El 21 de setiembre de 1920, en el segundo día de sesiones del VIII congreso del Partido Socialista, 1.927 delegados votaban afirmativamente el ingreso a la III Internacional, o Internacional Comunista, mientras 175 se pronunciaban en contra. Hubo 257 abstenciones. Además, el viejo partido cambiaba su nombre por el de Partido Comunista. Se saldaba, de esa manera, una polémica que enfrentaba a los socialistas de la época y que refería al apoyo a la revolución de octubre de 1917, dirigida por Lenin y los bolcheviques, y la aceptación de las condiciones de ingreso a la nueva internacional que se proponía ordenar organizaciones comunistas y revolucionarias, y deslindar los campos entre una concepción revolucionaria y la socialdemocracia.
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A partir de ese momento, el nuevo partido comenzaba una larga marcha para dar una perspectiva revolucionaria a los trabajadores y al pueblo uruguayo. Desde ese día no hubo lucha, esfuerzo, campaña, movilización de los trabajadores, intelectuales y estudiantes en la que no estuvieran los comunistas. Con sus errores y aciertos, contribuyeron a la unidad obrera y política, enfrentaron la represión y la dictadura, y se convirtieron en un pilar de los gobiernos frenteamplistas.
En ese centenario periplo, el partido conoció varios periodos que significaron avances y retrocesos. Rodney Arismendi, quien fuera secretario general (1955-1989) y su principal teórico, resumía la historia del partido en cuatro etapas: desde la fundación en 1920 al 7° Congreso de la Internacional Comunista; desde allí hasta la derrota del nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial; otra caracterizada por desviaciones de carácter nacional-reformista, de sectarismo y de una vida orgánica asfixiada por fenómenos vinculados entre otras cosas al “culto a la personalidad”, y, finalmente, el periodo que va desde el XVI Congreso de 1955 y llega hasta el golpe de Estado de 1973. Con una óptica contemporánea es posible agregar tres periodos más: el de la dictadura y la lucha contra el fascismo, el de la salida de la dictadura hasta la crisis de 1992, y, por último, desde esta a nuestros días.
“Son muy pocas en el mundo las organizaciones políticas con denominación de partido que alcanzan o superan el centenario de vida”, destacó el politólogo Oscar Botinelli en una entrevista con el semanario El Popular sobre el centenario del PCU. “Mucho más difícil aún de partidos con representación parlamentaria en sistemas pluralistas y con elecciones plenamente competitivas. Donde hay más partidos centenarios es en Uruguay, donde están dos de los cuatro partidos cuasi bicentenarios del planeta. Además de los dos norteamericanos y los conservadores británicos, con al menos un centenar de años, sobrevive algún que otro puñado en Europa de partidos socialistas o socialdemócratas, y alguno socialcristiano. Más aún, constituyen un pequeño puñado los que permanecen con pesos políticos y sociales en sus países, en competencia abierta, de los iniciadores de la III Internacional. Parecería que esta mera descripción refleja la importancia de alcanzar el centenario”.
Todo el proceso de unidad sindical, que arranca desde el comienzo de esta historia con la creación, junto a un sector anarcosindicalista, del comité pro Unidad Obrera y posteriormente de la Unión Sindical del Uruguay hasta la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) en 1966, incluyendo al Pit-Cnt de nuestros días, tiene a los comunistas como protagonistas.
La unidad de la izquierda –desde los primeros llamados al Partido Socialista, pasando por el Frente Izquierda de Liberación y el Frente Amplio, así como la lucha por la democracia, que tuvo su momento cúlmine en la lucha contra la dictadura cívico militar instaurada el 27 de junio de 1973– vio a los comunistas y a su partido en la primera fila.
Esta historia ha sido resumida por el secretario general del PCU, Juan Castillo, de la siguiente manera: “Nuestro partido ha transitado diferentes escenarios, distintas etapas, en complejas coyunturas, en distintas y muchas veces desiguales condiciones. Nuestros militantes han tenido que sortear un sinfín de adversidades, en algunas de ellas poniendo el pellejo tras las ideas, exponiendo su integridad física, y nos ha costado vidas –varias, demasiadas–, por defender nuestras ideas libertarias y revolucionarias. La fidelidad al Partido, nuestra conciencia de clase, nuestra disciplina política, nuestro apego a los organismos, nuestra lucha por el plan, son rasgos distintivos. Hasta el enemigo lo sabe”.
Y ahora, a cien años de su nacimiento y tras volver a la oposición luego de 15 años de gobiernos del Frente Amplio, se abre una nueva etapa.
El PCU se ha definido por recoger firmas para llevar a referéndum a la Ley de Urgente Consideración (LUC), verdadero programa de gobierno de la denominada coalición multicolor. Asimismo, se encuentra en la primera fila en la defensa de los derechos conquistados en estos últimos 15 años, del salario, de las jubilaciones y pensiones, es decir, del bienestar del pueblo uruguayo. Los cien años abren una nueva etapa de lucha en un partido curtido por cientos de luchas a lo largo de su historia.