La referencia futbolera no es casual; los estrategas de la dictadura venían montando un escenario en que el triunfo del SÍ a la reforma constitucional se completaba con un gran festejo popular en el Mundialito de fútbol a disputarse en diciembre de ese año.
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Pero lo que era un triunfo cantado en la cabeza de los militares fue una derrota que dio comienzo a un lenta ofensiva del movimiento popular que los obligó a irse retirando del gobierno.
La gran fiesta futbolera que contaba con la maquinaria de propaganda a favor del régimen no pudo contener el grito en las tribunas de “se va acabar, se va acabar, la dictadura militar”, recuerda hoy el periodista Jorge Pasculli.
El proyecto
La reforma constitucional había sido prevista por el decreto 464/973 del 27 de junio de 1973 y por los artículos 4° y 8° del llamado Acto Institucional N° 2, de 12 de junio de 1976. Este «decreto constitucional» preveía, en su artículo 11°, la conformación de una Asamblea Constituyente. Formaba parte del cronograma trazado por el gobierno en el «Plan Político de las Fuerzas Armadas” aprobado en agosto de 1977 en el cónclave de Santa Teresa.
El 15 de mayo de 1980 se puso en conocimiento de la ciudadanía el texto de una nota que el presidente de facto dirigió al Presidente del Consejo de Estado, Hamlet Reyes, remitiendo a ese cuerpo el anteproyecto con el objeto de que este procediera a: “[…] c) preparar el anteproyecto de Constitución que se someterá a ratificación popular de acuerdo con los principios que emanan de las pautas formalmente consagradas, los fundamentos de las Actas Institucionales y las bases a aprobar”.
Sin embargo, no hubo más noticias al respecto hasta el mes de octubre, cuando se reunió un órgano que se denominó «Asamblea Constituyente», designado por la dictadura. Ningún partido político tuvo participación alguna. Ese órgano aprobó un proyecto el 31 de octubre. Fue publicado el 1º de noviembre, ya en el mismo mes en que se lo iba a plebiscitar.
La difusión del proyecto fue extraordinariamente limitada. Lo publicó el diario La Mañana el 1º de noviembre. El País anunció ese día en primera plana que publicaba todo el texto, pero en realidad no lo hizo. El Día solo publicó extractos.
Algunos de los propósitos que se perseguían con el proyecto de crear un régimen permanentemente tutelado y controlado por los mandos militares se manifiestan en numerosas disposiciones que contrastaban por completo con las tradiciones políticas del país:
- Si se aprobaba el plebiscito, no tendría ningún efecto durante 12 meses y medio, hasta febrero y marzo de 1982. Hasta entonces las autoridades seguirían ejerciendo su poder sin ninguna restricción.
- Un año después del plebiscito, en noviembre de 1981, se celebrarían elecciones,en las condiciones siguientes:
- Podrían participar únicamente los partidos políticos autorizados, que eran tres (Partido Nacional, Partido Colorado y el partido católico «Unión Cívica»).
- Los partidos participantes tendrían que ponerse de acuerdo previamente en un candidato único a Presidente, común a todos ellos. Los ciudadanos, por lo tanto, estarían obligados a votar pero sin poder elegir.
- Se disponía que «mantendrá su plena vigencia» el «Decreto Constitucional Nº 4», de 1976, que había privado de derechos políticos por 15 años a muchos miles de personas no acusadas de ninguna infracción. Al quedar confirmado con rango constitucional, ninguna ley podría modificarlo.
- Se creaba un «Tribunal de Control Político», nombrado por los militares, que podría destituir en cualquier momento al presidente, a los ministros, a los legisladores, a los jueces, a los miembros de la Corte Electoral, a los intendentes, a los miembros de las juntas departamentales y también a las autoridades internas de los partidos autorizados.
- Resolvería en todos los casos «según su libre convicción» (o sea, sin necesidad de pruebas).
- El art. 164, num. 4º, establecía que el «Tribunal de Control Político» también podría anular las elecciones y disolver partidos políticos o rechazar su constitución pasando por encima de la Corte Electoral.
- Se creaban nuevas categorías de estados de excepción además de las “medidas prontas de seguridad” ya existentes en la Constitución de 1967. Se creaba el “estado de subversión” y el “estado de guerra interno”. El “estado de subversión” se definía como la “situación grave de carácter interno con o sin apoyo exterior, tipificada por hechos o actitudes que afecten la institucionalidad, la vida, la libertad y la seguridad nacional”. Podía decretarlo el presidente con el Cosena. El órgano legislativo solo podía levantarlo después de 60 días y por dos tercios de sus componentes.
- Se consagraba la existencia del Cosena (Consejo de Seguridad Nacional), un órgano que recortaba las facultades naturales del Poder Ejecutivo.
- Se reservaban directamente a las Fuerzas Armadas competencias de extensión enorme y vagamente definidas, que ejercerían sin estar subordinadas a un mando civil.
- Se consagraba el sometimiento de los civiles a la competencia de los tribunales militares.
- Se eliminaba la prohibición del allanamiento nocturno y de la censura previa que figuraban en la Constitución.
- Se prohibía la agremiación de diversas categorías de personas y la huelga de funcionarios públicos.
- Se eliminaba la inamovilidad de los funcionarios públicos.
- Se condicionaba la reglamentación del derecho de huelga (que había sido regulada por la dictadura en términos absolutamente restrictivos mediante normas que quedarían convalidadas) a la iniciativa del Poder Ejecutivo y la aprobación parlamentaria por mayoría calificada.
La resistencia
Si bien algunos materiales biográficos han sido editados, el libro recientemente presentado por el periodista Marcel Lhermitte sea el mas completo por la diversidad de testimonios que recoge.
Titulado La victoria contra el miedo, analiza cómo fue posible la lucha contra la maquinaria propagandística gubernamental y la política de miedo de la dictadura, el rol de los medios de comunicación y de las encuestas y el activismo determinante de la militancia.
Los partidos políticos apoyaban mayoritariamente el NO. En el Partido Colorado todo el batllismo -sector mayoritario- estaba a favor del NO, con connotados dirigentes como Jorge Batlle, Enrique Tarigo y Julio María Sanguinetti manifestándose por esa opción. El pachequismo, incluyendo a su líder, Jorge Pacheco Areco, por su parte buscaba la aprobación del proyecto, aunque hubo dirigentes como Raumar Jude que militaron por el NO.
En el Partido Nacional, el Movimiento Nacional de Rocha y el movimiento Por la Patria y los sectores herreristas de Luis Alberto Lacalle apoyaron el NO, mientras que otros sectores herreristas, los dirigidos por Alberto Gallinal y políticos como Carlos Garat y Arturo Heber apoyaron el SÍ al proyecto.
La izquierda, con serias dificultades por tener a sus organizaciones ilegalizadas, sus cuadros políticos presos o exiliados, logró, a través de sus estructuras clandestinas, movilizarse a favor del NO.
Lhermitte reivindica el rol jugado por miles de militantes anónimos que apelando al ingenio se encargaron de hacer la campaña por el NO; impresiones artesanales, volanteadas relámpago sorteando la represión de la dictadura, pintadas y grafitis.
La cultura jugó un papel fundamental con un sinfín de anécdotas de cómo desde la música,el teatro y otras manifestaciones artísticas se burlaba la censura.
El dúo los Zucará cantaban una canción que no tenía mucho que ver con el plebiscito, pero como en el estribillo decía “algunos dicen que sí, otros dicen que no”, mucha gente lo interpretó como un mensaje de aliento a la resistencia.
El excine Cordón cobró notoriedad por realizarse allí dos actos a favor del NO; uno organizado por el Partido Nacional que terminó con incidentes con las fuerzas policiales y otro organizado por las juventudes del Partido Colorado.
Si bien no hubo disposiciones oficiales que prohibieran la propaganda a favor del NO en los medios de comunicación, esta prácticamente no existió. Hubo propaganda en los medios de prensa opositores al régimen: la prédica del semanario Opinar, recientemente fundado, la revista La Plaza (un mensuario de Las Piedras nacido a fines de 1979), algunos editoriales en el El Día, los comentarios de Germán Araújo en CX 30 La Radio y unos pocos actos, en locales cerrados, varios de los cuales terminaron con oradores u organizadores presos o proscritos.
También el 14 de noviembre a las 21.30, horas en Canal 4, se realizó el único debate televisivo. Fue moderado por los conocidos informativistas Carlos Giacosa y Asardun Vaneskaian. Se emitió en diferido, pero no tuvo cortes, ni siquiera las tandas comerciales. En el mismo participaron, en defensa del SÍ, los consejeros de Estado Néstor Bolentini y Enrique Viana Reyes y, en defensa del NO, Eduardo Pons y Enrique Tarigo.
La intervención de Pons Etcheverry resultó particularmente impactante por el sentido del humor que demostró al comparar a los colaboradores de la dictadura con los “rinocerontes” de la conocida pieza teatral de Ionesco, que por esos días se representaba en Montevideo.
Resultados
La empresa Gallup, única encuestadora presente en el país, donde recién se empezaba a conocer el método de consulta previo al acto eleccionario, le daba un 60% al SI.
Las papeletas por el SÍ estaban impresas en color celeste y las del NO en color amarillo, mensaje subliminal, ya que uno de los partidos de fútbol que más concentraba las expectativas en el Mundialito era justamente Uruguay-Brasil y la evocación al triunfo celeste de Maracaná.
Y tuvo algo de la gesta de la selección uruguaya del 50; con todas las condiciones en contra, el NO se interpuso.