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Brasil, una elección al filo de la democracia

Lula da Silva encabeza las encuestas contra Jair Bolsonaro que multiplica ataques contra el sistema electoral.

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Lula da Silva y Jair Bolsonaro tendrán en octubre de este año el enfrentamiento electoral que debería haber sucedido en 2018. En aquella ocasión Lula no pudo presentarse: fue detenido seis meses antes de la contienda y encarcelado durante 580 días en Curitiba. De no haber tenido lugar la persecución contra el ex presidente ambos se hubieran medido en las urnas y la realidad tal vez sería hoy muy diferente.

Cuatro años después los dos vuelven al centro de la disputa electoral. El país se acerca golpeado a la cita de las urnas del 2 de octubre, con más de 665 mil muertos por la pandemia, el regreso del hambre y la democracia al filo. Los meses faltantes serán difíciles, lo anticipan los anuncios de privatización de la empresa petrolera Petrobras y la eléctrica Electrobras hechos por el nuevo ministro de Minas y Energías, Adolfo Sachsida, así como los repetidos cuestionamientos de Bolsonaro al sistema electoral.

El presidente hizo de las declaraciones generadoras de crisis y de los choques institucionales un modo de funcionamiento político/mediático y de movilización de su base. ¿Hasta dónde bluf y hasta dónde riesgo real? Una pregunta que acompañó cada uno de los acontecimientos de crisis provocados por el mandatario, como la movilización del día de la independencia de Brasil, en septiembre del 2021, cuando convocó a sus seguidores a Brasilia con amenazas al Supremo Tribunal Federal (STF).

Ahora, cuando todas las encuestas lo muestran detrás de Lula, vuelve a insistir, siempre sin pruebas, en la poca fiabilidad del sistema electoral, del voto electrónico, y del resultado de las urnas. El pasado lunes 16 de mayo, por ejemplo, en un evento con empresarios de alimentos y bebidas organizado en San Pablo, declaró: “podemos tener otra crisis, podemos tener unas elecciones problemáticas. Imaginen (…) la sospecha de que no fueron limpias”.

No se trata de un discurso nuevo: a mediados 2021 afirmó que hubo fraude en la elección del 2018 por lo que él debería haber ganado en primera vuelta. También puso en duda el resultado del 2014, cuando Dilma Rousseff resultó electa y destituida dos años después por un golpe parlamentario. En aquellos días de impeachment Bolsonaro reivindicó públicamente a uno de los principales represores de la dictadura en la cual fue torturada Rousseff: “por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el pavor de Dilma Rousseff”, fueron sus palabras en el hemiciclo.

¿Democracia versus fascismo?

“No nos estaremos enfrentando a un adversario cualquiera, enfrentamos a un adversario que representa la anti-democracia, el anti-amor, la anti-paz, la anti-educación, que representa el anti-desarrollo, nos enfrentamos a un adversario que representa la ignorancia, que representa la violencia, que representa el fascismo en Brasil”, afirmó Lula en un acto realizado días atrás.

El pasado siete de mayo anunció que buscará volver al Palacio de Planalto. La expectativa de que pudiera ser candidato comenzó a partir del momento en que salió de la cárcel aquel ocho de noviembre del 2019, y con más fuerza a partir de marzo del 2021, cuando el juez Edson Fachin del STF anuló sus condenas por corrupción, recuperando sus derechos políticos. “Siempre estuvimos del lado correcto, contra el lawfare”, declaró ese día el abogado de Lula que en ese momento ya encabezaba las encuestas con el 50% frente al 38% de Bolsonaro.

Una de las alianzas que se forjaron durante los años más difíciles fue la de Lula con el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST). La organización estuvo en los acampes en Curitiba, en las movilizaciones, y ahora trabaja en la conformación de los Comités Populares de Lucha. “Son una iniciativa que nace del Frente Brasil Popular, que articula al MST con el PT, sindicatos y otras organizaciones populares, la idea es crear por lo menos 5.000 unidades de base para dialogar con la sociedad, en los barrios, en otros espacios sociales, sindicatos, universidades”, explica Ignacio Lemus, corresponsal de Telesur en Brasil.

Lula entusiasma, en particular en los sectores populares. Su carisma, historia como líder sindical, ex presidente, perseguido, el recuerdo de lo que fue el país, son algunos de los motores de fuerza de quien se opone a la privatización de Petrobras y Electrobras, defiende la educación -“tengo el orgullo de ser el único presidente sin diploma universitario en Brasil y el que más universidades entregó”, dijo días atrás- y plantea reconstruir el ministerio de Cultura, entre otras promesas.

¿Cuánto avanzaría Lula en una agenda de cambios en el actual contexto? Su fórmula de vicepresidencia, con Gerardo Alckim, un político de centro-derecha que adversó en el 2006, despertó escepticismos en algunos sectores de izquierda acerca de los límites de su posible gobierno. No sería sin embargo la primera vez que gobernaría en una fórmula de esta característica, y las características de la elección, es decir contra Bolsonaro, llevaron a cerrar filas en torno a su figura.

El mundo mira a Brasil

Lula habló el 10 de diciembre ante una Plaza de Mayo colmada en Argentina, invitado junto a Pepe Mujica en un acto encabezado por el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner por el Día de la Democracia y los Derechos Humanos. Su recibimiento mostró la expectativa que existe en América Latina con el regreso del dirigente del PT que se presentó por primera vez como candidato en 1989 y logró la victoria en el 2002.

Su posible presidencia es vista como fortaleza en un continente donde los progresismos recuperan terreno, aunque muchas veces marcados por dificultades para encontrar salidas a la crisis y dar respuestas a las demandas populares. “Vamos a restablecer nuestra relación con América Latina, y si Dios quiere, crearemos una moneda en América Latina, no tenemos que depender del dólar”, afirmó Lula el 2 de mayo, una idea desarrollada a principio del siglo por Hugo Chávez con la moneda sucre, o, desde otra concepción, por el actual ministro de Economía brasilero, Paulo Guedes, quien se refirió a una moneda común para el Mercosur.

Antes de Argentina Lula fue recibido en noviembre con honores en Europa, donde estuvo en Francia, España, Alemania, Bruselas. Allí, frente al Parlamento Europeo, afirmó: “Bolsonaro es una mala copia de Trump”, enmarcando la elección de Brasil en uno de los clivajes centrales de la política del viejo continente y de Estados Unidos (EEUU): democracia vs extrema derecha. Con ese argumento le dio, por ejemplo, su apoyo a Emanuel Macron contra Marine Le Pen en el balotaje en Francia el pasado 24 de abril.

La cercanía de la familia Bolsonaro con la familia Trump es pública. Eduardo Bolsonaro estuvo, por ejemplo, en agosto del 2021 en EEUU reunido con Trump y luego con Steve Bannon, arquitecto de campañas del ex presidente estadounidenses y numerosos actores de extrema derecha en Europa. El mismo presidente brasilero estuvo, antes de la guerra en Moscú, reunido con Vladimir Putin, en Hungría con Víktor Orban, y optó por no condenar a Putin ante la “operación militar especial” en Ucrania.

Lula por su parte, apareció en mayo en portada de la revista estadounidense Time, donde, en una entrevista se refirió a la guerra en Ucrania: “Putin no debería haber invadido Ucrania. Pero Putin no es el único culpable, EEUU y la Unión Europea (EU) también son culpables. ¿Cuál es la razón de la invasión a Ucrania? ¿Es la OTAN? EEUU y la UE podrían haber dicho: ‘Ucrania nunca entrará en la OTAN’. El problema estaría resuelto”.¿Qué hará la Casa Blanca ante la elección entre el aliado de Trump y el líder del PT? Washington no parece poner obstáculos para un posible regreso de Lula a la presidencia de Brasil.

Números y preguntas

Según la encuestadora PoderData el 18% de quienes votaron a Bolsonaro en la segunda vuelta del 2018 hoy votarían por Lula, lo cual representa cerca de 10.4 millones de los casi 58 millones que votaron por el ex capitán del Ejército brasilero. El líder del PT encabeza las encuestas, aunque la diferencia es oscilante: a fin de abril, según esa misma encuestadora, la distancia era de cinco puntos, 41% vs 36% Bolsonaro mantiene un piso de apoyo que parece inamovible. Similar a Trump, quien afirmó: “tengo a los votantes más leales, podría pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien y aun así no perdería ningún votante”. Esa base sólida, ampliada con apoyo de sectores evangélicos y programas sociales como Auxilio Brasil, es una de las principales fortalezas del presidente de un país que tuvo 350 años de esclavitud, y tuvo 21 años de dictadura entre 1964 y 1985 sin proceso de justicia posterior. Algo de Bolsonaro tiene un arraigo profundo en Brasil.

El presidente hizo del trabajo en redes otra de sus fortalezas. Ya había ocurrido en la elección del 2018 con la utilización del Whatsapp, algo que ahora también extendió, por ejemplo, a Telegram: “usa la máquina no solo para tratar de aumentar la base electoral, sino para desestabilizar la legitimidad misma de la elección”, explicó recientemente en Brasil de Fato la profesora del Departamento de Antropología de la Universidad Federal de Santa Catalina. El gobierno tiene lo que se conoce como el “gabinete del odio”, centro neurálgico para fake news y campañas sucias.

¿Hasta dónde está dispuesto a ir en caso de derrota? ¿Un Capitolio 2020 en versión brasilera? ¿Quiénes lo acompañarían? Algunos altos mandos militares en el gobierno se mostraron más institucionalistas y responsables que el presidente en varias oportunidades.

Son preguntas en un país que, como dice el nombre de un documental, vive al filo de la democracia desde el golpe con Rousseff, y que, desde entonces, no ha cesado en su crisis.

Por Marco Teruggi

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