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La independencia de los bancos centrales

¿Son los bancos centrales realmente independientes? La realidad ha sido más fuerte y se ha hecho una mirada crítica de la autonomía de la política monetaria en la actualidad

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La idea de que los bancos centrales son entidades independientes y tecnocráticas ha sido una idea dominante y mucho tiempo indiscutida en la economía moderna desde la crisis de estanflación de los años setenta. Sin embargo, se ha dado un giro en los últimos tiempos, por el desarrollo de las criticas que han venido desde los personajes extremistas como Donald Trump que han encontrado un blanco de ataque en los bancos centrales buscando esas economías sin reglas que terminan siendo reglas para beneficios de un circulo pequeño. Esta realidad ha llevado a muchos economistas y analistas a repensar esta noción y a cuestionar la naturaleza de la relación entre los bancos centrales y las autoridades políticas imperante en ese paradigma de independencia, porque en la realidad estos propios extremistas cuando están en el poder muestran los riesgos de que las autoridades monetarias queden fuera del sistema.

La independencia de los bancos centrales desde su surgimiento

La independencia del banco central surgió de la preocupación sobre la capacidad de los políticos para manejar la política monetaria de manera efectiva. Economistas de la Escuela de Chicago sostenían que los funcionarios electos podrían sucumbir a la tentación de estimular la economía con tasas de interés bajas antes de las elecciones. Este enfoque cortoplacista podría llevar a niveles de inflación indeseados a largo plazo. Así, la solución se encontró en delegar la política monetaria a expertos tecnócratas, ajenos a las presiones políticas y comprometidos con la estabilidad económica a largo plazo.

A partir de los años ochenta y noventa, diversos países adoptaron este modelo, otorgando a sus bancos centrales independencia legal, modelo promovido por los organismos internacionales y multilaterales de referencia. Para no quedar solo en el ejemplo de la FED y poner un caso que esta en pleno debate tomemos el BCE, uno de los más significativos. El Banco Central Europeo (BCE) se creo en 1998, diseñado con el objetivo primordial de mantener la estabilidad de precios y siendo una institución fundamental y esencial en el proceso de integración europeo. Este concepto de independencia con el BCE se consolidó con la idea de que los bancos centrales podrían actuar de forma más eficaz en un entorno libre de injerencias políticas.

El viraje contemporáneo y la crítica a la independencia

Recientemente, el debate sobre la independencia de los bancos centrales ha resurgido, especialmente en el contexto de políticas populistas en ascenso y descontento social. Figuras políticas extremas como Donald Trump han cuestionado públicamente haciendo parte central de su discurso a la Reserva Federal (FED) y de esta forma poniendo en riesgo la autonomía de su política monetaria. Los gobernadores de los bancos centrales y economistas destacados han expresado su preocupación, advirtiendo que el control político sobre la política monetaria podría representar un "peligro muy grave" para la economía global y amenazar los fundamentos de nuestra democracia.

La creciente presión política y la complacencia de algunos bancos centrales han hecho que la premisa de independencia sea más cuestionable que nunca. Si bien históricamente se ha argumentado que los bancos centrales actúan como salvaguardias contra los caprichos populistas, la realidad es que su autonomía está en constante riesgo de ser comprometida por las dinámicas políticas.

La realidad de la independencia: un mito

A partir del análisis actual, están quienes empiezan a argumentar que la independencia de los bancos centrales no es más que un mito. En la práctica, estas instituciones a menudo dependen del Tesoro y de las decisiones políticas más amplias. La capacidad de respuesta ante crisis económicas, como se ha visto en los últimos años de pandemia y recesión, ha exigido a los bancos centrales adoptar medidas excepcionales que, si bien pueden ser necesarias, han puesto de manifiesto sus vínculos intrínsecos con las orientaciones políticas.

El Banco Central Europeo, que alguna vez fue el epítome del ideal de independencia, ahora se enfrenta a los mismos desafíos de presión política y cuestionamiento de su legitimidad. Un enfoque exclusivamente centrado en la estabilidad de precios ha sido criticado por no captar la complejidad del entorno económico actual, donde las realidades sociales y políticas juegan un papel crucial en la estabilidad económica.

El debate sobre la independencia de los bancos centrales requiere una reevaluación crítica. Aunque la autonomía técnica sigue siendo importante para asegurar decisiones financieras a largo plazo, la interconexión entre la política monetaria y la política fiscal no puede ignorarse. Es fundamental encontrar un equilibrio que reconozca tanto la importancia de la independencia como la necesidad de flexibilidad ante un contexto político y social en constante cambio.

De hecho, la futura salud económica y democrática podría depender de la capacidad de los bancos centrales para adaptarse a estas nuevas realidades, manteniéndose como instituciones que no solo garanticen la estabilidad económica, sino que también respondan a las necesidades de la sociedad en su conjunto. En última instancia, reconocer la interdependencia entre la economía y la política podría ser el primer paso para abordar los retos que enfrentamos en un mundo cada vez más complejo y desafiante.

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