“La gente quiere gestores que administren bien los dineros del Estado.
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Un ejemplo es Mauricio Macri en Argentina”.
Edgardo Novick
Poderosos de todas las épocas han usado al cristianismo para convencer a los más pobres de ser sumisos y no preocuparse por el sufrimiento que les tocó padecer en la Tierra, ya que serán felices en el más allá. El discurso de Mauricio Macri va por esa línea. Al amparo del dogma neoliberal, les dice a los millones de argentinos que están sufriendo desempleo y desamparo que no se preocupen; algún día ese esfuerzo (que sólo implica a las clases media y baja) será recompensado. Mientras tanto, él vive en la opulencia disfrutando plenamente su fortuna de sospechosos orígenes.
Tras la aplastante derrota en las PASO, culpó a los Fernández por su triunfo y les achacó la subida que el dólar tendría a partir del lunes y culpó a los argentinos que no lo votaron por no comprenderlo ni entender su magnífico plan económico, un hijo del cual se siente orgulloso. A ver si queda claro: la culpa del desastre económico es de los siervos ignorantes que no votan a sus amos derechistas.
El riesgo país de Argentina es (en agosto de 2019) de 872 puntos; mientras que el de Uruguay es de 162. Lo que pase del otro lado del río es muy importante para los uruguayos; no solo porque su debacle afecta las inversiones argentinas en nuestro territorio, sino porque nos muestra claramente hacia dónde nos quieren arrastrar los partidos tradicionales, tan apartado de Batlle y Ordóñez uno como de Wilson Ferreira Aldunate el otro.
Sólo Macri ve buenos resultados en su gestión.
Su subida al escenario para reconocer su derrota fue patética. En momentos en que toda la Argentina estaba escandalizada porque no se daban los resultados oficialmente, él los mandó a dormir. Dijo que sabía escuchar; pero a los pocos segundos demostró lo contrario al asegurar que continuarían por el mismo camino y que los que no lo votaron eran los equivocados. Por si fuera poco, permitió que la desequilibrada de Lilita Carrió tomara el micrófono. Mejor hubiera sido que le diera una metralleta a un mono.
Tras decir que las derrotas les ayudan a combatir la soberbia (y quedarse esperando el aplauso tras la frase) hizo caer una tormenta de soberbia sobre todos los presentes, a la vez que se explayaba con su tema preferido: ella misma. Entre otras barbaridades dijo que a los 63 años estaba espléndida. Esta persona es la misma que hace pocos años atrás acusaba a Macri de corrupto, evasor y contrabandista. Tras el acuerdo que hizo con el magnate (acuerdo que le permitió subsistir políticamente) dejó de acusarlo y ahora le llama Mauricio.
La gobernadora María Eugenia Vidal tuvo dos causas que explican su derrota de 32,5% contra 49,3% de Axel Kicilloff: la pésima gestión del macrismo y sus frases escandalosamente clasistas. Hablando en un simposio sobre drogas, señaló que “los que consumen no son solo los chicos pobres; son también nuestros hijos”. Por lo menos, cuando tuvo su momento de gloria al ser electa años atrás, fue sincera y dijo: “Hicimos posible lo imposible. Cambiamos futuro por pasado”.
Macri en números
Unos pocos datos alcanzan para evaluar el brillante plan de Macri.
La inflación llegó a mitad de año a 55,8%. Argentina está en el tercer lugar mundial entre los países con más inflación, según el relevamiento de Trading Economics.
La pobreza infantil es la peor de la última década. En 2018 llegó al 51,7% y el 13% de los menores pasaron hambre, de acuerdo a un estudio de la Universidad Católica. En un país que exporta alimentos a más de 400 millones de personas, uno de cada diez menores pasa hambre.
Para agosto de 2019, el Instituto de Estadísticas dio a conocer que la pobreza llegó al 32% y 14,3 millones de argentinos la padecen, mientras que la indigencia es de 6,7%. En la campaña que lo llevó a la Presidencia, Macri había prometido “pobreza cero” y había asegurado que bajar la inflación era facilísimo.
El desempleo llegó en junio a 10,1%, lo que significa que dos millones de argentinos están sin trabajo.
Deuda y fuga. De los casi 190.000 millones de dólares que Mauricio Macri pidió prestados en tres años y medio, 133.000 millones ya se fugaron, según un informe del Observatorio de la Deuda Externa de la UMET. El 71% de la deuda contraída por Cambiemos se hizo humo, lo que ha generado un panorama muy complicado para el próximo gobierno, cualquiera sea.
Todo el resto de los números son negativos; hay cerca de 10.000 pymes menos, se dispararon los precios de los servicios públicos, el riesgo país y la deuda externa; sin embargo, Macri, neoliberal hasta el paroxismo, sigue creyendo que la fórmula es que los más pobres deben ser abandonados en el campo de batalla del mercado. Así piensan Ernesto Talvi y Luis Lacalle Pou en Uruguay. No les gustan los Consejos de Salarios ni los sindicatos; porque ellos obligan a los empresarios a pagar salarios decentes. No les gusta que despierten a sus siervos, siervos a los que no solo los precisan mansos; los precisan mensos.
No es casual que el Fondo Monetario Internacional haya prestado una cifra histórica -por lo exorbitante- a Macri ni que Estados Unidos haya emitido una alerta sobre la inseguridad en Uruguay. Los dueños del mundo siguen empeñados en mantener o reponer en el poder a aquellos que aseguren la continuidad de su política económica sacralizada por los economistas Friedrich Hayek, de la Escuela Austríaca, y Milton Friedman, de la Escuela de Chicago.
Para ellos, el libre mercado es el rey. Un rey al que le importa poco que millones de siervos pasen hambre mientras que ello permita a los poderosos seguir siendo poderosos, ya se trate de los Macri de Argentina como de los Lacalle o Talvi de Uruguay.