En el contexto de déficit hídrico y ante la declaración reciente de emergencia hídrica, se manejan diferentes alternativas. Por su parte, la Universidad de la República (Udelar) propondrá un proyecto para la rendición de cuentas, el proyecto “Agua País”, en el que se destaca la protección de la cuenca del río Santa Lucía. Frente a ese contexto, Luis Aubriot, doctor en ciencias biológicas dedicado a la sección de Limnología -ciencia que se encarga del estudio ecológico de los ambientes acuáticos continentales- explicó, en diálogo con Caras y Caretas, por qué “hay que cuidar este recurso, que estructuralmente es fundamental”.
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En primer lugar, el doctor Aubriot expuso los diferentes usos que se le dan al río Santa Lucía, los cuales incluyen: el uso para agricultura y ganadería –tanto riego, como suministro para productores o tambos–, la autodepuración –reciclaje de nuestros desechos– y el agua potable para la población. “Esa cuenca, el principal servicio ecosistémico que nos brinda es darnos agua, que la queremos utilizar para potabilizar, pero esa materia prima tiene muy mala calidad por las actividades humanas. De origen es de excelente calidad, pero todo ese conjunto de actividades termina generando un problema de mala calidad de agua”.
La academia coincide en que la principal contaminación de los cursos de agua es antrópica; es decir, por actividades humanas. La doctora Sylvia Bonilla, en el conversatorio Diálogos del futuro sobre el agua en Uruguay, organizado por la Unesco, destacó la eutrofización como de las principales contaminaciones de nuestros recursos hídricos y principalmente del río Santa Lucía, lo cual fue ratificado por los doctores en ciencias Mariana Meerhoff y Luis Aubriot, en diálogo con este medio.
La eutrofización refiere al exceso de nutrientes en un curso hídrico, que deriva en la proliferación de microorganismos, como son las algas fitoplanctónicas, las cianobacterias y otros organismos. El principal indicador utilizado para identificar eutrofización es el fósforo, porque se encuentra en pequeñas cantidades de forma natural en los cursos de agua, pero además es uno de los principales componentes de los agroquímicos –como fertilizantes, que son en esencia: nitrógeno (N), pentóxido de fósforo (P2O5) y óxido de potasio (K2O)–, según explicó la doctora Meerhoff.
En tanto, el doctor Aubriot recordó, así como también lo indicaron varios especialistas en los distintos seminarios vinculados al agua organizados en la Udelar, la crisis “de calidad de agua” ocurrida en 2013 en Montevideo. En su momento, el agua de la ciudad capitalina tenía mal olor, debido a la floración de cianobacterias que ingresó a la planta de Aguas Corrientes, lo que Aubriot consideró que “por suerte no fue tóxica, pero podría haberlo sido”; ya que, según lo investigado, las toxinas producidas por las cianobacterias se han detectado incluso en la sangre de ganado. Si bien en 2013 a raíz de la crisis se implementaron varias medidas, entre ellas la creación de las comisiones de cuencas, los especialistas declaran que fueron insuficientes. “Lo que tiene que haber es voluntad política, que tuvo sus intenciones de avanzar en eso en la década pasada y esas intenciones quedaron quizás en esta década por el camino”.
Intensificar medidas
Una de las medidas que se buscó generar fue la creación de zonas buffer o el alejamiento de los cultivos del agua -las cuales evitan llegar nutrientes al agua, que podrían generar un exceso-, pero “según el observatorio ambiental hay predios que cumplen y hay otros que no”. Medida que debería ir acoplada a otras, consideró Aubriot, que “incluyen el control de la fertilización y la aplicación de agroquímicos en los suelos”.
El profesional destacó la clasificación que se tiene de la cuenca del río Santa Lucía, la cual se estableció a partir del decreto 253/979, de 1979 y que continúa siendo la misma: "No se avanza en todos los aspectos que tienen que ver con el cuidado del agua, el agua no es una prioridad. De hecho, desde el punto de vista legal, el Santa Lucía está clasificado como un curso de agua clase 3 y no clase 1".
De acuerdo al decreto, la categorización 3 implica que la cuenca del Santa Lucía está “destinada a la preservación de peces y otros integrantes de la flora y fauna hídrica, o también aguas destinadas al riego de cultivos”. Mientras que la clase 1 es la que corresponde a “aguas destinadas o que pueden ser destinados al abastecimiento de agua potable a poblaciones”.
No siempre el agua será “potabilizable”
Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de pensar la protección de los recursos que señaló Aubriot es el hecho de que todas las contaminaciones por las actividades antes mencionadas generan una disminución en la calidad del agua que llega a la reserva. “No siempre se puede confiar en que vamos a tener un buen producto a partir de un producto que es muy malo, que es el agua que le llega”, explicó Aubriot y a su vez afirmó que OSE nunca se ocupó de dicho problema, entendiendo que su competencia estaba en potabilizar el agua; pero no toda el agua se puede o es viable potabilizar.
Y añadió: “La OSE contamina a sí misma también. El producto de la potabilización son lodos muy contaminantes que los tira en el propio río, de donde después saca agua. Hay muchas contradicciones en cómo se gestiona el agua en la cuenca”.
Ejes a futuro
El proyecto “Agua País”, impulsado por la Udelar, parte de la base de que antes de “migrar” a otro recurso, deberíamos proteger el recurso que abastece al 60% de la población. Pero para protegerlo, primero hay que conocerlo y saber qué lo daña. Por ello uno de los objetivos que la Udelar se propone es la capacitación y participación ciudadana.
Aubriot destacó que es un punto de importancia, el cual ya se está llevando a cabo desde la Facultad de Ciencias desde la unidad de formación permanente. “La Facultad de Ciencias está trabajando mucho con los vecinos de Santa Lucía, con escuelas y liceos, donde se está capacitando a personas y grupos de jóvenes para que actúen un poco más directamente ellos sobre el control del agua”, explicó el profesional y destacó que esto lleva a tomar medidas “basadas en el conocimiento”.
Asimismo, para evitar una nueva crisis de cantidad de agua, “lo que la propia OSE plantea en un documento público, es lo que se conoce como “la regla de oro”, que estipula que una ciudad y una zona metropolitana tienen que estar abastecidas por plantas de potabilización alternativa. De tal manera que cada una pueda aportar el 70% del suministro de agua en el caso de que alguna de ellas colapsara”, consideró Aubriot, lo cual no se está cumpliendo; en estos momentos dependemos 100% de la planta de Aguas Corrientes.
Las soluciones que están sobre la mesa son el proyecto Arazatí-Neptuno por un lado, denominando al Río de la Plata como una fuente infinita y alternativa; cosa que no es cierta en ninguno de los dos aspectos, según detalló Aubriot. En primer lugar, es finita porque la planta se ubicaría en una zona de transición de agua dulce y marina, por lo que habría períodos en los que no podría funcionar y la reserva no tendría una gran capacidad, tal y como explicó el experto. Mientras que, por otro lado, no es alternativa porque daría el 20% de la demanda al área metropolitana. Sin contar que el lugar tendría graves problemas de calidad de agua, con mucha materia orgánica y gran floración de cianobacterias.
Por otra parte, el embalse de Casupá nos mantendría aún dependientes de la planta de Aguas Corrientes, porque si bien tiene gran capacidad, sería aportada por el propio río.
Al respecto, el doctor en ciencias consideró que una “buena alternativa” sería la creación de una planta independiente en Casupá, con su propia reserva de agua; pero advirtió que “habría que ver la factibilidad” de esa idea.
Siendo incluso esta recomendación la última opción que se consideraría desde su área de especialidad, la calificó como la línea a seguir a futuro. “En mi disciplina, como limnólogo, es lo último que recomendaría. Y en eso con muchos colegas coincidimos, la limnología estudia el funcionamiento y estructura de los ecosistemas acuáticos de agua dulce y lo último que queremos es destruir un ambiente acuático construyendo un embalse. Pero a veces, como en muchas, áreas hay que tomar decisiones”, explicó.
Según lo señalado por Aubriot, esa sería la línea que evitaría una nueva crisis de cara a 2045 y 2050, la creación de nuevas plantas independientes, considerando que habría mayores sequías a futuro.