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Editorial

Fuera de control

Por Leandro Grille.

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Aunque el Presidente de la República afirme livianamente que le estamos ganando a las gráficas y que las previsiones de los modelos provistos por el Grupo Asesor Científico Honorario no se han cumplido, la expresión local de la pandemia por el Sars Cov 2 se encuentra en fase de crecimiento exponencial.

Por ese motivo, cada semana se detectan más casos incluso cuando la cantidad de tests que se realizan viene disminuyendo de manera evidente. Si consideramos las últimas tres semanas cerrando los miércoles, que es el último dato que poseo mientras escribo este artículo, en la semana del 17 al 23 de diciembre se hicieron 54.890 tests, con una positividad promedio de 7%; en la semana del 24 al 30 de diciembre se realizaron 49.876 tests, esto representa casi 5.000 tests menos, con una positividad promedio de 7,6%, y en la última semana, que va desde el 31 de diciembre de 2020 hasta el miércoles 6 de enero de 2021, se hicieron apenas 40.301 tests, es decir, casi 10.000 tests menos que la última semana del año pasado y 15.000 tests menos que la semana anterior a Navidad, con una positividad esta vez de 11,4%.

Observemos que realizando 15.000 tests menos que la semana del 17 al 23 -y eso que el 18 de diciembre Lacalle Pou anunció la reglamentación del derecho de reunión, entre otras medidas-, en la última semana se detectaron 4.596 casos, 743 casos más que los 3.853 que había sido detectados en esa semana de 54.890 tests. Si miramos el número de fallecimientos, en aquella semana se habían producido 26, mientras que en las siguientes no bajaron de 40, alcanzando la última la cifra de 47 muertes entre el 31 de diciembre y el 6 de enero.

Cabe esperar que en las próximas semanas el número de fallecimientos semanales aumente, tantas veces o más que el aumento registrado en el número de casos, porque mientras la positividad se mantenía baja, era razonable esperar que la probabilidad de encontrar casos más allá del universo de los testeados fuera muy baja o despreciable, pero cuando la positividad alcanza los valores que ha venido alcanzando en los últimos días, la probabilidad de no estar captando la realidad de nuevos casos es muy alta. En otras palabras, hoy en nuestros país la infección por el nuevo coronavirus la cursa un número significativo de gente que no tiene ni la más pálida idea o, por lo menos, a la que todavía no se le ha realizado la prueba de PCR.

Esta ola que estamos viviendo en Uruguay en buena medida la está viviendo todo el mundo. Sin embargo, a contrapelo de las medidas cada vez más restrictivas que se están aplicando en Europa y en la mayoría de los países de América del Sur, en Uruguay el presidente da señales en sentido contrario, incluso negacionistas, e invoca un respaldo científico que no tienen sus políticas. Basta leer las recomendaciones que hizo el GACH y las medidas que tomó el presidente para darse cuenta de que el GACH es una entidad que él usa permanentemente para legitimarse pero a cuyas recomendaciones más bien no les da bola. Por ejemplo, las flexibilizaciones en el horario de funcionamiento de los bares es una medida absurda, ya no para un experto, para cualquier persona medianamente informada de lo que está pasando en Uruguay y en el mundo, donde se multiplican los toques de queda nocturnos e incluso se vuelven a aplicar medidas de la crudeza de los confinamientos masivos. Es difícil saber por qué Lacalle Pou hace lo que hace, pero no va a conseguir ningún científico ni en Uruguay ni en ningún país del planeta que fundamente una medida de ese nivel de irresponsabilidad. Más bien lo que va a encontrar en la Academia y en la práctica médica son variantes de lo opuesto: ideas sobre qué más cerrar, por cuánto tiempo y con qué grado de rigurosidad.

En buen romance, estamos encomendados a la conducta individual y no hay ni va a haber de parte del gobierno medidas que afecten la actividad empresarial. El presidente no tiene ningún problema en restringir el derecho de reunión, en la medida en que sean reuniones cuyo propósito no tenga que ver con la actividad económica o comercial. Puede echar gurises de las plazas u otras actividades de ese estilo, pero de ningún modo va a tomar decisiones que irriten a los empresarios, a los propietarios de grandes comercios o a agentes económicos importantes. Ahí no se va a meter, aunque esté más que demostrado que la movilidad que más afecta la propagación del virus sea la movilidad vinculada con el trabajo, y ahora la del turismo, puesto que que ya estamos en plenas vacaciones escolares y estudiantiles.

Mientras tanto, la enorme adscripción a los intereses geopolíticos de Estados Unidos y Europa le ha impedido al presidente siquiera considerar la posibilidad de adquirir vacunas producidas por países que no pertenecen a la órbita de la OTAN o que no están alineados con ellos. Rechazó la mano tendida del presidente argentino, cuando Argentina ya tiene un acuerdo con Rusia para la adquisición de la vacuna Sputnik V, ya tiene acuerdo con China para la compra de una de sus fórmulas vacunales, cuando Argentina ya tiene acuerdo con AstraZeneca para la producción en su territorio de la vacuna de Oxford y, por último, cuando Argentina, aunque no haya llegado a un acuerdo con Pfizer, por las condiciones que Pfizer le impuso, tiene prioridad para la adquisición de esa vacuna, porque una parte de la fase 3 de ensayos clínicos de Pfizer se hizo en territorio argentino, con voluntarios argentinos. Asimismo, Lacalle Pou se niega a analizar las gestiones realizadas por el Casmu para firmar un preacuerdo para la adquisición de la vacuna del Instituto Gamaleya de Rusia, cuando nos vendría muy bien como país que ese millón y medio de dosis llegaran lo antes posible, toda vez que nuestros técnicos analizaran los datos de sus ensayos clínicos y autorizaran su utilización.

Si Uruguay no alcanza un acuerdo rápido para la compra de vacunas, sin importar cuál de ellas, porque todas funcionan (las vacunas a ARNm de Pfizer y Moderna, las vacunas a virus inactivado chinas, las vacunas a vectores adenovirales rusas o inglesas, entre otras vacunas que están culminado sus fases clínicas basadas en estas y otras plataformas tecnológicas), la epidemia no solo va a continuar creciendo y va a superar la capacidad de carga de nuestro sistema sanitario, sino que nos exponemos al ingreso o emergencia de variantes de mayor transmisibilidad, que ya existen en el mundo y que se van a transformar en breve en las variantes dominantes a escala planetaria. Si esto sucede, si una variante supercontagiosa o eventualmente más virulenta ingresa, el panorama va a ser peor, mucho peor de lo que ya es y ya estamos ante un panorama de inminente catástrofe. Ojalá el ministro de Salud Pública, o los asesores científicos del presidente, que seguramente son completamente conscientes de la gravedad de la situación en la que estamos inmersos, logren torcer la posición de un presidente que a la vez de ser un completo fanático del liberalismo económico, se comporta como un chiquilín irresponsable.

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