Hemos dicho más de una vez, que en esta próxima elección elegiremos entre el partido de la certeza, la estabilidad, el salario, la cultura, la salud, la educación y el crecimiento económico con inclusión social, que obviamente es el Frente Amplio, y el partido de la incertidumbre, un grupo incoherente y rabioso de partidos de oposición a los que une la idea central del ajuste económico, el achique del Estado, de la devaluación, de la congelación de salarios y pasividades, de la recesión, la miseria y desempleo.
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A estos últimos, blancos, colorados, independientes, de la gente, animalistas y milicos, sólo los une la desesperación por desplazar al gobierno y el apetito de poder.
    
    No “los une el amor sino el espanto”.
Es fácil percibir que hace meses que los blancos están festejando la victoria, pero ahora les entró la cagalera. Las encuestas que siempre tratan tan bien a Pompita comenzaron a señalar un creciente deterioro del porcentaje que marcan los blancos.
Esta tarde del miércoles, en que yo escribo estas líneas, los especialistas en interpretar la opinión pública auguran la peor votación del Partido Nacional en democracia.
Si Pompita baja del 26%, como pronostican las encuestas, se cayó la estantería. Después de tomar los antidepresivos va a negociar con Manini con la cola entre las patas.
Con las últimas especulaciones de los opinólogos, los conciliábulos de la oposición se enredaron definitivamente.
Sólo Pompita, agarrado de una madera en el medio del océano, insiste en incluir a Manini en la hipotética coalición, porque sin Manini, Pompita, de ser electo, está más solo que el uno .
Mientras tanto, Manini radicaliza su discurso todos los días, insinuando que aliarse con él tendrá un costo cada vez más pesado.
A pocos días de las elecciones, aún no se conocen los temas incluidos en la ley de Urgencia, la verdadera “madre del borrego” y lo que resulta ser el verdadero y hasta ahora oculto programa del Partido Nacional.
Ya nadie se acuerda que Larrañaga dijo hace dos meses que si no hay un acuerdo previo en la oposición, estaba muy en duda su capacidad de gobernar. Sanguinetti, principal y autoproclamado candidato a conducir ideológicamente la coalición, está agotado de hacer llamados que caen en el vacío. Talvi percibe que si además se une con Pompita para “hacer mierda al Frente Amplio”, es como que se le cayera definitivamente el disfraz de socialdemócrata pareciéndose cada vez más a Bordaberry y también a Manini.
Talvi de Chicago, quien, como buen neoliberal, no quiere Fuerzas Armadas, ni moneda nacional ni empresas, bancos estatales ni educación pública, ha dicho que “por lo menos el 20 por ciento de los colorados no votará a los blancos en el balotaje” o que “el nacionalismo es una doctrina malsana”.
Ante la caída en picada del Partido Nacional que muestran las encuestas, a Pompita se le acabó el aire. No solamente no puede mostrar sus propuestas, porque desnudarían sus intenciones neoliberales y antipopulares, sino que ha cerrado la boca de sus asesores para que no repitan macanas.
Luis Pompita Lacalle Pou oculta sus apellidos, oculta a su padre, oculta a su madre, oculta los negociados del último gobierno blanco, el de su padre, Luis Lacalle Herrera, oculta a sus asesores, oculta la opulencia en la que ha vivido siempre y oculta la mayor parte de su programa, a excepción del ajuste fiscal y de su ya implícito apoyo a la reforma constitucional “Vivir sin miedo”, producto de las ambiciones del exwilsonista Jorge Larrañaga.
Pero Pompita Lacalle y sus estrategas están convencidos de que además hay que ocultar su programa verdadero, los enunciados que se revelarían -si ganara- en su famosa ley de Urgencia.
Así está el mundo, señores. Si usted quiere el cambio, hágalo con Martínez que hará todo lo bueno que se hizo en estos años y, al aprender de los errores, probablemente lo hará aún mejor.
Si vota a la oposición, cambiará pero para peor, como en Argentina, como en Paraguay, como en Brasil, como en Ecuador. Cambiará para restaurar todo lo que fueron los blancos, colorados y militares en el pasado: hambre para hoy y hambre para mañana.
Mucha gente, muy ansiosa y curiosa, me pregunta sobre mis impresiones acerca de los resultados posibles. Yo les digo que no hay que creer en las encuestas, que el Frente está muy cerca de ganar, que cada voto vale dos y que hay muchos votos para rescatar. Yo creo que la gente votará pensando que el riesgo de hacerlo por Pompita es demasiado grande. Los más desencantados saben que Pompita es el mal mayor y los recontradecepcionados saben que más vale malo conocido que bueno por conocer.
Yo quiero agregar algo más a lo que vengo diciendo todas las semanas. Pompita es un pituco, que nunca tuvo necesidades, que vive en un barrio privado, estudió en un colegio para élites, nunca trabajó y llegó al Parlamento de la mano de su madre, quien pensó que, si no lo ponía con sus votos en el Legislativo, iba a tener la carga de su hijo haragán y vagoneta por el resto de su vida.
El viernes pasado dije que Pompita no estaba preparado para gobernar; hoy, después que leí el libro Once rounds, de Alfredo García, en donde los presuntos dos contrincantes, el periodista y el candidato, franelean en dos centenares de páginas sin lanzarse un solo golpe, me enteré de la voluntad de Pompita de restringir el ingreso a la Universidad. Si ese es su propósito, puedo decir que, además de no saber gobernar, estos herrero-lacallistas son muy mala leche.
Ya lo vimos en el Parlamento votar contra las ocho horas para los trabajadores rurales y también sobre la ley que regula las actividades de las trabajadoras domésticas. También contra las importantes leyes de ampliación de derechos y contra la ley que limita los beneficios extraordinarios de la caja militar. Pero lo de limitar los ingresos a la enseñanza superior es una cosa nueva, que sólo confirma las limitaciones de Pompita, que en el libro de Alfredo García cita dos docenas de viajes y ningún libro.
Solamente muy malas personas pueden, desde sus situaciones de riqueza personal, querer restringir el acceso a la Universidad de la República, una de las muy pocas vías por las cuales en nuestro país un joven pobre, de clase baja o media, puede acceder a educación de primer nivel y obtener un título profesional que le cambie la vida.
No dijo nada de limitar el ingreso a las universidades privadas en las que se paga por estudiar y eso también define el tema. La intención de Pompita augura -de ser electo- un presupuesto muy escaso para la universidad pública. Es seguro que, con Pompita, volveremos a las luchas por un mejor presupuesto para la enseñanza, porque lo único que puede hacer un gobierno blanco en una universidad autónoma para limitar el ingreso de nuevos estudiantes es quitarle recursos y ahogar a la educación gratuita.
Pompita es como Robin Hood, quiere robarles a los pobres para darles a los ricos.
Restringir el acceso a la Universidad: contra Artigas y Varela
¿Cómo es eso de limitar el ingreso a la universidad pública?
El pez por la boca muere, y el bocón de Luis Pompita larga sus verdaderas intenciones cuando le soban la vanidad.
Pompita ha dicho que le “parecen justos y lógicos los mecanismos de ingreso y selección” en la UdelaR.
En buen romance, le parece bien limitar el ingreso de alumnos a la educación pública terciaria, lo que afectaría, naturalmente, a los estudiantes más humildes, aquellos que no pueden costearse una educación terciaria privada, como hizo él.
Limitar el ingreso a la Universidad es limitar los recursos de que dispone la enseñanza pública.
Sugiere Lacalle que se “dispone de herramientas como la educación a distancia” y que “esta afirmación la hizo solamente como dirigente político nada más”, explicó que ya existen cupos en centros como el Instituto Superior de Educación Física (ISEF).
Respecto de los dichos de Pompita, yo me hago algunas preguntas.
¿Se abandonará el esfuerzo gigantesco del Estado y la Udelar para ampliar el derecho de los jóvenes a cursar estudios superiores que ha permitido que decenas de miles de jóvenes de familias humildes ingresen a la Universidad?
¿Se restringirá la disponibilidad de becas? ¿Se reducirán los cupos y las carreras en el interior?
¿Se reducirá la inversión en equipos, aulas y locales que se ha venido realizando en los últimos quince años?
¿Qué joven pobre, de clase media, media baja o baja intentará ingresar a la Universidad, sabiendo que además de los costos que igual tendrá que afrontar existe la traba de un examen de ingreso que seguramente lo pone en desventaja ante otro estudiantes que tienen detrás de sí padres o abuelos universitarios o pudientes que le pueden pagar profesores particulares para ayudarlos en dicha prueba, porque ese mercado nacería de inmediato?
¿Pompita tuvo que dar examen de ingreso o pruebas de selección en la Universidad Católica en la que obtuvo su título?
Lacalle Pou no habló de dar concurso en las universidades pagas.
Entonces, ¿por qué se mete a dictar cátedra sobre una Universidad que no conoce y proponer medidas que afectan vidas que no conoce (la de los pobres, clases bajas y clases medias) y que no forman parte del círculo íntimo de alguien que vive en el más exclusivo barrio privado del Uruguay y cuando puede se va a surfear con sus amigos a Tailandia o Indonesia?
También hago afirmaciones muy claras.
José Artigas, a quien Pompita nunca nombra, quiso que “sean los orientales tan ilustrados como valientes”.
José Pedro Varela, a quien este “estudiante” del British School y de la Universidad Católica seguramente no conoció, afirmó para siempre que “los que una vez se han encontrado juntos en los bancos de una escuela, en la que eran iguales, a la que concurrían usando un mismo derecho, se acostumbran fácilmente a considerarse iguales, y a no reconocer entre ellos más diferencias que las que emanan de sus talentos y virtudes; y así, la escuela gratuita es el más poderoso instrumento para la práctica de la igualdad democrática”.
No existe instrumento más igualador y democratizador que la enseñanza pública y por eso las élites, cuyo mayor vocero en Uruguay fue el doctor Ramón Díaz, hicieron todo lo posible para eliminarla.
Luis Pompita Lacalle Pou propone restringir el ingreso a la Universidad porque las clases sociales que él representa odian la enseñanza pública y particularmente a la Universidad de la República, que tanto ha cuestionado sus intereses oligárquicos.
Una pregunta adicional: ¿qué piensan de restringir el acceso a la Universidad de la República los líderes Ernesto Talvi, Jorge Larrañaga, Julio María Sanguinetti, Guido Manini Ríos, Pablo Mieres y Edgardo Novick, los dirigentes del PERI y los de Unidad Popular?
¿Cómo ven esta nueva amenaza explícita de Luis Pompita Lacalle, que le puso mordaza a sus asesores, y que no quiere mostrar los 300 a 500 artículos de la Ley de Urgencia que enviaría al Parlamento si es electo presidente de la República?
¿Quién va a votar por Pompita en el balotaje?
No sólo es claro que quiere un ajuste fiscal de entre 900 y 1.700 millones de dólares, y que hay un “programa oculto” de entre 300 y 500 artículos, sino que ya sabemos que también se propone limitar el ingreso de los pobres a la muy bien llamada Universidad de la República, sin preocuparse de los que pagan a universidades privadas para obtener educación y títulos profesionales.
¿Cuántas ideas como esta continúan en el “programa secreto” de Pompita?
Nadie, salvo la derecha oligárquica y antinacional, puede creerle nada.
Me reitero: cuando vengan Ignacio de Posadas y Jorge Caumont, sus verdaderos asesores, y haga su ajuste fiscal, cuando degrade a la nada a los Consejos de Salarios y baje al mismo tiempo las jubilaciones, cuando el agujero fiscal nos lleve a un acuerdo con el FMI y a un préstamo a lo Macri, cuando lleguen la recesión y la miseria y el desempleo vuelva al 14%, no digan que no les avisé.
No diga nadie: “yo no lo voté para esto”.
No digan después que no les avisé.