La bomba explotó y todavía no nos dimos cuenta. Veremos los profundos estertores de la explosión en breve, mientras que no sea tapada por toneladas y toneladas de basura mediática. Un compañero de esta redacción siempre lo define de esta forma: “Si querés esconder un elefante, rodealo de hormigas”. Detrás de ese infierno de información, detrás de las brasas ardientes de las opiniones intrascendentes, más allá de lo inmediato, queda tiempo para la reflexión y el análisis. La bomba explotó, pero quizás todavía su enorme estruendo quedó subsumido a otros estruendos de menor entidad sumados y apilados uno sobre otro. La bomba estalló el viernes 2 de octubre de 2015 cuando se tuvo certeza de la información: un archivo de la dictadura se encontraba secuestrado en la casa del coronel Elmar Castiglioni. Una verdad sostenida por varios medios de comunicación y denunciada por Javier Miranda en su momento tuvo su correlación con un hecho judicial. Un secreto a voces podrían decir. El fiscal penal Carlos Negro y la jueza penal Beatriz Larrieu llevaron adelante el allanamiento. Estuvo presente la abogada de la familia de Castiglioni, Rosanna Gavazzo. La exministra de Defensa Azucena Berrutti sostuvo en su momento que este archivo era la parte que faltaba del archivo de inteligencia militar hallado durante su gestión, en 2006, al arribar la izquierda al poder. Casi como por arte de magia, apareció un archivo casi completo que se encontró en donde funcionaba anteriormente el Centro General de Instrucción de Oficiales de Reserva (Cgior). Contaba con 1.144 rollos microfilmados con información sobre los detenidos desaparecidos durante la dictadura e informes de personas detenidas en el Penal de Libertad. Dicha documentación fue finalmente digitalizada y clasificada. ¿Qué se encontró efectivamente en aquella casona de La Blanqueada? El archivo Castiglioni estaba compuesto de material del propio coronel Castiglioni (exjefe de División I de la Dirección Nacional de Inteligencia del Estado, Dinacie), pero una parte importante corresponde a su tío, el inspector general Víctor Castiglioni. Dos temas saltan a la vista en primera instancia, cada uno de ellos más importante que el anterior. Por un lado, toda la información que se pueda recabar sobre la violación a los derechos humanos en la dictadura y el destino de los desaparecidos. Otro de los temas que además ha conmovido a la opinión pública y al mundo de la política es la utilización del aparato de inteligencia estatal después de la dictadura, sin consentimiento (?) de los actores políticos, bajo la lógica de la doctrina de la seguridad nacional. Pero hay otro tema que enciende la mecha, que trae a estos tiempos otros tiempos oscuros, sepultados casi definitivamente: el archivo de Víctor Castiglioni desnudaría sin cortapisas la trama de la logia Propaganda Due (P2) en Uruguay. En 1981 el inspector Castiglioni, quien formaba parte de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII), encabezó el allanamiento en Carrasco a la logia P2. Allí apareció una lista de los miembros de la misma en Uruguay. La logia trabajó activamente en Uruguay a través de dos personajes claves, quienes serán protagonistas de lujo de esta serie de artículos: Licio Gelli y Umberto Ortolani. Una trama que envuelve, tanto en Uruguay como en Argentina, a personajes de primera línea de la política y el empresariado y desnuda una trama de corrupción, relaciones con el poder y principalmente con las dictaduras del cono sur. Castiglioni poseía entonces un archivo que no debía poseer y allí radica la mecha de esta bomba. Según consignaron fuentes a Caras y Caretas, las listas de la P2 se manejaron con estricta reserva a la vuelta de la democracia, no así en el gobierno dictatorial, en el que muchas veces fueron utilizadas para presionar a quienes allí estaban. En el caso de la vuelta a la democracia, se presume que dichas listas fueron negociadas en sucesivas visitas entre Julio María Sanguinetti y Giulio Andreotti, primer ministro de Italia en siete oportunidades. De esta forma las listas habrían sido entregadas al gobierno italiano. La primera pregunta podría ser: ¿por qué? La respuesta estaría en todo caso relacionada con la diplomacia, más allá de que esconder la verdad no es lo más sano para una nación, y mucho más en estos temas sensibles en los que se mezcla la corrupción, la mafia, el fascismo (ideología latente de la P2) y el colaboracionismo con la dictadura y el terrorismo de Estado. Pero otra pregunta subyace en esta “entrega” de dicha lista: ¿quién era Giulio Andreotti? Además de ser uno de los políticos claves en los 80 y los 90 en Italia, se lo sindica como el verdadero maestre de la logia P2. Según variadas fuentes, no era Gelli quien detentaba el grado más alto en la logia, sino que estaba por debajo de Andreotti. Según declaraciones de la exsecretaria de Gelli, Nara Lazzerini, a la Justicia, esa era la relación de poder: “Gelli me dijo que entre sus miembros, en su logia masónica P2, hubo un señor Andreotti […] Recuerdo que en el entorno de P2 se decía que era el verdadero líder Andreotti y no Gelli. Recuerdo, en particular, que durante un almuerzo en Florencia, Guillermo Rosati y Ezio Narciso me dijeron que el manipulador real era Andreotti y lo hicieron todo con Andreotti […]”. La viuda de Roberto Calvi, miembro de la logia y presidente del Banco Ambrosiano asesinado en Londres (apareció colgado del puente Blackfriars), también ha mencionado a Andreotti como el gran maestre de la P2. De esta forma, la lista parecía sepultada en el olvido, en los manejos ultramontanos de las clases políticas uruguaya e italiana. Pero estos hallazgos y estas investigaciones han abierto un gran signo de interrogación sobre la relación de la P2 y la clase política, empresarial y militar uruguaya ayer y hoy. En 1981 se destapó una olla bien guardada hasta ese momento, tras una investigación dirigida por Tina Anselmi (de la Democracia Cristiana), en la que apareció una lista con más de 900 nombres implicados en la Logia P2 en Italia y otros países. La tenía en su poder el venerable Licio Gelli en su casa de Arezzo. Allí relucían nombres de todo calibre: banqueros de primera línea, generales, parlamentarios, ministros, primeros ministros retirados, jefes del inteligencia, editores y ejecutivos de prensa y de TV, hombres de negocios y hasta jueces adornaban la lista primaria. Desde Roberto Calvi (Banco Ambrosiano) o un banquero mafioso como Michele Sindona, hasta jóvenes prometedores como Silvio Berlusconi aparecían en aquella lista de iniciados en la logia. Pero también conocidos represores argentinos como Emilio Massera y de más alto nivel como José López Rega (el Brujo). De esta forma, la telaraña de la P2 no es un fantasma en la mente de escritores y periodistas, sino una realidad tangible a través de sus protagonistas y sus relaciones con Uruguay. En ese mismo allanamiento a la casa de Gelli en Italia fue encontrado un documento que desnuda los planes de la logia de corte eminentemente fascista (Gelli lo era) titulado Piano di Rinascita Democratica (Plan para el Resurgimiento Democrático), en el que pretendían formar una nueva elite política y económica unida para liderar una nueva forma de “autoritarismo en la democracia”. La prioridad era dividir los sindicatos, así lograr la reunificación de los gremios. Una idea de corte esencialmente fascista. Por tanto la logia no era tan sólo una sociedad mafiosa esotérica, sino que iba más allá, con contenidos políticos fuertes. Breve historia la la logia Nacida de las entrañas del Gran Oriente Italiano, la logia P2 aparece en 1877 como una sociedad esencialmente filantrópica. Sin mucho éxito transitó entre dos siglos hasta que fue elegido gran maestre Licio Gelli. A partir de entonces, entre 1960 y 1970, Gelli consiguió que el número de miembros aumentara en miles y además creciera en poder, dado que logró reclutar a la crema y nata del empresariado, la política y hasta la mafia italiana. De allí en adelante, la logia cobró vida propia, se alejó de la masonería regular y se convirtió en una referencia. ¿Pero quién era Licio Gelli en realidad? Había nacido en Italia en 1919 y desde muy joven estuvo al servicio del régimen fascista de Benito Mussolini (il Duce). Fue uno de los “camisas negras” enviados desde Italia en apoyo a las fuerzas franquistas en España. Tras la victoria de Franco, fue enviado a la Alemania nazi donde hizo las veces de enlace diplomático. Gelli era el gran maestre de la logia masónica irregular italiana P2, aunque algunos lo sindican como un subgerente. Detrás de ella se encarama la mafia italiana además de la extrema derecha, obviamente con el irrestricto permiso de la CIA, según algunas fuentes. Tras la guerra, Gelli fue reclutado por la CIA gracias a su experiencia en inteligencia, por lo que a partir de ese momento comenzó a trabajar en la contención del comunismo en Europa. Pero su ideología no había cambiado en absoluto y era, por tanto, un tentáculo más de la Operación Gladio y la CIA con ideas fascistas. La relación de la Operación Gladio y el Plan Cóndor tiene como una de las conexiones justamente a Licio Gelli. Pero volviendo a la corrupción, los desfalcos y la mafia relacionados con la P2, podemos agregar, como inicio de estos artículos, que la logia, tras la fachada del “Instituto per le Opere di religione” y el Banco Vaticano, lavaba dinero de la mafia. Fue el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus, como presidente del Banco Vaticano, asociado con Michele Sindona y con el jefe del vaciado Banco Ambrosiano, Roberto Calvi (dos P2), quienes comenzaron a invertir el dinero del Banco Vaticano. Inclusive la misteriosa muerte del papa Juan Pablo I (1978) abrió una serie de especulaciones al respecto. Como mencionamos en párrafos anteriores, Calvi apareció colgado en Londres, mientras que Sindona fue envenenado en la cárcel con cianuro. En el Río de la Plata La llegada de la P2 al Río de la Plata está relacionada con dos personajes claves: por un lado, el mismo Gelli y por otro, Umberto Ortolani. Según consignan variadas fuentes, las dictaduras abrieron los brazos a la P2, particularmente a Gelli, quien vivió e hizo fortunas en Argentina y Uruguay. En Chile a través de Manuel Contreras (jefe de la DINA), en el Paraguay de Stroessner generó negocios y en Argentina fue donde encontró mejor recibimiento. Allí varios hermanos de la logia lo esperaban; José López Rega era uno de los iniciados. Se cuenta que conversaba durante horas con Gelli en su despacho de “cosas esotéricas”, mientras negociaban. López Rega fue el creador de la tripe A (Alianza Anticomunista Argentina), cercano a Juan Domingo Perón en sus últimos años, y el hombre fuerte de Isabelita. Las relaciones de Perón y Gelli forman un apartado en estos artículos: si realmente el general fue iniciado en la logia en España y si le abrió el camino a Gelli. La desaparición de sus manos fueron siempre una duda y un recuerdo a la P2. La historia argentina reciente y la logia están estrechamente ligadas. Desde el mismo López Rega, pasando por Emilio Massera, Aldo Alasia, Luis Alberto Betti, Antonio Calvino, César De la Vega, Suárez Mason y hasta Raúl Alberto Lastiri (presidente interino de Argentina en 1973), formaron parte de la logia. Pero cuando cruzamos el charco, un silencio sepulcral deviene de repente. ¿Quiénes eran P2 en Uruguay? ¿Qué relación tuvo la P2 en la dictadura? ¿Se enriquecieron en connivencia con el terrorismo de Estado? P2 en Uruguay En el país, las actividades de la logia estuvieron dirigidas por Gelli, pero sobre todo por Umberto Ortolani (miembro de la P2 desde 1974). Ortolani además era canciller de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, más conocida como la Orden de Malta. Desde allí –según consignas las fuentes– trabajaba la logia, apoyada por militares como Luis Queirolo, Eduardo y Rodolfo Zubía y Julio César Vadora. Ortolani se convirtió en uno de los hombres más acaudalados del país y su hijo aparece actualmente en la lista de los hombres más ricos de Uruguay. Por su parte, uno de los hijos de Gelli es el embajador de Nicaragua en Uruguay, quien no ha dado declaraciones sobre estos temas hasta el momento. La Orden de Malta fue creada en el siglo XI (1048) en tiempo de las cruzadas y desde allí subsistió como un grupúsculo de “notables” elegidos por determinadas características personales (“nobleza personal”). Tiene tan sólo 13.000 miembros y 80.000 colaboradores en el mundo entero. De esa misma orden, en el Río de la Plata, además formaban parte el argentino Esteban Caselli, canciller en Argentina de la Soberana Orden de Malta, y Eduardo Sadous, exembajador de Venezuela en Argentina, los dos colaboradores directos de Gelli en Europa. La relación entre la orden y la P2 no está en discusión ni mucho menos, sólo se marcan algunas relaciones interesantes, casualidades que se repiten en las dos márgenes del Plata. Vale destacar, sin ánimo de entreverar al lector, que Jorge Peirano es uno de los caballeros de la Orden de Malta. Gelli y Ortolani eran esencialmente socios y este último se instalaría en Montevideo a través de la Banca Financiera Sudamericana (Bafisud), otras inversiones agropecuarias y hasta actividades pesqueras. De esta forma queda planteado el tema, las implicancias de esta bomba o racimo de bombas que explotarán pronto. ¿Cuáles son las relaciones y los negocios en Uruguay y en Argentina de la logia y sus tentáculos? ¿Tendrán relación con el grupo Macri? ¿Qué políticos uruguayos fueron P2? La mecha está encendida.
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La periodista Gabriela Cerruti, en su libro El Pibe, sobre Mauricio Macri sostiene que Franco Macri hizo su fortuna negociando con todos “y también con Licio Gelli, la logia P2 y la Cosa Nostra italiana”, relacionando al grupo Macri en negociados (pensemos en la FIAT solamente) con el entramado de Gelli. Es interesante además que la P2 se estableció en Argentina a través de una filial bautizada casualmente PRO. Propaganda Patriótica era el nombre completo y Guillermo de la Plaza (embajador argentino en Uruguay) era la pieza clave de esa logia en nuestro país.