¿Las firmas dan mayor legitimidad al movimiento sindical y social?
La entrega de las firmas da cuenta de la alta representatividad social del movimiento sindical y del movimiento social organizado. Porque esta iniciativa, si bien surge de las instancias del movimiento sindical, confluye con organizaciones muy estructurantes y muy importantes en la historia del movimiento social y el proceso social uruguayo, como Fucvam y la FEUU, entre otros colectivos de organizaciones sociales, feministas, barriales, ollas populares. Entonces hay una representatividad social muy alta. Da un contexto de significatividad a la representatividad, porque es la iniciativa en los últimos años que más firmas presentó para validar el Instituto Plebiscitario. Más que la de Larrañaga, más inclusive que las que presentamos en el 2004 para la modificación del artículo 47 de la Constitución, la del agua y la de la impunidad en el 2009. Entonces ahí hay un indicador. Y el otro indicador es que, si tomamos el volumen de firmas y lo comparamos con la votación que tuvieron cinco de los siete partidos que tienen representación parlamentaria, el Movimiento Social entregó muchas más firmas que los votos que tienen cada uno de estos partidos. No lo digo en términos de competencia, lo digo en términos de aquilatar el volumen de la representatividad que tiene esto. Entonces me parece que ahí hay un punto fuerte para inaugurar un escenario político de cara a la discusión hacia el 27 de octubre.
Legítima Defensa
Durante el actual gobierno, el movimiento sindical y social ha impulsado medidas contra la Ley de Urgente Consideración, y ahora ésta, que de alguna manera habla de una capacidad de iniciativa del movimiento social. ¿Esto se da porque el movimiento social ha recuperado capacidad de iniciativa, en el marco de determinadas luchas, que no se ve en la izquierda institucional, que ahora es oposición?
Yo creo que el movimiento sindical está lejos todavía de tener la capacidad de iniciativa que entendemos que debe tener para dinamizar transformaciones sociales democratizantes y que coloquen la dignidad como el epicentro de la actividad social política hasta que se haga costumbre. Creo que tenemos una gran capacidad de iniciativa defensiva. Lo que hicimos cuando la impugnación de los 135 artículos más negativos de la LUC fue defendernos de un conjunto de medidas que no trajo ninguna solución al país. El discurso que promovía la LUC decía que era de urgente consideración porque iba a traer soluciones a problemas urgentes de la convivencia colectiva en materia de educación, en materia de vivienda, en materia de seguridad, en materia de acceso a la tierra. Y ninguna de las soluciones que prometía la LUC llegó. O sea, la LUC fue un fracaso desde el punto de vista del discurso con el que venía por parte del Gobierno. El presidente de la República dijo en su momento que no iba a cambiar la regla de juego con respecto a la edad de los trabajadores y trabajadoras que estábamos en actividad pensando en la reforma jubilatoria. Tampoco cumplió. Todas las promesas que nos hicieron no las cumplieron. La LUC dijo que iba a resolver problemas que no ha resuelto en ninguna de las áreas, ni hablar en el tema de la seguridad. El movimiento sindical se coloca como un muro de contención para resistir la perspectiva ética y política de un proyecto excluyente y concentrador del herrerismo y de la coalición. Con el plebiscito nosotros estamos colocando tres medidas que son defensivas, cautelares. Recuperar los cinco años que nos confiscaron como piso para acceder a la jubilación, que no significa jubilarte a los 60, sino a partir de los 60, y recuperar también las condiciones del salario jubilatorio que se vieron deterioradas. Nosotros antes nos jubilábamos con 65 años, con un 55 % del promedio salarial. Ahora con 65 te jubilás con un 45 %; equiparar las jubilaciones con el valor del salario mínimo nacional, porque hoy el ingreso, que se da por jubilaciones y pensiones mínimas, te coloca por debajo de la línea de la pobreza. Y eliminar las AFAP, en tanto es un sistema que es ineficiente, es caro y es jurídicamente muy inseguro.
Porque Uruguay ya registra antecedentes.
La historia del Uruguay así lo indica. Cuando nace la deuda externa como problema para el Uruguay, cuando se funde el Banco Mauá, el Gobierno de la época tiene que salir corriendo a Inglaterra a pedirle a la banca de Londres oro para sostener la quiebra del Mauá, que además del Mauá cayeron otros más, el Banco Montevideano, otra cantidad de bancos más. Luego pasó con el Trasatlántico y otros bancos más en la década del 60. Pasó con el Banco Pan de Azúcar en la década del 90 y en los 2000 pasó con el Banco Comercial. La historia del Uruguay nos enseña que esa omnipotencia de los bancos y ese poder magnánimo que tienen de seguridad es humo. Y se caen, se evaporan, se llevan los dineros, y quien tiene que salir a respaldar luego a los acreedores, a la gente que tenía la plata depositada en esos bancos, no son los dueños de los bancos, sino la sociedad. ¿Qué pasa si alguno de los bancos que hoy tiene las AFAP se funde, desaparece? ¿Quién se hace cargo de cobrar, de recuperar los activos? Entonces ahí hay un problema de certidumbres jurídicas muy grandes, más tomando en cuenta que las AFAP tienen USD 23 mil millones retenidos de los ahorros de los trabajadores.
Estamos protegiendo derechos porque entendemos que la afectación de esos derechos hace que vivamos peor, en peores condiciones. Y ahí hay un tema más de fondo que tiene que ver con que la libertad es un ejercicio, la libertad es una práctica, la libertad es la autonomía de la voluntad. Y la autonomía de la voluntad sólo se puede desarrollar en el contexto de los vínculos sociales, de las relaciones entre las personas. O sea que la libertad es una praxis social. No es algo que podamos desarrollar en nuestra mente de forma asocial, ahistórica y, digamos, ensimismada. La libertad es una práctica social. Y esa práctica social, por lo tanto, va a estar condicionada por el acceso a los derechos. No hay libertad sin ejercicio de derechos. Una persona que está sin trabajo y que por lo tanto no tiene ingresos, no tiene la libertad de elegir comprarse una casa, la libertad de elegir ir a un dentista, no tiene la libertad de elegir la dieta sana y equilibrada que quiere. No tiene esa libertad. ¿Por qué? Porque no tiene el derecho al trabajo. Y en una sociedad como la nuestra, no tener derecho al trabajo significa no tener acceso al salario. Y si no tenés acceso al salario, no tenés acceso a los bienes y servicios, y por lo tanto tu libertad se ha visto enormemente restringida. Entonces, cuando el movimiento sindical lucha por derechos, está luchando por condiciones sociales que hagan al ejercicio de la libertad de las personas, es un tema de fondo. Cuando yo digo que estamos en una situación, en un estadio de desarrollo, nuestra capacidad, que aún es defensiva, no es en menoscabo de la acción simplemente que lo caracteriza. Nos estamos defendiendo de acciones que deterioran las condiciones materiales de vida y deterioran los derechos, y, por lo tanto, tienen un impacto negativo en la libertad y en la democracia.
Ahora, alguien podría decirle, en esa caracterización (de hecho está en el debate), que usted plantea de la libertad y de los derechos: “Es lo que yo intento recoger en mi plataforma electoral”.
Bueno, ahí hay dos cosas. Lo primero es que el movimiento sindical tiene su propia perspectiva. El movimiento sindical representa a la clase trabajadora y a las grandes mayorías populares que son subalternas a las relaciones económicas. No representa al conjunto de los intereses de la sociedad. Y esto no habla del carácter menos democrático, menos representativo, habla desde qué perspectiva identitaria se para el movimiento sindical para ser un interlocutor válido en el concierto de las distintas opiniones que existen en la sociedad. Un partido político tiene otro perímetro de representación. Esta reflexión la bajo a tierra. Pasaron 15 años de gobierno del Frente Amplio. El movimiento sindical tiene resuelta en sus congresos la eliminación de las AFAP. Y el Frente Amplio, con mayorías parlamentarias, no eliminó las AFAP, ni tampoco lo tiene en su plan de gobierno, que para nosotros es un sistema inseguro, costoso e ineficiente. Entonces, esta aspiración legítima de la clase trabajadora, expresada por el movimiento sindical y por el movimiento social, de eliminar las AFAP, no está recogida. Entonces ahí hay una cuestión de la legitimidad que tiene el movimiento social de autoinstituir su propia perspectiva para generar la lógica de cambio que entienden son buenas para fortalecer el bien público. Esto no va en desmedro de que haya otras opiniones para llegar al mismo objetivo, pero tampoco se puede estigmatizar ni condenar la del movimiento social y la del movimiento sindical. Y esto tiene que ver con el ejercicio de la independencia de clase, que en el Uruguay es una característica intrínseca del movimiento sindical. A diferencia de otros países, Uruguay tiene dos características que son superlativas y que son producto de un acervo histórico intergeneracional y de un valor muy importante y a preservar, que tiene que ver con el Pit-Cnt. Es la expresión unitaria del conjunto de las expresiones de la vida laboral del país. Acá hay diversidad de extracciones de todo tipo, trabajadores públicos y privados, del interior, de Montevideo, de distintas profesiones y oficios. Pero también recoge una enorme diversidad política e ideológica, tradiciones añejísimas en el movimiento social, los comunistas, los socialistas, los anarquistas, los socialdemócratas, los cristianos. O sea, es una expresión de unidad en la diversidad que no se ve en otros países de la región. No lo ves en Argentina, en Brasil, en Perú, en Bolivia, no lo ves. Y lo otro, la independencia de clase. ¿Independencia de clase, qué significa? Que el movimiento sindical ejerce, elabora su perspectiva reivindicativa y programática en base a su autonomía política. No tiene dependencias institucionales ni subordinaciones a otras instancias políticas, partidarias, del Estado, o empresariales o religiosas para tomar sus decisiones.
La hipótesis
Pero hay una opción planteada y es que un Gobierno progresista lo pueda resolver.
Eso es una hipótesis. ¿A qué me refiero con una hipótesis? Tiene que ganar el Frente Amplio las elecciones, tiene que ganar con mayoría parlamentaria y después tiene que lograr los consensos internos para generar cambios que estén en línea con lo que, hoy, estas 430 mil firmas están avalando. Entonces, eso es una hipótesis. ¿Qué pasa si no gana el Frente Amplio? ¿Qué pasa si gana y no gana con mayorías parlamentarias? ¿Qué pasa si gana y gana con mayorías parlamentarias, pero no llega a los acuerdos necesarios para lograr que estas perspectivas sean recogidas en su programa, en su acción de gobierno? Entonces, cuando se impugna el movimiento sindical porque eligió esta vía y no la vía legislativa, es porque existen por lo menos estas dos esferas de reflexión. ¿Estas dos esferas de reflexión que yo estoy enunciando anulan la legitimidad de otras vías? No, no la anulan, pero tampoco anulan la nuestra.
La otra valoración esgrimida es la posibilidad de una derrota como con la LUC
Los plebiscitos, si se ganan o se pierden, evidentemente que marcan distintas condiciones. No es lo mismo ganar y colocar, instituir condiciones para el desarrollo de procesos sociales positivos, a perder. Sin embargo, hay derrotas que sin dejar de serlo, acumulan. Nosotros perdimos el plebiscito del 89. Lo perdimos. ¿Hubiera sido mejor ganarlo? Ni que tal vez, hubiera sido mejor ganarlo porque hubiera generado otra condición para el desarrollo de la lucha en tiempo y forma contra el terrorismo de estado, contra la impunidad, contra el negacionismo, que es la expresión ideológica de la impunidad y del terrorismo de Estado, y que hoy pulula. Entonces hubiera sido muy bueno ganarlo. Ahora, al haberlo perdido, ¿el plebiscito del 89 generó una derrota en el campo popular con respecto a la necesidad, la pertinencia y la justicia de la lucha por la injusticia? No.
La masiva convocatoria de los 20 de mayo tiene mucho que ver con aquel fenómeno, pero estas firmas, ¿fue tirar el gato barcino en la campaña electoral del Frente Amplio?
No lo creo por varias razones, pero hay una que es clara. En el 2009 hubo dos plebiscitos, ¿sí o no? Los promovió el Frente Amplio, el de la impunidad y el del voto consular. ¿Los plebiscitos salieron aprobados? No. ¿Quién ganó las elecciones? El Frente Amplio. Es decir, no hay una correlación entre lo bien o mal que le vaya al plebiscito, en este caso que le vaya mal y que eso afecte al Frente Amplio. No hay evidencia, por lo menos en análisis del proceso histórico.
¿Hay un problema de perspectiva en la relación entre la izquierda política y los movimientos sociales?
Ese problema primero que no hay que dramatizarlo, hay que verlo analítica y racionalmente y hay que ver en todo caso cuál es el verdadero problema. Y a mi entender no tiene que ver con el plebiscito. Tenemos un problema de desacumulación en el campo popular y la izquierda en sentido amplio, que es la discusión de la perspectiva estratégica. Cuando vos no tenés una perspectiva estratégica de largo plazo, que es lo que verdaderamente te puede marcar la unidad en términos de acción histórica, cualquier diferencia coyuntural se escandaliza. Yo creo que la izquierda tiene un problema de reproducción ideológica muy importante. Cuando me refiero a la ideológica no me refiero sólo a la parte doctrinaria, a la parte teórica; también a la parte de las prácticas, de los hábitos, de las construcciones organizativas, de los marcos metodológicos. La izquierda ha tenido como un desarrollo desigual y combinado entre incrementar sus condiciones para disputar electoralmente el gobierno a las fuerzas conservadoras y de derecha, que es algo fundamental, pero en la medida que ha avanzado en la generación de esas condiciones, ha involucionado en términos de construcción de contracultura, de contrahegemonía, de proyecto estratégico superador de las dos condiciones que obturan el desarrollo social del país que son la desigualdad y la dependencia. ¿Hay pensamiento estratégico para resolver esas dos contradicciones que son los grandes candados históricos del desenvolvimiento de la formación social uruguaya, la dependencia y la desigualdad? Esa discusión estratégica no está dada. Entonces después discutimos sobre el plebiscito de las AFAP y parece que se generó una herida o un agrietamiento y ese no debería ser el problema, porque tener disensos en la táctica nunca, si lo que te une, que es la perspectiva de largo plazo, los principios y la estrategia están a salvo, la diferencia táctica nunca puede ser dramática.
El problema es cómo rompemos la deriva, cómo salimos de la deriva histórica de ser un país dependiente y subdesarrollado. Para eso hay que discutir estratégicamente el rol del Estado y de la sociedad en la generación de valor y en la apropiación directa de ese valor para salir del esquema tributario, para acceder a recursos. Porque si no, es el Estado el que, junto con las fuerzas organizadas de la sociedad, en una lógica de cogestión, de coparticipación, de profundización democrática, el que toma el rumbo, la dirección estratégica, el excedente que viene de los ciclos altos de la venta de los commodities queda en manos del sector privado, y el sector privado está extranjerizado, transfiere ese excedente hacia el exterior, las remesas se han triplicado en los últimos años y los países se quedan sin espalda para desarrollar sus proyectos de soberanía, de autonomía, de expansión de derechos. Esa es la discusión estratégica. ¿Y esa discusión dónde se está dando, quiénes la están dando? El movimiento sindical lo intentó hacer con el Congreso del Pueblo. Es una tarea que quedó inconclusa y que tiene que seguir para adelante. Pero la discusión importante para hablar de tensiones es la discusión de la perspectiva estratégica y cuáles son las condiciones para el desarrollo de esa perspectiva estratégica. Todo lo demás no deja de ser una escaramuza, es un tema menor.
¿Los partidos políticos de izquierda no sintetizan o ya no representan el conjunto de demanda de aspiraciones que los movimientos sociales históricamente vienen de alguna manera desarrollando?
Yo comparto la tesis de Martha Harnecker en relación a este punto en particular, que tiene que ver con cuál es el rol en el proceso social de los pueblos, de las organizaciones sociales, del pueblo socialmente organizado, en este caso el movimiento sindical, para dinamizar los cambios profundos, democráticos, socializantes, de desarrollo productivo, al servicio de la expansión de derechos, porque en los derechos está la libertad, con gobiernos progresistas.
¿El sindicalismo como polea de transmisión del partido político?
Yo creo que ese es el error trágico. Es un error trágico porque ahí hemos caído en la trampa de no hacer tal cosa, no impugnar tal otra, para no ser funcionales a la derecha. Y cuando el Frente Amplio hace su autocrítica, diciendo que la autocrítica principal es un problema de comunicación, me parece que está dejando fuera en el registro este otro problema, que es la construcción del sujeto histórico de los cambios para las transformaciones democráticas profundas y en clave estratégica: el movimiento social. Los movimientos sociales tienen que ser impulsores, promotores, pero tienen que ser vectores de ese cambio, porque las lógicas institucionales también generan bucles de los que no se puede salir y no se puede avanzar. Entonces, si nosotros tenemos un movimiento social potente que promueve ideas, proyectos, iniciativas, que organiza al pueblo, que impulsa agenda de los cambios, aunque esa agenda de los cambios no sea exactamente la misma de los partidos, porque tenemos lógicas de construcción de agendas distintas, ¿cuál es el problema? Si la perspectiva estratégica es la misma, ¿cuál es el problema? Por eso insisto que el verdadero drama y la urgencia teórica, política, programática, es la discusión estratégica. Cómo salimos de la deriva histórica de la inserción internacional dependiente que genera modelos de desarrollo, modelos de convivencia subdesarrollada y que por lo tanto se expresa en la desigualdad y en la pobreza.