La hipotética ‘revancha’ que Cavani, con el gol que le marcó a Chile en Río de Janeiro, se habría tomado ante Jara, que le había tocado los genitales en el Sudamericano anterior, es absurda y notoriamente ridícula.
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Ha circulado la hipótesis, más absurda aún, de que habría una especie de rivalidad entre uruguayos y chilenos, en fútbol, especialmente derivada de aquel episodio, y alimentada por la inesperada presencia de Jara como titular en el partido del lunes pasado y por las malinterpretadas declaraciones de Muslera respecto a los merecimientos de Japón en su partido contra Chile.
La voraz y maligna afirmación de que se hubiera gestado una enemistad rival entre uruguayos y chilenos, hipérbole falaz que identifica a todos los uruguayos con un Cavani supuestamente sediento de vendetta y a todos los chilenos con el provocativo Jara, circuló y se magnificó en los medios y en las redes sociales en los días previos al reciente 1-0 para Uruguay.
Invención de una rivalidad
El mal que le hace a la humanidad el mal periodismo es inconmensurable debido al creciente poder de imposición de opiniones y estereotipos que disfrutan, ahora potenciado hasta la náusea por las estúpidas redes sociales. ¿Cómo es posible que, para sumar alguna audiencia mayor, rating y publicidad para los suyos, algunos irresponsables periodistas ‘inventen’ rivalidades que nunca existieron, ni en fútbol ni en ningún otro ámbito, entre uruguayos y chilenos? ¿Esa rivalidad efectivamente existe entre Uruguay y Argentina en todas las áreas desde la Colonia, y en lo estrictamente deportivo con Brasil?
La irresponsabilidad de inventar una rivalidad internacional y de suponer vendettas entre hinchadas y rispideces entre jugadores debería ser denunciada y penalizada, administrativamente al menos. Tengamos en cuenta que el partido sería presenciado desde tribunas que mezclarían a uruguayos y chilenos, a quienes los brasileños habían vendido entradas sin separación, precisamente por la ausencia de rivalidad histórica entre ambos. Y tuvieron razón los brasileños, y también todos los uruguayos y chilenos de buena madera que no se dejaron llevar por esas voraces maledicencias y presenciaron con absoluta corrección un intenso y parejo encuentro.
Debe tenerse en cuenta que, en ocasiones, tales maledicencias funcionan, y funcionaron en épocas con menor llegada comunicacional de los medios y sin redes sociales; así fue, en efecto, la secuela de hechos que enfrentó, en 1930, a uruguayos y argentinos desde las desmesuradas denuncias contra autoridades y jugadores uruguayos que hizo el encargado de prensa de los argentinos, que terminó con una pedrea al consulado uruguayo en Buenos Aires e incendiarios alicientes periodísticos a ello.
Muchas familias inmigrantes, de comunes orígenes metropolitanos, se separaron llegando al Plata, terminando algunos afincados del lado oriental y otros del occidental del estuario. Las familias se consideraban tales y con ancestro común europeo, más allá de la localización residencial en la inmigración; cruzaban el charco para cuidar enfermos, por ejemplo. Pues bien, muchas rompieron relaciones o se fracturaron apreciablemente desde esa final y sus avatares deportivos diplomáticos. El primer peronismo fue muy antioriental, por ejemplo, y el fútbol, desde 1930, registrará una rivalidad enemistada y crispada, con violencia callejera hasta en los balnearios de moda.
Es cierto que hay una cierta identificación de las masas nacionales con sus representantes, ídolos y héroes, también en el plano deportivo; pero no al punto de hacer pensar a los uruguayos que los chilenos son como Jara y que Cavani hizo su golazo para vengarse de Jara en todos los derrotados chilenos, o que Muslera disminuía a los chilenos con sus palabras frente a los méritos de los japoneses. Nada de eso pasó; pero los maledicentes que lo pronosticaron podrían haber generado una ‘profecía autocumplida’ si hinchas y jugadores hubieran comido la pastilla. Sin embargo, se vieron ridiculizados, aunque deben haber reclutado algunos resentidos y xenófobos en ese deplorable camino.
Anecdotario magnificado
Con referencia específica al famoso ‘toque’ de Jara a Cavani, es una incidencia que no tiene contenido sexual y que es propia -al igual que salivazos, insultos cuchicheados, codazos y pisotones- de prácticamente todos los partidos de fútbol amateur y profesional del mundo. Es del tipo de incidencias que intentan amedrentar, provocar, desconcentrar, desequilibrar psíquicamente. Pero resultan magnificados y dramatizados hoy por la multitud de cámaras que filman desde diversos ángulos los partidos; y por la masiva globalización de los partidos, que lleva a que gente ajena al fútbol aprecie tales escenas descontextualizadas de la ‘cultura futbolística’ que les da su real dimensión e importancia.
A nadie se le ocurrió rivalizar a españoles y colombianos desde el día que el madridista Michel tocó los genitales del pibe Valderrama en un córner. Pero, en el mundo de hoy, periodistas de ésos, en otras áreas más candentes de la vida internacional, consiguen imponer estereotipos, opiniones, fake news y dramatizaciones provocativas con tal éxito que uno teme que consigan hacerlo también en el fútbol. Y realmente lo hacen, como lo consiguieron, a principios de las años 30, en generar una gran expectativa por el posible choque, en la misma banda de la cancha, de un violento lateral derecho de Nacional, Arsenio Fernández, y otro violento lateral, pero izquierdo y de Peñarol, Chanes. Finalmente se cruzaron: Fernández fracturó a Chanes y la baja memoria histórica de los jóvenes de hoy no ha consagrado a Arsenio Fernández como depredador de gallineros en ninguna bandera ni cántico tricolor.
De todos modos, y sin intentar alimentar el problema, Jara volvió a mostrar la hilacha, su mala leche humana (no referida a alguna rivalidad especial con Uruguay), pateando sin razón alguna a un hincha argentino que se jugó su aventura transgresora cruzando la cancha. No es asunto de los jugadores ni impidió o influyó en nada: fue un simple accidente negativo de la seguridad brasileña; no era ni fue asunto del juego y estuvo bien Suárez en recriminárselo y pedir la expulsión.
Once contra once
En el esperado partido para definir el primer lugar en la serie, Uruguay confirmó su solidez y la equivocación de quienes confundieron algunos errores puntuales del partido con Japón como indicadores de pobreza futbolística. Fue un muy buen partido entre dos equipos sólidos, ambos con libretos y jugadores diferentes. Intenso, pensado, con fuerza que se canalizó sola y sin la ayuda del permisivo y mal árbitro que tocó en suerte.
Chile inició más adelante que Uruguay sus líneas y presionó más arriba. Después Uruguay, con una excelente media cancha de Valverde -está perdiendo su timidez- y Bentancur, pero también acompañado por Lodeiro y Arrascaeta, equilibró. Y respecto a Lodeiro, sigue siendo la víctima propiciatoria de los que no saben ver el fútbol, de esos ignorantes que solo son capaces de evaluar las actuaciones por lo que hacen con la pelota, sin saber que todos los jugadores juegan mucho más tiempo sin la pelota que con ella, y que lo que hacen en todo ese tiempo mayoritario puede ser tan o más importante que lo que hacen con la pelota. Son esos que dicen que ‘fulano no apareció’, como si no hubiera hecho nada importante porque no tuvo la pelota en las cámaras elegidas en la edición. Además, tampoco saben qué está bien o mal sin pelota, si se fijaran en eso.
Lodeiro resultó damnificado porque pasó tres pelotas mal del tipo de los ‘errores no forzados’: la chusma y la prensa ignorantes lo crucificaron. Tabárez lo sacó, pero no por eso, sino porque tenía tarjeta amarilla. Lodeiro fue fundamental para ayudar a Cáceres en su lateral y para minimizar los riesgos de algunas de sus excesivas excursiones ofensivas, para las que no tiene técnica ni perfil. Bastante más esforzado en la marca estuvo Arrascaeta respecto a su habitual juego en Brasil. Giménez, muy sólido y oportuno, con gran lectura de juego, y exigente prueba de fuego para Giovanni González.
Uruguay tiene amplias probabilidades de vencer a Perú y de ser semifinalista; puede ser campeón, aunque también puede perder en la semifinal o la final. Pero habrá madurado un fútbol que lo acerca más que antes a los sistemas de juego más cotizados, valorados y eficaces en el mundo, recuperando años de modernidad colectiva perdida desde los 80 y 90. Ya no ponemos una bañadera, perros cimarrones ladrando y mordiendo delante de ella, y patriadas de talentosos y grandes atacantes. Ahora construimos más, atacamos con diversidad de sectores; pero sin perder el juego aéreo en ambas áreas, ni las ‘pelotas quietas’. Estamos bien.
Una palabra final para el excepcional cabezazo de Cavani, aunque el letrista no debería olvidarse del anticipo de Giménez, ni del sutil ‘3 dedos’ de Bentancur, ni de la maravillosa retención cuerpeada de pelota de Suárez o del doble enganche con centro de Rodríguez -el arquero se movió anticipando su comba al segundo palo-. El de Cavani fue un cabezazo dificilísimo, con parietal derecho, sin doble ritmo ni impulsión, cabeceando un centro recto, corto, sin tiempo de preparación; solo un leve movimiento de pies para poder perfilar el cabezazo de parietal derecho, mucho más difícil que el de parietal izquierdo, debido al cruce de los músculos piramidales de cuello-nuca-hombros. Es más fácil peinar, frentear, cabecear con impulsión y doble ritmo pelotas con curva y de parietal izquierdo; cabecear una pelota corta, sin ninguna preparación, de parietal derecho, es para muy pocos elegidos.