos años estaba laburando con él. Yo hasta ese momento no conocía a nadie de ese mundillo. Recuerdo que una vez paré a Jones por la calle (lo conocía de la televisión) para que me dijera donde podía ir a estudiar teatro.

Con un amigo una vez nos presentamos en un encuentro de Teatro Joven. El tenía una obra y me dijo “yo necesito un informativista”. Le respondí: “yo te lo hago”, me fui a mi casa y lo escribí. La cosa fue pisar el escenario, escuchar el aplauso al final, sentir las luces y me acuerdo que pensé: “Yo no me bajo más de acá”.

 

Hablar de Hamlet es muchas veces caer en lugares comunes; me gustaría hablar contigo de la obra como si fuera una novedad.

Hace poco un periodista amigo, preocupado unos días antes del estreno, me dijo algo que me dejó pensando “imagino que vas bien, porque es el sueño del pibe esta obra”.

No hay mucho para decir. Yo debo confesarte que piro con Hamlet desde que comencé a estudiar teatro. La obra puede gustar más o menos, pero el problema, casi excluyente, para mí, es si no das la talla.

Yo estoy acá charlando y debo confesarte que tengo una felicidad tremenda. No puedo más de contento, hago un esfuerzo para no demostrarlo, porque en Uruguay casi parece que está prohibido decir que uno se siente bien y feliz por lo que está haciendo.

Nunca me imaginé que esto me iba a tocar a mí. Me ofrecieron este papel cuando estaba en Madrid con Thom Pain. Yo tenía 47 años en ese momento, y uno de ellos me dice “acá mi socio lo hizo con tu edad y explotó y en Inglaterra lo va a hacer Mc Kellen. En España lo hizo una mujer con 55”.

Para mí, son esos papeles que trascienden todo.

Les pedí que me dejaran llegar a Montevideo, me fui directo a El Galpón, me reuní con Hector Guido, (responsable de la programación del teatro) le dije: “Estas tres cosas del guion no van”. Todo bien, al final nos pusimos de acuerdo. La verdad, creo que la vida con Hamlet me dio una sorpresa que superó mis expectativas.

 

¿Cómo es esta adaptación de esta obra?

El texto está muy respetado también, la secuencia de la obra y lo que pasa en las escenas y lo que se dice. La adaptación del texto tiene la intención de que no parezca una obra del museo y permita una suerte de cercanía entre el actor y los espectadores. Yo me tomé toda la libertad del mundo con Hamlet. Le fui mandando sugerencias al director y pude incorporar la mayoría. Agarré una versión del Instituto Shakespeare de Madrid con paginas en inglés y en español. Desde allí adapté el texto. Después en los ensayos seguí buscando lo que me quedaba más cómodo.Yo siento que el problema a veces es que los traductores no están arriba del escenario.

Había una escena, que en el texto de esta versión de la obra no estaba y yo le propuse agregarla cuando Hamlet se encuentra con su amigo Horacio y le expresa lo importante que era para él. Es el único momento en que Hamlet no es traicionado por nadie. Para ensalzar la traición tenemos que ver con qué la compara él. Y en esa escena ves la nobleza, la suya y la de su amigo. Horacio le dice: “Desde que mi alma supo distinguir entre las personas, te eligió a vos porque soportás el sufrimiento sin sufrir y los reveses de la fortuna”. Y Hamlet le dice: “Horacio sos la persona más noble que conozco. No es adulación, qué voy a obtener de vos que no tienes más que para vestirte y comer. Deja eso para los que se arrastran buscando algo a cambio”. Ese es Hamlet, para mí esa escena es esencial, lo define mucho, tenía que estar.

 

Una de tus virtudes como actor es lo mucho que trabajas el texto de las obras, en Hamlet en particular.

Sí, es una suerte de método que fui mejorando. Para Thom Pain hice la corrección y supervisé la traducción del texto original y laburé minuciosamente. En Hamlet, además usé lo que aprendí en una clínica de actores con Juan Carlos Coraza en España. Las de Shakespeare son figuras literales muy fuertes y en el momento de actuar esos personales es muy difícil no caer en el texto. Los papeles los escribieron los actores de Shakespeare después de que murió, y para llegar al corazón de los personajes no se puede ser solemne. Yo estuve meses con el texto de Hamlet. No olvidemos que la obra originalmente iba a estrenarse a pocos días de decretarse la emergencia sanitaria del ya lejano marzo de 2020. Entonces, para calmar mi ansiedad, y mejorar lo que estaba a mi alcance, agarré una mesa grande con todas las versiones de Hamlet y la mía: texto, monólogo, corregir, cambiar, y después en el escenario todo eso vuelve a mejorar.

 

Esa es la forma de encontrar tu ritmo.

Sí, porque antes de la expresión está la impresión. De qué sirve tener el mejor papel o la mejor cámara si la foto es mala, esto es lo mismo. Vos tenés que entender la obra y más con estos autores tan grandes, que nunca es tan sencillo lo que cuentan.

 

La obra estará hasta fines de marzo en la cartelera de El Galpón. Imagino que volverá más adelante. Pero Rogelio Gracia ¿que tiene para el resto del año?

En materia teatral reponemos La Principessa, una obra para niños que es una adaptación de El Principito, una puesta de Adrián Caetano que reestrenamos en el complejo Adela Reta. También haremos Esperando a Godot, en la Hugo Balzo.

Además tengo por delante un proyecto de coproducción audiovisual que me tendrá entre sus protagonistas que me tiene muy ilusionado, pero por ahora no puedo decir mucho más.

 

Antes de despedirnos me atrevo a comentarte que me gustaría verte interpretar El Vestidor de Ronald Howard.

(Se le iluminaron los ojos y comenzó a sentir el personaje).

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