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La Revista | crimen organizado | drogas | Uruguay

Los empresarios narcos

El nuevo perfil del crimen organizado

El crimen organizado mundial crece y se mimetiza en atildados ejecutivos, casi todos con títulos universitarios, que hablan varios idiomas y mantienen excelentes relaciones con políticos y gobernantes.

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No pocos provienen de las élites sociales. Un fenómeno que empieza a constatarse en Uruguay.

El consumo de drogas comenzó a difundirse en el siglo XIX principalmente en Europa, sobre todo en Inglaterra por el arribo del opio desde la India y en Francia por el hachís que llegaba desde sus colonias africanas.

La Compañía británica de las Indias Orientales empezó a vender opio en China. Cuando las autoridades de este país intentaron terminar con el negocio estalló la denominada “Guerra del Opio”.

Como el Estado británico acumuló enormes riquezas con ese comercio, los traficantes contaban con muchísimas facilidades y apoyo otorgado por el gobierno.

La aristocracia inglesa, enriquecida con el tráfico, difundió la idea que su consumo en cantidades moderadas no generaba daño a la salud, por el contrario ayudaba a sobrellevar los sufrimientos de la vida cotidiana.

Como se le consideraba menos nociva que el alcohol, no tenía aranceles altos por lo que era muy accesible para la población ya que su consumo, además, era legal.

A finales del siglo XIX y principios del XX se empezó a consumir cocaína de venta libre en Estados Unidos desde 1885 y heroína, que se vendía en Alemania desde 1898. La cocaína se usaba como una sustancia estimulante y energética, mientras la heroína fue presentada por el fabricante, la empresa Bayer AG, como un analgésico y sedante.

Paralelamente fueron apareciendo nuevos tipos de drogas, esta vez, sintéticas: la mezcalina, las anfetaminas y el LSD. Las anfetaminas se usaron ampliamente en las Fuerzas Armadas de los países participantes de la Segunda Guerra Mundial para estimular a los pilotos y a los efectivos de las tropas de misiones especiales. Con esta finalidad, las anfetaminas se siguieron usando hasta los años 70 del siglo XX.

Fue a partir de mediados de 1900 cuando el tráfico de drogas se convirtió en una industria ilegal cuya red alcanzó a todo el mundo. La plantación de la adormidera del opio, la producción de heroína, su transporte y su venta al consumidor estaban repartidas entre las agrupaciones criminales más poderosas, empezando por las riadas asiáticas y acabando por la mafia italiana.

Aparte de los capos del mundo criminal, estaban muy interesados en el narcotráfico los jefes de los servicios secretos, porque los ingresos de la venta de este producto ilegal les permitían financiar sus operaciones ilegales.

Con dinero del narcotráfico la CIA financió a los “contras” nicaragüenses a fines de los 70. Con el dinero de la heroína se financió la entrega de armas estadounidenses a los mojahedines afganos en la primera etapa de la guerra contra la Unión Soviética en Afganistán desde 1979 hasta 1989.

Después de la retirada de las tropas rusas, Afganistán le arrebató al “Triángulo de oro” (Myanmar, Laos y Tailandia) su primacía como la plantación de opio más grande del mundo. En la actualidad, del opio afgano se extrae el 90% de la heroína que se consume en todo el mundo. (“Historia del narcotráfico”, Rotativo digital, México).

Tres mil años antes de Cristo, los Incas peruanos mascaban hojas de coca para contrarrestar los efectos de la altura en la montaña. En el siglo XVI los españoles invasores la llevaron a Europa. La cocaína fue extraída de las hojas de coca por primera vez en 1859 por el químico alemán Albert Niemann. Recién en 1880 empezó a hacerse popular en la comunidad médica.

En 1886 la droga logró mayor popularidad en EE.UU cuando John Pemberton incluyó las hojas de coca como ingrediente en su nuevo refresco: la Coca-Cola. Los efectos eufóricos y vigorizantes sobre el consumidor ayudaron a elevar la popularidad de la bebida a comienzos de siglo.

En esa época la droga llegó a ser muy popular en la industria del cine mudo y los mensajes a favor de la cocaína que salían de Hollywood influenciaron a millones de personas.

En la década de los 70, la cocaína surgió como la nueva droga de moda para los artistas y hombres de negocios. Parecía la compañera perfecta para un viaje por el carril de alta velocidad. Suministraba “energía” y ayudaba a la gente a permanecer “alerta”.

En algunas universidades norteamericanas, el porcentaje de estudiantes que habían experimentado con cocaína se incrementó diez veces entre 1970 y 1980.

A finales de 1970, los traficantes de drogas colombianos empezaron a establecer una elaborada red de producción y contrabando de cocaína hacia Estados Unidos. Y luego de la caída de Pablo Escobar, los cárteles mexicanos se adueñaron del tráfico.

Lo que ocurrió después es historia contemporánea y conocida.

Los adelantados uruguayos

En los años 70 el consumo de marihuana y cocaína en Uruguay estaba circunscripto a pequeños sectores. Las consumían algunos artistas y sobre todo gente de muchos recursos económicos, porque su precio no era accesible.

Fue después de la dictadura cuando el tráfico comenzó a desarrollarse, aunque lejos estaba de tener las características que vemos hoy. Tampoco era tan fácil conseguirla en la calle.

Omar Clavijo irrumpió fines de los 80 en Maldonado. Al principio no era traficante de grandes cantidades, más bien se le podría asimilar a un dealer. Su principal actividad estaba en la noche puntaesteña adonde, al amparo de la cultura y la corrupción menemista, llegaban nuevos ricos promotores del hedonismo absoluto.

Tenía muy buenos vínculos con políticos y policías locales. Por esa razón le era sencillo lograr concesiones de paradores en la costa, que él convertía en centro de sus actividades ilegales. Algunos policías sospechaban de su participación en por lo menos un asesinato, pero nunca pudieron probarlo. Tampoco era rico, solo se supo que tenía una casa nada ostentosa, ubicada en la zona del Paseo de la Aguada, cerca de Las Delicias.

En 1996 un grupo de policías de Investigaciones al mando del juez penal Homero Da Costa lo detuvo en el estadio Kuster de Mercedes mientras asistía a un partido de la selección de Maldonado.

Da Costa lo procesó con prisión por tráfico de estupefacientes. Al mes lo volvió a procesar por el mismo delito la jueza Fanny Canessa. Primero fue a la cárcel de Las Rosas, pero cuando trascendieron sus vínculos con policías y un jerarca de la intendencia encabezada por Domingo Burgueño, lo enviaron a Rocha.

Era obvio que tenía mucha facilidad para hacer amigos policías. En un allanamiento ordenado por el juez Da Costa se encontraron fotos de un asado con el comisario Ricardo De León, jefe de la Brigada Antidrogas. También se encontraba a menudo con el jefe de De León, el inspector Nelson Rodríguez Rienzo, y con el jefe de la Aduana de Maldonado en la época. Mientras estaba preso en Rocha fue invitado por el jefe de Policía de ese departamento para pasar juntos la cena de Navidad. También armó un emprendimiento productivo en una zona rural ubicada en el límite con Maldonado.

En octubre del 2000 logró la libertad anticipada, pero lo detuvieron en una carretera cerca de Salto trasladando 400 kilos de marihuana. Según declaró en el juzgado “la droga era para un diputado colorado” que no identificó y nunca se investigó.

Fue a prisión, pero al poco tiempo logró fugarse. Estaba en Juan Pedro Caballero, Paraguay, cuando en julio del 2003 fue asesinado por siete balazos.

Maurilio Lilo Martínez nació en Carmelo en 1947. Jamás trabajó, desde muy joven estuvo vinculado al mundo del delito. Al principio hurto, proxenetismo, lesiones personales, rapiña. Hasta que en 1982 ingresó al mundo del contrabando. Al principio trasladaba mercaderías desde San Fernando (Buenos Aires) a Carmelo (Colonia).

Pronto se percató de que había un negocio mucho más redituable y para el que ya tenía infraestructura y rutas. Entonces comenzó a traficar grandes cantidades de cocaína y éxtasis. Al principio se limitó a todo del departamento de Colonia, luego llegó a Montevideo, enseguida a Punta del Este y luego comenzó a expandirse en Buenos Aires.

Lilo era un “pesado”, traficaba unos 300 kilos semanales de cocaína. Llegó a la noche porteña y era proveedor de varias figuras conocidas. Corrompió a todos los policías que pudo, financió campañas políticas, trabó amistad con algún juez.

Acumuló una enorme fortuna. Financió actividades deportivas, ayudó económicamente a sus vecinos y amigos. Tuvo varios comercios en Carmelo.

También era muy violento. Alentó el crimen de un empresario gastronómico puntaesteño, que había pretendido arrebatarle una novia-prostituta y a la que convenció para asesinarlo. Una noche de horror la mujer y su hermano lo mataron, luego descuartizaron el cadáver y tiraron los restos en una cámara séptica.

Lilo fue asesinado a balazos cuando salía de un bar de su propiedad en abril de 1999 por otro pesado, Alejandro Píriz Brum.

Washington Bocha Risotto fue asesinado por ocho balazos la noche del 2 de enero de 2012, cuando estaba sentado en la puerta de su casa ubicada en Ejido y Bermúdez, Montevideo. “Te llegó la hora” le dijo un hombre que venía caminando junto a otro sujeto con las caras cubiertas.

Públicamente Risotto era conocido como representante de jugadores de fútbol. Pero en realidad era el más importante exportador de droga hacia Europa.

Lavó mucho dinero en su barrio. Era el propietario de Alto Palermo, de una rentadora de autos ubicada también en Palermo, controlaba un gimnasio donde se entrenaban boxeadores, fue mecenas de Atenas

Como contratista estaba asociado con Jorge Rama y Gerardo Arias para la compra de jugadores. La sociedad adquirió estado público luego de su participación en la compra de cuatro juveniles tricolores: Maximiliano Calzada, Nico Lodeiro, Facundo Píriz y Santiago Morro García, con el escándalo consiguiente por la supuesta vinculación con Susana Giménez, entonces pareja de Rama. En febrero de 2009, Caras y Caretas informó que la sociedad había usado dinero de la diva de la televisión para comprar por 1.500.000 dólares los derechos económicos de los juveniles.

El crimen de Risotto alarmó al entonces director Nacional de Policía, Julio Guarteche, porque era el primer caso de “sicariato”.

Durante 12 años exportó miles de kilos de cocaína. También proveyó el mercado local, se ganó muchos enemigos.

Carlos Curbelo Tammaro fue hasta 2003 un prestigioso abogado penal. Entonces su nombre apareció vinculado a una operación de lavado de dinero en Maldonado y Montevideo por parte de narcos colombianos. La “Operación Campanita” llevó a la cárcel no solo al abogado, sino también a un empresario hotelero y otros que habían adquirido un hotel con shopping ubicado en la calle 24 de Punta del Este y el hotel Campanario, ubicado en la avenida Pedragosa Sierra.

Los cárteles. Desde 1988 los colombianos de Cali y Medellín, los mexicanos de Juárez y los Cuinis tuvieron a algunos de sus capos viviendo o comprando propiedades en el principal balneario uruguayo. También el mafioso siciliano Rocco Morabito.

Los pastabaseros. En el año 2002 ingresó a Uruguay la “pasta base” y a partir de ese momento el submundo de la droga se reconfiguró afectando a los barrios más pobres, donde se instalaron las bandas.

Los traficantes pasaron a ser parte importante de las hinchadas, “barrabravas” de Peñarol y Nacional organizaron y armaron sus estructuras. Y a partir de allí la violencia cerril se instaló en las calles de nuestras ciudades.

La “pasta base” es la droga de los pobres, no mueve millones de dólares pero tiene muchos adictos y por lo tanto un mercado cautivo que necesita varias dosis al día. Se ven obligados a cometer otros delitos para conseguir recursos. Una serpiente que se muerde la cola.

Peor porque todos saben que las “bocas” ya son un negocio familiar. Funcionan en casas de familia, cae uno y sigue el hermano, el padre, la madre y hasta los abuelos. Por la sencilla razón de que con ningún trabajo obtienen lo que ganan con la droga.

Las balas, los muertos, los sicarios, los ponen los barrios ubicados al norte de avenida Italia.

El capital, los estudios para armar sociedades, los contactos con el mundo financiero, están al sur de esa misma avenida.

Los nuevos ejecutivos del crimen organizado Apenas tres años atrás se encontró otra punta de ese submundo, cuando se descubrió que el empresario uruguayo Martín Mutio estaba involucrado en el envío de 4.500 kilos de cocaína descubiertas en el puerto alemán de Hamburgo.

Mutio es hijo de una familia tradicionalmente vinculada a la vitivinicultura.

Poco después se le encontraron seis toneladas de cocaína a Gastón Murialdo, importante productor sojero de Soriano.

La semana pasada la Fiscalía de Ciudad de la Costa logró desmantelar una organización que enviaba “mulas” con cocaína a España y lavaba el dinero en “importantes mercados gastronómicos “, según expresa el dictamen fiscal.

Doce personas fueron condenadas por diferentes figuras de tráfico de drogas y lavado de dinero.

Entre los condenados están el hijo del propietario de una importante empresa envasadora y distribuidora de legumbres y semillas; el hijo de uno de los propietarios de un free shop; el dueño de una importante empresa de informática y un funcionario de jerarquía media en el Banco República.

El mismo día fue detenida en Punta Carretas una modelo uruguaya, hija de un empresario, que vendía en su círculo drogas sintéticas.

Los nuevos miembros del crimen organizado ahora son jóvenes trajeados, con educación universitaria, que hablan varios idiomas y provienen de sectores acomodados de la sociedad.

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