Parece aceptado por analistas diversos y de posturas ideológicas distintas que el conflicto bélico en Ucrania expresa cambios en el tablero global.
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Xi Jinping y Vladimir Putin: la mesa está servida.
Algunos especialistas en economía y geopolítica afirman que la intervención militar de Rusia en Ucrania marca un cambio de época, el de la decadencia del modelo de financiarización de la economía global que redujo las soberanías nacionales y benefició a los centros especulativos de Estados Unidos y Europa.
Según afirma en un interesantísimo artículo , el sociólogo, economista y profesor universitario argentino Jorge Elbaum, el enfrentamiento en territorio ucraniano expresa la contradicción estructural de la época: la restauración de las soberanías nacionales o la continuidad del modelo de reglas impuestas por las corporaciones trasnacionales, espoleadas por el unipolarismo del Departamento de Estado.
Frente a los sucesos bélicos en Ucrania, dice Elbaum, hay tres posiciones diferentes.
Los atlantistas, que buscan desgastar a las fuerzas armadas de Moscú, desacreditarlas y resquebrajar el frente interno de Vladimir Putin.
Los que procuran no alinearse
El tercer grupo configuraría una nueva arquitectura internacional basada en soberanías cooperantes y ha decidido apoyar tácitamente a Rusia al no sumarse a las sanciones exigidas por la OTAN.
El primer grupo está liderado por Washington, que promueve el envío de armamento y de mercenarios a Ucrania. La justificación del auxilio sugiere la necesidad de quebrar el vínculo de Rusia con Europa Occidental, para evitar la conformación de un polo geoestratégico que articule Eurasia, dejando fuera de foco a Estados Unidos. La cantidad de dinero y sobre todo armamento enviado es fabulosa, pese a que Biden ha encontrado resistencia en algunos senadores republicanos.
Para cumplimentar esos objetivos se propone, además, incentivar acciones separatistas al interior de China y Rusia, y estimular los conflictos regionales en las zonas de influencia de ambos Estados.
La posición atlantista también tiene opositores en Norteamérica
Matt Gaetz, congresista republicano por Florida, advirtió a su gobierno sobre un "peligroso consenso bipartidista" que conduce a Washington rumbo a la "guerra con Rusia".
El congresista advirtió que jugar "con una potencia nuclear es una locura”.
"Hace un año perdimos una guerra contra los pastores de cabras que agitaban rifles. Ahora corremos a luchar contra una nación que posee 6.000 ojivas nucleares", declaró Gaetz, en referencia a la toma del poder por los talibanes en agosto del año pasado.
El segundo colectivo lo componen los países expectantes, que prefieren no optar por posiciones definitivas en relación al conflicto y aquellos que comprenden discretamente las razones de Moscú para garantizar su seguridad, pero prefieren mirar para otro lado.
Francia, por ejemplo a pesar de sumarse cautelosamente a las sanciones contra Moscú, desconfía de la política belicista impulsada por el Departamento de Estado. Las diferencias en la Unión Europea han quedado expuestas en el conflicto entre París y Varsovia, por la negativa de Hungría a sumarse a diversas sanciones contra Rusia y por la renuencia con que Serbia y Turquía reciben las determinaciones de la OTAN y la Unión Europea, sobre todo en el caso de Turquía y la incorporación a la OTAN de Suecia y Finlandia.
La última semana, los bancos suizos liberaron 3.400 millones de francos suizos de propiedad rusa, que habían sido retenidos desde el inicio de la intervención militar.
El probable fracaso de las sanciones a Moscú también aparece como un tema de debate entre los socios atlantistas: los ingresos petroleros de Rusia aumentaron un 50% en 2022 respecto al año anterior, según los informes divulgados por la Agencia Internacional de Energía (AIE).
Otras informaciones que aporta Elbaum en su columna de El cohete a la Luna, el portal que dirige Horacio Verbisky, son muy reveladores.
Este incremento de los ingresos petroleros le permitió a la Federación Rusa embolsar 20.000 millones de dólares al mes por las ventas de petróleo, un monto que se justifica por la diversificación de las ventas y los descuentos otorgados a nuevos compradores. Gran parte de los barriles de crudo que Rusia dejó de exportar a Europa se están derivando al sudeste asiático. El comercio entre Moscú y Beijing ascendió a casi 51.000 millones de dólares (343.870 millones de yuanes) en los primeros cuatro meses del año 2022, exhibiendo un incremento del 25% respecto al mismo período del año anterior. Las exportaciones de China a Rusia crecieron un 11% y las ventas de Moscú a Beijing sumaron un aumento del 38%.
Durante el último mes, una decena de sociedades suscribieron cuentas bancarias en rublos para pagar el petróleo y gas. Esas ventas explican la valorización de la moneda rusa, que alcanzó una paridad mayor –respecto al dólar– que la que poseía antes de la iniciación del conflicto. En forma paralela, el euro cayó a su nivel más bajo en el último lustro. Este segundo grupo –que se diferencia en forma creciente de la comandancia atlantista– es presionado de forma incesante por el Departamento de Estado.
La última semana, Emmanuel Macron subrayó ante el Parlamento Europeo que su gobierno intentará promover “el retorno a la paz”. En forma paralela, Mario Draghi, presidente del Consejo de Ministros de Italia, planteó –en su visita a Joe Biden– que “ha llegado el momento de emprender el camino de la paz”.
Durante la última semana, Moscú cortó el flujo de gas a través de Polonia, privando a Varsovia de los derechos de tránsito para transportar energía a Alemania. El caso de España es también motivo de contrariedad: Madrid se vio en la necesidad de aumentar sus compras de gas a Moscú –pese a la retórica atlantista–, incrementando en un 50% sus adquisiciones, obligado a suplir el gas ofertado por Argelia, luego de que el gobierno argelino sancionara a la monarquía ibérica por su alineamiento con Marruecos respecto al conflicto del Sahara occidental.
La última semana, el canciller ruso Serguei Lavrov visitó Argel y valoró la posición “objetiva y equilibrada adoptada por Argelia sobre los asuntos de Ucrania”.
El tercer posicionamiento, tal vez el más novedoso e interesante, es el que reúne a quienes integran los Brics –sigla con la que se conoce al grupo de países integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica–, y que se posiciona como una articulación alternativa al G-7 conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido. El G-7 representaba más del 50% de la economía mundial en los años 80 del siglo pasado. En 2020 ese porcentaje se había reducido a 31.
Los Brics superaron el PIB del G7 en 2020
El canciller indio, Subrahmanyam Jaishankar, intérprete de los cambios geoeconómicos globales asociados a la emergencia de los Brics, augura mayores niveles de autonomía y soberanías nacionales y promueve el concepto de la “alineación múltiple”, una actualización del concepto de “países no alineados”
El grupo que busca no expedirse sobre la intervención militar de Rusia expresa una mutación geopolítica coincidente con la desglobalización y el traslado del centro económico global del atlantismo hacia el sudeste asiático.
Esta tensión postula, además, la contradicción entre la financiarización y la soberanía y enfrenta las diferentes formas de injerencismo que se imponen a través de reglas –aparentemente universales– que benefician a Washington y a sus bases productivas y comerciales, las transnacionales.
La OTAN y sus versiones crediticias, como el FMI, el Banco Mundial o el BID, son algunas de las plataformas desde las que se imponen las máscaras normativas de una legitimación humanista, ligada a principios manipulados de los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, la transparencia, la calidad electoral y/o el autoritarismo.
La sociedad entre Rusia y China expresa un retorno a la soberanía. Implican también una revalorización del control estatal y la reivindicación de la política.
Reubicar el centro geopolítico del mundo, recuerda Elbaum, no es solo la limitación relativa de la legitimidad de Estados Unidos, sino la reconfiguración de unas reglas internacionales instituidas desde las soberanías y no sobre reglas genéricas transnacionales. En los próximos dos meses se ofrecerá una escenificación de estos cambios. El 6 de junio se llevará a cabo la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, California. De los 35 países invitados solo han confirmado su participación Canadá, Colombia, Panamá, Ecuador y su anfitrión, Estados Unidos.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció que no participará si se excluye a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Otros 19 países lo han emulado, especialmente relevante es la posición adoptada por la comunidad de naciones del Caribe (Caricom), Bolivia, El Salvador y Guatemala. Aún no se han pronunciado Argentina, Honduras Chile, Perú y Brasil, aunque Honduras está más cerca de no concurrir tampoco
La presión sobre estos países por parte del Departamento de Estado es muy fuerte y la decisión de flexibilizar, aunque mínimamente las sanciones aplicadas a Cuba, son un buen indicio de que las cosas no están siendo cómodas en el resto América para el gobierno de Biden.