Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columna destacada |

Nada termina aquí

Por Leandro Grille.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

La campaña electoral llegó a su fin. De algún modo, lo que vaya a suceder el próximo domingo ya está definido en el espacio íntimo de las personas y ningún gran acontecimiento en las próximas horas puede modificar sus grandes trazos en un sentido u otro. Acaso lo único que pueda jugar en este rato sean las charlas cortitas de las personas en el espacio de los cercanos. La inmensa mayoría de la gente ya votó en su corazón y en su mente.

Si sucede lo que las encuestas anticipan, el Frente Amplio perderá el gobierno a manos de una coalición electoral de partidos de derecha liberal y ultraderecha nacionalista, mancomunados en la tarea inmediata de derrotar al Frente en el ámbito de las urnas, pero con el proyecto superior de extirpar de la sociedad el pensamiento de izquierda e incluso el socialdemócrata liberal. Lo que se viene es una derecha dura con todas sus consecuencias y cabe advertir a los que se soliviantan con mis trágicas afirmaciones sobre el futuro que anticipar una catástrofe no es producirla, es justamente el ejercicio intelectual necesario para evitar la desgracia. De hecho, creo que es lo más sano que se puede hacer a la hora de votar: proyectar lo que puede suceder si ganan unos o si ganan otros. El tiempo se hará a cargo de desmentir lo desmentible y ya veremos quiénes se equivocaban.

Mientras tanto, si ocurre la derrota, la izquierda tiene una tarea fundamental e inmediata: preservar su unidad y pensar, pensar mucho y colectivamente, pensar hacia adelante y hacia atrás, porque la lucha por un mundo mejor no empezó en las elecciones de 2004 ni se agota el domingo. Pase lo que pase, la tierra gira y la vida sigue. Y con la vida sigue la brega, esa persistencia que nos define.

El Frente tiene muchos motivos para el orgullo. Agarró el país en el medio de una devastación y lo puso de pie, transformándolo en el país más igualitario y con más desarrollo humano de América Latina. La derecha lo niega, pero lo niega contra toda evidencia, haciendo culto de una mala fe que se sostiene en un gran aparato de ocultamiento y desinformación. Incluso se han atrevido a presentar la herencia que habrían de recibir si ganan como un desastre en toda la línea, un relajo, una enorme crisis en todos los rubros, aunque todo eso no tiene ningún contacto con la realidad. Lo dicen porque pueden, porque cuando uno tiene el control casi absoluto de lo que se dice, puede decir cualquier cosa con la garantía de la reiteración. Pero también lo dicen porque necesitan justificar un programa que va a traer dolor a las grandes mayorías y que solo podría ser aceptado por la gente si la gente se convence de que hay un desastre a conjurar. Es lo que se llama la doctrina del shock, típica de los neoliberales: te inventan una crisis que no existe para sacarte todo lo que te puedan sacar bajo la hipótesis de que ese saqueo es la única terapia para esa condición crítica. No importa si la crisis es real o si es solo percibida a causa de la insistencia de los aparatos de comunicación; lo que importa es que la gente la acepte como un dato, como un elemento del sentido común y ya después están en condiciones de proceder con sevicia.

Esta estrategia previsible de la derecha nos deja en claro la segunda tarea fundamental de la izquierda, si pierde. Debe organizar lo organizable, desde los militantes de siempre hasta los que se sumaron en la campaña cuando todo se puso jodido: jóvenes, profesionales, trabajadores y trabajadoras, militantes del barrio, jubilados y jubiladas. Todo. El Frente tiene que abocarse a reconstruir desde abajo, porque los años que vengan no serán años de espera hasta la próxima campaña electoral, serán años de lucha para no perder lo que se conquistó y de organización para volver, porque el proyecto de la izquierda es la igualdad y es la justicia, y ese es un proyecto inacabado e incompleto, cuya realización está llena de marchas y contramarchas, de victorias y derrotas, de maravillas y de errores, de emociones.

Cuando pase el domingo, ocurra lo que ocurra, nadie se va. Esa griterío envalentonado no es más que una provocación o un deseo de los que te quieren desmoralizar. No hay que darles pelota. Nadie se va a ningún lado ni este partido se termina. Sin embargo, las reglas de la democracia son claras y el que gana tendrá la tarea de gobernar y el que pierda tendrá la responsabilidad de convertirse en oposición y contrapeso. Por un rato, el que gane tendrá la iniciativa para poner en marcha su proyecto y se irá develando su verdadero carácter. Nada permanecerá oculto mucho tiempo. Todos podremos verlo y los efectos de esos programas revelados dejarán la huella que deban dejar. Si se pierde, no hay que ser impacientes ni mezquinos; hay que ser prudentes, razonables y democráticos. Escuchar, debatir, incluso dar una mano si es necesario. Nada obsta para resistir cuando llegue la hora de hacerlo, sin perder la alegría ni la confianza en nuestro pueblo, ni en nuestro destino ni en nosotros mismos.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO