Tras la pérdida del Frente Amplio del gobierno nacional en las pasadas elecciones, la izquierda necesita reorganizarse de inmediato y salir con todo para mantener algunas intendencias y recuperar otras.
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Sinceramente, tengo mis dudas sobre si la crítica interna debe realizarse antes o después de ese partido que nos espera en mayo, ya que puede debilitarnos o fortalecernos, según cómo la encaremos. Quizá sea bueno hacerla antes para evitar continuar cometiendo los errores que nos llevaron a una derrota que, si bien fue victoriosa, no deja de ser derrota. Si seguimos haciendo las mismas cosas, obtendremos los mismos resultados.
Sabemos que las intendencias que tenemos más seguras son las de Canelones y Montevideo, donde las únicas dudas son si ganaremos holgadamente o por destrozo.
En la capital, el MPP ha dado una gran muestra de compromiso con el proyecto frenteamplista, ya que, aun cuando tendría todo el derecho de largar un candidato de su sector -considerando su caudal electoral-, a instancias de José Mujica, ha decidido renunciar a tal posibilidad para colaborar con la unidad interna. No es un gesto menor. Bueno sería que en otros departamentos los grupos más poderosos hicieran lo mismo si la unidad así lo requiriera.
Maldonado: ese problema
En esta elección, el Frente Amplio perdió en Maldonado 9.196 votos con respecto a la elección nacional anterior. Si consideramos que el departamento tuvo 10.000 nuevos habilitados, tenemos que no solo perdimos votos, sino que no nos beneficiamos de esa oleada de electores nuevos. En la elección nacional de 2014, de 118.485 votos emitidos, el FA obtuvo 46.692 votos (39%) y fue el lema más votado. Ahora, en 2019, de 128.826 votos emitidos, solo obtuvimos 37.496 y el segundo lugar, detrás del Partido Nacional.
Se podrá pensar que los resultados nacionales no sirven para medir lo que sucederá con la elección de intendencias y municipios y, justamente, para ello se separaron en el tiempo tales comicios; sin embargo, Maldonado no es medible con los parámetros de otros lares.
El Frente Amplio tuvo aquí dos líderes con un carisma y capacidad de comunicación impresionantes: Óscar De Los Santos y Darío Pérez. Los chisporroteos entre ambos terminaron en verdaderos cortocircuitos que trajeron como resultado la pérdida de la intendencia en 2015, yendo a parar a las manos del ingeniero Enrique Antía, el más votado del Partido Nacional en tal instancia. Hasta ese momento, al frente de la intendencia estaba Susana Hernández y los candidatos frentistas fueron Darío Pérez, Pablo Pérez González (Yuyo) y Horacio Díaz.
Antía ya había sido electo intendente en el año 2000, siendo posteriormente electo senador para el período 2005-2010. Con su banca del Senado segura, se presentó como candidato a intendente en 2005, siendo derrotado su partido por el FA por una diferencia de 1.700 votos. En 2010, el Partido Nacional volvió a ser derrotado y por una diferencia de 19.000 sufragios; pero el aparente fortalecimiento del Frente Amplio tenía una espada de Damocles a punto de caer. La desunión interna sería letal para futuras aspiraciones. En 2015, el ingeniero (exintendente, senador, integrante del directorio de UTE y del directorio del Partido Nacional) fue nuevamente el más votado de su partido y concluyó una década de gobierno frenteamplista. Los pases de factura en la interna frentista no tardaron en llegar. Esta vez la diferencia fue de unos 6.000 votos, aproximadamente. Incidió en esta ocasión el apoyo de varios dirigentes colorados al Partido Nacional y la prédica de que con Antía volverían el trabajo y la seguridad.
Ya no importa quién tenía razón en la interna frenteamplista. Los blancos aprovecharon la oportunidad para afirmarse en el poder, pese a numerosas irregularidades en su gestión. Los nacionalistas lograron su retorno encaramados en dos críticas fundamentales a Óscar: el déficit fiscal y la cantidad de cargos de confianza. El Flaco había recibido la primera intendencia con un déficit de 25 millones de dólares. Tras dos períodos de gobierno, la entregó con 48 millones de déficit. Buena parte de ese monto provenía de la inversión en viviendas; el resto, de la inversión en el Centro de Convenciones. El proyecto de Óscar para cubrir el costo de este emprendimiento (20 millones de dólares) contaba con la venta de terrenos de la intendencia; pero, llegado el momento, las enajenaciones no se pudieron concretar como se había previsto. Como sea, cualquiera que desee investigar el destino de los 23 millones de dólares atribuibles a la gestión del “flaquismo” tiene cosas tangibles para contar y no solo me refiero a las viviendas y el centro mencionado, sino también a otras obras difíciles de enumerar.
No puede decirse lo mismo de las inversiones del ingeniero, el cual no solo llevó el déficit de 45 millones a 88 millones, sino que ahora tiene 300% más de cargos de confianza que la Intendencia de Montevideo. Por el camino quedan algunos mojones, como la adquisición de cámaras de vigilancia, por parte de la administración blanca, a un costo más que cuestionable.
¿Cómo es posible que con tantos flancos débiles que presenta la administración blanca, el Frente Amplio vea tan difícil la tarea de recuperar la intendencia?
Darío Pérez, que cuenta con una adhesión de 6.000 votantes en el peor de los casos, se ha retirado de la contienda. Hay quienes afirman que lo hace porque no puede perder otra batalla electoral tras haber perdido su banca en Diputados; pero me consta que lo hace por motivos personales más que válidos y respetables, cosa que él contará en su momento y no quien escribe.
No sabemos aún si Óscar, que tampoco accedió a una banca, se presentará nuevamente. Si lo hace, ni él ni nadie podrá ganar por sí solo. Se necesitan tres candidatos; pero tres candidatos capaces de entusiasmar al electorado, recuperar militantes perdidos y captar votos no frentistas.
A la era de los liderazgos debe sucederle una era de trabajo en equipo. El mejor líder no es, necesariamente, el más inteligente, sino el que sabe rodearse de personas más inteligentes que él. Necesitamos dirigentes que se rodeen de colaboradores capaces de hacerles críticas de frente; pero que a la vez sean leales como para cubrirles las espaldas. Todo el Frente Amplio tendrá que aprender que los más adulones no suelen ser los más leales y que no es lo mismo ser consecuente que obsecuente.
Recuperar Maldonado es difícil; pero no imposible. Serán imprescindibles varios gestos de grandeza y desprendimiento en la interna, en pro del objetivo superior, que es la unidad.
Todos los dirigentes deben comprender que están obligados a llevarse bien, ya que, si queremos ganar, la derecha nos tendrá que encontrar fuertes y firmes como murallas.
No hay otra.