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Editorial

La batalla del referéndum

Por Leandro Grille.

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Caras y Caretas Diario

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En el Plenario Nacional de este sábado dejará la presidencia del Frente Amplio Javier Miranda. En principio, se prevé que la dirección de la fuerza política será asumida de forma transitoria por el grupo de acompañamiento que venía funcionando, con representación de los sectores que cuentan con bancas en el senado e integración de las bases. Además, está sobre la mesa la posibilidad -casi segura- de que el exintendente de Montevideo Ricardo Ehrlich se haga cargo de la coordinación de este arreglo de conducción colectiva. En dos meses sesionará el congreso y a fin de año habrá elecciones internas de donde surgirá un nuevo presidente o presidenta del Frente Amplio.

El FA ingresa en este proceso de recambio de autoridades en un contexto totalmente nuevo. Por un lado, se asume que con el avance de la vacunación, la pandemia ha llegado al final de su expresión local, aunque sabido es que una pandemia no termina hasta que la vacunación adquiere un carácter universal, de lo cual el mundo está muy lejos. Pero, por lo pronto, la fase más aguda y mortífera de este flagelo parece haber quedado atrás en nuestro país y, con ello, las restricciones a la movilidad social, voluntarias u obligatorias, y su absoluta prioridad en la agenda política. Todo eso, por supuesto, en la medida que otras variantes del virus que ingresen al territorio, como la Delta, no provoquen situaciones nuevas que representen otros desafíos. Pero además de un nuevo contexto sanitario, el recambio de autoridades y las instancias de discusión y definición política de la izquierda habrán de transitar en un tiempo político completamente distinto al que vivimos en el último año y medio: la abrumadora cantidad de firmas obtenidas para derogar 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración cambió todo. El clima político ya no tiene nada que ver, el gobierno sigue actuando como si nada pasara, pero pasó y su mentada popularidad está totalmente en entredicho.

La izquierda, entonces, tiene por delante una cantidad de tareas para ir delineando el futuro de la fuerza y la propuesta política que expondrá a la ciudadanía, pero tiene ante todo una batalla primordial: debe construir la victoria en el próximo referéndum que seguramente se produzca en el mes de marzo de 2022, dando por hecho que el gobierno va a dar la pelea con todas las herramientas que tiene y que no son pocas, comenzando por la absoluta de adhesión de los medios masivos de comunicación y el control de las billeteras del Estado.

La batalla del referéndum ofrece varias oportunidades, además de la posibilidad concreta de derogar los artículos más horribles de una ley íntegramente mala, promovida de forma oportunista y de muy baja calidad democrática. Permite a la izquierda cimentar un vínculo estrecho con el movimiento social y desarrollar una militancia popular y masiva en el territorio capaz de nutrir de pueblo en la calle toda su prédica contra el proyecto de restauración liberal que lleva adelante Lacalle Pou. Sabido es que los partidos de la derecha tienen un amplio control sobre la agenda de los medios y los dispositivos del marketing, pero carecen de verdadera militancia porque carecen de militantes. Y en ese desequilibrio que se da abajo, en el ámbito más próximo de la comunidad, en el barrio, en las ferias, en los centros de trabajo y estudio, es donde el Frente Amplio debe fortalecerse decididamente y concentrar sus fuerzas para esta empresa.

Al Frente Amplio le van a venir muy bien estos próximos meses, no solo porque se abre un tiempo de reflexión en un contexto donde ya no todo es derrota y resistencia, todavía en el colmo de la inmovilidad preventiva que impone una pandemia dramática, sino porque tiene la posibilidad de promover la mayor de las autocríticas que se merece en la práctica: puede recurrir al pueblo, a su pueblo, a esa potencia militante que desdeñó demasiado durante muchos años, oyéndola poco, convocándola menos y estimulándola casi nada.

La nueva dirección del Frente Amplio tiene mucho por hacer en el camino de reconectar con las demandas de la gente y muy en particular con las nuevas generaciones, las que nacieron o crecieron con la izquierda gobernando, sin poder referenciar una experiencia propia y vívida de lo que era este país cuando se alternaban blancos, colorados y golpes de Estado. Ahora muchos de esos jóvenes están viviendo en tiempo real lo que pensábamos que ya no viviríamos más: un gobierno de ricos para los ricos, de una insensibilidad ostensible, enfocado en el desmantelamiento de lo público y el beneficio de muy pocos que, por cierto, son ellos mismos.

En poco tiempo, la suma de la pandemia y este arrebato neoliberal ha deteriorado todos los indíces de desarrollo social del país: la pobreza se disparó, el salario real continúa cayendo, las pequeñas empresas cierran, el empleo cae y las políticas públicas parecen diseñadas por un enemigo que odia a la gente común, a los que viven de su trabajo, a los que tienen poco, muy poco o no tienen nada.

Ese combo produjo esa revuelta silenciosa u ocultada que se tradujo en más de 800.000 firmas impugnando la ley madre de este gobierno de restauración. Todos sabemos que en ese referéndum se juega mucho más que la ley, se juega la vitalidad de esta pesadilla noventista de un gobierno de chetos. Si el Frente Amplio se lo propone y desata su militancia de argumentos y masas, vencerá esta batalla y el gobierno herrerista chocará contra un muro que no podrá franquear. El muro de una sociedad que no quiere volver al país de los mallas oro.

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