En octubre del año pasado el senador Guido Manini Ríos se comprometió públicamente a no ampararse en los fueros parlamentarios, en el caso de resultar electo, si finalmente era citado a indagatoria por omitir denunciar que Gavazzo confesó ante el Tribunal de Honor haber ocultado el cadáver de Roberto Gomensoro en el lago del Rincón del Bonete en marzo de 1973.
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Sin embargo, la estrategia desarrollada por la defensa de Manini en la causa en la que se lo imputa desmiente esa supuesta intención de comparecer ante la Justicia como cualquier hijo de vecino. En efecto, cuando el fiscal Rodrigo Morosoli lo citó para formalizarlo, la defensa del ese entonces candidato a presidente y al Senado interpuso sendos recursos de inconstitucionalidad contra el nuevo Código del Proceso Penal y contra la ley de creación de la Fiscalía General de la Nación para dilatar el proceso y aprovechar el efecto suspensivo sobre las actuaciones mientras la Suprema Corte analizaba los recursos. Era obvio que los recursos iban a ser desestimados, pero ese tiempo de suspensión era el que requería Manini para que pasaran las elecciones y obtuviera la banca senatorial y los fueros. Toda la estrategia de Manini fue llegar a los fueros para evitar la formalización y la condena, confiado en que era imposible que en el Parlamento se alcanzaran los dos tercios necesarios para desaforarlo.
Tiempo después, cuando Manini afirmó que había cambiado su intención inicial de no ampararse en los fueros, porque “las circunstancias habían cambiado”, no hizo otra cosa que invocar una justificación artificial diseñada a priori, porque nunca estuvo en sus planes -ni en los de su partido, Cabildo Abierto- someterse al proceso judicial. Ninguna circunstancia cambió de ese tiempo a esta parte, salvo porque ahora se conocen las declaraciones de los generales que conformaron los Tribunales de Honor y Alzada, y está completamente claro que fue Manini el que impidió que se sustanciara la denuncia, a pesar de las recomendaciones de todos los miembros de los dos tribunales. Con esto, Manini sabía, como sabemos todos, que si no se interponía la protección de los fueros, iba a ser condenado, no ya por los testimonios que hubiesen aportado funcionarios del gobierno anterior, sino porque sus propios compañeros de armas le soltaron la mano y lo incriminaron con pelos y señales. Dicho todo esto, ahora sabemos que a Gomensoro lo mató Gavazzo en el cuartel de Artillería N.º 1 en el Cerro de Montevideo. Lo sabemos porque hay un exmilitar que fue testigo ocular del homicidio y que lo declaró en Paso de los Toros. Sabemos que Gavazzo trasladó el cuerpo para ocultarlo en el río Negro. Lo sabemos porque, entre otras cosas, lo confesó Gavazzo ante el Tribunal de Honor, aunque Manini, a sabiendas, omitió denunciarlo. Lo sabemos todos: Manini, Gavazzo, los miembros del Tribunal de Honor e, incluso, la Justicia, que, pese a eso, se niega a desarchivar el caso bajo el principio de que no se puede juzgar a Gavazzo dos veces por el mismo crimen. Recordemos que Gavazzo había sido condenado por este homicidio gracias a un testimonio falso que lo acusó de asesinato en el cuartel de Paso de los Toros. Cuando se probó que el testimonio era falso, Gavazzo fue sobreseído. Si la Suprema Corte de Justicia no accede a reabrir la investigación, Gavazzo saldrá impune de un asesinato ocurrido en un cuartel de Montevideo, del cual ya no quedan dudas de su autoría.
Con la decisión tomada por la mayor parte de la coalición multicolor en el Senado (con la honrosa excepción de Ciudadanos), Manini no podrá ser condenado en la Justicia por el delito de omisión de denuncia o encubrimiento, y este delito prescribe antes de que termine esta legislatura. Saldrá impune. Si la Suprema Corte de Justicia no responde afirmativamente al recurso de casación y dicta la reapertura del caso Gomensoro, Gavazzo quedará impune para siempre por este asesinato, aunque ya nadie ignora que él lo asesinó y él mismo trasladó el cuerpo inerte a Paso de los Toros para ocultarlo en el lago de Rincón del Bonete. De este modo, se habrá cerrado un círculo siniestro de impunidad. Impune el homicidio, impune la desaparición, impune el ocultamiento e impune el encubrimiento. Todo impune cuando ya no hay nadie que desconozca qué, quién, cuándo y por qué.
En marzo de 1973, cuando en un cuartel de artillería mataron y desaparecieron a Roberto Gomensoro, un estudiante de agronomía de 24 años, todavía regía la democracia en nuestro país. Era un gobierno del Partido Colorado. Ahora, cuando el Senado resuelve mantener los fueros de Manini, gobiernan los blancos. Colorados y blancos. Blancos y colorados. No todos, ni de unos ni de otros. Pero casi. Hace 50 años que son los guardianes de la impunidad.