Mateo Sarni, habló de su vida, su carrera, el trabajo en el equipo de básquetbol inclusivo Larra Plateado y la importancia de los sindicatos para lograr conquistas colectivas. Es un convencido de que nadie debe ser considerado “un desecho del capitalismo”
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Nació en Montevideo y creció en una casa que fue y sigue siendo referencia de su vida en zona de respeto, donde se cuidan detalles relevantes y necesarios, y todo parece estar a resguardo de las inclemencias de un tiempo presente tan convulsionado como el que ha tocado vivir. Familia de abrazos precisos, palabras sólidas y equilibrios cotidianos, Mateo es muchas cosas admirables. Se dedica a hacer de este mundo un lugar un poco mejor, más habitable, menos inhóspito, roído y cansado que el actual. De eso trabaja, para eso entrena, piensa, sueña y concreta. Los sábados, por ejemplo, son el mejor día del mundo para medio centenar de personas con discapacidad intelectual que participan en el proyecto Larra Plateado, un equipo de básquetbol inclusivo. Allí Mateo juega y ríe. Y hace jugar y reír a medio centenar personas con discapacidad intelectual porque dice que con el deporte ese puñado de personas, ingresan en territorio de derechos humanos. Se emociona con cada conquista de ese grupo que también lleva un pedacito de su alma de hombre bueno. Mateo habla de la necesidad de implementar políticas públicas efectivas, eficientes y no elude hablar de responsabilidades. Otros días de la semana estudia Ciencias Sociales, está a punto de culminar la licenciatura en Educación Física y el curso de entrenador. Los otros días, crece como jugador de básquetbol y comienza a acumular trofeos sobre su espalda, que es enorme y al mismo tiempo liviana. Porque no carga mochilas pesadas, ya que él optó por transitar la vida llevando consigo desafíos justos y necesarios. Sarni nació en La Blanqueada y a cartas vistas es comprensiblemente muy hincha de Nacional, cuadro en el que jugó antes de ser famoso por tantas cosas. Jugó una final en fútbol infantil contra el pajarito Valverde -un rato antes de que se convirtiera en estrella mundial madridista- y festejó el triunfo. Eso lo llevó a clasificar a un mundial en Sudáfrica en el que perdieron la final y dice que aprendió “un montón”. Se alejó del fútbol porque no quiso para su vida bancar las presiones del entorno de representantes que prometen pases y ventas salvadoras, que ya revoloteaban desde temprano. Hoy de a ratos queda en silencio. Escucha y observa. Está pensando qué más hacer para cambiar el mundo. Y dice que el mundo está en cada esquina, cancha, tribuna, barrio y escuela. Le preocupan el hambre, las desigualdades, las injusticias, habla de la necesidad de entender que nadie debería ser desecho del capitalismo y tener que irse a la cama sin un plato de comida, sin la posibilidad de acceder a los derechos humanos básicos y tener las mimas posibilidades de partida que todos, para luego comenzar a construir cada vida. Cocina en una olla en la sede del club Aguada y esa es otra de las experiencias superadoras de obstáculos en las que ha decidido aportar algo más que su tiempo y compromiso. Su obstinada capacidad de hacer mucho, en voz baja, en clave de equipo, tratando de pasar desapercibido, es acaso su sello distintivo. Tuvo formación religiosa en el colegio Santa María y si pudiera volver el tiempo atrás, elegiría ser maestro de escuela. Hijo de padre abogado y madre escribana, tiene una hermana ingeniera en sistemas y de chico leía a Roy Berocay y a Daniel Baldi. Un rato después, su ingreso a la Facultad de Ciencias Sociales le abrió el mundo de Foucault, Noah Harari, Rosa Luxemburgo, Piketty y otros autores a los que lee a veces escuchando un poco de rock nacional y de a ratos algo del multipremiado rapero Wos. Se define como "contemporáneo de la mejor versión de Agarrate Catalina" y a la hora de los festejos y celebraciones, se banca incluso el reguetón y "toda esa música" que se comparte en grupos, pero tratando de no detenerse en las letras machistas que siente que no lo representan. Es el secretario general del sindicato de jugadores y jugadoras de básquetbol, reparte semanalmente viandas repletas de alimentos y solidaridad, fue campeón de Liga con Aguada, es muy hincha de Larrañaga, muy estudioso, trabaja en clave de derechos y casi todo el que lo conoce cuenta que Mateo es un gran tipo, un hombre bueno que sostiene que cuando el destino se pone austero, sale al rescate de lo verdadero.
¿Cómo se hace para conjugar los tiempos entre la responsabilidad de ser referente en un equipo y al mismo tiempo de la Asociación de la Basquetbolistas Uruguayos Asociados?
Bueno, no creo ser tan especial. Soy un jugador más que por ahí ahora tiene otra visibilidad desde que estamos en la BUA trabajando junto a otros compañeros. Más allá de los jugadores con los que me conozco y me llevo bien, a partir de la asociación he tenido otro vínculo con muchos otros y eso seguramente se debe en parte a la responsabilidad que me toca asumir. En cuanto a lo deportivo, ahora sí tuve un espacio muy lindo de crecimiento y el año pasado en Urupan puede consolidar mi juego como en el mayor nivel que he llegado hasta ahora.
Previo a ello, jugaste en un club de tremenda masividad como Aguada y también en Nacional. Me imagino que fueron experiencias también enriquecedoras.
Sí, jugué en Aguada y en Nacional. Allí fui un jugador más, pero el año pasado en Urupan tuve la chace de ser algo así como uno de los referentes del equipo y por suerte pude estar a nivel y tener una temporada que me marcó y me dio un lindo lugar en la Liga. Pero este es un juego de equipo y valoro mucho la posibilidad de ir conociendo gente y aprendiendo.
¿Cómo te vinculaste al sindicato?
La primera vez que fui a una reunión de la asociación de jugadores, todavía no estaba tan formada, pero se realizaban reuniones cuando había hechos puntuales. A mí me invitó un compañero, que hoy es el presidente de la BUA y yo ahí tenía 18 o 19 años, recién estaba arrancando. Me pasó a buscar y me dijo que a partir de ese día, todas las experiencias me iban a ir forjando. Y así fue. Hoy lo veo con los nuevos y pienso que es importante que nosotros, los más grandes o los que llevamos un poco de tiempo en esto, acompañemos a los que recién se van incorporando.
¿Qué tan difícil fue lograr que los planteles entendieran el valor de un sindicato? Porque en cuanto a lo colectivo saben mejor que nadie lo que se logra con el esfuerzo compartido, cuando se pelea para alcanzar algo.
En lo formal y estructural venimos muy bien. Tenemos un número de afiliados muy representativo y que apoya. Creo que había cierto consenso que se necesitaba un proyecto colectivo como la asociación y que tuviera representatividad. Sinceramente creo que la mayoría de los jugadores se sienten representados y respaldados por esta forma de trabajo que nos hemos dado y tenemos que seguir construyendo día a día nuevos espacios de diálogo y más acciones que hagan partícipes a todos. Porque a veces somos pocos los que estamos en el trabajo diario y obviamente lo mejor sería que se sumaran más a ese trabajo diario. Involucrarnos es importante y es la forma de ir consolidando la herramienta.
¿Cuáles son los grandes ejes en los que están trabajando? ¿Por dónde pasan los temas que más les preocupan?
Una de las primeras cosas que hicimos cuando comenzamos fue atacar el tema del básquetbol femenino. Nuestra vicepresidenta es Sabina Bello, una jugadora de mucha trayectoria del básquetbol femenino. Esa fue una de las prioridades, abordar la temática potenciando algunos de los proyectos que ellas tenían estudiados y muy elaborados, para mejorar distintos aspectos de la Liga. Debemos recordar que la Liga Femenina de Básquetbol creció mucho en este último tiempo. Hace no tanto, no jugaban extranjeras y ahora hay dos por equipo y muchas jugadoras son profesionales. El nivel ha subido muchísimo y estamos trabajando en un proyecto para dividir la Liga Femenina en dos: una profesional y otra de desarrollo. Es una forma de jerarquizar los niveles y asumir que algunos clubes apuntan a determinados objetivos más profesionales y otros a metas distintas porque tienen un enfoque más social. Otro de los ejes sobre los que estamos trabajando sindicalmente es modificar el tema de las transferencias de jugadores. Recordemos que cuando un jugador de básquetbol ficha por un club a los 12 años, pasa a depender totalmente del club hasta los 23. Eso es algo que en el fútbol no pasa. Hay muchísimos jugadores de fútbol que se van a Europa con 18 años. Si bien entendemos que son realidades económicas distintas, estamos buscando un punto medio. Cierta regulación que nos permita otras reglas para los vínculos de los jugadores con los clubes y eso lo estamos negociando. A este tema le hemos dedicado mucha energía. Y por último te diría que nos preocupa y mucho las condiciones de trabajo. Hemos planteado distintas situaciones problemáticas para todo básquetbol y creemos que si hay buen diálogo con los clubes y la Federación, podremos ir encontrando soluciones y ciertas respuestas, como, por ejemplo, en cuanto a que en determinado momento del año se jueguen simultáneamente Liga y Metro, lo que va a generar más oportunidades para los jugadores.
¿Y en materia salarial? ¿Hay laudos o cada uno negocia su salario como puede?
Acá no hay laudos. Sí hemos presentado y mejorado bastante los temas relacionados a las condiciones de trabajo, pero los salarios se negocian de manera individual. Para ser una asociación nueva, creo que vamos logrando cosas muy importantes.
¿La directiva de la Asociación está conformada por hombres y mujeres?
Sí, tremendo acierto. Al principio se discutió porque el carácter profesional o no de la Liga Femenina, pero con el tiempo eso se logró. Ellas enriquecen el trabajo gremial, con sus ideas, aportes, y además, el deporte en el mundo va hacia allí. Fue un gran acierto que tuvo la Asociación y de los hechos más importantes hasta ahora en nuestra vida gremial, sin duda.
¿Cuánto inciden los entornos en el básquetbol? ¿Hay expectativa de pases millonarios y presiones como en el fútbol?
Es muy diferente en el fútbol porque acá nadie espera que un jugador sea la "salvación" de su familia. Al básquetbol se entra o porque alguien de tu familia lo jugó o porque a vos te encanta. Pero no es una presión familiar por el futuro y el mantenimiento de todos. No hay una visión de que los que juegan al básquetbol van a tener una carrera laboral y van a salvar a toda la familia. Entonces, por ese lado el enfoque es mucho más recreativo y se suele dar por una decisión personal de cada jugador que decide dedicarse a esto. Después el profesionalismo tiene sus reglas, obviamente. Otro aspecto que es bien interesante mencionar en cuanto a las presiones y los entornos es que se está normalizando y naturalizando mucho más el tema de la atención psicológica. Un acompañamiento que es fundamental y que por suerte está muy naturalizado en las charlas de planteles. No todos los clubes tienen profesionales trabajando. Pero, por ahí, las charlas se dan en el vestuario y entre compañeros nos pasamos teléfonos o datos de profesionales para recomendar cuando alguien necesita y no sabe a quién recurrir. Y eso ya no es un tema tabú como lo era antes. Y la atención psicológica te permite manejar mejor las presiones, sostener una carrera y soportar las redes sociales que hoy pueden causar mucho daño.
Es tremendo cambio cultural.
Claro, hablando con jugadores más viejos con los que he compartido equipos, eso no existía. Y muchas veces se veía como una debilidad del hombre si recurría a un psicólogo.
Aquello de que “el macho no llora” o “el macho se la banca”. ¿Eso ya fue?
Hay cambios importantes y obviamente creo que son positivos. Y en la Asociación estamos pensando trabajar con referentes para comunicar algunos de estos cambios. Bizarrap sacó una canción con una cantante trans -Villano Antillano- y le llegó a más de 100 millones de jóvenes. Acá deberíamos hacer algo por el estilo para llegar a otros públicos con determinados mensajes. De todos modos, no todo ha cambiado. Cuando un jugador cumple años le seguimos haciendo “la morta” como siempre, como antes. Y yo entiendo que hay quienes tienen cierta imposibilidad de poder decirle algo cariñoso a otro compañero en un momento de felicidad de su vida, en su cumpleaños. En lugar de darle un abrazo donde transmitís tus emociones, todavía hoy le seguimos pegando. Creo que son cosas que tendremos que problematizar en los planteles y preguntarnos por qué hacemos eso. Lo mismo cuando las hinchadas cantan canciones muy violentas o machistas. Algún día deberemos reflexionar sobre estos temas.
¿Has estado en planteles en los que algún jugador o técnico haya hablado de su sexualidad y, por ejemplo, haya dicho que es homosexual?
No. Sé de algunos jugadores que sí son, pero no lo han manifestado de manera grupal. Creo que hay ciertas limitantes en la posibilidad de expresarse. Pero también creo que poco a poco vamos cambiando. Quedan jugadores más grandes que dicen comentarios típicamente machistas de otra época que no se los escuchás a los más jóvenes.
¿Somos homofóbicos?
No. Bueno, mi generación no.
Si te dieran las ganas y si lo fueras, ¿vos le dirías a tus compañeros de plantel sin problemas “soy gay”?
Creo que sí. Pero debe ser un paso difícil de dar. Sé que mi generación está mucho más abierta, pero otra cosa es la exposición como persona pública y todo lo que implican las redes, así que ahora que lo pienso, tal vez la respuesta admite un no.
¿Te preocupa el mundo Twitter?
No, desde que aprendí que podés habilitar que solamente te aparezcan notificaciones de la gente que vos seguís. A mí no me influye mucho, pero es todo un tema y es importante saber manejarlo porque a veces se le da una trascendencia que no tiene. En una charla de básquetbol, Pablo López, un entrenador muy conocido, dijo que hay que leer no lo que dicen sino quién lo dice. Y bueno eso creo que deslegitima muchas agresiones de Twitter que son anónimas y que no construyen nada.
¿Cuánto incidió la participación tan fluida de estos últimos años de las mujeres en el referato?
Es algo positivo que va creciendo, de manera paralela a lo que sucede con las jugadoras. Nos está faltando un proceso similar con las entrenadoras. No tenemos ninguna mujer entrenadora en la Liga. Sí en los equipos, en el trabajo físico, pero no dirigiendo. Y eso nos debería interpelar. Por ejemplo, a las juezas les dicen comentarios muy agresivos. Y de todos lados. El machismo está muy presente en todas las canchas y en las tribunas.
¿Cómo surgió y qué representa en tu vida el Larra Plateado?
Hace años el club Larrañaga alquilaba la cancha para cursos y talleres y uno de ellos fue con Los Tigres de Buenos Aires, que vinieron a dar un curso sobre básquetbol inclusivo. Ese día mi padre se quedó participando junto a otros amigos suyos del club. Y les encantó la idea. Y así fue que comenzó y yo iba los sábados a dar una mano como voluntario. Me acuerdo que éramos poquitos y actualmente el proyecto tiene casi 60 jugadores. Es espectacular. Se pusieron en contacto con la Asociación Down del Uruguay y a partir de ahí trajeron un montón de jugadores y hoy es un proyecto divino que está súper consolidado. Se conformó una comunidad divina.
También aquí hay viejos prejuicios que arrastramos de otros tiempos. Se suele estigmatizar y, en ocasiones, hasta hablar de manera insultante de las personas con discapacidad.
Sí, obviamente. Eso también creo que es parte de apuntar al capital simbólico y poder presentar otras formas de deporte, porque el deporte no tiene que ser siempre de alto rendimiento. Y lo que hacemos en Larrañaga es deporte, pero buscando otros objetivos. Pensemos que en la última marcha de personas con discapacidad, la frase consigna de reivindicación fue “somos seres con derechos humanos, no desechos del capitalismo”. Eso dice mucho. A las personas con discapacidad muchas veces la sociedad, tal como está planteada, les niega sus derechos humanos. Y a mucha gente de otros segmentos de población en muchos barrios, también. Creo que sería bueno que reflexionáramos sobre esto.
El cambio cultural cuesta un poquito más seguramente. ¿No?
Sí y nuestro desafío es tomar acciones, y por supuesto, problematizar sobre estos temas y politizar las soluciones, socialmente hablando. No son casos puntuales y, por tanto, debemos discutir de eso. Y creo que esa problematización es la que permitirá una transformación social. Y preguntarnos muchas cosas, como por ejemplo, por qué tenemos que estar nosotros en las ollas brindando alimentos a otros compatriotas. Creo que deberíamos discutir de ello, de las políticas públicas en materia de derechos humanos como la alimentación, la vivienda, el deporte, la salud, la educación y tantos otros.
¿Qué aprendiste con el proyecto Larra Plateado?
El relacionamiento humano, romper ciertos paradigmas que hay estipulados y la posibilidad de poder relacionarte de igual a igual con cualquiera, de disfrutar. Yo como futuro profesor de educación física acá aprendí que la metodología de la inclusión no es para personas con discapacidad, es para las diferentes personas que hay en una clase que tienen diferencias y que vos con el deporte las vas tratando de adaptar para que todos podamos formar parte de la clase y ser protagonistas, tanto del aprendizaje como del grupo en sí. También aprendí la importancia que tiene para las familias la posibilidad de tejer lazos de comunidad y poder encontrarse con personas -padres, madres y abuelas- que están en situaciones parecidas. Y, por último, la necesidad de que haya espacios de este tipo.
¿Vos crees que hay personas que son descartadas por el sistema en el que vivimos?
Sí, claro. Por supuesto. Este sistema apunta a la producción y acumulación y no a la felicidad o el desarrollo. Y eso también deberíamos discutirlo como sociedad, para definir hacia dónde nos dirigimos si seguimos así. Por ejemplo, con la reforma de la seguridad social, que apunta a trabajar más. Más allá de los partidos, eso nos implica a todos. Y si se aprueba, va a condicionar el futuro de nuestras vidas. Recursos hay, el problema es la desigualdad en el reparto. Alimentos hay. El problema es que tanta gente no pueda acceder a la comida. Me pasa con compañeros de facultad que son profesores y trabajan 8 horas al día, pero en cuatro lugares distintos. Están desde las 8 de la mañana hasta las 22 horas trabajando. Y eso le pasa a la gran mayoría de los jóvenes y no creo que esa sea la forma en la que una sociedad se desarrolle. Tiene que haber formas más dignas para lograr un sustento y poder mantenerse. Y eso trasciende a las personas con discapacidad, esto nos atraviesa a todas y todos.
¿Cómo está actualmente la olla de Aguada?
Con el desgaste lógico y ciertas dificultades que son naturales porque hace más de un año que comenzamos. Como proyecto es súper movilizador, espectacular, mucha de la gente que cocina y que se hace cargo de la olla come ahí mismo en la olla. Y cocina y brinda alimentos a sus vecinos y a su propia familia. Y ese es un hecho social muy fuerte. Te moviliza mucho. Por supuesto el invierno es duro de ver, cuando hace mucho frío afuera, vos estás cocinando calentito, cerca del fuego y afuera hay gente esperando, haciendo una cola durante tres o cuatro horas para recibir un plato de comida, tal vez sin haber comido nada en todo el día. Además, sería importante poder disponer de más tiempo para charlar con ellos, profundizar en las personas, preguntarles, ayudarlas, tratar de generar cierto acercamiento, todo lo que en realidad deberían hacer las políticas sociales.
¿Qué pensás de quienes sospechan de las ollas?
No da ni para responder. Los que crean que la gente va a comer mucho o lo que sea están poniendo en tela de juicio el hambre de la gente. Seguramente los que escriben, dicen o declaran eso no habrán pisado muchas ollas. No deben haber visto a la gente ahí esperando con el tapercito en la mano.
Pero hay una mirada deliberadamente instalada que sostiene que los pobres lo son porque no se esfuerzan o porque quieren.
Sí existe. Pero la lógica meritocrática de la vida para mí es una estupidez, absolutamente una estupidez. Obviamente eso no quita el esfuerzo o la dignificación del trabajo, pero de un trabajo digno que no es lo mismo que cualquier trabajo. Son discursos que apelan a formas más individualistas y más simplistas de ver las cosas. La semana pasada hubo un paro general y leí en Twitter a mucha gente deslegitimando la herramienta del paro sindical. Por otra parte, recuerdo un tuit de una dirigente de Salto con una foto sonriente de trabajadores obreros haciendo ladrillos al sol y ella se mostraba en una relación casi feudal con los trabajadores. Muchas cosas se conquistaron con los derechos sindicales y con las luchas sindicales. Y, obviamente, hay un discurso que va en contra de la herramienta sindical y apela al individualismo. Como en todos los procesos colectivos, cuando haya errores habrá que corregirlos, pero creo que los sindicatos tienen una legitimación muy grande porque los procesos son colectivos y los dirigentes son puestos por el voto de la gente y cuando a la gente no le gusta algo, los dirigentes se tienen que ir. Eso va desde el presidente del Pit-Cnt para abajo, a todos. Por otra parte, me parece importante en relación a estos temas, que la gente de la cultura, los referentes que tienen más libertades y otras plataformas de llegada a la gente, lleven otros mensajes, distintos a lo que se escucha y se ve todos los días en los medios. Creo que sumaría mucho.
¿Qué pensás del discurso de odio?
Creo que los algoritmos o la forma en que la gente ahora ve la información facilita polarizar las cosas. Y eso debería interpelar a quienes están en distintos roles de los medios y también en áreas de responsabilidad del Estado. Hace poco vi que una senadora de acá, de Uruguay, subió una foto del presidente de Colombia, falsa, para intentar vincularlo a Escobar. Para mí eso es gravísimo. Creo que si nos manejáramos con otros parámetros, esa senadora debería haber sido despedida de su cargo, expulsada. Es lógico pensar distinto, discutir, confrontar ideas, pero siempre apuntando al diálogo respetuoso. No vale cualquier forma de relacionamiento con tal de obtener un rédito de algo. Si la sociedad termina votando por quien tuvo la mejor publicidad en la campaña y no por el mejor proyecto de país, estamos en problemas.