Quiero creer que muchos votantes de la coalición que ganó las elecciones y que gobierna este país creyeron que iban a cambiar la historia, que el gobierno del Frente Amplio había sido una fiesta de despilfarro y los gobernantes del período anterior eran una banda de forajidos. Que íbamos a ser más felices, que tiraríamos las rejas y las alarmas al mar por obsoletas e innecesarias, que los ladrones llenarían las cárceles y que amaríamos a la Policía, que todos seríamos “emprendedores”, nos hamacaríamos sobre las olas en una tabla de surf, usaríamos camisa celeste y saco entallado, se nos pondría el pelo rubio y taclearíamos al enemigo comunista como en esas tardes de domingo en que defendíamos los gloriosos colores del Old Christians.
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A escasos dos años de disponer del poder, resulta difícil mantener este relato infame porque no se puede gobernar cinco años culpando al gobierno anterior de todos los males sin mencionar un solo mérito y además sin proponer ningún proyecto novedoso e inteligente, solamente procurando demoler cada iniciativa, reforma, conquista social u obra de infraestructura que tuviera el sello del gobierno progresista.
Las auditorías que iban a realizar resultaron poco menos que un chaskyboom, lo único que sintió la gente es que se le achicó el bolsillo, que la inflación sea ha incrementado, que las frutas y verduras cuestan un dineral y la carne vale oro.
Lo más fuerte del relato oficial es que la LUC es inofensiva porque no cambió nada.
En general a los uruguayos nos ha ido mal desde que tenemos el presidente Pompita en ese relevante cargo.
Veo que a nadie le va muy bien a excepción de los agroexportadores que ven subir a niveles inéditos el precio de la soja, la carne, el trigo y la pulpa de celulosa y que no paran de depositar dólares en los paraísos fiscales.
A los demás uruguayos nos va como el culo, a los médicos y al personal de la salud atormentados por la covid, a los jóvenes que no consiguen trabajo, a los viejos a los que se le achican las jubilaciones y pensiones, a los trabajadores que pierden salario real, a las mujeres solas con hijos a su cargo, a los adolescentes, a los pequeños empresarios, a los trabajadores informales, a los de la cultura, a los investigadores científicos, a los docentes y maestros. A todos como reverendo culo.
Pero perdón a todos no. Hay una diseñadora de jardines que le va de maravilla, vive en un castillo en el Prado, tiene la comida, las tarifas, el servicio doméstico, la niñera, el mayordomo y el veterinario de las mascotas los siete días de la semana y las 24 horas del día. Auto con chofer en domicilio, nafta a discreción y personal trainer. Todo pagado por el presupuesto del Estado.
Acostumbrada a bailar con el Ratón Mickey fue inducida por el roedor para que viajara a Dubái a dar unos sofisticados pasos de baile con ropa de odalisca. Pero no aceptó, bailó vestida de blanco con una larga toga broderie acanalado y un turbante blanco sobre los hombros, inaugurando un pabellón de Uruguay que, por lo que sabemos, aún no ha sido visitado por nadie.
El pasaje de primera clase, obviamente lo pagó el Estado aunque ella, inicialmente lo negó, recomendándonos “dormir tranquilos”. Primero dijo que habían sido los Emiratos Arabes los que habían sufragado ese viaje. Al final, el gobierno aceptó que como siempre fue Mickey quién muy disimuladamente puso el huevo.
11.000 dólares costó la farra porque el gobierno ha reconocido la mentirita de la primera dama. Al final solo fue un desliz que no hace daño a nadie. Peor fue su esposo que disfrazado de Papá Noel fue a visitar a las tropas en el Congo y en vez de regalos navideños, algún boludo de la comitiva les llevó la covid al campamento.