Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Política Conexión Ganadera | estafa | Pablo Carrasco

Sin controles

Negocios blancos, negocios turbios

La estafa de Conexión Ganadera repercutió en el mundo de los negocios. Un engaño piramidal que dará mucho que hablar.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Madrugada del 28 de noviembre de 2024. Gustavo Basso conduce su Tesla rumbo al norte, aproximándose al km 115,500 de la ruta 5, en el departamento de Florida. Nadie conduce lento por estos parajes. Quizás va pensando en negocios y en los 400 millones de dólares que Conexión Ganadera tiene como pasivo, aunque tiene en activos unos 150.

Podrían salvarse si se integrara un socio que necesite 20 mil toneladas de carne por año o 2 millones de toneladas de carbono; pero la posibilidad de que más empresas o personas ingresen al sistema cuasipiramidal creado hace un cuarto de siglo sólo puede ser parte de una imaginación muy intensa o de una percepción fantasiosa de la realidad.

Gustavo sabe que tanto a él como a su socio, Pablo, se les viene la noche. Gustavo sabe que muy pronto dejarán de cumplir con los pagos a los inversionistas, eso les restará credibilidad, y en todo sistema estilo Ponzi, la credibilidad es la materia prima. Sin materia prima, no hay negocio.

Pablo la tenía clara. Para que inversores nacionales pusieran varios millones en sus manos, ellos debían ser blancos (en la doble acepción que el término tiene en Uruguay) y católicos apostólicos romanos. De hecho, se dice que Pablo pertenece al Opus Dei y a la lista 40 del Partido Nacional. Incluso consiguieron que el senador Sebastián Da Silva recomendara públicamente invertir en Conexión Ganadera.

Pablo Carrasco, que oficia de director, llegó a publicar en X el 9 de mayo de 2023: “Si sos de izquierda, no sabes de economía, si sabes de economía no sos de izquierda. Mi respaldo es la historia de la humanidad”. Con semejante espalda era poco menos que indestructible.

Ni la historia ni la 40 ni sus excelsos conocimientos de economía le sirvieron para evitar que miles de inversores quedaran con las ruedas para arriba. Quizá si ambos fueran de izquierda hubieran sido más transparentes y honestos con quienes confiaron en ellos.

Gustavo sabe que, en breve, se les terminará la buena vida, o quizás no. Es difícil que este tipo de gente, rica, blanca y poderosa vaya presa. Quizá piense en su esposa. Muy poco tiempo atrás ambos habían cedido parte de la sociedad a sus esposas en forma cruzada; es decir, Basso benefició a Iewdiukow, esposa de Carrasco, y éste a Cabral, esposa de Basso. Tal vez alguien nos haga comprender qué clase de triquiñuela jurídica justifica esta curiosa separación de bienes.

Quizá Pablo se sonría al recordar cómo con su socio crearon en 1999 lo que sería un imperio, con centenares de millones de dólares que nadie controlaría, porque la materia prima no eran ni las vacas ni los campos, era la confianza. La idea era genial, propia de personas con un coeficiente intelectual muy superior al promedio; pero el sistema tenía en su matriz un reloj de arena que se estaba quedando sin granos. Recordemos que la inteligencia constituye un agravante.

Gustavo sabe que ni convenciendo a Bill Gates o a Elon Musk de invertir en su sistema lograrán tapar el agujero que tiene la empresa, que redondea, al precio de hoy, más o menos 180.000 cabezas de ganado. Eso es lo que falta en el activo en un país en que hay un modelo de economista que cree que cuando nace un ternero el país es más rico y cuando nace un niño el país es más pobre…

¿Qué dirá Pablo Carrasco si a él le pasa algo esta noche y salen a la luz las deudas que suman 400 palos verdes? Quizá, o sin quizá, termine parafraseando al mismísimo presidente de la República Luis Lacalle Pou: “Estoy tan sorprendido como ustedes”. Yo estaba ajeno a las peripecias financieras de mi empresa y las de mi socio que casualmente está muerto y no podrá hablar.

Claro, apenas cesen los pagos a los inversionistas, vencidas las fechas, estallará el escándalo y los damnificados reclamarán un cierre de fronteras. Quizá convoque a los 4.200 y tantos accionistas a una reunión por streaming y la suspenda alguna que otra vez al ver que los ánimos están caldeados. Carrasco dirá que necesita una auditoría para ver la realidad de los números y que, pese a ser el director de Conexión Ganadera, no tenía idea del tema finanzas, que el que manejaba todo era, pura y exclusivamente, Gustavo Basso. Nadie le creerá. La propia familia de Gustavo saldrá a desmentirlo; pero, además, ¿quién va a creer que una empresa que maneja centenares de millones de dólares va a centralizar en una sola persona el control de activos y pasivos? ¿Quién va a creer que llevaban las cuentas al estilo Manolo, el del almacén al que iba Mafalda?

A Carrasco le harán no solo demandas civiles, también penales, por apropiación indebida y estafa. Probablemente salga ileso, al menos de las otras dos empresas de inversiones ganaderas que han sido denunciadas por esquemas mas o menos similares hace varios meses, no se han formalizado aún los aparentemente responsables ni se conoce que haya habido siquiera una insinuación fiscal de responsabilidad penal.

Si a Gustavo le pasara algo esta noche, saltará lo que hasta ahora tienen tapado y se convertirá en tema político. El Banco Central del Uruguay, seguramente, hallará la manera de justificar su falta de control; pero el daño será similar al de los bancos fundidos varias décadas atrás. Demasiado dinero para un país tan chico. Alguien gastó lo que no debía y los que invirtieron querrán reconstruir la ruta del dinero.

¿Acaso la empresa no informaba anualmente a sus inversionistas de cómo aumentaban las deudas? Eso sólo ocurre en un sistema Ponzi, y en un sistema Ponzi, siempre, los líderes desaparecen, de una u otra manera, y los más giles quedan presos.

Esquema Ponzi

Según Wikipedia, “un esquema Ponzi es una forma de estafa piramidal que atrae a los inversores y paga utilidades a los inversores anteriores con fondos de inversores más recientes. El esquema lleva a las víctimas a creer que las ganancias provienen de actividades comerciales legítimas (por ejemplo, ventas de productos y/o inversiones exitosas), y desconocen que otros inversores son la fuente de los fondos. Un esquema Ponzi puede mantener la ilusión de un negocio sustentable siempre que los nuevos inversores contribuyan con nuevos fondos, y siempre que la mayoría de los inversores no exijan el reembolso total y sigan creyendo en los activos inexistentes que supuestamente poseen”.

Lo he visto por toda América Latina. ¿Conexión Ganadera era un sistema piramidal? No lo puedo asegurar, pero daba toda la impresión de serlo. El esquema se nutría no sólo de capitales nacionales, también extranjeros, sobre todo argentinos que deseaban huir de la AFIP argentina, o sea, la Administración Federal de Ingresos Públicos. ¿Servía para lavar dinero? No lo sé; pero era ideal para eso, ya que el BCU miraba para otra parte.

Curiosamente no eran controlados por el Banco Central aunque obviamente entraban en la definición de sujetos obligados a denunciar movimientos de dinero sospechosos, por un monto excesivo o cuyo origen no se pudiera demostrar. Ni siquiera los “receptores” del dinero querían controlar esto.

Un agujero de 250 millones de palos verdes en Uruguay equivaldría a que una empresa argentina cerrara debiendo unos 3.000 millones de dólares. El daño es enorme, no solo porque no todos los inversionistas eran personas adineradas, sino porque centenares de empleados perderán sus trabajos por causa directa o indirecta del colapso de CG. Digamos que es algo así como el 5 % del rodeo ganadero de un país que tiene 3 veces más vacunos que habitantes.

Es previsible que muchos de los inversores que abrazan las ideas de Javier Milei terminen cuestionando al BCU y hasta clamando que Papá Estado se haga cargo. Sin embargo, tendrán que asumir su propia responsabilidad. Por más que Conexión Ganadera tuviera tantos años de respaldo con aparente éxito, la oferta de una tasa fija de 7,5 % y hasta 10 % u 11 %, aun en tiempos de caída de la rentabilidad agropecuaria y de los arrendamientos, implicaba una inversión de alto riesgo. Más que invertir, aquí se trataba de apostar.

Claramente las circunstancias no hablan de la poca educación financiera de los uruguayos, sino de la tolerancia, la omisión, la ineptitud o la complicidad de los organismos responsables de controlar este tipo de intermediación financiera.

Pese a todo, siempre tenían en lista de espera a gente interesada. Es una estrategia para hacer creer a los posibles inversores que el negocio es exitoso y que, si no se apuran, perderán la oportunidad. No olvidemos que hay también cierta complicidad de algunos medios de comunicación y de algunos periodistas que se encargaban de promover el negocio, obviamente cobrando jugosas pautas publicitarias.

Quizá de Guatavo Basso se recuerde cuando, hace muchos años, trabajaba de empleado en un escritorio rural, hasta que montó el propio, sin un solo campo ni una sola moneda. De a poco, con mucha persistencia e inteligencia, fue consiguiendo gente que confiaba en su habilidad para administrar su negocio ganadero. Su estilo no pasaba por pedir, sino por demostrar lo bien que a él le iba. Las futuras víctimas comenzaron a llegar solas. Los vínculos de la esposa de Carrasco, ambos ingenieros agrónomos, hicieron el resto, ya que Ana pertenece a una familia muy encumbrada del ámbito rural.

Ya en este oscuro presente, cuando todo estalla, si tienen suerte, un concurso de acreedores llevará al reparto de los activos entre los 4.200 acreedores, los cuales sólo recuperarán menos de la cuarta parte del capital. Si tienen suerte, sólo perderán el honor. La edad ayudará a Pablo, si fuera formalizado. La quiebra parece no interesarle a nadie.

Sí, seguramente pasará todo esto y Conexión Ganadera se convierta en la tercera ficha de dominó, tras la debacle del Grupo Larrarte y República Ganadera.

Todos estos emprendimientos suelen caer cuando algún que otro inversor pide el retiro de su dinero, no se le concede tal posibilidad, cunde la alarma, se pierde confianza y comienzan las corridas y el descalabro es inevitable.

Será injusto que algún día se ignore su espíritu creativo, visionario y audaz. Bueno, tal vez demasiado audaz.

Confiesan que habían llegado a manejar entre 75.000 y 100.000 hectáreas y estaban trabajando con programas de captura de carbono. Lograron imponer su propia marca de carne e ingresar al mercado norteamericano, además de atender parte del mercado minorista uruguayo con la marca Stradivarius y tiendas en Montevideo y Punta del Este.

Gustavo tal vez pensara en el último proyecto que venía germinando en su mente, una cadena de restaurantes. Pero sabía que todo estaba llegando a su fin y esa ilusión se desvanecía.

Ruta 5, hora 06:26, km 115,500. Nadie conduce lento por estos parajes. Cuando ve la máquina de vialidad ya es tarde; se estrella estrepitosa y fatalmente.

Quizá el cansancio le ha jugado una mala pasada.

Quizá, pese a estar balizada y con guardia privada, no ha querido verla.

Quizá lo único que ha visto ha sido el fin de todo.

Nadie, creo que ni su propia familia, quiere investigar más a fondo.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO