Alguien puede creer que cualquiera puede tener mucho dinero y estará equivocado. Salvo excepciones, nacemos con un karma y desde la barriga de mamá se sabe si seremos pobres, capas medias o ricos.
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Muchas veces hemos oído que todos nacemos con un pan abajo del brazo, pero nadie nos dice que algunos tienen desde que nacieron una enorme panificadora y siete brazos.
En realidad, la idea de que desnudos nacemos todos iguales es un espejismo.
Es verdad que nacemos en bolas, pero algunos en un asentamiento, en un rancho construido con latas y madera con barro y mierda en la puerta y otros en el Hospital Británico, en cuna de oro, con acciones, cuenta bancaria y herencia asegurada.
Yo conozco gente con mucho dinero. Son menos de 0,003% de los uruguayos. Son los más ricos, tienen edificios, tierras, novillos, plantan granos, árboles, poseen cuentas en el exterior, yates, autos de alta gama, casa en Punta del Este. Viven la vida linda de los ejecutivos, del sillón al avión.
Algunos, tienen media docena de radios y canales de televisión.
Hace unos años yo escribí en Caras y Caretas que 120 de ellos tenían más de 120 millones de dólares y los nombré con nombre y apellido.
Hace 10 años, eran más o menos 100. Hoy son muchos más y tienen muchos más millones. No menos de doscientos con 200.000.000 de dólares cada uno.
Parece raro, pero muchos de los más ricos son además, los más grandes deudores de los bancos.
La inmensa mayoría nacieron riquitos y se fueron haciendo más ricos. Mucho más en los últimos 15 años, durante los gobiernos del Frente Amplio.
Desmintiendo la idea de que los jóvenes son más rebeldes, los chicos son más duros.
Al menos los padres fueron a la escuela pública, a la Udelar, se pusieron la moña y la túnica azul y jugaban en el galpón con los hijos del peón flaco que cuidaba las vacas gordas de su papá.
Los hijos fueron al British, estudiaron en una universidad privada, viven en Carrasco y en Verano no salen de la estancia, Punta del Este o José Ignacio.
De pobres, solo conocen a sus empleados, la mucama y al plomero que le destapa la grasera de su casa.
Ellos, que son todo menos ciegos, vieron también que los salarios de los más humildes aumentaron en esos años frenteamplistas, que mucha gente que no podía hacerlo logró jubilarse, que los jubilados especialmente los más pobres, mejoraron sus prestaciones, que disminuyó la pobreza y la indigencia, que la salud se volvió un derecho de todos, que muchas pequeñas empresas se regularizaron, que los maestros profesores, policías, empleadas domésticas y trabajadores rurales vieron aumentar sus ingresos y sus derechos.
Pero a ellos no se les movió ni un pelo, siguieron juntando dinero, muchos lo invirtieron aquí y otros se lo llevaron para las cuentas bancarias en el exterior.
En general, con excepción de algún tonto, los muy ricos son desconocidos, cautos y discretos.
Cuidan la privacidad como la niña de sus ojos.
Durante los tres lustros que gobernó el Frente Amplio la pasaron muy bien, sus hijos fueron educados en los mejores colegios y comenzaron a compartir la conducción de sus empresas, algunos estudiaron en Harvard o Los Ángeles.
Los fines de semana en enero comparten un whisky y hacen negocios en sus yates al otro lado de la isla Gorriti.
Pese a que gobernaban los comunistas, los ricos de Uruguay la pasaban bien.
Pero, oh, misterio, también los pobres la pasaban relativamente bien y, al menos, no se quejaban tanto.
El estado pagaba subsidios, les otorgaba prestaciones y beneficios, creaba puestos de trabajo que contribuían a encarecer la mano de obra, disponía recursos para la educación, la salud y el pago de las jubilaciones y pensiones.
No todos la pasaban bien porque miles, decenas de miles seguían viviendo como el culo.
Eran los más pobres, seguían viviendo en asentamientos o en viviendas muy precarias.
Eran, entre muchos trabajadores, los menos calificados y las mujeres solas con hijos chicos.
También discapacitados, liberados de las cárceles, algunos analfabetos o analfabetos funcionales y transexuales.
Otros tuvieron solo mala suerte y nacieron para perder.
Lo más curioso, lo que choca contra el sentido común y atropella la razón es que a algunos “malla oro” les molesta tener que hacer tanto esfuerzo, pagar impuestos, contribución inmobiliaria, tasas y aportes patronales para mejorar la condición de los más pobres.
Quieren además que el Estado se reduzca para así pagar menos sueldos y para que sus empresas sean privatizadas para que sus negocios dejen de ser públicos para ser privados.
Un Estado óptimo para ellos es aquel que solo tiene Ejército y Policía, y tal vez algo de salud y educación pública para que los pobres no se mueran y puedan trabajar.
Lo cierto es que para que haya ricos también tiene que haber pobres porque la riqueza no se hace solo con el talento de los que mandan, sino con la cabeza y los brazos de los que trabajan, que además son los más.
En este contexto, en 2019 ganó Lacalle Pou al frente de una coalición de partidos del centro derecha a la derecha.
Lacalle, que es un reverendo mentiroso, sin embargo, en algo fue muy franco: ha reconocido que su gobierno protege especialmente a los que él llamó los “malla oro”, que según él son los que generan la riqueza.
Más recientemente recibió el apoyo de la Asociación Rural y la Federación Rural, los sectores agroexportadores las cámaras empresariales, los bancos y los medios de comunicación hegemónicos que expresaron sin equívocos que el de la “coalición multicolor” era su gobierno y que la LUC era su ley.
El domingo, como en todas las consultas binarias habrá dos opciones, la de los malla oro y la de los humildes.
Tal vez cada uno de nosotros no nos identifiquemos en ninguna de las dos y entre las dos aún estemos indecisos. Es más, algunos nos creemos más ricos de lo que somos y otros se sienten más pobres de lo que son. Es verdad que solo estamos votando por la vigencia o no de 135 artículos de la una ley y que ninguno de nosotros sabe muy bien lo que dicen y cuáles son sus verdaderos alcances.
Pero en realidad vamos a votar sobre la sociedad en la que queremos vivir,una que no es perfecta, pero es más justa, igualitaria, inclusiva, en donde nadie sea más que nadie, o una en donde las leyes, la economía y el poder se hagan para los más ricos, los más poderosos, los más privilegiados y los malla oro.
Quiéralo o no, eso es lo que se decidirá el domingo. El voto no es contra nadie.
El voto es para que en Uruguay convivamos todos y los más fuertes apoyen a los más débiles para que todos seamos más felices. Nada será definitivo ni nada de lo que hagamos el domingo nos traerá automáticamente desgracia o felicidad ni será eterno, pero nuestra decisión será importante porque será una oportunidad para que tú y yo podamos hacer o modificar la ley, para que haya más armonía, para que las cosas sean más parejas y para que caminemos más juntos y solidarios en un mundo cada vez más difícil y hostil.