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Los misterios de la Purificación

Por Leonardo Borges.

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Hablaremos en esta instancia sobre el pueblo fundado por Artigas, sobre el episodio de mayor poder del caudillo, capítulo que la historiografía vernácula más patriótica ha dejado relegado al ostracismo. Purificación, la villa, su función y su enclave puede darnos pistas sobre el proceso revolucionario oriental. ¿Purificar para qué? ¿Purificar a quién? Comencemos por el principio, como dicen que las cosas deben comenzar. El pueblo de Purificación fue fundado por Artigas alrededor de 1815; será allí su capital (plantean algunas hipótesis) tras la victoria oriental en la batalla de Guayabos a manos de Fructuoso Rivera y la anexión de Montevideo a la Provincia Oriental. A pesar de lo que se pueda pensar, Artigas decide mandar un representante a la ciudad puerto y quedarse en la primigenia villa. Fernando de Otorgués es el primero que viaja a Montevideo a imponer su mandato. Tras el Congreso de Capilla Maciel (8-10 de diciembre de 1813), Artigas abandona el sitio de Montevideo de una forma poco ortodoxa. Una noche calurosa, el 20 de enero de 1814, parte sigilosamente, dejando dos hombres de confianza en el sitio. A aquella marcha se le conoció con el nombre de “marcha secreta”. Allí ya se perfilan, no sólo sus conflictos con Buenos Aires, sino también su establecimiento en campaña definitivamente. Arma su cuartel general en Belén. El poder de Artigas crecía a influencia del federalismo en las provincias del litoral, mientras que crecía su enemistad con los porteños, que intentaron llegar a acuerdos (que luego no respetaban). Ante el abandono del sitio, las fuerzas porteñas lograron entrar a Montevideo el 22 de junio de 1814 (tras firmar un armisticio un par de días antes). De esta forma, Montevideo veía entrar triunfante a Carlos María de Alvear y sus huestes porteñas. Duraría poco esta dominación, ya que el 10 de enero de 1815 las fuerzas orientales lograron vencer a nada menos que Manuel Dorrego, y poco después, ya mermadas, las fuerzas porteñas abandonaron la ciudad, dejándola a merced de los artiguistas. Ya para 1815, Artigas comienza a establecerse cerca de las provincias litoraleñas, justamente donde se urdía (lejos de Buenos Aires) una liga que afloraría poco después (la Liga Federal). Primero se instala en Paysandú, que es donde lo visita Dámaso Antonio Larrañaga, quien escribió ese exquisito texto sobre su viaje, Diario de viaje de Montevideo a Paysandú, fechado en 1815. Allí, en Paysandú, se encontraron Larrañaga y Antolín Reyna, que eran los delegados de Montevideo, con los visitantes enviados por Buenos Aires, Blas José Pico y Bruno Rivarola, que tenían mandato de mediar con Artigas. “De allí [Paysandú], Artigas cruzaría luego al arroyo De la China, cuando promediaba junio, para después instalarse en Purificación desde agosto de 1815”, sostiene Ana Ribeiro. Según Juan Antonio Rebella no existe una fecha exacta que podamos dar como puntapié inicial de la villa. Mas eso no le incomoda al historiador pues, en sus palabras, la villa de Purificación “[…] surgió a la vida sin grandeza ni boato. Nacida en los tiempos heroicos de la revolución, nadie se preocupó ni siquiera de asentar en qué momento se la puede dar por fundada. Pero tuvo un fundador ilustre, Artigas, y encontró quien, haciendo del Uruguay su Jordán, le pusiera las aguas del bautismo: Monterroso”. Por su parte, Septembrino Pereda sostiene que fue a mediados de mayo de 1815 que inició su instalación, no dando tampoco una fecha exacta. A propósito del nombre, según Isidoro de María, el nombre de Purificación fue elegido por José Benito Monterroso, secretario de Artigas por aquellas estaciones. Purificación: “[…] nombre inventado por el padre Monterroso, su secretario, donde se destinaron los españoles y otros que no lo eran, que, con motivo o sin él, se remitían en calidad de presos al general Artigas, pero viviendo en soltura los más en aquella población o campamento”. Detrás del nombre se esconde una pista para comprender su alcance. Según Ana Ribeiro, llevaba ese nombre “por ser el lugar al que eran remitidos los que eran contrarios al artiguismo en momentos en que la amenaza de la expedición de Morillo los convertía en probables agentes de una contrarrevolución”. Detrás de la villa, la capital, el sitio desde donde se gestó la primera biblioteca pública, donde se promulgó el paradigmático reglamento de tierras, también existía un reducto artiguista impenetrable, no sólo militarmente, sino también ideológicamente. La revolución debía triunfar y la purificación era una alternativa. Escribió Artigas al Cabildo de Montevideo desde Paysandú, el 28 de julio de 1815, acerca de los alcances del poblado y sus futuros habitantes: “Debe usted tomar providencia sobre los europeos que se hallan en esos destinos para reunirlos con los demás, que están formando un pueblo por mi orden. Enseguida mande usted principalmente aquellos que por su influjo e intereses serán tenaces en hacernos la guerra teniendo entendido que allí van a subsistir para siempre y así no se les prohibirá que puedan conducirse a su costa con familia e intereses los que quieran, debiendo venir bajo alguna seguridad. Del mismo modo me remitirá usted cualquier americano que por su obstinación o por otro grave motivo fuese perturbador del orden social y sosiego público”. Obviamente allí estarían recluidos para su purificación; ese sería un bastión ideológico. Lo interesante de esta purificación es que no aparecen las matanzas ni las torturas como medios para ese fin. Otros procesos revolucionarios que intentaron extirpar ese mal utilizaron la degollatina o las torturas. Recordemos la “etapa del terror” de la Revolución francesa, en la que los jacobinos liderados por Maximilien de Robespierre llevaron al límite esa paranoia revolucionaria a través de las ejecuciones en masa. Fue un período entre 1793 y 1794 que se basó en la utilización de lo que algunos historiadores denominan “terrorismo de Estado”, pero que en esencia extirpó de hecho muchos complots contra la revolución, a pesar de que segó la vida de miles de inocentes (de esos complots). Fue la convención la que votó las medidas contra las actividades contrarrevolucionarias, las sospechas, las persecuciones y más que nada la guillotina, tras un juicio generalmente sumario. El mismo Robespierre sufrió la muerte en la guillotina tras la llegada, en la primavera de 1794, de la “reacción termidoriana”. *** Más allá podemos llegar en el sistema español, de corte eminentemente católico practicante, en el que el vocablo toma ribetes jurídicos: “Las leyes de España y la práctica judicial bajo la monarquía católica española asociaron esta noción eminentemente espiritual y religiosa, que refiere a la interioridad y a la relación directa con lo sagrado, con la estructura administrativa del Estado y los efectos políticos del proceso penal. En este marco secularizado, aun en la unión de la monarquía y la Iglesia en cuanto institución asociada, la noción equivale a la expiación por la pena del procesado y condenado, que no lo vuelve ‘inocente’ –en cuanto a que por naturaleza no podría serlo–, sino ‘purificado’”. El concepto, entonces, es una noción de larga data, y esencialmente europeo, que en América toma ribetes diferenciales y que en medio de la revolución es tomado por Monterroso y obviamente transformado. Allí, en medio de sus recursos, Artigas llevaría adelante su episodio de gobierno más largo y serio de los nueve agitados años de las revolución. Allí escribió al Cabildo de Montevideo en octubre de 1815, “Este es el lugar destinado a su purificación”. Según Ribeiro, “Monterroso vio en aquella meseta el sitio donde se regenerarían los españoles contrarios al sistema”. Artigas es cristalino en sus resoluciones al respecto y no se mueve un ápice de su pensamiento. Aquello debía ser un lugar de purificación. Los deja claro en una comunicación al Cabildo de Montevideo que data del 16 de octubre de 1815: “Igualmente quedo cerciorado de la conducción de los dos españoles que por sus excesos merecen, justamente, ese y mayor castigo. Vs haga un castigo ejemplar con el primero que delinquiere. De lo contrario, los enemigos abusarán de nuestra generosidad. Los que aquí vengan purgarán sus crímenes, y en esta clase entrará el europeo Castro”. *** Pero por qué el nombre tan misterioso de Purificación a aquella villa de poco más de 15 o 20 hectáreas creada por Artigas, lugar estratégico desde donde dominar los destinos de la Liga Federal y su lucha contra España, y al mismo tiempo y por otros motivos, con Buenos Aires. Cómo se funda la villa y en qué situación se encontraba la revolución son algunas pistas para entender el porqué de este sitio y la importancia o no de esta población efímera y paradigmática de la historia oriental. Según Washington Reyes Abadie, Oscar Bruschera y Tabaré Melogno, “su denominación procede directamente –una más entre tantas– de España, de aquellos campamentos que servían para concentrar herejes, conversos de fe sospechosa o enemigos militares para trabar su acción herética o bélica”. El nombre abre un abanico de suposiciones que la relacionan con el sistema español y particularmente con Chile. Según Rebella, Monterroso, que venía desde Córdoba, pudo ver de primera mano la realidad chilena desde cerca, y allí apareció el nombre y su función. Según la crónica de Rebella, “en Chile, en octubre de 1814, después de que el infeliz, aunque épico y glorioso episodio de Rancagua, puso término a los cuatro años de la ‘patria vieja’, la reconquista por las armas españolas (mejor fuera más exacto decir: peruanas), al mando del general Mariano Osorio, se había completado”. Tras la victoria realista llega la noticia a Santiago de Chile de dos decretos fechados en 1812 en España por las Cortes de Cádiz, para castigar a los que habían apoyado al gobierno invasor de José Bonaparte. El primero de ellos establecía que los funcionarios públicos que apoyaron al invasor debían ser cesados (aunque hubieren sido colocados antes de la invasión) y “el segundo decreto ordenaba que la vindicación se efectuara ante el Cabildo del lugar, que constituiría en esa forma un tribunal de vindicación o purificación encargado de juzgar esos asuntos, en definitiva y según las reglas que se determinaban. El origen, pues, de esa idea de de purificación está en España”. Aquella idea tal vez estaba imbuida por el modelo francés, pero más allá de elucubraciones ideológicas, los mismos no eran concebidos para América, dado que en aquellos años (1812) no se encontraban los bonapartistas de este lado del Atlántico. Pero Osorio, victorioso de Roncagua, y sus asesores lo aggiornaron a aquella nueva situación. Data del 27 de octubre de 1814 aquella orden. El gobernador español escribió al secretario de Estado: “Como por las cédulas que he recibido se permite, ínterin, se pidan nuevas declaraciones especiales, observancia de la constitución y decretos de las cortes, en lo que no se oponga a la soberanía del rey, he debido dejar correr dos de ellos (los que hemos mencionado) que antes conducen a corroborarla mediante la inquisición y purificación que previenen de los empleados y personas públicas que hayan de subsistir en sus oficios, u optar provisiones en adelante. Esta pesquisa la tenía adelantada como tan indispensable en este reino para consolidar con el discernimiento de los leales y verdaderos patriotas y de los sospechosos y adictos al sistema infiel, la entera purificación y seguridad general que a tanta costa se va logrando”. A aquellos tribunales donde todos debían comparecer se los conocía como los tribunales de vindicación o purificación. Era una especie de “caza de brujas” hispana sobre los infieles, a los que se los podía despojar de sus posesiones o podían, en el peor de los casos, terminar en el presidio de Juan Fernández. La idea de la purificación es tomada de estas fuentes, pero hay una más que nos recuerda Rebella y es la de los porteños en Montevideo. Antes de la entrada triunfal de las fuerzas artiguistas a la ciudad-puerto, fueron los porteños quienes de forma solitaria ingresaron a ella. Tras el ingreso de las fuerzas de Alvear, los porteños hicieron y deshicieron a su antojo en San Felipe y Santiago de Montevideo, e inclusive amenazaban a los españoles y a los criollos realistas, con que los llevarían a Buenos Aires. Esto generó una pequeña emigración que se calcula en 500 personas. Detrás de estas órdenes también latía la idea de castigar (o enderezar) a aquellos que no comulgaban con las ideas revolucionarias. La realidad en aquellos años apuntalaba el miedo, y la incomunicación natural a aquellos tiempos era también acicate de ese sentimiento. Se tenía noticia de que Fernando VII, tras su liberación, pretendía además de no aceptar ningún tipo de constitución en su reino, alargar su brazo absolutista hacia América. Para eso juntó en el puerto de Cádiz un ejército de más de 10.000 hombres liderados por Pablo Murillo. Más allá de que ya en tiempos de la Purificación esa amenaza había mermado, las noticias seguían rondando las charlas oficiales y extraoficiales. En ese contexto nace la idea de purificar como método, en una villa recién construida con la doble función para algunos historiadores: ser el cuartel general del jefe de los orientales y el sitio de la purificación de aquellas almas. —————————————————————————————– En el Hervidero “La Purificación era un pueblo creado sobre el Uruguay en el Hervidero, adonde se remitían desde el tiempo de Otorgués los godos que caían en desagrado. El nombre de ‘Purificación’ fue inventado por el padre Monterroso, consejero de Artigas, hombre de ideas exaltadas y sanguinarias. En el centro de la plaza se enarbolaba la ‘tricolor’ todos los días festivos. Había oratorio y era costumbre que la tropa concurriera misa en los mismos días. Los confinados allí eran obligados a trabajar la tierra, y el producto de sus siembras se remitía Montevideo, donde se expendía, destinando su importe a la provisión de ropa y artículos de alimentación de los mismos.” (Isidoro De María) ————————————————————————————— La meseta de Artigas “Artigas concibió el proyecto de confinar a los españoles europeos, posibles auxiliares de la eventual invasión, en un punto sobre el río Uruguay al norte de Paysandú, donde rompían las aguas del río, llamado por ello el “Hervidero”, junto a una pequeña elevación que hoy se denomina ‘Meseta de Artigas’.” (Edmundo Narancio)

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