Por R.T.
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Nada está funcionando bien. ¿O sí? La distopía hizo un viaje inverso: regresó al presente y más de uno creyó que una ficción apocalíptica se había instalado cómodamente en la pantalla, con altos jerarcas del gobierno protegidos con tapabocas y blandiendo discursos llenos de cifras (que podían llegar a ser) inquietantes y consignas para animar a la barra. Todos podemos. Juntos podemos. En fin, quedate en casa, trancá la puerta, ventilá, pero con prudencia, no toques a nadie, si podés, no vayas a trabajar, pero mirá que todos juntos podemos.
Ante el apocalipsis inminente y el terremoto en el sistema de salud, la solidaridad midió sus fuerzas en un terreno de batalla muy distinto al que esos discursos oficiales quisieron llevar la batalla contra el coronavirus. La solidaridad sí salió a las calles y no pasó nada. Corrijo: sí pasó, y mucho. El contagio tan temido no explotó, claro, pero sí se armó una red poderosa en la amplia base popular de la sociedad uruguaya, incluso en sectores a los que el sistema bienpensante y oficial no les da bolilla alguna -porque ni siquiera lo entiende más allá de los usos suntuarios o meramente consumistas-, como la cultura y el arte.
Pese a que las salas dedicadas al cine, al teatro, a la música, a las exposiciones visuales, a las performances, siguen cerradas a cal y canto, los colectivos de artistas salieron a la cancha a pelearla. Nuevas aplicaciones para escuchar música, espacios abiertos para la proyección de realizaciones audiovisuales y para muestras de obras plásticas y fotográficas a través de internet, conciertos y festivales virtuales desde los hogares, lanzamiento de audios y videos a través de las redes sociales y otras plataformas. En fin: un lote importante de herramientas que los artistas están usando para paliar una crisis del sector que no parece importarles a los burócratas de turno. Crear y comunicar sigue siendo una causa que no admite la menor demora, porque no todo se agota en los discursos de la paranoia y el terror.
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Las estructuras y formas tradicionalizadas que solían poner en circulación la música -especialmente las llamadas músicas populares o mesomúsica, como propuso el musicólogo argentino Carlos Vega a mediados del siglo pasado- han profundizado su estado crisis. Dispositivos como el disco ya lucen como piezas de museo, ya que la virtualidad extrema y la fragmentación han abierto otros caminos. Los repertorios se arman por segmentaciones caprichosas, aleatorias. Las creaciones de largo aliento naufragan. Pero este estado de cosas está lejos de ser apocalíptico. Lo que reclama es un análisis, una forma de afinar las estrategias de selección y de valoración tanto de los planteos estéticos como de los técnicos.
De la maraña inabarcable de producciones musicales con vida virtual, Caras y Caretas ha hecho una primera selección. No es un canon ni nada parecido; esto es tarea pendiente para los análisis críticos de la academia (perdón, es tarea pendiente para cuando la academia musical y musicológica se despierten). Es una selección con breves apuntes a cuenta de algunas entregas en los próximos números.
Samantha Navarro: Pulso redentor. La artista uruguaya Samantha Navarro ha encontrado la forma de darle un elegante sopapo a una sociedad tan pacata como la uruguaya, esa que puede “curtir” pop, cumbia, plena o reguetón a escondidas de la mirada censora de la vidriera social para después lucir seria, gris y cínica para el deleite de todos. La canción “Pulso redentor” hurga sin prejuicios en el costado mágico, místico, de la cultura popular y de la canción popera. Con energía bailable, seductora, adhesiva, más Ricky Martin como figura -ídolo, emblema- fundiéndose con una paleta de colores estridente, recargada, Navarro logra una buena canción, simple en su factura, efectiva y directa en lo expresivo. Y “bien de acá a la vuelta”. Un lenguaje pop que zafa de las formalidades para jugar entre toques de ironía, de humor, y de sensible recuperación de un imaginario popular, tanto en la música como en el texto y en el lenguaje del videoclip. Este título integra la primera isla -cada una compuesta por tres canciones-, como ella lo ha definido, de su próximo proyecto discográfico, que se titulará Amor. Cuenta la artista:“Cada isla posee un espíritu particular. Algunas son canciones de amor imposible, otras son de esperanza y hay también canciones de desilusión. Las de esta primera isla fueron terminadas y grabadas en 2019 junto a Guillermo Berta”.
Inés Errandonea: Decidí cantar. Quizás sin fecha precisa, quizás en un rincón algo lejano de la memoria, Inés Errandonea decidió cantar. Descubrió la voz y el sonido devino razón de ser y de decir. La palabra y la música se convirtieron en poderoso ensamble. Fue, así, el comienzo de un camino con varias estaciones, con varios proyectos. Fue, así, la agrupación vocal Coralinas, fue su primer disco solista, un EP titulado Las canciones (2017), los viajes, las búsquedas. Ahora, la joven cantante, instrumentista y compositora uruguaya está concentrada en un nuevo proyecto: su segunda edición discográfica, La vida real. De este material, Inés está adelantando algunos títulos como la entrañable “Decidí cantar”: un espacio íntimo, de lírica contenida y colores abolerados; una canción de amor que luce por su timbre de voz, su afinación, delicado fraseo, un arreglo instrumental que logra fundir lo baladístico y la tradición bolerística. Se puede escuchar en su perfil de Spotify.
Kuropa: La noche y el día. La memoria de un amor envuelta en piedras. La memoria que duele. La memoria que se vuelve trampa, que ciega, que -las más de las veces- frena y borra la transición de la luz a las sombras. “La noche y el día / es igual para mí / un nudo amarrado en mis labios”. Narrar con música una historia que entronca con este tópico anímico-afectivo no es tarea menor: es, sin vueltas, un compromiso con la sensibilidad y hasta con el pudor para transformar las tramas de un universo personal, íntimo, en imágenes, en sonidos, en palabras que puedan conmover sin manipular, sin golpes bajos. Diego Kuropatwa (Kuropa) reconfirma su talento para navegar por esos mundos a través de la canción despojada, compuesta e interpretada con una gran economía de recursos, y lograr una pequeña joya como “La noche y el día”. Un título que integrará su próxima edición discográfica, que se lanzará a través del sello Bizarro y que desde hace varios meses puede escucharse a través de varias plataformas digitales; el videoclip también está disponible en YouTube y fue una realización de Humo Audiovisual (Álvaro Moreno y Jazmín Hamawi), con la actuación de Marcelo Baffetti, y la participación como músicos de Kuropa, Andrés Pigatto, Esteban Pesce y Federico Mujica.
Sebastián Larrosa: Alumbrante. Este es el título del segundo disco de Sebastián Larrosa -el primero fue Dormidos, de 2015, firmado como Sebastián Larrosa Cuarteto-, joven artista uruguayo de formación académica y popular, y con prolífica actividad en el medio (ha participado en proyectos de Santiago Montoro, los grupos La Sonora del Sur y Yeca Tatú, entre otros). A poco tiempo de volver de Barcelona, España, donde desarrolló múltiples actividades de formación y creación con su compañera, la artista Maite Rodríguez, Larrosa se abocó a completar la producción de Alumbrante con una valiosa selección de canciones propias. En cada pieza, Larrosa logra climas expresivos profundos, conmovedores, con una concepción interesante de los arreglos -particularmente el trabajo con líneas dobladas entre piano y la voz, piano y otros instrumentos- que contiene y potencia una interpretación vocal algo áspera, cercana, y en muchos casos entrañable. No es un disco con “éxitos para top 10”. Sí es un disco para la escucha en calma, atenta. Además de la edición física, Alumbrante puede encontrarse en plataformas como Bandcamp (https://sebastianlarrosa.bandcamp.com/album/alumbrante), YouTube (https://www.youtube.com/user/SebastianLarrosa) y Spotify.