En el área regional, y mucho más localmente en Argentina, hay economistas altamente calificados para llenar ese espacio que permitiría abrir un poco de aire en una discusión económica local que se mueve por un estrecho callejón intelectual, delineado principalmente por CERES y la Academia Nacional de Economía, donde transitan su soberbia ese 90 % de economistas de centroizquierda y centroderecha que componen, según nuestro ministro de Economía, Gabriel Oddone, el universo de los que piensan más o menos lo mismo. Lo llamativo, y bastante provocativo, es que se hubiera optado por un ministro responsable de encabezar la que quizás sea la más extrema visión neoliberal que alguna vez se haya llevado a la práctica, incluso para los estándares de la Argentina, habituada a ser campo de experimentación económica de los “think tanks” anglosajones.
La invitación del BCU
Una explicación posible para tal excéntrica invitación es que la iniciativa “Uruguay más simple”, lanzada por CERES el mes pasado, no está ganando tracción, y el presidente del BCU, Guillermo Tolosa, decidió acudir al rescate de su antiguo empleador para que nos inculque o propagandee sus contrarrevolucionarias ideas económicas.
Durante la presentación de esta iniciativa el 3 de junio pasado, Ignacio Munyo colocaba al Banco Central del Uruguay entre los organismos más mencionados en las encuestas de CERES entre aquellos que tienen “regulaciones inadecuados”. A modo de evidencia de la necesidad de desregular, el director ejecutivo de CERES mencionaba el Índice de Libertad Económica elaborado por el Instituto Fraser de Canadá, un “destacado” miembro de la Red Atlas. Uruguay se encuentra en el lugar No. 65 del ranking, muy alejados de los “aspiracionales” históricos de CERES, como Irlanda y Australia, que figuran en el 5º y 6º lugar respectivamente.
Sea por el motivo que fuera, suena muy raro que un gobierno del Frente Amplio decida invitar al representante de una visión que se encuentra en las antípodas de la visión económica histórica del partido de gobierno, del batllismo, del wilsonismo, del ruralismo, etc.
Naturalmente quisiera descartar de mi imaginación otras opciones más deplorables como la eventual idea de que se trate de medir el aceite de la opinión de la masa frenteamplista que aparentemente preocupa al presidente del Frente Amplio y su mesa política por las expresiones de desilusión que detectan en su habituales visitas a los comités de base de la fuerza política y que probablemente se indignen al enterarse de que semejante personaje extremista del neoliberalismo sea el invitado de honor para que empresarios, operadores de bolsa, funcionarios del sistema financiero, académicos y economistas conozcan de primera mano un abanico de opciones que en Uruguay parecíamos haber descartado.
Otra opción a imaginar podría ser que el propio FMI nos envíe a Sturzenegger para evaluar hasta dónde pueden llegar los delirios cósmicos del presidente del Banco Central, Guillermo Tolosa, y su promocionada independencia del Banco Central que no está fundada en ninguna ley y solo es una parte de las aspiraciones de quien se siente un prócer y tal vez también de alguno de los economistas que componen el equipo económico de nuestro gobierno.
Para ilustrar de quién se trata este devenido cruzado del libre mercado que es Sturzenegger basta observar su intento de desmantelamiento del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), los que fueron frenados por la Cámara de Diputados del vecino país. “En definitiva, la pretensión de ser un instrumento de promoción industrial devino en un obstáculo que añadía costos al sector productivo”, aducía el primer ministro de la motosierra, representando el sueño dorado de empresas como Bayer y DuPont, que controlan la mayoría de las patentes de cultivos genéticamente modificados.
¿Por qué debería interesarle a una potencia agrícola como Argentina tener tecnología propia si se la puede comprar a “precios de mercado” a las multinacionales occidentales?
Cualquiera de estas opciones mencionadas al boleo podría ser un motivo para justificar, o al menos explicar, esta invitación insólita y hasta cierto apabullante, pero pensándolo bien, nuestro BCU puede tener un motivo más concreto para invitar a Sturzenegger. Recordemos que como presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) durante el gobierno de Mauricio Macri, Sturzenegger protagonizó un duro conflicto con Alfonso Prat-Gay, el ministro de Economía. El conflicto arrancó sobre divergencias respecto a cómo encarar el combate con la inflación. Mientras que el mesurado Prat-Gay promovía mayor gradualismo para salir del cepo y bajar la inflación, desde el BCRA Sturzenegger le marcaba la cancha con permanentes declaraciones públicas incitando a las políticas de shock. Ante la imposibilidad de continuar con ese conflicto interno, el mesurado Prat-Gay renunció y a Sturzenegger le quedó el campo libre para montar una gran calesita de Lebacs (el equivalente a nuestras Letras de Regulación Monetaria) en el balance del BCRA y que dejó a la Argentina quebrada una vez más. ¿Será que Sturzenegger nos ayudará a inflar aún más el balance del BCU en beneficio de la especulación extranjera? ¿O es que la Fundación Atlas lo manda para colgarle un salvavidas de plomo al equipo económico del Frente Amplio? ¿Será que Tolosa no se anima a hacer lo que le piden sus empleadores de Washington y necesita una inyección de adrenalina?
Lo cierto es que, si sumamos el costo de la calesita de deuda en pesos emitida por nuestro BCU y los dividendos al extranjero de los bancos, financieras y AFAP privadas, llegamos a aproximadamente 2 puntos del PIB que todos los años transferimos a favor de la especulación financiera en el extranjero. Todo esto mientras la discusión política de cabotaje discute medidas que tienen impactos de magnitudes menores y el debate del impuesto del 1 % al 1 % más ricos recoge obstáculos inesperados.
Algo raro está pasando que el invitado de honor de la fiesta del Banco Central no haya siquiera provocado un lamento, pero aún así, la invitación a Sturzenegger tiene que responder a algún propósito, y por el personaje no debe ser nada bueno. Tal vez solo sea un despropósito y termine siendo un motivo para llenar alguna página y alguna nota en las ondas de radio más especializadas con discusiones para dar la impresión de que la política antiinflacionaria y las desregulaciones proyectadas protegen interés del uruguayo promedio, cuya realidad dista cada vez más del selecto reducto “malla oro” protegido por el gobierno saliente.
¿Quién sabe si la sola venida de Sturzenegger inspira a presentar “ideas novedosas”, como las de cerrar al Banco Hipotecario del Uruguay, bajo la forma de “fusión” con el BROU? Semejante idea recuerda un viejo reclamo de los agentes oficiosos de la banca privada que circulan por corredores públicos, y que la Argentina de Menem logró coronar con la privatización de su propio Banco Hipotecario en 1997 en favor del grupo IRSA, controlado por aquella época por George Soros.
Si la idea de algunos actores con cierta presencia pública en lugares de poder pasara por desmantelar el Estado, que entre batllismo y Frente Amplio lograron crear la clase media más fuerte de todas las Américas, quizás sea necesaria, aunque inoportuna, la invitación a Sturzenegger. De lo contrario, es una invitación provocativa que llama la atención y contribuye a la confusión general que a veces oscurece demasiado.
Me parece que los que están disputando el gobierno hay que buscarlos al otro lado del cordel desde donde se está tironeando demasiado.