En cierto momento, Eduardo Galeano se dio cuenta de que estaba reunido, en Quito, ya durante el gobierno de Rafael Correa, con un Lenin –Lenin Moreno–, vicepresidente de la República, y con un Carlos Marx, entonces presidente del Banco Central.
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Pero no se dejó llevar por el alcance de nombres, porque el gobierno de izquierda de Rafael Correa, que ha transformado al país como ningún otro en la historia, a lo largo de 10 años, ha sido todo menos un gobierno ortodoxo de la izquierda tradicional. Si hubiese sido así, no habría impulsado el ciclo más intenso de crecimiento del país, los avances sociales más extraordinarios que los ecuatorianos han conocido, la democratización política que el país necesitaba, además de las conquistas educativas, culturales y de todo orden que han transformado radicalmente a Ecuador en un país incomparablemente mejor, confirmando la previsión de Correa de que se trataba del paso a un cambio de época.
Una década después, Ecuador enfrenta nuevas elecciones generales, por primera vez sin que Correa sea el candidato, como lo fue, victoriosamente, por tres veces, con amplia mayoría de votos. Esta vez, Alianza País escogió a los dos vicepresidentes de Correa, Lenin Moreno y Jorge Glas, para candidatearse frente a la renuncia de Correa a ser nuevamente candidato.
Caminando por las calles de Quito no se nota que en un mes el país decidirá su futuro en la primera vuelta de las elecciones generales. Hubo, sí, grandes conmemoraciones por los diez años de la Revolución Ciudadana, con los balances impresionantes de los avances que tuvo Ecuador en esa década.
El país es otro, mucho mejor, sin duda. Pero también, sin duda, no ha dejado de sufrir los cambios externos, en especial por los efectos que la dolarización de la economía impone al país. Al igual que en otros países de la región que también han avanzado en la superación del modelo neoliberal, la derecha ecuatoriana ha renovado sus formas de lucha por la desestabilización del país para así intentar retomar el control del gobierno.
Como elementos comunes a otros países, apoyados en la acción terrorista de los medios, los sectores conservadores han puesto en marcha la sinfonía de denuncias sobre supuestos casos de corrupción. A su vez, se componen alianzas entre la derecha más rancia –el principal candidato opositor es, nuevamente, el mayor banquero del país, Guillermo Lasso– y sectores originados en el campo popular, pero que ahora se prestan a sumarse al bloque de derecha, teniendo en común como prioridad la lucha en contra de los gobiernos de Alianza País.
Al igual que en otros países, la derecha cuenta con varias candidaturas para –buscando impedir una victoria de Alianza País en primera vuelta– intentar ganar con un frente opositor unido en contra de esa lista en segunda vuelta.
Moreno-Glas cuentan con gran apoyo popular como resultado del éxito de las políticas del gobierno de Rafael Correa, lo que les permite liderar en todas las encuestas con más de 10% de ventaja, pero todavía no llegan al 40% que les puede permitir triunfar en primera vuelta. Sin embargo, más de 40% de los ecuatorianos todavía no se ha decidido, lo que puede permitir que la lista de Alianza País logre una victoria ya en la primera vuelta electoral.
La derecha viene de una serie de victorias en la región: la mayoría lograda en el congreso venezolano, el triunfo de Mauricio Macri en Argentina, la derrota de Evo Morales en el referéndum en Bolivia, el golpe en contra de Dilma Rousseff en Brasil, la elección de un presidente neoliberal en Perú. Pero puede ver interrumpirse esa racha en Ecuador, en primera vuelta, el 19 de febrero. La disputa es dura, pero Moreno y Glass son favoritos para ganar.