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Editorial

Niegan que Uruguay creció ininterrumpidamente por 16 años

No hay con qué darle a la realidad

Por Alberto Grille.

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“Con una mentira puede irse muy lejos,  pero sin demasiadas esperanzas de volver”                                                             Proverbio judío

A pesar de que el  conductor de la derecha uruguaya, Julio María Sanguinetti, se puso al frente del combate para desalojar al Frente Amplio del gobierno, los buques insignias que disparan  munición gruesa contra el progresismo y el gobierno son los «grandes medios de comunicación» encabezados por los canales de TV, Búsqueda, El País y El Observador.

No es novedad para nadie que dichos medios son las verdaderas usinas de pensamiento estratégico de la derecha, se han especializado en preparar operaciones políticas destinadas a rebajar los logros o bien a formular directa o indirectamente acusaciones mentirosas, mientras -como el chorro que grita ¡al ladrón, al ladrón!- agitan el fantasma de las fake news como si fueran cosas de otros.

En los últimos meses, asistimos a un nuevo pelotazo que apunta a un logro hasta ahora no cuestionado de los gobiernos del Frente Amplio: sus enormes éxitos en el campo económico, reconocidos por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina (Cepal), la Corporación Andina-Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), e importantes medios económicos extranjeros como The Wall Street Journal y The Economist.

A ese sector -el de la economía- apuntan las insidiosas y elaboradas operaciones de la derecha uruguaya, que llega indirectamente a cuestionar la honestidad intelectual de los técnicos del Banco Central y a la mismísima institución.

 

Las fake news y la propaganda engañosa

En lo que podemos llamar «operaciones políticas contra los logros económicos del Frente Amplio», ya tenemos tres hitos elaborados con propósitos electorales y combinados con economistas vinculados al Partido Nacional:

-La brutal embestida de los principales analistas económicos de la derecha y alguno de sus exponentes políticos hablando de la necesidad de realizar (¡ya!) un ajuste fiscal, con sus implicancias fatales, recesión, desempleo, miseria, represión y pérdida de soberanía.

-La prédica orquestada para decir que el déficit fiscal del año 2018 no fue 2,8% (como reconoció el propio FMI) sino el 4,3%, y creciendo.

-La actual campaña que repite y reitera que no hubo 16 años de crecimiento económico ininterrumpido, y que El País consignó en una frase: «Hay algo que ya parece claro y todos los uruguayos somos contestes: los 16 años de crecimiento, el desacople con la región y otros versos oficialistas han sido puros mitos si los números se miran como se deben».

Frente a estas tres campañas, es preciso preguntarse: ¿son operaciones bien orquestadas desde los medios hegemónicos que responden a verdades más o menos verificables, o son parte de una campaña sucia que no se detendrá aunque algunos actores bien o mal intencionados firmen pactos éticos?

Trataremos de desentrañar por partes los propósitos y las intenciones que se esconden detrás de ellas….

Ajuste fiscal ¡ya!

En setiembre de 2018, Carlos Luppi y yo en Caras y Caretas publicamos unos artículos que se proponían demostrar que había en los grandes medios un clamor mediático que pedía un ajuste fiscal (medida que provoca contracción económica y sufrimiento social).

Esta gritería mediática que parecía responder a las demandas del mercado, las calificadoras de crédito, los organismos financieros internacionales y el sentido común sucedía sin que lo pidiera el FMI, que había elogiado a Uruguay distinguiéndolo en su última Cumbre, ni el Banco Mundial, ni siquiera las calificadoras de crédito que habitualmente avisan -por lo menos aumentando de a puchitos el riesgo país- antes de bajarte la cuchilla de la guillotina.

Ya estábamos en tiempos políticos y ese “ajuste tan deseado” no figuraba en los planes del Frente Amplio, ni en los programas explícitos de ninguno de los posibles candidatos en las próximas elecciones.

Caras y Caretas realizó un análisis del crecimiento del PIB, del déficit fiscal (tanto el FMI como el Banco Mundial consideraban que la tendencia del déficit fiscal uruguayo es decreciente y se situaría en 2,9% del PIB al fin de 2019), de la deuda del sector público, y concluyó que, más allá de los ladridos de los “economistas profesionales del ajuste ajeno”, como Jorge Caumont, Javier de Haedo e Ignacio de Posadas, de los que trabajaron para la dictadura o de los que se escondieron cuando la Crisis de 2002, sólo habría que pensar en correcciones moderadas y paulatinas que permitieran mejorar los resultados fiscales.

La operación política terminó cuando se conoció que el déficit fiscal cerró en 2,8% del PIB para todo el año 2018. Ello se debió en buena medida al llamado «efecto cincuentones», es decir, al ingreso de recursos provocado por el “impacto de la Ley Nº 15.990 en las estadísticas fiscales y de deuda del sector público” (título de un documento de tres carillas publicado con los logos del MEF y del BCU), que señaló que “el 28 de diciembre de 2017 se promulgó la Ley 19.590 (llamada popularmente “la ley de los cincuentones”, N. de R.) que habilita bajo ciertas condiciones la desafiliación del régimen mixto de seguridad social para trabajadores y jubilados que tuvieran cincuenta o más años de edad al 1 de abril de 2016″.

Era un documento riguroso y absolutamente profesional, y la caída del déficit por causa de esos ingresos cosechó el silencio o la empecinada búsqueda de motivos para criticar esta realidad económica registrada según los manuales del FMI.

Uno de los comentarios más completos fue realizado por El Observador, bajo el título de El «efecto» cincuentones provocará una fuerte baja del déficit fiscal.

En dicha nota, El Observador comienza señalando que “el rojo de las cuentas públicas se verá abatido en torno a 1 punto del PIB por los ingresos que recibirá el BPS de las AFAP por unos tres años”. Explica que “lo que juega a favor para el criterio contable del déficit fiscal son los recursos que las AFAP transfieren al BPS (actualmente casi US$ 700 millones), no así los que pasan del Banco de Seguros del Estado (BSE) al organismo de previsión social para aquellos jubilados que optaron por salir del régimen mixto para ingresar el sistema de reparto solidario”.

Que 2018 cerrara con un déficit fiscal de 2,8% del PIB fue una buena noticia y debió serlo para todos.

Sin embargo, comenzó una campaña, u operación política, para decir que esa cifra no era real ya que no contemplaba el ingreso de los cincuentones al sistema previsional que se iría verificando con el tiempo.

Caras y Caretas afirmó con claridad (y en soledad) que las cifras se registran tal cual son, y que sería tan equivocado sumar montos que se irían devengando con los años al déficit fiscal, como anunciar que el crecimiento del PIB fue 4% en 2018 teniendo en cuenta el incremento de actividad que tendrá en 2019 la instalación de UPM II y la construcción del Ferrocarril Central, con una inversión total de 4.500 millones de dólares.

Es obvio para todos los lectores que en la contabilidad familiar no hay que restar del patrimonio los gastos de los velorios futuros ni agregar al mismo los ingresos supuestos de un premio mayor de la lotería que eventualmente ganemos. Como dijera mi tocayo Alberto Sonsol, esto es así en cualquier escuela del país.

Llegamos así a la operación más reciente: la que quiere desmentir los 16 años de crecimiento ininterrumpido (el período más largo de su historia) de la economía uruguaya bajo los gobiernos del Frente Amplio.

 

16 años no es nada…

El 17 de abril, El País publicó un editorial titulado: «Se terminó el mito».

Se trata de un conjunto de insidias para lanzar por toda la cadena de medios a disposición de la derecha la fábula de que no era verdad que la economía del Uruguay hubiera crecido ininterrumpidamente durante 16 años.

El editorial dice que: «El cálculo del PIB se realiza con una base de precios del año 2005 que debió haber sido actualizada hace años. Sin embargo, el Banco Central ha estado omiso en esa responsabilidad y la ha venido postergando».

A continuación, el matutino instala una novela en la que relata que: “Buena parte de la prensa económica estuvo ocupada en la polémica desatada respecto a la forma en que se contabiliza el producto interno bruto de nuestra economía”, disparando que algunos economistas -digo yo, afines a Lacalle Pou- afirmaban que “los 16 años consecutivos de crecimiento de la economía era un mito que se sostenía por la falta de actualización de la base de cálculo del producto”.

Naturalmente, nadie había polemizado porque había sido el mismo diario, tres días antes, el que había recogido las opiniones del economista Ignacio Munyo.

Pero esta es sólo una mentirita pequeña frente a la verdad revelada de que el crecimiento económico de estos 16 años era sólo un mito con el que Astori había engañado al mundo entero y que el joven Munyo se había anotado el poroto de haber descubierto la trampa.

A decir verdad, El País se asusta de su propio embuste y relativiza la terminante acusación,  desagregando que «la estadística del PIB es elaborada por el Banco Central y sigue una metodología seria y reconocida”.

“La crítica de Munyo, dice El País mientras arruga como un acordeón, es sólo metodológica y plantea un debate que debe ser bienvenido por la comunidad de los expertos en la temática y los ciudadanos interesados».

Munyo afirma -en el propio diario El País– que desde 2015 la economía se encuentra estancada y que incluso en el año 2015 el producto cayó.

En consecuencia, no es cierto que la economía haya crecido 16 años consecutivos como se afirma desde el gobierno, sino que existió una recesión en el medio y hace 4 años que la economía uruguaya se encuentra estancada».

Un poco embalado por su descubrimiento, Munyo, que pronostica el desastre desde hace años, intercala otros datos como la caída de empleos y cierre de empresas que han sido  desmentidos por el ministro de Trabajo, Ernesto Murro, quien ha demostrado que se crearon mucho más empleos de los que se perdieron y que constantemente se crean nuevas empresas, para no citar el buque insignia que es UPM y las otras plantas de celulosa que vinieron en gobiernos del FA y no de los gobiernos de los partidos tradicionales, por muchos esfuerzos que estos hicieron.

En suma: para El País, y al parecer para Ignacio Munyo y otros analistas, «el Banco Central tiene la última palabra, y debe exigírsele que mantenga la credibilidad de las estadísticas oficiales con una actualización periódica. Sólo de esta forma se podrá corroborar la realidad y salir de las dudas, pero de todas formas hay algo que ya parece claro y todos los uruguayos somos contestes. Los 16 años de crecimiento, el desacople con la región y otros versos oficialistas han sido puros mitos si los números se miran como se deben». Como el lector ve, la montaña parió un ratón. Una presunta demora del Banco Central justifica un gran bolazo.

Acá tenemos una síntesis de lo que es una operación política destinada a desprestigiar la política económica reconocidamente exitosa que ha llevado nuestro país: un editorial destinado a repetirse  como verdad absoluta por los demás medios de la derecha, un título que lo dice todo pero en verdad no dice nada, una primicia que cuando se cae no recuerda nadie y una fuente prestigiosa que dijo pero no dijo. En este caso particular, solamente el señalamiento de que la dilucidación de un supuesto problema metodológico está en las manos del Banco Central, y hay que esperar sus conclusiones, porque «tiene la última palabra». Así son las batallas políticas del siglo XXI, que El País practica desde la dictadura y aún antes. Como dijo el filósofo, «en una guerra, la primera víctima es la verdad».

Buscando las fuentes del gran bolazo

Como dijimos, el misil se dispara desde El País y los señores de dicho diario han sido en los últimos cincuenta años los reyes de la mentira…

El antecedente inmediato, y aparentemente la fuente que habilita la mentira, es un artículo publicado en dicho matutino el domingo 14 de abril -sólo tres días antes- titulado: «Economista asegura que los 16 años de crecimiento son un mito”.

El citado economista dice además “que el futuro gobierno deberá hacer un ajuste fiscal importante”.

El cronista afirma que es casi la “carta de presentación” del Frente Amplio decir que los gobiernos de Tabaré Vázquez y José Mujica lograron mantener una racha ininterrumpida de crecimiento económico que lleva 16 años. Pero Munyo lo avala cuando dice: «Así lo muestran los datos oficiales. Y así lo sacan a relucir en la campaña electoral los precandidatos del oficialismo».

«Sin embargo, para el economista Ignacio Munyo (economista por la Udelar y por la Universidad de Chicago, director del Instituto de Estudios Empresariales de Montevideo (IEEM), de la Universidad de Montevideo, fundada por la familia Peirano Facio, y actualmente asesor de Luis Lacalle Pou) «esto es “un mito”: la histórica racha que mostró que el Producto Interno Bruto (PIB) se mantiene en crecimiento no es tal.

Según informa el cronista, en una charla organizada por el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) -un think tank vinculado al Partido Nacional- el economista mencionado afirmó que la forma de calcular el PIB no es la correcta y que su equipo de trabajo hizo un nuevo cálculo -ese sí correcto- que demuestra que las telecomunicaciones (particularmente las llamadas de celulares) están sobreestimadas distorsionando los números finales.

“El mito de los 16 años de crecimiento consecutivos no existe. El día que el BCU muestre la nueva metodología del PIB acuérdense que se terminó eso de los 16 años de crecimiento de la economía uruguaya. El sector de las telecomunicaciones está muy mal medido”, señaló el gurú del herrerismo y consejero de Luis alias Pompita.

Pero la cosa no se queda ahí: en su análisis la economía uruguaya está estancada, porque el país es caro y eso genera dificultades para los productores. “En esta situación es muy complejo predicar, crecer y generar rentabilidad para cualquier emprendimiento. Es prácticamente imposible”, remarcó.

Para Munyo el próximo gobierno deberá hacer un ajuste fiscal de alto impacto para poder encauzar la situación y bajar el déficit fiscal».

Luego, siempre según El País, Munyo se extendió largamente sobre «Ancap y déficit» y atacó los resultados actuales que presenta la empresa nacional, «la bestia negra» de la familia Lacalle, que ha intentado liquidar siempre, y dio consejos al próximo gobierno y opinó que el futuro equipo económico asumirá el cargo con “una soga al cuello” que le pone más presión, ya que el “grado inversor estará en cuestionamiento».

Todas estas cosas dijo –según El País- el economista Ignacio Munyo y probablemente sea verdad porque nunca lo desmintió.

Como leemos, a Munyo no le faltó nada. Ajuste fiscal, privatización de Ancap, devaluación, rebaja de impuestos. En realidad, le faltó eliminar los Consejos de Salarios y despedir 100.000 empleados públicos para completar el programa de Luis, el que han elaborado 400 técnicos de primera, como los ministros de Macri.

La  operación «negar los 16 años de crecimiento ininterrumpido» se inició en la charla de Munyo que reseña El País y en sólo tres días se volvió editorial y caballito de batalla del combo mediático que alguien inteligentemente llamó “el eje del mal” .

Quiero creer que Munyo solamente quiso iniciar un debate académico, pero sus amigos de El País le jugaron una mala pasada y vieron la oportunidad de  transformarlo en operación política de corto alcance y elevada intensidad.

Un consejo para Munyo: no confiar en un mentiroso serial porque la confianza es una cosa que, cuando se pierde, se pierde para siempre.

Yo la perdí con El País en tiempos remotos  cuando tenía 10 años, cuando me dieron a leer en cuarto de escuela un sueltito (en una columna de infamias que se llamaba y todavía se llama: “Se dice”) en que mentía que mi padre, que había viajado con mi mamá a Europa, en un barco transatlántico con un grupo de estudiantes de Medicina, en realidad lo hacía subrepticiamente a Rusia, la Meca del comunismo.

Por suerte me ocurrió a los diez años, porque desde ese día no le creí, ni ahí….

Para curarse nuevamente en salud, El País publicó el martes 16 de abril un artículo titulado: «El gobierno defendió que hay 16 años de crecimiento económico ante el FMI», informó que autoridades uruguayas expusieron ante el Fondo Monetario Internacional los 16 años consecutivos de crecimiento de la economía, casi al mismo tiempo que un economista Munyo cuestionaba los datos, lo cual ignoraban por estar ausentes.

Y El País, tras dedicar la mitad del artículo a reiterar los dichos de Munyo ya citados, señaló que la delegación uruguaya, encabezada por el ministro de Economía y Finanzas Danilo Astori, preparó un discurso para ser leído ante el Comité Monetario y Financiero Internacional del FMI en Washington. El texto fue leído por el ministro de Hacienda de Argentina, Nicolás Dujovne, ya que ese país tiene la titularidad de la “silla” en el comité (compartida con Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay), y allí, Uruguay recordó ante los 187 miembros que “entre 2003 y 2018, la economía mundial experimentó algunos movimientos de montaña rusa; por ejemplo, en tasas de crecimiento, monedas, precios de inmuebles, diferenciales soberanos, precios de productos básicos, equilibrios sociales, etc. Bajo este complejo escenario, durante este período solo el 24% de los países miembros del FMI, y en un porcentaje menor, el 17% en las Américas y el Caribe, han registrado un crecimiento positivo ininterrumpido”. Uruguay es uno de ellos, lo que es inédito para el país debido a la extensión del período, y es particularmente excepcional para una economía pequeña y abierta, que está expuesta de manera recurrente a las circunstancias volátiles de su región, donde los movimientos a menudo han sido mucho más exacerbados que en la economía global, particularmente en los grandes vecinos de Uruguay. Vale la pena recordar que, a veces a lo largo de su historia, Uruguay sufrió de volatilidad regional incluso de una manera más virulenta que en su epicentro”. El texto uruguayo destacó que “políticas prudentes y consistentes han permitido al país crear amortiguadores, lo que aumenta la probabilidad de enfrentar con éxito los tiempos de viento de frente”, y que “por supuesto, algunos subperíodos, en particular durante los últimos 16 años, como la situación actual que muestra tasas de crecimiento más bajas aunque positivas y una desaceleración de la inversión, con sus efectos consecuentes, por ejemplo, en el frente fiscal y el empleo, mantienen a las autoridades centradas en implementar las políticas más adecuadas”, concluyendo en que “todo el panorama permite a Uruguay ser optimista sobre su solidez y posibilidades para enfrentar con éxito estos desafíos”.

El País inventó una polémica: lo que hizo el equipo económico uruguayo fue exponer la situación que muestran sus cifras, con humildad y solidez.

Y el economista Munyo, que creo que es un caballero, se vio sorprendido en su buena fe al utililizar sus investigaciones para inflar un globo que supongo que el propio Munyo va a desinflar cuando se conozcan los ajustes que le reclama al Banco Central y que el Banco Central dará a conocer como corresponde

Reculando como chajá empantanado…

Acaso advertido de la virulencia con que se publicaron sus planteos, Ignacio Munyo bajó la pelota al piso.

El 20 de abril, hace menos de quince días, publicó un muy cuidado y extenso artículo en El País, titulado: «Desafíos, crecimiento y PIB» (que firma como director del Centro de Economía Grant Thorton, del IEEM), en el cual empieza afirmando que «Uruguay tiene por delante enormes desafíos para impulsar nuevamente el crecimiento económico. Y es una tarea para nada sencilla. Entre 2003 y 2014 la economía uruguaya tuvo el mayor crecimiento de la historia, el único registro comparable es el observado entre 1945 y 1953. Lamentablemente, hacia fines de 2014 el motor se apagó y no se ha vuelto a encender. Pero esta no es la historia que cuentan hoy las cifras del Producto Interno Bruto (PIB)».

Sin embargo, Munyo (aunque no desmiente los virulentos dichos que El País le asignó antes) enfatiza que «en Uruguay no se maquillan las cifras y eso es un activo muy valioso, con cuadros técnicos ejemplares que con profesionalidad elaboran las estadísticas en el Banco Central (BCU) y el Instituto Nacional de Estadística (INE). A pesar de ello, tenemos un serio problema generado por la demora en la actualización (cambio de base) del PIB y, hasta que eso no se haga, el indicador presenta cifras que no son representativas de la realidad».

A partir de ahí, y con lenguaje cauto y no acusatorio, reitera sus consideraciones sobre la ponderación de las telecomunicaciones, y reconoce que «hacer el cambio de base del PIB con la metodología consensuada a nivel internacional es un trabajo de una envergadura solo alcanzable por el sector público (o sea que renuncia a los estudios y negaciones que en algún momento afirmó o se le atribuyeron, Nota de la Dirección). Hay que rehacer monumentales encuestas sectoriales en muchos casos con información solo disponible para el Estado, además de actualizar los precios. El BCU lo está haciendo y es esperable que en breve se publique. Sin lugar a dudas, ahí vamos a tener una mejor foto de la realidad. Pero hoy no está».

Evidentemente este es otro Munyo que el que apareció vociferando en el artículo anterior y no tiene nada que ver con el del editorial de El País.

Hizo bien porque, como dice el refrán, es más fácil cazar un mentiroso que a un cojo.

Igual Munyo insiste cautamente en que «un PIB desactualizado tiene serias consecuencias en la toma de decisiones, tanto del sector público (por ejemplo en la política fiscal y de deuda) como del sector privado (por ejemplo la política salarial)» y en que «ante la preocupación por esta situación, hicimos lo que está a nuestro alcance: una corrección de precios, no solo de las telecomunicaciones, sino de todos los precios imputados en el resto de los sectores para llevarlos de 2005 a 2014». Presenta dos gráficas y saca conclusiones menos estridentes.

Después se pierde en largas disquisiciones sobre cuestiones tan elementales y compartibles por todos como que «el principal desafío de la próxima administración debería ser reimpulsar el crecimiento económico. Si la economía no crece, no solo se volverá cada vez más pesada la deuda acumulada luego de varios años de gastos por encima de los ingresos fiscales, sino que será muy complejo mantener el actual nivel de vida y profundizar el proceso de inclusión social»; da una serie de buenos consejos de ama de casa, y termina con un mensaje tan inocuo como que «sin duda que la próxima administración llegará con una agenda cargada de medidas urgentes y complejas a tomar. Si el paquete de medidas es creíble porque está bien diseñado y cuenta con un sólido apoyo político, se podrán dar las condiciones para que retorne la inversión, y con ella el crecimiento real de la economía. Quedarán así, solo como una anécdota, las preocupaciones sobre la actualización del PIB».

Para cualquier lector, lo que este joven economista,  asesor de Pompita Lacalle Pou, hace en este artículo es tratar de tomar distancia de una operación política que directamente trataba al gobierno de mentiroso en una cuestión mayor como el crecimiento económico y, lo más importante, dejar la cuestión en manos del Banco Central del Uruguay, que es donde deben estar.

Un amigo que tengo, muy entendido en cuestiones económicas, me dice que el cambio de año base está siendo procesado por el Banco Central y que, por diversas consideraciones, estima que no va a haber variaciones significativas.

Las operaciones políticas para provocar miedo en la población (alejando la inversión nacional y extranjera y postergando el consumo), así como las distorsiones de la realidad que se manejan en los tiempos electorales, obligan a redoblar el análisis de las señales que se proyectan a la sociedad o a sus élites, porque señales equivocadas han conducido a ignorar fenómenos como la devaluación brasileña del 13 de enero de 1999 (ministerio de Luis Mosca, gobierno de Julio María Sanguinetti), a apoyar medidas como “la paridad deslizante” (que era una variación de la Convertibilidad de Domingo Cavallo y Menem), o aperturas indiscriminadas de nuestra economía, que en muy cercanas ocasiones nos condujeron a catástrofes como las Crisis de 1982 y de 2002.

No recordamos ninguna alarma mediática de El País y sus amigos en 1990, cuando Julio María Sanguinetti entregó su primer gobierno con un déficit fiscal de 7%, una inflación de 129%, reservas casi inexistentes en el Banco Central, como recientemente se quejó su sucesor, Luis Alberto Lacalle Herrera; y el BROU, el BHU y el BSE casi fundidos.

Tampoco la hubo después de la megadevaluación brasileña del 13 de enero de 1999, y de la devaluación argentina de principios de 2002, en que la inacción gubernamental nos dejó totalmente inermes con un inmenso atraso cambiario que liquidaba nuestras pocas exportaciones, en el marco de una recesión que venía de 1997, y Sanguinetti le pasó la “bomba” lista para explotar a Jorge Batlle, a quien ya le había “arrancado el brazo” una vez.

Son tiempos electorales y las operaciones políticas están a la orden del día y van a seguir, por la desesperación de una derecha que va por todo.

Pero la única verdad es la realidad y la realidad -si no me equivoco- es que Pompita y los fenómenos que lo asesoran están en el horno.

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