Tal vez por influencia del sábado gris y con amenaza de que Santa Rosa nos las hará pasar feas, me ha dado por reflexionar acerca de estas cosas que le están pasando al mundo. Acerca de cómo nos llegan las noticias, de cuánto ellas nos conmueven y de cuán poco podemos hacer, salvo reflexionar; que será poco si no reflexionamos lo suficiente y puede ser mucho si lo hacemos uniendo lo que nos llega con el mundo en que vivimos, nuestra situación particular en él y cuales son aquellas cosas que debemos priorizar. Hace cuestión de diez o quince días, ni siquiera anoté la fecha, un deslave, un deslizamiento de la ladera de un cerro de los que circundan a la capital de Sierra Leona dejó enterrados, muertos, desaparecidos ellos y las chabolas en las que vivían, a unas 2.000 personas. O 20.000, la verdad es que no me detuve mucho a precisar la cifra. Así como tampoco las autoridades de Sierra Leona se detuvieron demasiado en contar las víctimas o en tratar de rescatarlas. Era tarea inútil, ya estaban muertos y enterrados por toneladas de lodo; superaba las posibilidades locales de hacer algo y, total, pobres son lo que sobran en esos barriadas miserables. Seguro, nadie lo dice así, brutalmente, pero, en la práctica, al mundo le importó un comino. A los mismos bienvivientes de la misma ciudad les importa un comino. ¡Sobran pobres! Miserablemente pobres que subsisten como pueden, comen lo que encuentran y, cuando no encuentran nada, comen tierra para engañar al estómago y poder dormir. En menos de un año, cuando deje de llover, las mismas laderas que quedaron luego del deslave que enterró a sus compatriotas, comenzarán a poblarse con nuevas cabañas habitadas por otros miserables campesinos que se vieron obligados a emigrar de sus tierras ancestrales que ya no producen y en donde la guerra es la única forma de sobrevivir. Se mata para comer y vivir; hasta que otro te mata para comer y vivir; hasta que otro lo venza para comer. Una especie de cadena alimentaria que los biólogos no han inventariado. Ese país, si se le puede llamar país, en determinado momento tuvo dignidad y esperanza. Luego de liberarse del colonialismo, quiso cambiar hasta de nombre, porque Sierra Leona le pusieron los navegantes occidentales y cristianos a la vista de una península que servía de referencia porque tenía la forma de una leona durmiendo. Quiso desarrollarse, volverse independiente y justo y para ello se apoyó en la Unión Soviética, que ayudó hasta que se vino abajo y media África cayó nuevamente en la dependencia. Un neocolonialismo aun más indiferente a los habitantes y más interesado en los materiales estratégicos. Oficialmente se llama Burkina Faso, que era su nombre ancestral, puesto por los que allí habitaban y no por los que usaban su costa como referencia. Pero las agencias noticiosas lo siguen llamando Sierra Leona. Y nada queda de aquella nación que luchaba por ser justa y soberana. Mal momento, mala elección o simple mala suerte, Sierra Leona continúa siendo distinguida por el nombre que sirvió a los navegantes y tiene millones de pobres y algunas decenas de miles de ricos que prosperan sirviendo a las transnacionales. Ni sé qué religión tienen, si son animistas o musulmanes. En este último caso habría que vigilarla porque alguno de ellos, o su descendencia, puede llegar al mundo rico, sufrir humillación y desprecio y refugiarse en un fanatismo que lo lleve a la guerra de los atentados. La cuestión más seria es cuán pocos tomamos conocimiento de esa horrible mortandad. Yo mismo ya no recuerdo si fueron 2.000 o 20.000 los muertos. Fue en otro mundo, no por la distancia geográfica, que es menor que la que nos separa de Barcelona, sino porque fue en el mundo de los 3.000 millones de pobres de todos los colores; de miserablemente pobres negros, indios, de Bangladesh o de Los Andes. Por otra parte, el “desaparecido” Santiago Maldonado formaba parte de una manifestación de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), que reclamaba la libertad del ilonko (jefe de la comunidad) y la entrega definitiva de sus tierras ancestrales (Pu Lof). Pero esas tierras ahora son de Benetton, que compró 900.000 hectáreas de la Patagonia para criar 100.000 lanares, y en el lote fueron las tierras de los indígenas, que, por supuesto, no estaban legalizadas. Ni lo estarán, así como hay pocas esperanzas de que aparezca con vida Maldonado, visto por última vez cuando lo subían a palos a una camioneta policial. No nos conmovió a nosotros, ni parece que haya influido en la votación a favor de Macri en las PASO. Pese a la cercanía geográfica, nos separa un abismo social; son pobres, son indios y pretenden vivir como sus mayores. ¡Y repudiamos lo que hizo Rivera en Salsipuedes! Continuemos. Hace menos días, no retengo cuántos, pero dos o tres antes del atentado terrorista en Barcelona, murieron 63 niños en un hospital de la India por falta de oxígeno. Simplemente, el proveedor no cobraba y cortó el suministro. Niños de algunos meses hasta 14 años que necesitaban respiración asistida. Se murieron. En tanto, en nuestro país tenemos terrible lío porque el doctor Toriani, director del Hospital de Rivera, dispuso los fondos hospital de forma tal de poder asistir a 12.000 personas. En realidad, esa no es la culpa principal, lo grave es que Toriani es comunista. O, por lo menos, lo fue. También es uno de los que leyeron la proclama del PIT el 1º de mayo de 1973. Tuvo agallas como para subirse a la tribuna y ser una de las voces que habló por todos nosotros. Parece que eso a la larga te lo cobran. Podría seguir con ejemplos de cosas horribles que suceden en el mundo y gozan de diez o quince líneas en los periódicos y, con suerte, hasta una mención en los informativos centrales. Nada comparable, por supuesto, al revival de Lady Di y mucho menos al doloroso atentado de Barcelona, que, vamos a ser claros, repudiamos y condenamos. Uno no se explica ciertas cosas. En España ya se había padecido la peor tragedia en la estación Atocha, en pleno centro de Madrid. Barcelona es la ciudad más turística de España y la tercera del mundo; Las Ramblas son sitio obligado de paseo. Tenían alertas varias. En Niza, el 14 de julio del año pasado, se atentó contra los viandantes con un camión. Todo empezó con el derribo de las dos torres con dos avionazos. Se puede agredir con aquello que utilizamos diariamente. No habían puesto ningún impedimento a la circulación de vehículos en la más famosa y concurrida peatonal. ¡Vaya con las labores de inteligencia, con la preparación antiterrorista y todas esas milongas! Parecería que somos mucho mejores para llorar que para prevenir. ¡Felicitaciones al policía que “abatió” al quinto terrorista! Pero yo conté once tiros, a una distancia de no más de cinco o diez metros; no parece que haya sido una gran demostración de puntería. En fin, no quiero reaccionar contra el exceso de información intrascendente con que nos atosigan los medios, pero llega un momento en que parece que no ha sucedido nunca nada. Para el recuerdo: Caín mató a Abel golpeándolo con una quijada de burro y desde entonces nos matamos con creciente eficacia. Y utilizamos la retórica belicista con creciente entusiasmo. Hubo un afloje en la guerra de amenazas entre Donald Trump y Corea del Norte porque las cosas estaban demasiado tensas. Una cosa es vociferar que descargarás furia y fuego y otra cosa exponerte a que también te caiga algo sobre tu casa. Son buenos para vociferar, pero, hasta ahora, a la hora de la verdad se vuelven razonables. El peligro es que, como en las canchas de fútbol, se empiece con los insultos y amenazas, se llegue a los empujones y, cuando te querés acordar, se arma un lío en el que todos quedan envueltos y, en general, se la liga el que estaba más ajeno. Entre amenazas y apartadores que tenían que actuar o verse involucrados, parece que los dos beligerantes se calmaron. Se dice que los cohetes de Kim “pueden” llegar a territorio estadounidense, pero también pueden desviarse y caer en cualquier lado. No se ha logrado la seguridad tecnológica. Pero ¡ya llegarán y de nuevo tendremos tensiones belicistas! Más allá de que seguimos viviendo a merced de la cordura de los dueños del poder atómico, ¡arriba, compatriotas! Feliz 25 de Agosto. Nuestra independencia fue un proceso: ni cuando Artigas fue nombrado sin par presidente, ni el 25 de Agosto, ni cuando la Convención Preliminar de Paz que no firmamos ni el 18 de Julio. Fue un proceso que continuó con la Guerra Grande y continúa hoy en día. A la nación, la patria, al pequeño Estado que lleva por nombre República Oriental del Uruguay lo estamos construyendo día a día. Sorteando o equilibrando las tensiones internas y los viandazos que nos vienen de afuera, ¿se dieron cuenta? Ya el presidente de la Cámara de Industrias reclamó que apliquemos la nueva legislación laboral que Michel Temer hizo aprobar en Brasil. Según él, por encima de todo está la competitividad. Vivimos entre leones; si los dejamos avanzar, nos comen. ¡Los internos, nuestras fuerzas vivas! Ya vino un Végh -hijo del que nos hambreó con la dictadura y nieto del que lo hizo en el pachecato- a aconsejarnos achicar el gasto y no indexar salarios. Como siempre, austeridad. Uruguay está en construcción, y de nosotros depende cuán justo, solidario y fraterno sea; cuán democrática sea nuestra comunidad; y cuán fácil o penosa será la vida para nuestros descendientes. Podemos seguir pendientes del “caso Sendic” o empezar a preocuparnos por cómo hacer avanzar el proceso; empezar a preocuparnos por la inmoralidad de este perro muerto o comenzar a ocuparnos de frenar a la derecha.
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