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La fuerza de las ideas

La Internacional Progresista: un proyecto a largo plazo

A fines de noviembre, Yanis Varoufakis invitó públicamente al senador Bernie Sanders a formar una “internacional progresista” contra el avance de la derecha en el mundo. La propuesta dista de tener un futuro de relevancia en lo político, pero ha reunido a un grupo de economistas que acertaron en definir los instrumentos para navegar en esta etapa del capitalismo globalizado marcada por el predominio del sistema financiero internacional.

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Los mismos son válidos también para la realidad latinoamericana. Remiten al pensamiento de John Maynard Keynes, que encaminó el New Deal de Franklin D. Roosevelt, venció la Gran Depresión de 1929 y se convirtió desde entonces en la política económica permanente de Estados Unidos. La misma que aplican China, Rusia y Alemania; en tanto, el FMI y el Banco Mundial recomiendan ajustes fiscales permanentes (a los que llaman “austeridad”) a las naciones subdesarrolladas, los cuales las mantienen en dicha situación. En esos aciertos radica el gran aporte de la Internacional Progresista, que debería tener resonancia mundial.

El 2 de enero, en la sede del Instituto Sanders, en Vermont, Bernard Bernie Sanders (1941), senador por el Partido Demócrata de Estados Unidos (EEUU), y el exministro griego de Finanzas Yanis Varoufakis (1961) -junto a otras relevantes personalidades, entre las que se encontraba la alcaldesa de Barcelona, Ana Colau, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, figuras de la farándula de Hollywood, como Susan Sarandon y John Cusak, e intelectuales de gran porte, como los economistas James  K. Galbraith, Jeffrey Sachs y Dani Rodrik, así como la escritora Naomi Klein- lanzaron un manifiesto en el cual realizan una serie de denuncias acerca de la situación mundial.

El texto se inicia diciendo: “Hay una guerra global en marcha contra los trabajadores, contra el medioambiente, contra la democracia, contra la decencia. Una red de facciones derechistas se está extendiendo a través de las fronteras para erosionar los derechos humanos, silenciar la discrepancia y promover la intolerancia. Desde 1930 la humanidad no se enfrentaba a una amenaza así”.

Atento al triunfo y posterior desastrosa gestión de Donald Trump en EEUU (donde el Partido Demócrata cometió el error de no ubicar a Sanders como candidato a la vicepresidencia de Hillary Clinton, posibilitando así la derrota), a la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil y al avance de las fuerzas de extrema derecha en toda Europa, resulta muy alentador un esfuerzo que convoque políticos, artistas e intelectuales (sobre todo economistas muy serios y prestigiosos, con propuestas concretas) de ambos lados del océano Atlántico, vista además la absoluta incapacidad de la Internacional Socialista para hacer frente y construir un discurso sólido ante el tsunami ultraconservador.

Atacar conceptualmente al referido avance de las derechas (que han demostrado que no busca otra cosa que aumentar la transferencia de ingresos desde los pobres, trabajadores y jubilados hacia los sectores más ricos de la sociedad, como lo demuestran los “ajustes fiscales” de Donald Trump, Mauricio Macri, Michel Temer y el que está haciendo Bolsonaro, cuyo primer acto de gobierno fue suprimir el Ministerio de Trabajo) es sumamente fácil, a pesar de que ni siquiera a eso se atreven muchos partidos y coaliciones que se dicen de izquierda.

Lo difícil y novedoso es configurar una propuesta alternativa a la ola ultraconservadora y a las izquierdas inoperantes (como la española), que contenga programas, objetivos y medidas concretas.

Caras y Caretas ha señalado que muchas de las propuestas necesarias (como el enfrentamiento directo a la inflexibilidad del euro, la moneda única que posibilita el aplastamiento de la periferia europea en beneficio directo de Alemania y su zona de influencia, así como propuestas desarrollistas y en beneficio de los trabajadores, jubilados y pobres), son hoy llevadas adelante en Italia por el gobierno que encabezan La Lega y el Movimiento 5 Estrellas y en Francia, por el Frente Nacional de Marine Le Pen.

Podrá disgustar, pero es así. En política, como en física, el vacío aspira, y ellos han ocupado ese espacio, y lo hacen bien. No en vano estamos viendo, con asombro, al gobierno italiano alentar el movimiento de “chalecos amarillos” contra el presidente francés, Emmanuel Macron, totalmente funcional a los intereses de Alemania.

Pero la primera definición explícita a nivel de alta política acerca de las teorías expansivas keynesianas (que son las que vencieron a todas las grandes depresiones y recesiones en el mundo desarrollado desde 1929 a la fecha, y que fueron las que sentaron las bases de la intervención positiva del Estado en la economía, posibilitando la “Edad de Oro del Capitalismo” entre 1946 y 1973, hasta que fueron opacadas por el auge conservador y neoliberal, para retornar en triunfo al derrotar a la Gran Recesión 2007-2010), impulsando el “Estado de Bienestar” como objetivo último del pensamiento y la actividad económica, acaba de ser formulada en clara y alta voz por los prestigiosos economistas que se afiliaron a la Internacional Progresista.

 

Un trío prodigioso

Leemos en El País de Madrid, ya que es muy poco el material disponible sobre la Internacional Liberal que aparece en la web, que el programa de Sanders “es heredero del New Deal y la Great Society”, y el de Varoufakis, “de la cultura del Estado de bienestar con que se construyó la Europa moderna”.

Aquí cabe formular una primera aclaración: Sanders se ha autodefinido como un socialista democrático, progresista, admirador del modelo de los países nórdicos y defensor de la democracia liberal. En noviembre de 2015, pronunció un discurso en la Universidad de Georgetown, afirmando: “No creo que el gobierno deba adueñarse de la tienda de la esquina o poseer los medios de producción de la sociedad, pero sí creo que la clase media y las familias trabajadoras que producen la riqueza de EEUU merecen un nivel de vida decente y que sus ingresos deberían incrementar, no disminuir. Apoyo que las compañías privadas prosperen, inviertan y crezcan en EEUU, compañías que crean trabajos aquí, a diferencia de las compañías que cierran sus sedes en EEUU e incrementan sus ganancias a partir de explotar a los trabajadores con bajos sueldos en el extranjero”.

Sus referencias fueron explícitas a los presidentes Franklin D. Roosevelt​ y John Fitzgerald Kennedy, asesinado por una conspiración de alto nivel el 22 de noviembre de 1963, que fue realmente el autor intelectual de la “Great Society”, llevada a cabo tarde y mal por su sucesor (señalado como uno de los autores intelectuales del magnicidio en numerosos libros y filmes, encabezados por la multipremiada JFK, de Oliver Stone), que sin embargo fue -al contrario del presidente asesinado, quien se aprestaba a finalizar el conflicto- el  gran impulsor de la Guerra de Vietnam.

Volviendo a la Internacional Liberal, la línea programática maestra a que hacemos referencia fue desarrollada por los tres grandes economistas que se habrían plegado a ella: James K. Galbraith, Jeffrey Sachs y Dani Rodrik, todos formados en la Universidad de Harvard (que es, junto con el Massachusetts Institute of Technology -MIT- el centro de pensamiento keynesiano mundial por excelencia), y al respecto dice El País: “Para James K. Galbraith -hijo de John K. Galbraith e integrante de esa esfera de economistas progresistas estadounidenses que incluye al citado Sachs-, el New Deal traza el mejor paralelismo histórico con la nueva Internacional Progresista, porque fue “un programa completo y muy imaginativo de acción pública con el objetivo de superar una gran crisis y servir de alternativa al fascismo, que era la gran alternativa entonces y lo es ahora”.

Sin embargo, el comentarista del periódico español señala: “Pero el New Deal de los años 30 -cuya traducción literal es ‘nuevo acuerdo’- consistió en un programa económico intervencionista lanzado por el presidente Franklin D. Roosevelt para superar la Gran Depresión, la gran crisis económica que liquidó 27% del producto interno bruto de EEUU entre 1929 y 1933 y disparó el nivel de desempleo de 3% a 25% en el país. El lanzamiento de la Internacional Progresista, sin embargo, hoy tiene lugar en un momento en el que ese mismo país tiene la tasa de desempleo más baja desde la guerra de Vietnam y atraviesa el segundo mayor período de expansión económica de su historia, sólo superado por 120 meses consecutivos de crecimiento en los 90. ¿Por qué un New Deal ahora?”.

La respuesta es clarísima: el esplendor actual de la economía estadounidense es aparente. Se origina en 90% en la herencia de las políticas desarrolladas por el dúo Ben Bernanke-Janet Yellen en la Reserva Federal durante la presidencia de Barack Obama, y en 10% del estímulo que, en primera instancia, significó el enorme recorte fiscal de Trump, destinado a los sectores más ricos de la población y las grandes corporaciones. Esto ha provocado un “espasmo” de inversión, pero cuando termine, sólo quedará un inmenso agujero fiscal que será imposible de solventar: es lo que le pasó a Mauricio Macri al eliminar las retenciones (aquí llamadas detracciones), y todos vemos hacia dónde va, desgraciadamente, la República Argentina.

Las políticas expansivas de estímulo a la actividad privada son, en cambio, instrumentos permanentes, que además involucran una concepción de la sociedad y la vida, porque quieren la inclusión de los pobres, los desempleados (volveremos sobre el tema con ejemplos concretos), sobre todo a través de la realización de grandes obras de infraestructura, y la construcción de un “Estado de bienestar”, totalmente opuesto a la sociedad desigual y fragmentada que quieren los Trump, los Macri, los Temer y los Bolsonaro.

Continúa El País de Madrid: “Tras el crash de 1929 y la Segunda Guerra Mundial, con el impulso de las políticas keynesianas (inspiradas en el economista John Maynard Keynes, que defendía las políticas públicas y monetarias de estímulo en épocas de crisis), hubo tres décadas de enorme esplendor económico en EEUU que convencieron de una certidumbre a las familias: un joven podía dejar el instituto y encontrar un buen empleo en la fábrica de su ciudad, y con su sueldo comprar una casa, conducir un Ford y criar a sus hijos. Hoy, diez años después del estallido del último crash financiero y del inicio de la Gran Recesión, aunque las grandes cifras macroeconómicas estén más que recuperadas, la clase trabajadora sigue presa de la incertidumbre”.

Como bien apunta el Dr. José Manuel Quijano, es claro que las políticas keynesianas no son totalmente aplicables en la actualidad: “Nuestro reto actual es cómo reactivar y defender empleos e ingresos de las mayorías en economías abiertas, con presiones inflacionarias fuertes y con flujos financieros que se desplazan entre fronteras en tiempo real y limitan o anulan políticas públicas”. Señala que los Estados son cada vez más débiles y las burguesías nacionales se disgregan. “Entonces, no hay camino visible si no se recupera el papel regulador del Estado y se alcanza alta eficacia y gran honestidad en la gestión”.

Además, tenemos el problema más grande (junto con el cambio climático) que experimentamos en la actualidad: la creciente supresión de empleos (que podría superar 60% de los mismos) con consecuencia inevitable de la robotización y la inteligencia artificial. Dani Rodrik, Carlota Pérez, Antonio Grompone, Ricardo Pascale, Noah Harari y Paul Krugman, entre muchas otras personalidades, han hecho aportes interesantes al tema.

Mientras los dictadores avanzan y la izquierda permanece aletargada, todo parece estar en discusión.

Por eso debemos volver a los fundamentos para edificar el futuro.

 

La viga maestra siguen siendo las políticas monetarias expansivas, que busquen desarrollar las economías e incluir a todos los habitantes.

Aquí está la realidad, y por eso es necesario volver al New Deal y a la construcción de una sociedad opulenta para todos.

 

Conclusiones preliminares

Siempre debe decirse la verdad: no creemos en un futuro político rutilante de la flamante Internacional Progresista: un hombre como Bernie Sanders (por más virtudes que tenga, que aquí no se niegan) no será jamás electo presidente de EEUU, entre otras cosas por la composición de la sociedad estadounidense. La trayectoria de Yanis Varoufakis nos merece reparos que oportunamente desarrollaremos, mientras leemos su libro Comportarse como adultos, que acaba de publicarse entre nosotros.

Pero lo importante son las ideas, cuya fuerza transformadora es el motor de la historia, y mucho más si son ideas de libertad, de desarrollo y de equidad social. Así también lo veía Karl Marx, autor de la concepción materialista de la historia.

Las ideas que ha expuesto el propio Sanders, pero sobre todo el formidable equipo de economistas que lo respaldan (sobre cuyas trayectorias, obras y propuestas volveremos), constituyen un llamado a la esperanza en esta época especialmente oscura.

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