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Revelando el misterio

¿El frío es psicológico?

Todos conocemos a alguien que en pleno invierno sigue llevando manga corta, aunque estemos en plena ola de frío polar. Entonces, ¿es psicológico el frío?.
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El frío en sí mismo no es psicológico; es una sensación física que se produce cuando nuestro cuerpo experimenta temperaturas bajas. Si enfrentamos bajos grados, el cuerpo reacciona para mantener su temperatura interna adecuada y protegerse del frío. Esta respuesta fisiológica incluye la contracción de los vasos sanguíneos en la piel y la generación de calor a través del metabolismo.

Sin embargo, existe un fenómeno conocido como «sensación térmica» o «percepción del frío» que puede estar influenciado por factores psicológicos y ambientales. Esto se refiere a cómo percibimos la temperatura según factores como la humedad, el viento y la ropa que usamos, además de nuestra propia respuesta psicológica al ambiente.

Por ejemplo, cuando nos encontramos en situaciones emocionales o estresantes, es posible que sintamos más frío o calor de lo que la temperatura ambiente indicaría. La ansiedad, el miedo o la excitación median en cómo percibimos el frío.

También es común que en situaciones de estrés o nerviosismo se experimente el fenómeno conocido como «piel de gallina», que es una reacción del sistema nervioso autónomo a ciertas emociones. De hecho, según un estudio publicado en la revista Psychological Science, la soledad y/o la exclusión social pueden provocar la sensación de frío.

¿Cómo puede afectarnos el frío a nivel psicológico?

El frío afecta a nivel mental de varias maneras. Aunque la mayoría de las personas tienden a centrarse en los efectos físicos, es importante reconocer que también tiene un impacto significativo en la salud mental y bienestar emocional. Exponerse a temperaturas frías durante un período prolongado se relaciona con cambios en el estado de ánimo.

El frío puede hacer que el cuerpo trabaje más para mantener la temperatura interna apropiada, lo que quizás lleva a una sensación de fatiga y falta de energía, incidiendo en nuestra motivación y capacidad para concentrarnos.

Del mismo modo, interfiere en la calidad de sueño en cuanto a la dificultad para conciliarlo o mantenerse dormido. Es posible que las temperaturas frías produzcan incomodidad en la cama y causen interrupciones en el ciclo de sueño.

Por ejemplo, algunas personas se sienten más tristes, irritables o apáticas en climas fríos, lo que se conoce como «tristeza invernal» o trastorno afectivo estacional (TAE).

Según una publicación en la Revista de la Asociación Española de Neurpsiquiatría, este trastorno puede afectar hasta a un 10 % de la población. Entre sus síntomas, se destacan la somnolencia y/o el hambre emocional, el decaimiento o apatía la mayor parte del tiempo y la pérdida del interés en actividades que antes se disfrutaban.

¿Es posible provocar la sensación de frío de forma mental?

Así es. Sin embargo, se trata más bien de la intensidad que atribuyamos a la propia percepción sobre nuestras sensaciones. Es decir, el cerebro es un órgano con la capacidad de influir en la percepción de la sensaciones físicas y emocionales.

La mente y el cuerpo están interconectados y los pensamientos y emociones resultan muy influyentes. Si nos concentramos en pensamientos relacionados con el frío, es posible experimentar una respuesta física y emocional que se asemeje a la sensación de frío real.

Esta capacidad de la mente se ha utilizado en prácticas como la visualización guiada o la meditación. Incluso, algunas técnicas de relajación y meditación involucran visualizar un lugar fresco y tranquilo para ayudar a reducir el estrés y la ansiedad.

En cuanto al estudio sobre el control mental de la temperatura corporal, realizado en monjas tibetanas que practicaban la meditación g-tummo, es un fenómeno interesante. Pero estos casos son excepcionales y no indican que todas las personas puedan controlar su temperatura corporal de esta manera.

La capacidad de influir en dicha temperatura a través de la mente es una habilidad poco común y no comprendida en su totalidad por la ciencia, en este momento. Sin embargo, es importante señalar que, aunque podemos provocar sensaciones de frío a través de la imaginación, esto no cambia la temperatura del ambiente ni tiene un efecto directo en nuestra salud física.

Fuente: Con información de La Mente es Maravillosa

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