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Las palabras guardadas, de Luis Masci

Un encuentro con la intimidad de nuestra historia reciente

El colectivo Ex Presar presentará el próximo lunes 4 de setiembre a las 19 horas, en la sala Hugo Balzo del Sodre, el libro Las palabras guardadas, en el cual los 13 integrantes, luchadores políticos y sindicales y ahora nuevos autores, Aidée Santo, Ana María Olivera, Analía Morales, Antonia Yáñez, Aurora Rey, Clarel de los Santos, Charna Furman, Daniel Staff, Dora Campos, Karina Tassino, Carlos Lamancha, Margarita Stoll y Vilma Antúnez, dan forma con breves relatos a experiencias vividas bajo el terrorismo de Estado. Caras y Caretas conversó con Luis Masci, director del taller Ex Presar.

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Por Mateo Grille

Aparte de ejercer como docente en distintas universidades, aquí y en el exterior, en tecnicaturas de nivel terciario, como en el audiovisual o la dramaturgia, vos tenés ya una obra significativa en el ámbito literario y abordaste distintos géneros como la poesía, la narrativa, la biografía o el teatro. ¿Qué significó para vos este libro, Las palabras guardadas, que se presenta el lunes en la sala Hugo Balzo del Sodre? Luis Masci: Lo primero es aclarar que no es un libro que yo haya escrito, sino que es el producto de un taller, el taller Ex Presar,  que dirigí entre 2013 y 2015 en la sede de Crysol, donde los autores son ex presos políticos, hijos de presos y desaparecidos y familiares, que 40 años después de haber sufrido en carne propia la tortura, la violación y el avasallamiento de sus más elementales derechos humanos durante el  terrorismo de Estado, ahora nos entregan estas palabras que, como reza el título, estaban “guardadas”, silenciadas, expulsadas de la vida pública, del conocimiento de sus compatriotas. Ellos fueron apresados en el marco de lo que la OCOA llamó el Operativo Morgan y estuvieron detenidos en centros clandestinos, en cuarteles, en el “300 Carlos”, en Cabildo y en el Penal de Libertad. Estos hombres y mujeres en 2011 se juntaron con otros compañeros para hacer una denuncia sobre violaciones, torturas y acoso sistemático durante su reclusión, algo que no sólo los afectó a ellos, sino a sus familias y allegados. Como la Justicia sobre estos casos se sabe que ha demorado tanto, decidieron hacer algo más para luchar contra el silencio, sobre todo pensando en las nuevas generaciones. Ese fue el origen de este taller, que funcionó a lo largo de dos años, con este primer resultado concreto: Las palabras guardadas. A lo largo de este tiempo se han conocido publicaciones testimoniales de militantes de distintas organizaciones políticas que pasaron por ese proceso tan duro. ¿Es otro libro de testimonios o, como veo por una lectura primaria, algo diferente? LM: Qué buena tu pregunta, porque ese fue un tema que se encaró desde que empezamos a trabajar en el taller. Porque estaba claro que lo que ellos querían era entrar en comunicación con el gran público, no sólo con los que ya conocen el tema o han padecido circunstancias similares, que fueron muchos, siempre hay que recordarlo.  Pero ninguno de ellos había escrito literatura propiamente dicha, de modo que para alcanzar ese objetivo tuvieron que arriesgarse a aprender e incorporar las técnicas de la expresión literaria, sus herramientas y técnicas, todo lo que permitiera abordar sus propias vivencias desde el relato. Así, durante 100 semanas -que se dice pronto- fueron trabajando los temas que finalmente eligieron, hasta convertirlos en narración.   ¿Y cómo fue ese proceso? LM: Fue muy profundo, difícil, duro; con alegrías y con dolores, porque a pesar de hacer la denuncia, entre ellos, habían hablado poco o lo elemental. Es el silencio. Un silencio que limita las palabras, un silencio sin ecos que en vez de comunicar viaja hacia adentro de cada uno y a pesar de las convicciones sobre la lucha que llevaron adelante, es como una llaga que no se cierra. Para ponerte un paralelo, es como en el tema de los desaparecidos, que fue abordado en el libro por Karina, la hija de Óscar Tassino, o por Analía Morales; no hay punto final, porque sigue sin haber respuestas para esa situación y, entonces, los efectos de eso siguen golpeando cada día. Ellos corrieron ese riesgo, fueron muy valientes. Y lograron primero acercarse a las vivencias humanas y subjetivas que cada uno había guardado, y luego, encontrar el camino para superarlas a través de la expresión por la palabra y más tarde pulirlas para comunicarse con los lectores, sobre todo con las nuevas generaciones, aquellos que, después de tanto silencio, a veces ni idea tienen de lo que pasó en este país en esa época, porque cuando se ignora el pasado eso va a limitar siempre la  capacidad de vivir el presente en toda su necesaria magnitud.   ¿Es un libro triste, de esos que uno no quisiera leer porque puede ser un “bajón que no me banco”? LM: Para nada. Porque una vez que se puede expresar lo vivido, comunicarlo, ya es otra etapa, porque tenés que pensar en vos mismo, en lo que viviste, pero también más allá de vos mismo, en quien te va a leer, y entonces aparece otra mirada, donde lo terrible y el humor o el dolor y la alegría o la incertidumbre y el amor, para poner extremos, se empiezan a tocar y encuentran una nueva manera de contarse. No se trata de hundirse en el “bajón”, sino, por el contrario, dar continuidad a un compromiso con cada uno y con la sociedad a la que dieron sus mejores años, negándose a aceptar un régimen que destruía las libertades, los derechos humanos y la voz de un pueblo que finalmente derrotó al proceso. De allí nace una nueva alegría, la valoración de ese compromiso y la lucha, para que eso no vuelva a repetirse nunca más.   ¿Cómo definirías, si tuvieras que hacerlo, el aporte de estas Palabras guardadas en el momento actual? LM: Yo creo que es un aporte a la reconstrucción del tejido social roto por la dictadura y amenazado hoy por la hegemonía neoliberal, el rescate de valores fundamentales de la gente de a pie de este país, de luchadores que con su granito de arena muestran, en la realidad ficcionada sobre hechos vividos, las solidaridades, la conciencia y el respeto al otro, a su diversidad y a su compartir, al amor como fuerza de construcción, a  la entrega humana que no piensa en cada uno como algo excluyente, en el “hacé la tuya”, sino que, por el contrario, que trae al primer plano todo aquello que forma parte de un ser uruguayo que corre peligro si nos dejamos seducir por la banalidad del consumo, el oportunismo, la indiferencia y todo aquello que en medio del ruido no nos deja ver que somos un pueblo grande, libre y comprometido.   ¿Y eso está en los cuentos? Sí, está en los cuentos porque es como la sangre que fluye por las venas de estos luchadores, de estos resistentes, que ahora, 40 años después, aceptaron el reto de convertirse en nuevos autores. Y aparecen nuevos problemas que hasta hoy han permanecido en la intimidad de los protagonistas, qué pasa con los hijos, con los nietos que preguntan, con los que no quieren saber de nada, con las heridas que no se cierran, con los más jóvenes, con la justicia que no llega, con un tratamiento a veces institucional de lo que fueron y son hechos humanos, vividos por hombres y mujeres de carne y hueso. Para mí fue un honor haber podido trabajar con ellos, lograr entre todos una comunicación casi como de familia, recuperar la energía de mirar hacia el mañana sin el ancla de lo que pesa desde el pasado como plomo, aligerar la marcha, saber que se sigue siendo parte de un país que mira el futuro de otra manera, donde se refuerza la decisión de ser un modesto protagonista de este presente.   ¿Quién edita este libro? Porque me imagino que luego de muchos libros sobre estos temas, alguna gente puede pensar que ya está bien, que basta de eso, que para qué seguir mirando atrás. El libro es propiedad de sus autores. Nunca pensamos en el grupo que esto era un tema de marketing ni de lógica de ventas, aunque deseamos que el mayor público posible pueda acercarse a sus páginas y por eso el libro ya está en las librerías. Te cuento que la edición fue una pequeña hazaña, que fue posible gracias a la colaboración de instituciones, sindicatos y personas. Tal vez una editorial lo pudiera ver con otros ojos, pero eso no pasó con el MEC, que aportó para el tallerista, con Crysol, que nos dio su sede para reunirnos por dos años ininterrumpidos, con la Fundación Frederich Ebert Stiftung (Fesur), que ayudó con la diagramación y corrección final de los textos, y con los sindicatos que, como Sutel, Afcasmu, AOEC, FOEB, Sunca, AUTE, Agrupación de Jubilados y Pensionistas de Antel, aportaron sus contribuciones para hacerlo posible. También tengo que destacar al artista plástico uruguayo Carlos Palleiro, quien desde México, donde reside, encaró portada, afiche e invitaciones.

Ex Presar
El taller Ex Presar está integrado por los 13 nuevos autores que escriben estos relatos: Aidée Santo, Ana María Olivera, Analía Morales, Antonia Yáñez, Aurora Rey, Clarel de los Santos, Charna Furman, Daniel Staff, Dora Campos, Karina Tassino, Carlos Lamancha, Margarita Stoll y Vilma Antúnez. La presentación de Las palabras guardadas tendrá lugar este Lunes 4 de setiembre a las 19 horas en la sala Hugo Balzo del Sodre. Acompañarán esta presentación el historiador Gerardo Caetano y el músico Ruben Olivera.

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