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Entrevistas sindicato | Ferreira | FOEB

FERNANDO FERREIRA | FOEB

«Un sindicato aislado de la sociedad no tiene vida»

El presidente del sindicato de la bebida analizó los cambios de la industria y dijo que la FOEB hace años que discute «sin prejuicios» sobre productividad con los empresarios.

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Ferreira valoró el rol del movimiento sindical en la contención del hambre «sin hacer cálculos políticos» sobre la debacle del modelo económico y social del herrerismo y el aumento de la pobreza. «Ni en los corrillos más pequeños se especuló con eso». También sostuvo que «la izquierda no banca la crítica» y que deberá replantearse algunos temas si pretende volver a gobernar. «No sería sensato volver y cometer los mismos errores», apuntó.

Además, se refirió a la figura de Richard Read y aseguró que «no es funcional a la derecha», ni se trata de «un rockstar del sindicalismo», sino de alguien que en el debate público le gusta jugar un papel «duro y crítico», a veces «al límite».

Ferreira habló de su infancia, la familia, los curas Palotinos, las clases de sociología con Gustavo Zubía como docente, el vestuario como escuela de vida, la robotización de las fábricas, los Centro Socio Educativos de la FOEB y la necesidad de volver a «la política de abajo» en los barrios.

Nació en el barrio Buceo, en la casa familiar a la que llegó la partera para despejar toda duda sobre los posibles "cambios de bebés" de los sanatorios de la época. Con o sin parábola, la abuela y la partera ayudaron a su madre a traerlo a este mundo tres años antes que el mayo francés. Segundo hijo de familia conformada por seis hermanos, hijo de padre peluquero y madre trabajadora de una empresa constructora, creció visitando mucho la casa de sus abuelos -a pocas cuadras de la suya- y jugando al fútbol en el predio abandonado del viejo "hospital de leprosos" Fermín Ferreira, ese lugar misterioso y cargado de leyendas verdaderas como la del día en que Carlos Gardel cantó "Melodía de arrabal", "Lo han visto con otra" y "Al mundo le falta un tornillo" -entre otras- en la bautizada como “mansión del horror”.

El predio fue cemento, olvido, un poco después pista de bicicleta y luego se llenó de torres, oficinas, comercios, escaleras mecánicas, cines, cafeterías, tiendas, probadores y perfumes de shopping montevideano del Puertito del Buceo. Los primeros años de vida de Fernando Ferreira fueron de esfuerzo compartido en familia de 8 platos a la mesa y mucho juego compinche. Familia unida, con presencia intensa del abuelo materno que trabajaba en los diques de Regusci y Voulminot, famosos por haberse negado a reparar el temible acorazado nazi Graf Spee cuando la Batalla del Río de la Plata.

Fernando creció en tardes de siesta, con ronquidos, marsellés calentito con manteca derretida y mate de la abuela. Días nobles de abrazos intensos. La represión comenzaba a hacerse sentir y así fue que Fernando y dos de sus hermanos fueron enviados -por precaución- a Nuestra Señora de Fátima, un colegio de los curas Palotinos. Empero, los militares también secuestraban curas y monjas docentes de ideas sospechosas como la libertad. Aquellos niños no entendían bien qué pasaba, pero comprendían a la perfección que algo andaba mal cuando de pronto, y sin despedirse, algunas maestras y maestros desaparecían y no volvían más a clase. Poco a poco, la música se fue apagando. La vida se fue tornando más triste y la familia se fue mudando de barrio.

Fernando comenzó a trabajar a los 16 años en un supermercado y después de algunos trabajos esporádicos, llegó la oportunidad de ingresar a la Fábrica Nacional de Cerveza (FNC). Aprobó el liceo mientras aprendía el oficio en la fábrica, estudió en la UTU y se recibió de técnico en comunicación social y posteriormente cursó dos años de la licenciatura en Historia en la Facultad de Humanidades. Es padre de un hijo de 27 años y fue trabajador zafral hasta que quedó efectivo en la fábrica. Hoy es el presidente de la FOEB, en algunos temas puntuales discrepa con el histórico antecesor en su cargo, Richard Read y es fervoroso defensor de la política mano a mano, puerta a puerta y en el barrio.

****

¿Qué es la militancia sindical para vos?

Es parte fundamental de mi vida. El ingreso a la fábrica le cambia la vida a cualquier persona. Cuando yo ingresé éramos 1.600 trabajadores de todo tipo y color, en el sentido de la formación básica de cada uno. Algunos con más información y estudios, otros menos, algunos venían de lugares complicados y la convivencia va generando lazos y vínculos que te enseñan muchísimo. El vestuario, el comedor, te enseña. En aquellos años, si había carneros no se compartía la mesa. Venían veteranos y te explicaban y vos comenzabas a militar desde esos pequeños espacios de convivencia interna. Yo ingresé en el 85, con la apertura democrática, el resurgimiento de los sindicatos, los Consejos de Salarios y éramos cientos de zafrales dentro de cada fábrica. Así fue como comenzamos la lucha por los derechos de los zafrales que por supuesto eran distintos al del personal efectivo.

¿Los años con los curas Palotinos también te marcaron cierta sensibilidad y preocupación por los demás?

Sí, en Nuestra Señora de Fátima hice toda primaria y era gente que transmitía muchos valores.

Con un perfil humano muy fuerte.

Sí, la mayoría de ellos eran polacos que habían venido a Uruguay dejando atrás una realidad compleja. Acá encontraron espacio para trabajar y eso lo pude disfrutar incluso en los recreos en el patio jugando al fútbol con ellos. Eran muy divertidos.

Eras chico, seguramente no les hablaron a ustedes de lo que sucedió en Argentina en 1976, ¿no?

No. Pero sí recuerdo que mi maestra de primer año de un día para el otro desapareció de las aulas porque terminó presa. Y el padre Alonso que era un cura que había venido de España al poco tiempo se tuvo que ir por la persecución. Entonces por más que yo era chico veía cosas que no estaban bien. Que gente que veíamos todos los días dejaba de venir. De todos modos, más allá de la sensibilidad que uno pudo haber cultivado, creo que la fábrica fue determinante. Ahí es donde verdaderamente aprendí a militar. Para mí la fábrica es un modo de vida y mi escuela de militancia.

Hoy han cambiado las fábricas, con la automatización, la robotización, las tercerizaciones y tantas cosas. Ya no son aquellos galpones inmensos llenos de gente, ¿no?

Hoy tenemos la tercera parte de los trabajadores, pero hay tres envasadoras: Pepsi, Norteña y Pilsen. Y eso es un aumento de la productividad tremendo. En la línea de envases de cervezas antes tenías a 50 personas por turno, hoy son 10 personas. Esos cambios metodológicos y tecnológicos van provocando pérdida de puestos de trabajo, pero en el mismo camino aprendes a dar la discusión de la reestructura, a plantear cómo priorizamos los puestos de trabajo de aquellos compañeros que se quieren quedar. Fue un proceso bastante complejo y sobre todo en la década del 90 hasta 2005, nosotros perdimos la zafralidad. En el año 1998 teníamos tres fábricas: Norteña, Patricia y Pilsen. Y un consumo de cerveza per cápita de 16 litros por habitante. La mitad de lo que se consume hoy. Actualmente, estamos en 30 litros promedio. Son 100.000.000 de litros más o menos por año. Eso genera un notorio aumento de la ganancia y de la productividad.

¿Cómo está la situación salarial de la bebida? Se suele decir que la FOEB ha logrado convenios fuertes y que todas las partes han salido satisfechas. ¿Es así?

Sí, es así. Nosotros igual siempre puntualizamos que tenemos negociación colectiva de distintas ramas de actividad: cervezas, aguas y refrescos en un grupo; transporte y bebida en otro; maltería en otro; y licorería, bodegas y viñas. Y, por tanto, lógicamente hay disparidades. De todos modos, logramos construir una escala salarial muy buena y en comparación con otros sectores, estamos mucho mejor. También hemos concretado convenios de productividad en algunas fábricas y ahí es donde discrepamos frontalmente con algunas cosas que plantea el gobierno en la reglamentación sindical. Por ejemplo, el sindicato de Pilsen no tiene personería jurídica y, sin embargo, discute desde 2007 hasta acá con su fábrica. Y tiene un convenio de productividad que las partes lo manejamos con absoluta responsabilidad y seriedad. Los números se manejan con total honestidad y creo que la FNC puede reafirmar lo que estoy diciendo.

¿Es tiempo de discutir productividad sin prejuicios?

Absolutamente. Hay quien dice, bueno, hay que ser más productivos y asocia con más producción y una productividad no tiene por qué ser más producción. Puedo producir lo mismo, pero con mejor costo y ese producto será más barato, por lo tanto más productivo.

Ustedes como sindicato tienen un rol social muy marcado. Participan en distintos ámbitos solidarios, ollas, merenderos, pero particularmente me interesa mencionar los Centros Socio Educativos.

Nosotros decimos que el sindicato aislado de la sociedad no tiene vida. Y en determinado momento dijimos que si habíamos logrado avanzar en materia salarial, de reivindicaciones y conquistado muchas cosas, era momento de construir sociedad que es un poco lo que señala nuestro lema sindical, construyendo sociedad y devolverle a ese consumidor que apuesta por los productos nacionales. Así fue que comenzamos a trabajar para devolverle algo a la sociedad y de manera inicial, hicimos un aporte de dinero al Plan Juntos. Eso se hizo en 2012, pero ya nadie se acuerda, por lo tanto quedó en el pasado. Luego hicimos un aporte de aparatos de aire acondicionado para Centros de INAU y después nos embarcamos en los Centros Socio Educativos ubicados en Paysandú, Lavalleja, Canelones y Montevideo. Es una iniciativa que nos llevó mucha discusión interna. Al principio, nos decían que nosotros mismos estábamos segmentando al pensar en clave de hijos salidos del liceo obrero. En otro momento pensamos en CAIF y recién después llegamos a los Centro Socio Educativos que nuclean en total unos 600 gurises. Además, mantenemos ollas y merenderos y se les brinda más servicios y oportunidades con clases de inglés, peluquería, huerta, ajedrez, música y mucho más. Pero claro, de eso se habla poco, se conoce poco. En general se habla cuando estamos reivindicando algo puntual.

El movimiento sindical en general no hace mucho marketing con su solidaridad.

Absolutamente nunca. Es como que le pesa eso. Hoy día estamos asistiendo a un ataque feroz contra el movimiento sindical porque a nivel social es el vocero más importante que tiene la sociedad en su conjunto, y sin embargo no se habla de todo lo que hacemos por la sociedad. Incluso nos pasa que hay compañeros que no quieren volver del teletrabajo porque entraron en la comodidad de quedarse metidos en sus casas. El 'hacé la tuya' de los 90 hoy está mucho más exacerbado. Entonces, es tiempo de dar estas discusiones y explicar la importancia de los sindicatos, que son necesarios no solamente para la defensa de los trabajadores sino para una sociedad con mayores conquistas tanto a nivel social como económica. Pensemos que salimos de la pandemia con 100.000 nuevos pobres. Sin esa capacidad de los sindicatos de alimentar a un montón de gente que había quedado al costado del camino, la realidad habría sido devastadora. Nefasta. Nosotros actuamos de manera inmediata, solidariamente, sin sacar réditos menores. Sabiendo que a los sindicatos no los sustituye nadie. Ahora, cuando alguien ataca a un sindicato diciendo que los dirigentes no trabajan y que nos pagan el sueldo no te la llevo. Quisiera saber a mí quién me paga el sueldo desde las redes sociales. De toda esa gente que por ahí anda diciendo que le paga el sueldo a los sindicalistas me encantaría saber qué hace, quién le paga y que muestre si nos paga algo a nosotros.

¿El movimiento sindical evitó un estallido social cuando sostuvo las ollas en la pandemia?

No lo sé exactamente, podría ser, pero no estoy tan convencido.

¿De haber corrido el riesgo de llegar a ese punto?

Claro. No creo. Sí creo que fue determinante en canalizar la crisis del 2002. Ahí sí el movimiento sindical jugó un papel de contención importante, en ese momento donde mucha gente quedó sin trabajo, endeudada, con un salario en caída.

Ahora veníamos de otro contexto, de 15 años de construcción del SNIS, Plan Ceibal, Mides, por ejemplo. ¿Había otra espalda para resistir como sociedad?

Claro, había una contención.

Entonces y pasando en limpio, no crees que se hubiera dado un estallido.

No, yo creo que no. Creo que el hambre no se hubiera desbordado y que sin la intervención fantástica que hizo el movimiento sindical habríamos vivido una situación durísima, pero con otras formas de contención.

¿Nadie especuló ahí? ¿La solidaridad siempre es irrestricta? ¿No hay lugar para sacar réditos, ni se hacen "cálculos" mezquinos?

No se especula. No hay espacio para que nadie salga a fogonear el hambre para hacer un estallido social y tirar abajo el gobierno. En eso creo que Uruguay mantiene esas tradiciones democráticas de decir 'bueno, disputamos en los ámbitos que tenemos que disputar, pero no usar de carne de cañón a la gente en estas situaciones de vulnerabilidad'. No estuvo en la discusión del Secretariado Ejecutivo, ni de la Mesa Representativa, ni siquiera esas cosas estuvieron ni sugeridas en los corrillos más chicos. Sí puedo decirte que en 2002 fue distinto, porque después de lo que sucedió en Argentina con los estallidos y manifestaciones que reclamaban "que se vayan todos", hubo algunas voces, pocas, aisladas, muy aisladas y colocados en algún rincón muy extremo, que decían que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Y decían "aprovechemos el caos en Argentina para dictar la revolución". Pero eso fue en aquel momento, año 2002 y fueron voces absolutamente acotadas y aisladas. Claramente, la historia evidencia que la fuerza política de la oposición, el Frente Amplio, colaboró con el mantenimiento de la estabilidad política y social. Además, en este escenario reciente, todos coincidimos que la prioridad era superar la pandemia. De modo tal que era impensado que alguien se le ocurriera especular o sacar rédito del hambre de la gente. Lo que se hizo y se sigue haciendo todos los días es asistir en silencio a las ollas, allí donde nunca hay cámaras, ni prensa, ni nada. El esfuerzo de las y los trabajadores es inmenso. El sacrificio de la gente también. Y de eso nadie habla. Incluso con el diario del lunes nos podríamos preguntar si la pandemia no fue un ajuste del capital contra el trabajo que se aplicó en ese momento.

¿Eso pensás?

Dejo puntitos suspensivos…

El presidente de la Clate, Julio Fuentes, en su reciente visita a Montevideo, con motivo del 58 aniversario de COFE, dijo que las consecuencias de la crisis que deja la pandemia las van a padecer las nuevas generaciones en los próximos años. El daño mayor aún no lo estamos viendo, explicó. ¿Qué crees?

Yo creo que hay un ajuste del capital contra el trabajo fenomenal, lo que estamos viviendo es una crisis de desigualdad tremenda, eso es lo que pienso. Que hay una brecha gigantesca que estamos teniendo hoy.

Nosotros veníamos de algunas reformas y otros intentos de reformas laborales en América Latina, en Brasil, Argentina, cambiar la forma de los despidos, el teletrabajo -que ya estaba previsto antes de la pandemia- las bolsas de horas, y todo lo que estaban aplicando o anunciando que iban a imponer. Lo primero que hizo Michel Temer en Brasil cuando el golpe de Estado contra Dilma Rousseff fue impulsar su ley de reformas de flexibilización laboral. Con Mauricio Macri fue igual. La crisis de la pandemia lo que logró es justamente activar todo lo que estaba pendiente de esos ajuste del capital contra el trabajo. Todas esas modificaciones de las leyes laborales, a partir de la pandemia, los gobiernos neoliberales las colocaron sobre la mesa y aplicaron.

Con un pretexto.

La pandemia. Entonces, nos decían que había que cuidar el trabajo porque la situación era terrible y no podíamos salir. Métanse en sus casas, queden aislados, no se junten, no se vean, no se encuentren. Acá el gobierno nos habló desde su visión más liberal, nos dejó en libertad de acción y nos habló de la libertad responsable, pero todo aquel que no hacía caso a la libertad responsable era satanizado por la sociedad. El gobierno decía 'yo digo tal cosa, ustedes saben lo que tienen que hacer'. Ahora, el que no se vacunaba era señalado con un dedo acusatorio. La sociedad te condena. Y ese es un foco peligroso porque en algún momento de la historia, algunas ideologías de la derecha profunda en la Alemania nazi utilizaron ese concepto de la libertad responsable. Y con esto no quiere decir que el gobierno sea nazi. Pero me importa repasar la historia. Las ideologías de derecha toman ese concepto de que es la sociedad la que debe castigar a quien va contra las posturas centrales de los gobiernos.

Este gobierno posiblemente es de los que ha comunicado mejor en el siglo. Pero también es el gobierno que dice una cosa y después hace otra. ¿Qué lectura hacés vos de eso?

Coincido en que es el que ha comunicado mejor y creo que una de las fallas enormes que tuvieron los gobiernos progresistas fue la comunicación. Hicieron muchas cosas, algunas muy buenas, otras buenas y otras malas. Pero faltó la comunicación. Vuelvo a lo mismo, este gobierno enfrentó la pandemia en las mejores condiciones que otros países de la región como producto de lo que habían dejado los gobiernos anteriores. Después cada uno dirá cuál le gustó más o no de los otros. Ahora lo que hace el gobierno es: mide, observa, tira y mide la respuesta. Ejemplo clarísimo el aumento de los combustibles. Tira solapadamente que habría que aumentar $ 10 por litro. Y después de ver las reacciones te dice que subirán "solo" 2 o 3 pesos y lo exhibe como una victoria.

Acá se le lleva un pasaporte a un detenido señalado como narco en una cárcel y las encuestas dicen que el presidente es adorado. Hay casos que serán escandalosos para cualquier gobierno y acá el presidente sale indemne, se muestra con una tabla nueva de surf y gana en aprobación. ¿Cómo se explica eso?

Igual ha caído bastante, ya está a menos de 50%. La pandemia lo dejó muy bien posicionado y claramente la forma de comunicación es lo que le permite mantener esa aprobación tan visible.

¿Es una lección que deja este presidente? ¿Haya o no hambre, haya o no trabajo, salud, recursos para la educación, se compensa con una buena sonrisa y un eficiente equipo de comunicación que te blinde la imagen?

No, yo creo que no. Y creo que hay que volver a la política de abajo. Creo que el Frente cometió una equivocación que fue salirse o alejarse de la gente. Se fue de los barrios, de los asentamientos, de los comités de base, se aisló. Abandonó los territorios. Hubo muchos militantes sociales que sabían lo que le pasaba al vecino que pasaron a ocupar cargos en el gobierno y fueron absorbidos por la gestión. Se ubicaron en una silla -conste que no lo digo peyorativamente- y eso los aisló. Y cuando perdés la esencia con la gente, te encerrás. Y de a poco comenzaron las críticas a los impuestos, a cuestionar los planes sociales que había impulsado el propio gobierno de izquierda. Y aquello de "estamos manteniendo vagos" que es un pensamiento típico de derecha, también lo manifestaron algunas voces de izquierda. Y si me apurás, capaz que hoy todavía lo siguen pensando y exigen contrapartida a la prestación. A los que no tienen nada. Y no le exigen nada a cambio a los ricos que se benefician con exoneraciones tributarias.

¿Richard es un rockstar del sindicalismo?

(Risas). ¡No! Podría ser Mick Jagger por la edad (risas). Ahora, en serio, es un compañero referente sindical de los históricos que van quedando de la generación del 83.

Pero más allá de eso, tiene algo ¿no?

Sí, sí, totalmente de acuerdo. Tiene algo distinto. Creo que él trabajó en la construcción de esa especie de aureola. Nosotros somos muy distintos en las formas sindicales. Tenemos visiones diferentes, muy malo sería que yo lo quisiera imitar y parecerme. Sería una pésima copia (risas). Él ya está más cerca de la vía política partidaria que de la sindical. Independientemente que para nosotros es un referente y que además lleva adelante toda la gestión de los Centros Socio Educativos. Sobre sus hombros recae mucho esfuerzo, va y viene, hace que sea posible. Pero en las últimas negociaciones salariales ya empezó a dar un paso al costado, producto de que también hay que empezar a abrir la cancha a los compañeros que vienen. Yo tampoco tengo 25 o 30 años, tengo un período no muy lejano en el tiempo y si no vienen nuevas generaciones que tomen la bandera del sindicalismo, nuestra federación va a sufrir una crisis de participación y militancia. Y no nos lo podemos permitir. Lo que sucede es que Richard y tanta otra gente que arrancó en el 83 se están comenzando a ir. El mundo está cambiando. Las fábricas están cambiando. Y esos cambios tienen que ser asimilados y comprendidos para que las nuevas generaciones levanten sus banderas y continúen las luchas.

De Richard Read también hay quienes dicen que es funcional a la derecha.

Sí, de Valeria Ripoll también y posiblemente en el día de mañana capaz que alguno no le gusta algo que digo o hago y dice que yo soy funcional a la derecha. Hoy día todo eso es parte de lo posible en las redes. Hay veces que la gente de izquierda no banca la crítica ni la autocrítica. Y debería ser más crítica con algunas cosas porque si el día de mañana vuelve al gobierno, supongo no será para hacer lo mismo que hizo en los gobiernos pasados. Es decir, tiene que mostrar una renovación o innovación ideológica. El mundo cambió y no tenemos certezas de lo que va a cambiar en los próximos tiempos a partir de la guerra de Ucrania y Rusia. Pero insisto que no pienso que Richard sea funcional a la derecha como tal vez pueda pensar alguien por ahí. Es un compañero muy crítico y que se manifiesta de izquierda y del FA. Y yo lo veo haciendo política de aquí a 2024 dentro de lo que es el Frente Amplio, no lo veo por fuera del Frente, pero la historia me dirá si tengo razón o no.

Se viene el Congreso del Pueblo ¿Es realmente ese espacio que está necesitando la sociedad o es una instancia de un grupo de convencidos de los sectores y de las organizaciones sociales que se van a juntar para conversar?

Yo creo que es una necesidad social. Recién hablábamos de los gobiernos progresistas y también de este gobierno y creo que ninguno hace las necesidades sociales y nada mejor que la sociedad para decir qué es lo que precisa. Nosotros siempre decimos -como trabajadores- que los trabajadores deben poner su plan y que después la fuerza política que así lo entienda, que lleve el plan del mundo del trabajo, de los trabajadores, será la que sea apoyada por los trabajadores en su conjunto. Tiene que haber una construcción de abajo hacia arriba. Nosotros entendemos que la sociedad necesita determinadas políticas de empleo, salariales, de educación, vivienda, salud. Y por ejemplo, que los Consejos de Salarios dejen de ser privativos del Poder Ejecutivo, porque actualmente, sin la convocatoria del PE, la discusión salarial queda sumergida simplemente a la posibilidad de fortaleza del sindicato con el empleador. Por tanto, tal vez sea la hora de pensar algunos cambios en esa ley de negociación colectiva para bien de los trabajadores y no con lo que se viene planteando hoy desde el Poder Legislativo o del Ejecutivo. Ese sería el planteo de iniciativa política, de construcción social. La sociedad piensa esto, bueno, ¿y los sectores políticos qué opinan al respecto? Y aquel o aquellos que compartan, bienvenidos sean.

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