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Repudio global a Trump

Muros, expulsiones y bombardeos

En su primera semana de gobierno, Donald Trump arrasó el seguro nacional de salud, ordenó la construcción del muro, humilló a México, frenó el ingreso de musulmanes y bombardeó Yemen; la reacción fue inmediata y masiva, dentro y fuera de Estados Unidos; dimitió el cuerpo superior del Departamento de Estado; Enrique Peña Nieto canceló su visita; los jueces, la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se oponen a sus medidas xenófobas; las condenaron Mariano Rajoy, François Hollande y Angela Merkel; un creciente bloque empresarial, judicial y político lo resiste; esto recién comienza.

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Caras y Caretas Diario

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Por Carlos Luppi.

En su incomparable relato “Deutsches Requiem” (1946), Jorge Luis Borges narra las reflexiones de un criminal de guerra nazi (que dirigió un campo de concentración) en la noche previa a su ejecución. Otto Dietrich zur Linde, el protagonista, es un refinado intelectual devenido asesino y torturador que brinda una temible explicación de la derrota nazi: “Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas”. En ese sentido, el nazismo triunfó ampliamente.

Eric Hobsbawm señaló que el siglo XX se extendió en realidad entre 1914 (principio de la Primera Guerra Mundial) y 1991, con la implosión de la Unión Soviética. El siglo XXI, signado por el capitalismo salvaje, el terrorismo en gran escala y el avance de la extrema derecha, tiene tres comienzos: la crisis de las punto-com en 2001, los atentados terroristas del 11 de setiembre del mismo año y la victoria de Trump, el 8 de noviembre de 2017.

Esto es porque, más allá de las torpezas o tropelías que perpetre el presidente Trump, su principal daño a la sociedad global es de carácter cultural, como el que refiere el cuento de Borges: sin duda, alentados por su triunfo “contra el mundo” y la “debilidad líquida” de las clases políticas, aparecerán líderes, aventureros o de carrera, que imitarán su estilo autoritario, prepotente y maleducado, y lo creerán la receta para ganarse las masas y acceder al poder.

Cumpliendo sus palabras

En la primera semana firmó 15 órdenes ejecutivas y memorándums presidenciales, documentos con la vigencia de un decreto. El objetivo es claro: así como Franklin Roosevelt pasó a la historia por sus 100 primeros días de gobierno, en lucha contra la Gran Depresión, que Trump no encontró gracias a la gestión histórica de Barack Obama, el megamillonario busca cumplir o poner en marcha las medidas de mayor resonancia, para demostrar efectividad y, de paso, atemorizar a los díscolos internos y externos.

Para quienes decían que sería controlable, vaya una breve enumeración de las decisiones de Trump en sus primeros diez días de mandato.

Acaso corresponda comenzar por su primer ataque militar masivo, ejecutado el domingo 29 de enero, en que helicópteros y drones bombardearon la provincia de Al Bayda, en Yemen, con el objeto de ultimar integrantes de Al Qaeda. La acción provocó la muerte de 57 personas, entre las cuales había ocho mujeres y ocho niños. Trump comenzó firmando el comienzo del desmantelamiento del sistema nacional de salud, Obamacare, que incluyó a 30 millones de pobres y ancianos que no tenían cobertura sanitaria. Siguió con el inicio de la construcción del muro que separará a Estados Unidos de México. Se enfrentó telefónicamente con el presidente de ese país, Peña Nieto, quien canceló su visita de Estado. Sacó formalmente a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (era una decisión ya tomada por la administración anterior; China encantada de liderar la concreción de un tratado de libre comercio en los países de Asia-Pacífico). Decretó la prohibición del ingreso por 90 días a Estados Unidos de ciudadanos que provengan de Siria, Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen (todos países de mayoría musulmana, lo que provocó atascamientos en los aeropuertos, protestas mundiales, la queja de Merkel y la ONU, y la orden de la fiscal general Sally Yates, que fue despedida de inmediato, de no defender el decreto. Visitó la CIA –a la que trató de mentirosa por sus informes sobre los ciberataques rusos en medio de las elecciones–, donde volvió a acusar al periodismo (y en particular a The New York Times) de todos los males. Y otras medidas de corte similar, todas dirigidas a desmontar el sistema de convivencia de la era Obama y provocar el equivalente de la doctrina militar de intimidación preventiva.

Todo esto ocurrió en medio de la andanada de tuits que el primer mandatario de la primera superpotencia mundial dispara sin descanso, la mayoría dedicados a discutir si hubo mucha o poca gente en su acto de asunción e insultar a una artista tan notable como Meryl Streep.

Peor aun, se ha constituido la doctrina de los “hechos alternativos”, concepto de la asesora presidencial Kellyanne Conway, mediante la cual Trump plantea como realidades hechos falsos (como cuando en la campaña negó el cambio climático), para afirmar, por ejemplo, que él venció en votos a Hillary Clinton y que había enormes muchedumbres en su acto de asunción presidencial. Lo mismo ocurrió con sus descripciones de Estados Unidos como un país en quiebra, cuando, en realidad –sin perjuicio de problemas de desigualdad y otros–, volvió a ser la primera superpotencia económica tras vencer la gran recesión de 2007-2010 (que comenzó con George W Bush en 2001), con buen nivel de crecimiento, 4,6% de desempleo y un déficit controlado gracias a Obama.

Este planteo de realidad alternativa ha hecho que se dispare la venta del notable 1984, de George Orwell, ficción en la cual –entre otras cosas propias de los regímenes totalitarios– existe un Ministerio de la Verdad, que determinaba cuál es esta. Otros dos excelentes libros que están aumentando sus ventas son El hombre en el castillo, la famosa ucronía de Philip K Dick, publicada en 1962, y La conjura contra América, otra excelente novela de historia alternativa, de Philip Roth, publicada en 2004. En la primera, Estados Unidos fue derrotado (a causa de que el asesinato de Roosevelt impidió derrotar la Gran Depresión de 1929) y dividido en tres por Alemania y Japón, vencedores de la Segunda Guerra Mundial. El ansia de libertad que pugna en el interior de los estadounidenses oprimidos es uno de los puntos más fuertes del texto del autor de Blade Runner. En el segundo, Roosevelt fue derrotado en la elección presidencial de 1940 por Charles Lindbergh, autor de la consigna “America first!”, de conocidas tendencias filonazis, que mantiene a Estados Unidos fuera de la guerra. El odio a los inmigrantes y el antisemitismo se apodera de la Unión, que se vuelve un régimen autoritario aplastante.

La conjura contra América ha sido evocada recientemente por el novelista cubano Leonardo Padura, que escribió en El País de Madrid: “El discurso [de asunción] presidencial de Donald J. Trump es, sencillamente, uno de los documentos más alarmantes que se han lanzado al mundo en las últimas décadas, por venir de quien viene y por salir de donde sale. La exacerbación flagrante de los sentimientos patrióticos mediante el levantamiento de su peor manifestación, el nacionalismo, aparece tan en el centro de sus palabras que opacan la capacidad o necesidad de anotar sus inexactitudes, sus medias verdades (o medias mentiras) y su comportamiento antiético respecto a sus predecesores políticos, especialmente el saliente presidente, Barack Obama. El espíritu del país ha sido convocado para reclamar derechos que, dicen, les han arrebatado.

‘A partir de este día, una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este día, sólo Estados Unidos será la prioridad. Estados Unidos primero’, afirmó Trump, mesiánico, casi revolucionario. […] Y sus respuestas, estoy convencido, no se harán esperar: el enemigo ha sido señalado y se les ha pedido, a ellos, los buenos, actuar. El enemigo es el otro, el extranjero, el que está más allá de las fronteras (el que provoca miedo y nos roba) y las víctimas han sido los que debían haber sido beneficiados y han sido perjudicados por esos otros”.

México: el leading case

Hay una crisis institucional en marcha en Estados Unidos. 16 estados condenaron la disposición relativa al veto de entrada de refugiados y ciudadanos de los siete países de mayoría musulmana, en tanto que Trump anatemizó a las “ciudades santuario” que manifestaron que los recibirán. “Condenamos la orden ejecutiva inconstitucional, antiestadounidense e ilegal del presidente Trump”, señalaron los fiscales, que afirman representar a “más de 130 millones de estadounidenses y residentes extranjeros”. “Trabajaremos juntos –concluyen– para garantizar que el gobierno federal obedezca la Constitución, respete nuestra historia como nación de inmigrantes y no acose a nadie por su origen nacional o fe”.

La Casa Blanca, en otra utilización de los “hechos alternativos”, afirmó que se estaba actuando en salvaguardia de la seguridad nacional.

La medida también fue cuestionada radicalmente por el ex candidato presidencial republicano John McCain, la canciller alemana, Merkel, la OEA y la ONU.

Pero quienes quieran tener una acabada visión del efecto Trump deben observar su relacionamiento con México. Durante la campaña, insultó permanentemente al país y a sus ciudadanos: los trató de “vagos, ladrones, violadores, drogadictos”; señaló que deportaría 11 millones de mexicanos indocumentados; que construiría un muro para evitar que ingresaran (que sería pagado por México) y que renegociaría el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, para “revertir el saldo negativo comercial de Estados Unidos” con su vecino, que ronda los 60.000 millones de dólares anuales.

La semana pasada, una visita del presidente Peña Nieto prevista para el 31 de enero (que ha sido más que complaciente con Trump, al que recibió en plena campaña electoral) terminó en disputa y cancelada. El presidente de Estados Unidos confirmó que el muro, cuyo costo se estima en los 50.000 millones de dólares, se construirá y que México lo pagará, aunque tenga que imponer un arancel de 20% a las importaciones provenientes de ese país.

El diario El País de Madrid editorializó “En defensa de México”. Señaló que la comunidad iberoamericana debe apoyar a su socio, acosado por el gobierno de Trump, y se planteó que si ello no ocurre, no sirven para nada los foros ni las reuniones multilaterales que se hacen año a año.

La reacción interna

Ahora bien, las reacciones internas son sísmicas. Apple, Airbnb, Google, Facebook, Microsoft y Netflix, las empresas tecnologóicas de punta radicadas en Silicon Valley, manifestaron su rechazo a las medidas xenófobas de Trump.

Lo mismo hicieron el legendario Lloyd Blankfein, titular de Goldman Sachs, Jamie Dimon, presidente de JP Morgan (cuyos hombres integran el gabinete), y Jeffrey Immelt, de General Electric.

Se produjo el primer pronunciamiento del ex presidente Obama. Pero seguramente las más sonoras reacciones vengan del mundo del espectáculo, conmovido por las declaraciones de Meryl Streep. En la entrega de los premios SAG (Screen Actors Guild, sindicato de actores), del domingo pasado, hubo muchas referencias antitrump.

El actor David Harbour, que interpreta un importante personaje en la notable serie Stranger Things, dio un discurso de agradecimiento por parte de todo el elenco de la serie. Dijo: “A la luz de todo lo que está sucediendo en el mundo de hoy, es difícil celebrar las stranger things ya conocidas. Pero este premio de ustedes, que toman su oficio tan seria y fervientemente y creen, como yo, que la gran actuación puede cambiar el mundo, es un llamado a las armas. Para luchar contra el miedo, el egocentrismo y la exclusividad de una cultura predominantemente narcisista y, por medio de nuestro arte cultivar una sociedad más comprensiva, revelando verdades íntimas que sirven para recordar a la gente que cuando se sientan quebrados, asustados y cansados, no estarán solos. Estamos unidos en que somos seres humanos y estamos juntos en este viaje doloroso, alegre, emocionante y misterioso que es la vida. Ahora, mientras actuamos en la nueva etapa de Stranger Things, los nacidos en el Medio Oeste rechazaremos a los matones. Cuidaremos a los raros y marginados, a aquellos que no tienen hogar. Superaremos las mentiras. Cazaremos monstruos. Y cuando estemos perdidos en medio de la hipocresía y la violencia de ciertos individuos e instituciones […], golpearemos a algunas personas en la cara cuando traten de destruir lo que hemos imaginado para nosotros mismos y para los más pobres. Y lo haremos todos con alma, con corazón y con alegría. ¡Gracias por esta responsabilidad”. Su discurso fue ovacionado largamente.

Esto recién comienza.

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