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Primeras miradas al futuro político

Por Rafael Bayce.

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Un año electoral siempre obliga a pensar en plazos cortos y a concentrarse en la reorganización institucional inmediata, como por ejemplo la distribución de cargos entre partidos y fracciones, adjudicables a personas concretas de esas asociaciones. Eso es, no solo inevitable, sino necesario, y está preñado de consecuencias posteriores.

Pero también hay una reflexión a plazos más largos que comienza también a dibujarse en el horizonte simbólico: el día después de una derrota, por más ajustada y épica que ésta haya sido, lleva a repensar estrategias, tácticas, objetivos, metas, medios, fines, valores, ideas. Todo esto es necesario para tratar de volver a ganar, para no volver a perder, hasta planteándose la masoquista utilidad de perder, quizás para eliminar inercias y costumbres que puedan haber sido letales político-electoralmente, y que con otro triunfo podrían continuar molestando.

Es esta una enorme tarea, con una amplia variedad de temas, sobre algunos de los cuales esbozaremos, probablemente en próximas columnas, algo así como ‘un mapa de reflexión primaria’. Empecemos, a dos semanas de la derrota electoral del Frente Amplio, con una reflexión sociohistórica sobre las izquierdas.

 

¿Qué fue, es y será ser de izquierda o progre?

De modo general, ser de izquierda o de derecha, moderado o radical, democrático o autoritario, progresista o conservador, liberal o neoliberal, populista o fascista, son calificativos para posiciones en un espacio simbólico-ideológico. Pero dicho sistema binario de posiciones supone la relatividad mutua de las calificaciones, y no tanto o solamente el carácter intrínseco ni absoluto de los contenidos de esos calificativos. En otras palabras, son palabras significantes que envuelven significados-contenido, tanto absolutos como relativos, que evolucionan y cambian en el espacio-tiempo.

Por ejemplo, ‘izquierda’ y ‘derecha’ eran posiciones ocupadas en un hemiciclo de debates durante la Revolución Francesa; dichas posiciones coincidían con una serie de posicionamientos en temas diversos. Herbert Spencer tuvo la fineza de espíritu de caracterizar dichos posicionamientos por vestimentas, lenguajes, actitudes, ideas y valores distintivos, inferidos en sus homogeneidades trans-nacionales desde dibujos de publicaciones de época, a falta de fotos. En esa época, ser de izquierda era ser burgués liberal demócrata, frente a los de derecha que eran monárquicos, nobles feudales, alto clero y militares a su servicio. La aparición de ‘utopías’, siguiendo al maravilloso Karl Mannheim, forja a los ‘conservadores’ defensores del statu quo o del pasado frente a las utopías futuras, también ‘radicales’ frente a la ‘derecha conservadora’. La aparición de sucesivas utopías erige ‘moderados’ –utopías crecientemente moderadas frente a las más radicales iniciales- y, también ‘modernos’ con sus correlatos relativos en el polo opuesto del binomio.

Los mediados y fines del siglo XIX, con la aparición de anarquistas, socialistas, comunistas, marxistas y otros, pasa la calificación de ‘izquierda’ a todos estos ejemplares; la ‘derecha’ se vuelve un significante-continente que incluye ahora entre sus contenidos-significados a los liberales, cuyos contenidos eran 70 años antes significados del significante-continente ‘izquierda’. Cada condensación espacio-temporal de sociabilidad re-elabora sus calificativos y re-distribuye sus sujetos y comunidades entre ellos.

De acuerdo con esto, ¿qué es y quiénes son de izquierda, moderados, radicales, conservadores, liberales o neoliberales, utópicos o ucrónicos en el Uruguay contemporáneo? Sabiendo, claro, que importan más los contenidos que justifican esos calificativos que las posiciones relativas en el espectro que las habilitan, y sabiendo también que la carga simbólica de las palabras, heredada de momentos anteriores, también cuenta. Ya no pueden ser los contenidos ni la ubicación relativa en el hemiciclo que consagró ‘izquierdas’ y ‘derechas’ en la revolución francesa: tampoco contenidos y ubicaciones relativas en los años 20 en Europa (ya con los liberales en la derecha); tampoco durante la Guerra Fría de la segunda posguerra, mapa ideológico ya globalizado como nunca antes, y extendido cada vez más fuera de Europa.

El mapa ideológico de fines de los años 60, guerra fría globalizada, impone sus categorías y posiciones relativas casi hasta hoy a la gente formada en esos años, con categorías ya inútiles sustantivamente pero aun retóricamente útiles. El enemigo marxista que imagina la comunicación militar uruguaya hoy es sesentista, irreal y radical, y enfrenta fantasmas que quiere hacer creer como reales, porque lo pueden haber sido hace mucho, pero ya no lo son más. Entonces, cabe una interesante disquisición: ¿qué contenidos podrían caracterizar a una ‘izquierda’ hoy, aquí y ahora? ¿Quiénes se sentarían a la izquierda en un hemiciclo ideológico, y quiénes a la derecha, con la complicación, posteriormente aparecida, de la aparición de los ‘centros’, auto o hetero diferenciados de las derechas y las izquierdas? ¿Y de nuevas posiciones relativas, como centro-izquierda? Porque hay hasta una carga emocional y retórica al calificar a otro o calificarse a sí mismo como esto o lo otro en cada espacio-tiempo.

 

Contenidos de izquierda contemporáneos

Las izquierdas tienen que encontrar contenidos nuevos para los nuevos espaciotiempos, en una renovación que ocurre continuamente desde fines del siglo XVIII hasta hoy, con el peligro de que contenidos obsoletos o inoperantes condensen significados para esos significantes. La izquierda uruguaya, por ejemplo, en el período 2009-2019, agregó significados-contenidos al significante ‘izquierda’ que hubieran sido calificados de derecha por su liberalidad (recordemos que izquierdas en el siglo XVIII se vuelven derecha en el 19-20, para volverse ‘izquierda liberal’ en el siglo 21), y es también autora básica de la legislación despenalizadora de la marihuana, del matrimonio no hetero, de aproximaciones al aborto permisible, y un etcétera que no habría sido apoyado ni promovido por las calificadas antes como ‘izquierdas’ en los siglos XIX y XX. Las izquierdas clásicas, básicamente sesentistas aun, tuvieron que aceptar los contenidos liberales -no neoliberales- de alguna prominente juventud frenteamplista, cambiando figuritas de apoyo legislativo mutuo con ellos; y el cuerpo electoral frenteamplista se dividió en su apoyo o no a esos contenidos clásicamente liberales de derecha en el siglo XX, devenidos de izquierda en el XXI.

¿Qué contenidos serán abarcados por la palabra ‘izquierda’ aquí y ahora en el futuro? ¿Qué contenidos alternativos a los de derecha, conservadores y nostálgicos, podrán enarbolar nuevos sujetos políticos, los designen o no como contenidos-significados para el significante ‘izquierda’? ¿Hasta qué punto es retóricamente aconsejable nombrar esos contenidos como de izquierda, dado que esa palabra arrastra inercias semánticas que pueden obstruir el camino ideológico y político -hasta electoral- de esas ideas y de sus sujetos históricos? Así como fue casi eliminada la palabra-significante ‘revolución’ del trayecto democrático pos-sesentista de las izquierdas, ¿no debería minimizarse seriamente la identificación con la palabra ‘izquierda’ por parte de quienes quieran oponerse tanto a la globalización neoliberal (por ejemplo, Macron, Talvi) como a la reacción neo-global, re-localizadora, esencialmente conservadora, de las nuevas derechas (por ejemplo, Trump, Bolsonaro, Manini) para poder operar así sin inercias ni obstáculos retóricos ni del consenso semántico en el campo político-ideológico?

¿Y además qué contenidos podrán dar el combate ideológico, político-electoral, a los rivales ‘neoliberal globalizador’ y ‘neoconservador antiglobalizador’, éste con apoyo activo de los neoconservadores desde religiones universales que ven en la secularización, la modernidad, el relativismo y los derechos humanos, trascendentales enemigos de la trascendencia absoluta, absolutista, pre Carta Magna, Revolución Francesa y Republicanismo de los Padres Fundadores norteamericanos? El neoconservadurismo antiglobal está apoyado por todas las religiones que se ven afectadas por la modernidad, el relativismo y la ciencia, invasiva de las revelaciones. Catolicismo, judaísmo, protestantismo e islamismo apoyan y conforman un frente neoconservador antiglobal que es una alternativa a combatir a futuro, tanto como la globalización asimétrica neoliberal, objetivos ambos de una izquierda revolucionaria que no debe llamarse así ni dejarse llamar así, para no permitir que se hagan obsoletos contenidos que deben ser nuevos para convencer a gente nueva, y que está atraída por los faros comunicacionales del neoliberalismo globalizador asimétrico y del neoconservadurismo antiglobal, neonacional.

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