Tanto la fotografía documental como el fotoperiodismo han trazado en Uruguay y en la región un camino a la vez largo y rico. Estos campos de producción fotográfica han crecido gracias a proyectos enfocados en la investigación y el compromiso con el registro de realidades sociales complejas, marcadas por la marginación, la pobreza, el atropello de las grandes corporaciones y de los gobiernos neoliberales, la migración, las discriminaciones por género, raza, religión. La realidad no ha experimentado cambios: las asimetrías e injusticias se sostienen con una impunidad asombrosa. No obstante, muchos proyectos fotográficos le han dado una voz pública a quienes padecen estas condiciones de vida.
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En esa línea, tres fotógrafos uruguayos reunieron sus trabajos personales -en su mayoría realizados para ediciones periodísticas- para dar forma a Nuevo Comienzo, una muestra que expone la lucha por la vivienda, la organización comunitaria y la vida cotidiana de las personas y familias que viven en el asentamiento Nuevo Comienzo, en el barrio Santa Catalina.
Mariana Greif, Alessandro Maradei y Ernesto Ryan conjugaron sus artes y habilidades técnicas para incursionar en este enclave, recuperar las voces de los sin voz, contar al menos algunos fragmentos de sus historias de vida, componiendo una extensa colección de fotos que no especula con el sufrimiento, con los golpes bajos, sino que subraya la dignidad, la humanidad, de quienes allí viven.
Esta muestra fue seleccionada por el Centro de Fotografía de Montevideo para su ciclo de exposiciones de este año. Y puede verse hasta el 30 de agosto en la Fotogalería del Prado, ubicada en Pasaje Clara Silva y Avenida Delmira Agustini (próximo a la Rosaleda).
La historia
Greif, Maradei y Ryan describen su propuesta así: “En enero de 2020 varias familias decidieron ocupar un terreno en el barrio Santa Catalina. Con ilusiones distintas, poco a poco fueron poblando y se fueron organizando hasta convertirse en lo que hoy llaman Nuevo Comienzo.
Es una de las ocupaciones más grandes de los últimos años, donde no solo existe el ánimo de tener un pedazo de tierra, sino también el de construir una comunidad a la que pertenecer.
Un año después, en medio de una pandemia, muchas familias se han ido o reubicado, tras las sistemáticas presiones que han tenido por parte del gobierno y de los propietarios de la tierra.
El miedo, el cansancio y la incertidumbre se hacen sentir. A pesar de todo, muchas familias permanecen, en búsqueda de un mejor futuro”.
