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Editorial

LA OTRA VIDA DE JAVIER GARCÍA

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Por Alberto Grille.

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¿Quién es Javier García? Evidentemente es él y sus circunstancias. ¿Desde dónde mirarlo, cuál es el punto de vista apropiado, quiénes son o han sido sus referentes, cuál es su obra?

Nació hace 57 años, está casado, tiene dos hijas mujeres y un varón, es médico desde 1991, inició estudios de Pediatría que, a saber, no culminó.

Fue electo diputado un par de veces, fue candidato único del Partido Nacional a la Intendencia de Montevideo y perdió.

En las últimas elecciones fue electo senador por su lista 40, respaldando al candidato a la presidencia de su partido y actual presidente de la República, Luis Alberto Lacalle Pou. Desde el 1 de marzo es Ministro de Defensa Nacional.

Mire por donde se le mire es un político exitoso, activo, inteligente.

En su trayectoria estudiantil fue un activo militante contra la dictadura desde filas wilsonistas. Participó en las elecciones estudiantiles de la época aliado con los estudiantes de la Juventud Comunista en lo que podría ser la traducción local de la Convergencia Democrática, alianza en la que participaron en el exterior personalidades del Frente Amplio, y en particular del Partido Comunista, con Wilson Ferreira y que presidiera su hijo Juan Raúl Ferreira.

Junto a otros dirigentes, jóvenes como Pablo Ithurralde y Jorge Gandini, participó en la refundación de la FEUU, con quienes constituyó la pata juvenil del Movimiento Por la Patria.

De ahí en más, comienza la larga deriva de Javier García que lo llevó a estar unido a Pablo Ithurralde primero y a Jorge Gandini después en sendas listas que participaron en las elecciones nacionales y que apoyaron a Jorge Larrañaga.

Desde 2014 comienza sus acercamientos con el sector de Luis Lacalle Pou y su alejamiento de Larrañaga.

Este suave aterrizaje coincide con un acento cada vez mayor de su actuación opositora al Frente Amplio, cierto perfil un poco más agresivo que otros parlamentarios y la adopción de propuestas políticas que los alejaban del wilsonismo original y lo acercaban al herrerismo tradicional.

Este cambio lo lleva a tener enfrentamientos políticos fuertes que ponen en tela de juicio su perfil ético, como la denuncia de que no tenía el título de pediatra que se le atribuía y él no negaba.

En el fin del período del último gobierno encontramos la otra vida de García Duchini. A Javier García le quedan pocas hebras en su poncho, no es wilsonista, ni progresista, ni pediatra, ni pertenece más a Por la Patria ni a Alianza Nacional, ni apoya a Larrañaga ni a Gandini, pero es electo senador por la fracción más conservadora del Partido Nacional.

Desde marzo se desempeña como ministro de Defensa Nacional y su corta gestión es controvertida y levanta serias resistencias en las Fuerzas Armadas, que perciben un propósito claro de teñir de blanco las estructuras fortaleciendo el peso de los “políticos” en detrimento de los otros agrupamientos “profesionales”, como las logias que tienen larga data y el surgimientos de nuevas tendencias más o menos dispersas que expresan en general descontentos y heridas diversas.

En ese cuadro, relativamente confuso, Javier García flota, pero no nada. Ladra, pero no muerde. Un buen ejemplo es la corrupción en Cantinas Militares, donde las investigaciones develan corrupción histórica, pero terminan en cambios de destinos y sanciones leves.

Donde es guapo es en el Parlamento, recinto en el que alcanza con cacarear. También ha resultado bueno para las operaciones propagandísticas, es elegante para revistar a las tropas, oportuno para encontrar archivos ya conocidos, ingenioso para comprar desechos aéreos a precios supersónicos, desastroso para vender a precio de remate un moderno avión que se usaba para vuelos sanitarios.

Este nómade de la política, con más agrupaciones que batallas, es otro aspirantes a la sucesión presidencial. Si su ambición se interpone a los “pollos” del presidente, le queda corta vida en su presente castrense.

 

El ministro se pone la gorra
Una nueva versión del ministro de Defensa en su perfil mediático es el publicitado hallazgo de nuevos documentos en una unidad del Ejército. Me parece que los archivos encontrados en Artillería 5 son pura verdura en el sentido literal de la palabra. Quiero decir, originados, editados y manipulados por operadores de inteligencia militar en actividad o en retiro. Por falta de tiempo, se divulgaron hace solo 48 horas, no los he podido leer muy detenidamente y reconozco que puedo haber incurrido en distracciones que hayan menospreciado algún párrafo, pero creo que en ellos no hay nada nuevo, ni nada que permita hallar algún desaparecido ni nada que involucre en crímenes a ningún militar vivo o muerto. Algunos, como mi orden de captura por haber fugado del Cilindro, se deben encontrar en los archivos de todas las unidades policiales y militares que operaban en la represión. Otros han sido publicados ya, como los referidos a Eleuterio Fernández Huidobro mencionados en el libro de María Urruzola, quien, tal vez, haya tenido acceso a estos mismos archivos antes que el ministro garcía. Los servicios de inteligencia del Ejército naturalmente conocían los contenidos porque algunos ya han sido usados en procedimientos judiciales. Sobre otros, como los que también fueron hallados en los llamados “archivos Berrutti”, han incluso motivado largos análisis periodísticos por parte de periodistas especializados. La misteriosa aparición de estos archivos secretos se inscribe en la nueva personalidad del ministro, encabezando actividades que llevan el propósito de limpiar la imagen de las Fuerzas Armadas, desprestigiar a algunos de los dirigentes históricos de la izquierda, desmovilizar a las organizaciones de familiares y derechos humanos unos días antes del 20 de mayo y sacarse lustre después de haber sido cómplice durante los 15 primeros años de la democracia del ocultamiento y la impunidad de las torturas, los asesinatos y la desaparición forzada de miles de personas, víctimas de la dictadura.

 

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