La mañana del 11 de setiembre de 1973, los aviones cazas Hawker Hunter de fabricación británica de la Fuerza Aérea de Chile bombardearon el Palacio de La Moneda, la sede de Gobierno. El ataque destruyó la fachada norte de este edificio neoclásico italiano de 1800, calcinó las vigas de roble que había en parte de la estructura e hizo explotar un pabellón completo.
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Cuando ingresaron los militares, robaron tesoros invaluables como la piocha militar de Bernardo O’Higgins, el denominado Padre de la Patria y otras cosas que para ellos no tenían valor monetario, las rompieron o quemaron, como el Acta de la Independencia de Chile, un documento de 1818 que los uniformados confundieron con un viejo papiro.
El Palacio fue restaurado, pero sin llegar a ser el mismo, el Acta fundacional quedó hecha añicos y la piocha nunca más apareció. Estos son solo algunos pormenores de la extensa herencia que dejó el fallecido dictador Augusto Pinochet (1973-1990) al Chile actual. Un legado que es fruto de 17 años de dictadura, desde el día en que ejecutó el golpe de Estado hace 47 años contra el expresidente Salvador Allende (1970-1973), hasta que dejó el cargo en 1990.
«El milagro chileno»
La Constitución política que redactó el senador de derecha Jaime Guzmán en 1980, ideólogo de la dictadura de Pinochet, impuso en el país un sistema político, económico y social lleno de amarres, enclaves y fórmulas para que no pudiese ser fácilmente modificado.
Y sin duda, lo que quedó más enquistado en ese documento fue el sistema económico neoliberal chileno, un modelo único en el mundo debido a su capitalismo extremo. Tanta fue la novedad del sistema que fue denominado como «El Milagro Chileno» por el profesor estadounidense Milton Friedman, mentor de los economistas que lo redactaron.
Si queremos cambiar realmente el modelo, lo primero que hay que reescribir en esta nueva Constitución es el rol del Estado. El Estado chileno debe dejar de ser sólo subsidiario y debe transformarse en uno solidario»
Según los principales detractores de la Constitución de Guzmán y Pinochet, lo que más perjudicó al pueblo chileno fue la eliminación de la seguridad social de pensiones que protegía al trabajador para la vejez, que fue reemplazada por un sistema privado de capitalización individual.
Además, se critica que se privatizaran las principales empresas estatales de sectores estratégicos como el agua, la electricidad y la educación; que se creara un plan laboral que le quitó gran parte del poder negociador a los sindicatos; que otorgara atribuciones muy poderosas al Tribunal Constitucional, y que estableciera potentes beneficios sociales para el personal de las Fuerzas Armadas.
Y si bien, este modelo fue impuesto a punta de fusiles y tanques durante los 80, tras el fin de la dictadura han pasado cinco presidentes, cuatro de ellos de centroizquierda. Pero el modelo sigue en pie y todos todos estos enclaves mencionados aún perduran.
Apruebo nueva constitución
Para el diputado Guillermo Teillier, presidente del Partido Comunista de Chile, este sistema heredado por Pinochet se terminará sólo si Chile decide redactar una nueva Constitución, votando «apruebo» en el próximo plebiscito constitucional del 25 de octubre. «La actual Constitución de 1980 es la base institucional del sistema neoliberal que rige al país», señaló en conversación con Sputnik.
Teillier, quien vivió los horrores del presidio ilegal y la tortura durante el régimen, dijo que la Carta Magna fue creada por los ideólogos de la dictadura de Pinochet como un traje a la medida para enriquecer a los empresarios y a la elite chilena, asegurando que hicieron los amarres correspondientes para poder mantener sus privilegios durante muchos años más.
«Se repartieron todo el Estado entre ellos», dijo.
«Si queremos cambiar realmente el modelo, lo primero que hay que reescribir en esta nueva Constitución es el rol del Estado. El Estado chileno debe dejar de ser sólo subsidiario y debe transformarse en uno solidario», enfatizó.
La actual Constitución de 1980 es la base institucional del sistema neoliberal que rige al país»
Asimismo, su compañero de partido, el alcalde de Recoleta (centro) Daniel Jadue, también apostó todas sus fichas a que una nueva Carta Magna pueda dejar atrás la herencia del fallecido tirano, y acusó que una de las primeras cosas que debe modificarse son los altos cuórums que impiden al Congreso actual, modificar el sistema impuesto por Pinochet.
«Esta Constitución evita que se exprese la mayoría del país», afirmó Jadue a Sputnik, recordando un episodio a comienzos de este año en que 24 senadores votaron a favor de un proyecto de reforma constitucional que permitía consagrar el agua como un recurso de dominio público, mientras que 12 de derecha se negaron. Debido a que la Constitución exige dos tercios de los votos a favor para esto (es decir, más de 28), el modelo de Pinochet prevaleció nuevamente.
«Para la Constitución de Pinochet, 12 votos son más que 24», retrucó Jadue, quien es según todas las encuestas de opinión la principal carta de la oposición para ocupar el sillón presidencial en 2022.
El próximo 25 de octubre se verá cuán adoloridos quedaron los chilenos tras el golpe de Pinochet, y qué tan decididos están de asestar un golpe de vuelta. Pero esta vez, en las urnas.