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Política INEFOP | Poder Ejecutivo |

Empleo y formación

Miguel Venturiello: "Hagámonos cargo de cambiar el mundo"

El nuevo director general del INEFOP Miguel Venturiello está convencido de que un gobierno de izquierda "se debe hacer cargo de defender la utopía" para "devolverle la esperanza a quienes la están pasando mal".

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Cada mañana, el nuevo director del INEFOP Miguel Venturiello cumple el mismo ritual. Temprano, sale de su casa y recorre unas cuantas calles de tierra de Villa Argentina en una bici Liggie reciclada, viejísima, vetusta en alma y tuercas, «pero noble» y, al llegar a la ruta Interbalnearia general Líber Seregni, la deja sola, encadenada en una columna, y se toma un ómnibus rumbo a la Ciudad Vieja. Su teoría es que la bici, por su aspecto —aquello de los prejuicios— no llamará la atención de casi nadie, ni siquiera de los ‘amigos de lo ajeno’, y allí estará esperándolo, al caer la noche, al retornar de su trabajo en la capital.

Miguel Venturiello es metódico, puntilloso, curioso, formal y cortés, pulcro con los compromisos ministeriales, estricto con las metas que se traza, austero de promesas, de sonrisa generosa, de eterna gratitud hacia la vida por haber podido conocer el mundo de la enseñanza técnica. En una fugaz recorrida por su vida se cruzan familia y amigos, pelotas, insolaciones y golazos, militancia y abrazos, aeropuertos y carreteras perdidas, unas cuantas partituras para violines olvidados, preciosos libros atesorados y la persistente voluntad de pensar en el futuro.

Nació en La Comercial de Montevideo, hijo del doctor en Medicina Ángel Venturiello y de Delia Blanco, ama de casa y repostera, autora de tortas inolvidables. Creció compartiendo territorio, afectos y espacio con su hermana Alicia, se enamoró del fútbol y no dejó de practicarlo con amigos hasta el día de hoy, «cuando el tiempo me lo permite». Estudió violín y eso le sirvió para aprender a cuidar matices y silencios, algo que aplicó a su familia ensamblada que comparte y cimenta a diario «felizmente casado con Melina». La casa de Villa Argentina es punto de encuentro de hijos e hijas: Romina, Nicolás y Chiara, que Miguel tuvo con Sandra y Selena que Melina tuvo con Sergio. «A esta familia que conformamos, se nos sumó la maravilla de mi nieta, Giulia».

Transitó años de su vida de estudio en UTU y en el INET, trabajó como adscripto durante 25 años en el Colegio José Pedro Varela, y durante esos años militó en el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza Privada (SINTEP). «El movimiento sindical ha sido mi vida y escuchando a los veteranos sobrevivientes de la cárcel y el exilio aprendí lo que tengo que defender, comprendí de qué lado de la vida me quiero parar. Y también comprendí que no es verdad que las cosas comiencen cuando uno llega. Por eso no creo en los procesos fundacionales a partir del desembarco de uno. Casi todo es una construcción colectiva que viene de atrás. Y primero hay que entender y valorar eso para después cambiar las cosas y construir, mejorar, superar y proyectar todo lo que uno quiera hacer hacia adelante. En el movimiento sindical aprendí a respetar el valor ético de la identidad colectiva de la historia».

Hoy conduce la institución de referencia en materia de política pública de formación profesional de calidad en el sector privado, conformada de manera tripartita y liderada por el Ministerio de Trabajo.

Venturiello asegura que el eje central de su propuesta para INEFOP pasa por la descentralización real, la escucha activa en todo el país y la formación vinculada al empleo. Asimismo, sueña con un instituto que deje de ser solo financiador de cursos y pase a ser un verdadero motor de políticas públicas que cambien la vida de la gente.

¿Con qué perspectivas asume su cargo de director general?

-Tuve que descontaminarme de los rumores y de las visiones previas que circulaban, porque venía de afuera. Necesitaba formarme una opinión propia y reevaluar cómo está el personal. No lo digo solo para quedar bien: realmente me tomé ese trabajo. Algunos me decían: “Parece que dejaron una estructura armada”. Y sí, es cierto, dejaron una estructura armada porque hicieron una reestructura un año antes de irse. Entonces, uno no puede venir a desarmar todo eso de entrada. Esa estructura tiene apenas un año, y nosotros no somos partidarios de llegar y tirar todo abajo para empezar de cero. Eso no se hace en ningún ámbito profesional.

Lo que corresponde es analizar esa estructura en funcionamiento. ¿Y qué funcionamiento? El que nosotros le vamos a dar. A partir de ahí veremos si la estructura responde o no. Pero no lo voy a decidir yo solo desde una mirada omnisciente, como si supiera todo. Lo va a decir la propia estructura en su accionar. Por eso vamos a instalar un proceso de acción crítica y autocrítica, y ese análisis lo van a hacer quienes están trabajando en el día a día.

Queremos poner en el centro el aspecto humano, no transformar esto en una 'picadora de carne', porque la gente que está acá se presentó a llamados, son profesionales altamente calificados, ganaron sus cargos en buena ley —supongo que fue así, que hubo un tribunal evaluador— y después vinieron a trabajar con mucho compromiso y entrega. Están dispuestos a asumir lo que se les pida. Sobre esas bases es que vamos a trabajar, para ver qué tanto responde el equipo a las líneas que nosotros planteamos.

¿Por dónde pasan los grandes ejes y cuáles son las preocupaciones que le transmitió el Poder Ejecutivo sobre el papel que tiene que desempeñar el Instituto?

-La mayor preocupación del Gobierno es el empleo, en dos dimensiones: la estructural y la calidad del empleo. En lo estructural, hablamos de esas empresas que de un día para el otro cierran y se van, y provocan un cataclismo en la población local. ¿Qué pasa con esa gente? ¿Cómo se reconvierte? ¿Cómo le das trabajo en otra área o en la misma, pero desde otro lugar? Frente a eso, el mandato es que el Instituto colabore en generar un ámbito de contingencia junto a la Dirección Nacional de Trabajo. Ya estamos estudiando sectores que hace años están en crisis —por ejemplo, el lácteo, que hace quince años está en crisis—, y nos proponemos adelantarnos al problema. No esperar a la reacción tardía, casi histérica, como pasó cuando cerró CALCAR o COLEME. Porque ahí ya no tenés margen de acción. Capaz reconvertís a alguien, pero después le tenés que decir que se tiene que ir del lugar donde vive porque ahí ya no hay más trabajo en ese rubro. Esa es una preocupación estructural que implica analizar sectores completos.

La otra dimensión es la calidad del empleo. Los trabajos son de muy baja calidad por cómo está concebida la matriz productiva uruguaya. Entonces, en vez de hacer muchos proyectos pequeños, como los RIDE (Respuestas Innovadoras a Desafíos Estratégicos), que fueron buenos en su momento pero que no dejaron una síntesis o una política a largo plazo, proponemos respaldar 18 o 20 proyectos grandes, organizados con líneas de país, que el gobierno ya tiene definidas. Sobre eso, el INEFOP debe aportar más como instituto, como entidad que investiga, que hace prospectiva, que articula, que forma. La capacitación y formación va a estar, sí, pero el primer rol es más estratégico.

En esa línea, estamos trabajando en un proyecto que impulsan el PIT-CNT y la Cámara de Industrias, para analizar cómo reindustrializar Uruguay. Por eso invitamos a Milton Castellano, del Instituto Cuesta Duarte, no como Cuesta Duarte, sino por su vínculo con la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios (FUECYS), y también al presidente de la Cámara de Comercio, Julio César Lestido, para que trabajen un proyecto específico en el área del comercio. Ahí hay mucho para hacer, porque tenés todos los problemas del comercio fronterizo, que sufre los vaivenes de los países vecinos, como en el litoral del río Uruguay. Y como estos proyectos, puede haber otros que estén en la misma línea de los cambios profundos del país, es decir, este es el verdadero camino para ir hacia el cambio de la matriz productiva, analizarla, hacer estudios para comprender en qué parte de las cadenas Uruguay puede insertarse para generar trabajo de calidad para su gente. En este punto, especialmente, nos hacemos parte de la Estrategia Nacional para el Desarrollo que impulsan algunos actores de la escena nacional. El Instituto, con su integración tripartita y la herramienta de los comités sectoriales, es un instrumento de enorme importancia como facilitador de las discusiones que tracen el camino de los cambios.

Tenemos que ver qué parte del empleo hay que reconvertir para enfrentar temas que son inminentes, como la automatización que deja gente por el camino. A ellos los invitamos a sumarse a este trabajo, aunque todavía no se han sentado a conversar. En cambio, el proyecto de la industria ya está más avanzado, en fase de elaboración. Ahí hablamos del trabajo vinculado a un medio de producción, ya sea comercio o industria. Pero también hay otra faceta, más social. Si recorrés el país, está lleno de desempleados. Eso genera problemas sociales fuertes. Hay lugares donde la gente no tiene para comer hace dos años, no hay salida posible porque no hay emprendimientos ni oportunidades cerca, y están golpeando las puertas del INEFOP pidiendo capacitaciones. Está bien, el Instituto puede darlas, pero ¿para qué? ¿Dónde van a trabajar? Después se abre un llamado para los Jornales Solidarios y toda esa gente se presenta diciendo “hice eléctrica, hice sanitaria”. ¿Y qué van a hacer con eso? ¿Van a trabajar con los Jornales Solidarios? No. Necesitamos estudios territoriales sobre el trabajo y generar una política de empleo real. Por eso estamos articulando un desembarque conjunto con la Dirección Nacional de Empleo y con la DINACOIN, que es la Dirección Nacional de Coordinación en el Interior del Ministerio de Trabajo. El objetivo es analizar con todos los actores qué se puede hacer en cada territorio. Hay una línea de gobierno clara que es generar 12.000 puestos de trabajo. Es un compromiso fuerte del presidente Yamandú Orsi, y está buscando todos los caminos posibles para cumplirlo. Nuestra tarea es contribuir a esa meta desde lo concreto, desde el territorio, hablando con la gente, viendo cómo generar esos empleos ahí, en cada lugar.

Después hay otra línea de trabajo que nos planteó Jaime Saavedra con INISA, en articulación con la Fundación UNTMRA. Es un proyecto de inclusión social para adolescentes que salen de cumplir penas. Porque si no salen con trabajo, en dos años están de vuelta en el sistema penal. Ahí también vamos a apoyar. Y hay otra faceta más, vinculada a la educación. Estamos trabajando para un acercamiento entre INEFOP, UTU y UTEC, a través de una comisión que llamamos “Acercando Educación y Trabajo”. Participan el MEC, el MTSS, ANEP, UTU, UTEC e INEFOP. La idea es que los estudiantes hagan prácticas formativas en los lugares de trabajo. Así se achica la brecha entre lo que aprenden en la UTU y lo que después tienen que aplicar en la realidad productiva. Cuando las prácticas se hacen en el lugar real de trabajo, ese abismo se acorta. Y además, el trabajador calificado que está en la industria desde hace 20 años puede formar a esos jóvenes sin sentirse amenazado, sino fortalecido. Porque muchas veces, la empresa prefiere al joven tecnificado, y termina desplazando al trabajador con experiencia que no tuvo acceso a esa formación.

Este vínculo entre estudiantes y trabajadores puede mejorar la productividad, pero también permite que el trabajador complete su educación: primero ciclo básico, después segundo ciclo. UTU tiene experiencias en esto, como el curso de operador en industria de procesos, y el trabajador que lo hace se recategoriza, se entusiasma, quiere seguir formándose, le pierde miedo a la tecnología. Así se genera un diálogo entre el mundo del trabajo actual y quienes van a poblarlo, que enriquece a todos y mejora la calidad del empleo.

Hay también un compromiso del presidente Yamandú Orsi, que surgió del Congreso de Intendentes, de extender los Jornales Solidarios a un año. Desde la Dirección Nacional de Empleo, junto con la OPP e INEFOP, estamos trabajando para jerarquizar ese programa: primero, que sea por jornada completa, no por 15 días al mes; segundo, que llegue al salario mínimo nacional como base; y tercero, que incluya un componente de formación. Cuando ese programa termine, si bien es una política de corto plazo, el trabajador no se va con las manos vacías. Se lleva formación y experiencia en un equipo de trabajo. Porque hoy los Jornales Solidarios tienen carencias en derechos y calidad de empleo. Sirven como transición, pero no deben ser una meta final. Tienen que ser un escalón hacia otra cosa. Pero si no generamos una política de empleo de fondo, más estructural, seguiremos dando vueltas en la misma ronda de medidas de emergencia. Y esa es justamente la etapa que queremos superar. Todo esto es lo que preocupa y ocupa al Ministerio de Trabajo. También seguiremos apoyando a la DINAE, que desarrolla el programa «Yo estudio y trabajo» y pretende duplicar la cantidad de estudiantes que accedan a esta política.

Todo parece ser un cúmulo de buenas intenciones. Pero ¿cree que verdaderamente podrán contribuir a mejorar y cambiar la vida de las personas?

-Eso es lo más difícil de transmitir. Incluso diría que es lo que más responsabilidad nos debería generar. Porque cada persona que se acerca a la formación profesional, que hace un curso de capacitación, lo hace con la esperanza de que después va a lograr un cambio en su vida. Y si eso no se traduce en una salida laboral real, aplicando lo aprendido, estamos rozando una falta de responsabilidad: generamos expectativas que después no se cumplen. Lo que sucede es que el alcance del INEFOP como instituto tiene límites. Podemos aportar con información, investigación, análisis, pero la política pública requiere coordinación interministerial. En principio, veo como clave el trabajo conjunto entre el Ministerio de Trabajo y el de Industria. Pero también hay que pensar en los entes: ANCAP, UTE, ANTEL. Y estos dos últimos incluso vienen denunciando carencia de personal técnico calificado. ¿De dónde va a salir ese personal? Solo de la UTU no alcanza. Hay que incorporar a muchísima gente más. Formarlos profesionalmente, darles la base para que puedan concursar. Porque además, eso lo necesitás en todo el país. Tomemos por ejemplo la generación eólica: hoy ya se requiere mantenimiento de parques y asistencia técnica, y si se incrementa la movilidad eléctrica, se va a necesitar mucho más.

Ahí es donde al Instituto se le escapa la parte de la solución. Podemos analizar, proponer líneas, pero después está cómo se lo transmitís a la gente. Y si me preguntás, no sé si tengo la respuesta clara. Porque todos coincidimos en que la formación es importantísima. Sabemos que es clave para la vida. Pero nunca llega a ocupar el lugar prioritario que debería, porque siempre hay otras urgencias. Y así postergamos lo que realmente puede cambiar las cosas. Cuando no tenés formación, estás a merced de quien te ofrece un trabajo precario, temporal, porque no hay otra cosa. Pero cuando tenés formación, empezás un camino distinto. Ahí la ecuación cambia: el capital lo tengo yo, porque tengo la formación. Y sin gente formada, no se puede hacer nada. Entonces, si no hay acuerdos desde arriba sobre cómo se construye esto, se genera una tensión que no beneficia a nadie. Hoy hay trabajos que se hacen con poca formación, tareas reiterativas que con tres indicaciones se aprenden. Pero eso no genera desarrollo real para un país. Por eso tenemos que mirar más allá. Hay que hablar con los países de la región, con los INEFOP de América Latina, buscar acuerdos, certificaciones internacionales o al menos latinoamericanas. Porque los trabajadores se están moviendo: van donde hay empleo. Y si cruzan la frontera, muchas veces no son reconocidos como lo que son. Se vuelven “nada”. Y eso también hay que resolverlo. Por otro lado, hay experiencias muy ricas en el exterior que nos sorprendieron. De “Chile Valora”, que es muy parecido al INEFOP, vimos cosas interesantes. Apenas asumimos, también nos visitó una delegación de Panamá. En varios países, estos institutos abarcan también la formación técnica. Acá en Uruguay, eso está más delimitado, porque la educación pública es autónoma, y la formación técnica corresponde a UTU, que también certifica esa formación. INEFOP, por su parte, se encarga de la formación profesional. Esa complementariedad es buenísima para el país, pero hay que trabajarla constantemente, mantenerla viva, regarla. Esa es una de las principales diferencias con los otros países.

Lo que me parece muy valioso de las experiencias que vimos —y que deberíamos empezar a discutir e implementar acá— es el desarrollo de procesos de certificación de competencias: certificar lo que los trabajadores saben hacer, en los distintos oficios o tareas, de manera formal. Y eso no es menor. Porque cuando llega un nuevo emprendimiento, muchas veces se impone rápidamente el discurso de que “acá no hay gente capacitada”, que “la educación no responde”. Y eso es una falacia. El problema no es la falta de formación, sino que muchas veces tenemos gente muy preparada y ni siquiera lo sabemos.

Avanzar hacia un sistema fuerte de certificación de competencias y de certificación ocupacional es uno de nuestros objetivos. En los países que mencionaba antes, eso ya está bastante desarrollado. Incluso podríamos pensar en un paso previo: UTU tiene un programa que se llama “Acreditación de Saberes”, que busca validar los conocimientos que el trabajador ya tiene. Una vez que se acredita ese saber, se evalúa cómo lo aplica en su práctica diaria, y eso es lo que se llama “Certificación de Competencias”. Después, cuando esas competencias se relacionan directamente con un oficio o tarea específica, se llega a la “Certificación Ocupacional”. Todos esos pasos hay que darlos, pero de manera ordenada y planificada. Porque si no, corremos el riesgo de importar modelos sin saber que en realidad acá ya existen capacidades similares, solo que no están visibilizadas.

¿Qué impronta debería tener su gestión al frente del INEFOP para que sea recordada como revolucionaria?

-Para ir a un punto concreto —y lo he pensado como ese horizonte— el ejemplo es el Plan Ceibal. Ceibal en sí es una plataforma, pero además es parte del sistema porque contribuye, como institución, al servicio de la educación. Entonces vos desarrollás un programa educativo que se implementa a través de Ceibal.

La idea sería que el INEFOP se consolide como un verdadero instituto, en el sentido más amplio. Que cada política pública que luego es ejecutada por los ministerios —el de Trabajo, el de Turismo, el de Ganadería, el de Industria, y podría nombrar a muchos más, porque recuerdo proyectos en marcha con varios de ellos— haya tenido un origen, un diseño, un aporte desde el Instituto. Si ese insumo vino de acá, y después el ministerio competente lo implementó, entonces hicimos un cambio cualitativo.

Porque si no, ¿con qué se asocia hoy INEFOP? Con que “te dan plata para hacer proyectos”, con que “financia cursos de capacitación a través de distintas entidades”. Y está bien, eso lo vamos a seguir haciendo. Pero eso no transforma. Eso no le da al instituto un rol estratégico, estructural, que contribuya verdaderamente al cambio en la vida del país.

El fuerte tiene que ser el trabajo territorial en el interior del país. Ese es el ABC. Porque, por ejemplo, en 2007, desde la UTU se ofrecía a los estudiantes un conocimiento básico de electricidad y ese joven, que quizás estaba sin estudiar y vivía en un asentamiento, terminaba enseñándoles a siete u ocho vecinos lo que había aprendido. Eso cambiaba la vida social, además de permitirle hacer algunas changas.

Y la gente espera eso. Viene y te dice: “¿No me enseñás a usar Excel? Porque siempre me piden eso para trabajar y yo no sé”. Eso, así de simple, es lo que te piden. Creo que ese sería el horizonte: que el INEFOP se convierta en un órgano rector, en una referencia obligada, consultada por todos. Sería maravilloso que, en cualquier lugar del país, alguien con un problema de empleo pudiera acercarse a la sede del instituto, ser atendido, recibir una formación pensada para su reconversión, y que esa formación esté alineada con políticas activas que generen oportunidades concretas en su territorio. Es decir, que la capacitación no sea algo abstracto, sino parte de una política integral. Que quien golpee la puerta del Instituto se vaya con una solución en la mano. Esa es una linda síntesis. Por tanto, hagámonos cargo de cambiar el mundo.

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